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13 de agosto de 2011

EL ROMANTICISMO EN EL TEATRO

EL ROMANTICISMO EN EL TEATRO

EL DRAMA ROMÁNTICO. - La revolución romántica repercute en el teatro: una ráfaga de libertad destruye el antiguo rigor de los preceptos clásicos, que encadenaban al escritor impidiéndole toda fan­tasía literaria.

ALEMANIA: SCHILLER. — El movimiento romántico en Alema­nia lo inicia el grupo de escritores que toma como lema Sturm und Drang ("Tempestad y empuje"). Su lema es la supresión de las reglas clásicas.

No es extraño, por tanto, que la libertad sea el tema predilecto del teatro del jefe del movimiento, Federico Schiller. Así en su famosa obra Guillermo Tell exalta la figura del glorioso libertador de Suiza, o en Los Bandidos, canta el mundo de las gentes que prefieren una existencia libre de toda clase de tutelas.

Este sentimiento le lleva a hacerse eco de la "leyenda negra" en su obra sobre el príncipe Don Carlos, en la que ataca a Felipe II.

GOETHE. - Johan Wolfgang Goethe (1749-1832), la figura más egregia de la literatura alemana, fue, por su gran curiosidad espiritual y por la época en que vivió, un ecléctico, es decir, un escritor que tomó elementos del Clasicismo y del Romanticismo. Su obra máxi­ma, Fausto, pertenece al género dramático, pero tiene tanta gran­deza y fantasía, que es, en reali­dad, irrepresentable.

Pone en escena, como personaje central, a un anciano de inmensa sabi­duría, el doctor Fausto, atormentado por dudas interiores, decide vender su alma al diablo a cambio de la juven­tud. Fausto, auxiliado por el diablo, que toma el nombre de Mefistófeles, seduce a la inocente doncella Marga­rita; luego se enamora de Elena, que se evapora a su abrazo. La obra ter­mina con la expiación de Fausto, que consigue salvarse.

La concepción de este poema dramático es grandiosa y múltiple, abundando en escenas de magia, apariciones y aquelarres. La obra tiene carácter trascendental y simbólico: quiere ser una alegoría de la huma­nidad, con sus ensueños y sus caídas.

FRANCIA: VÍCTOR HUGO.- El teatro romántico francés tiene su figura representativa en Víctor Hugo, a quien ya hemos estudiado como épico y como lírico.

Víctor Hugo, en el prólogo de su tragedia Cromwell (1827), sostuvo por primera vez, los postulados de la nueva escuela.

"Hernani". - Si Cromwell significa la proclamación teórica del Ro­manticismo en el teatro, Hernani, estrenado tres años después (1830), en medio de un verdadero tumulto provocado por las discusiones litera­rias, constituye el triunfo definitivo de la nueva dramaturgia.

Hernani, de ambiente español, presenta una tragedia de amor y de venganzas cuyo protagonista es Don Juan de Aragón, transfor­mado en bandido (por la enemistad del rey), que sacrifica su vida por el amor de doña Sol.

EL TEATRO MUSICAL. — Durante el siglo xix florece en toda Europa el teatro de ópera, que ya en el siglo xviii había empezado a triunfar con las obras de Mozart.

Fueron los músicos italianos, como Donizetti, Bellini y Verdi quienes popularizaron la ópera y la convirtieron en un espectáculo aris­tocrático y brillante.

WAGNER.- Ricardo Wagner (1813-1883) es el genial transforma­dor del teatro musical en Europa.

Su vida fue, en gran parte, una tenacísima lucha para imponer sus teorías, cosa que no consiguió sino en los últimos años de su vida, gracias a la proyección del rey Luis II de Baviera.

Wagner concibe el drama musical como una síntesis de todas las artes; pero deja a la música la expresión de las ideas que apare­cen definidas especialmente por leits motivs, que reflejan los senti­mientos y las emociones. Así, pues, la música no es simple acompa­ñamiento, sino que expresa ella sola y principalmente los más puros afectos de los personajes.

