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22 de octubre de 2011

RESUMEN-ANÁLISIS DE Una novela indigenista: El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría


RESUMEN-ANÁLISIS DE Una novela indigenista: El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría

En esta obra, aparecida en 1941, cuando ya la novela hispanoamericana tomaba nuevos rumbos, confluyen dos líneas narrativas: el recuerdo de experiencias vividas y la defensa del indio.

El autor y su obra

Ciro Alegría (1909-1967) nació en la provincia de Huamachuco, Perú, donde pasó su infancia en contacto con la tierra y sus habitantes, cuyas vivencias habría de plasmar en sus tres obras narrativas: La serpiente de oro (1935), Los perros hambrientos (1939) y El mundo es ancho y ajeno (1941).

Periodista y político, sufrió cárcel y destierro, sin que el alejamiento de la patria aminorara el recuerdo de sus gentes.

El origen de "El mundo es ancho y ajeno"

El propio Alegría atribuye a su infancia campesina el origen de su novelística. Como hijo del administrador de una hacienda, la "Maracabal Grande", convivió con los indios y aprendió de sus alegrías y pesares.

Dice Ciro Alegría: La historia básica del libro comienza en mis años formativos. Nací en una hacienda, crecí en otra [ ... ], y desde niño hube de andar largos caminos para ir a la escuela [ ... ]. Así me llené los ojos de panoramas y conocí al pueblo de mi patria. Mujeres de la raza milenaria me acunaron en sus brazos y ayudaron a amar; con niños indios jugué de pequeño; siendo mayor alterné con peones indios y cholos en las faenas agrarias y en los rodeos. En brazos de una muchacha trigueña me alboreó el amor como una amanecida quechua. Y en la áspera tierra de surcos abiertos bajo mis pies y retadoras mon­tañas alzadas frente a mi frente, aprendí la afirmativa ley del hombre andino.

La trama de la novela tiene como hilo conductor la figura de Rosendo Maqui, viejo alcalde de la comunidad indígena del cerro de Rumi, quien lucha por impedir el avance del latifundista que despoja a los indios de sus tierras. Su fin, molido a golpes en la cárcel que ha compartido con Vázquez, el bandolero, es ejemplar: en tanto Vázquez intenta y logra escapar, Maqui, respetuoso de la ley, permanece para completar su batalla dentro del marco de la legalidad, según la costumbre de los comuneros que representa.

El indio Rosendo Maqui estaba encuclillado tal un viejo ídolo. Tenía el cuerpo nudoso y cetrino como el lloque -palo contorsionado y durísimo--, porque era un poco vegetal, un poco hombre, un poco piedra. Su nariz quebrada señalaba una boca de gruesos labios ple­gados con un gesto de serenidad y firmeza. Tras las duras colinas de los pómulos brillaban los ojos, oscuros lagos inquietos. Las cejas eran una crestería. [ ... ] Él [ ... ] era un vene­rable patriarca [ . , ,]. Rosendo Maqui había gobernado demostrando ser avezado y tranquilo, justiciero y prudente.

La comunidad indígena y su alcalde constituyen el eje alrededor del cual se eslabo­nan los sucesos cotidianos, las costumbres ancestrales y los ritos propiciatorios.

En Rumi se llamaba a los fieles agitando matracas y golpeando redoblantes [ ... l. En toda la región no había ninguna como ella [la campana]. Cantaba y reía repicando en las fiestas. Gemía dulcemente, doblando por la muerte de algún comunero, con el acento del dolor piadoso y sincero. Cuando la víspera de la fiesta se la echaba a vuelo, su son iba de cerro en cerro y llegaba muy lejos convocando a los colonos de las haciendas. Y el 'día de la fiesta, llamando a misa o acompañando la procesión, cantaba muy alto y muy hondo la gloria de San Isidro, de tal modo que los cerros la admitían jubilosamente y a los fiesteros se les volvía otra campana el corazón.

La linealidad argumental prevalece en esta novela de expresión llana y rica en imágenes. Alegría se muestra como un acabado narrador, de palabra fácil y suelta, pro­fundo conocedor de tradiciones y costumbres lugareñas. El amor al terruño impregna la obra de un hondo lirismo. Alegría no abandona la posición narrativa elegida -tercera persona omnisciente-- a lo largo de la novela. Sin embargo, la riqueza de los diálogos nos permite conocer el alma de sus personajes, simples, sin dobleces, decididos a preservar el legado de sus mayores.

El hallazgo del autor consiste en haber sabido mezclar equitativamente los dos ingredientes de toda novela indigenista: la individuali­dad indígena y el ser colectivo de todo un pueblo.

La intención de llevar el indio a la novela [ ... ] me hacía confrontar dos problemas difíciles. El primero: mostrar el espíritu indígena, lo que implicaba un tratamiento nove­lístico de los personajes. El segundo [ ... l presentar un pueblo entero sin que se debilitaran los personajes.

Dijo Luis Alberto Sánchez sobre Ciro Alegría: Distingue a Alegría cierta comunica­tiva facilidad de narrador, alimentado de tenaces y vivos recuerdos. En su estilo relumbran con alguna frecuencia relámpagos de poeta, revelados en imágenes frescas y siempre campestres.

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