Wagner extrae los temas de sus formidables creaciones de viejas le­yendas alemanas. Así en su famosa tetralogía (El ani­llo de los Nibelungos) que contiene un prólogo (El oro del Rhin) y tres grandes dramas musicales (La Walkyria, Sigfrido y El ocaso de los dioses). Figuras legendarias y caballerescas se mueven en Lohengrin, Tannhäuser y Parsifal; esta última narra las proezas de los caballeros que durante la Edad Media buscaron el perdido cáliz de la Última Cena, llamado el Santo Graal. Tristán e Isolda se basa en una vieja leyenda bretona, que narra los trágicos amores imposibles de estos dos personajes legendarios.

LA ESCENA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX

EL TEATRO ROMÁNTICO EN ESPAÑA.- Los triunfos reso­nantes que el Romanticismo obtenía en todas las escenas europeas mo­tivaron la incorporación del teatro español al nuevo estilo.

He aquí las etapas principales de esta renovación literaria, que se desarrollan en cuatro años sucesivos:

1834: "La Conjuración de Venecia". — En 1834 el político y lite­rato español don Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862) estrena La Conjuración de Venecia, obra que es considerada como el precedente inmediato del triunfo del Romanticismo en nuestro teatro.

La Conjuración de Venecia es un drama histórico en prosa que se desarrolla en el siglo xiv y se basa en un episodio de rivalidades políticas: Rugiero, joven patriota, desea libertar a Venecia de la tira­nía del Consejo de los Diez, presidido por Pedro Morosini, pero es descubierto. La tragedia adquiere un carácter sentimental, porque la sobrina de Morosini, Laura, está casada secretamente con Rugiero. Para colmo de males se averigua al cabo que éste es nada menos que hijo del propio Morosini. A pesar de todo, Rugiero es llevado al patíbulo.

1835: "Don Álvaro o la fuerza del sino", de don Ángel de Saavedra, duque de Rivas (1791-1865), que durante sus años juveniles, emigrado en Francia, Italia y Malta, conoció los primeros frutos de la revolución romántica y la hizo triunfar definitivamente en nuestro teatro con el estreno de Don Álvaro o la fuerza del sino.

Presenta la desdichada figura de don Álvaro, a quien persigue (como a los héroes de las tragedias griegas) la Fatalidad, hasta tal punto, que mata, sin querer, al padre de su amada doña Leonor y, luego, en un lance de honor, a un hermano de ella. Horrorizado don Álvaro se refugia en una de las ermitas de Córdoba; pero por otra terrible casualidad doña Leonor se ha escondido en otra ermita cercana. Descubiertos por otro hermano, éste cree en la culpabilidad de ambos y desafía a don Álvaro que le mata, y al acudir doña Leonor junto al agonizante, éste le clava un puñal. Don Álvaro al ver tanta calamidad, se suicida arrojándose por un precipicio.

Todas las características de Don Álvaro acreditan el tono romántico de la obra. La obra carece de lógica y de verosimilitud y, por tanto, de intención educativa, y no se ajusta a las tres unidades.

1836: "El Trovador". — Esta tragedia, debida a la pluma de Anto­nio García Gutiérrez (1813-1884), autor oscuro que debió a este estreno una gloria apoteósica, marca el definitivo avance del teatro romántico en nuestra Patria.

La acción de esta tragedia es muy complicada y fantástica. Se basa en los amores desgraciados del trovador don Manrique, de ori­gen misterioso, y la dama doña Leonor, a la que pretende el Conde de Artal, quien, con sus violencias y su poder, ya que es Justicia de Aragón, hace condenar a muerte al Trovador. Leonor se suicida envenenándose. Entonces se descubre, por una gitana llamada Azu­cena a quien el Trovador tenía por madre, que él y el Conde de Artal son hermanos.

1837: "Los amantes de Teruel". — Don Juan Eugenio de Hartzenbusch, madrileño (nacido en 1806), funcionario del Estado y hombre de gran cultura, escribió amables comedias y costumbres, zarzuelas y fábulas; nos interesa destacar su tragedia Los amantes de Teruel (1837), porque, basada en un tema del teatro clásico, le da fuerza y apasiona­miento románticos.

Diego Marsilla para poder casar con su amada Isabel de Segura, debe partir a tierra de moros y regresar con un botín, pero llega tarde al plazo que se le diera, porque la reina mora de Valencia, que se ha enamorado de él, le impide el regreso. Isabel está ya casada, y la obra termina con la muerte trágica de los dos amantes.

1840: "El zapatero y el Rey, obra del famoso poeta José Zorrilla, se apoya en la figura histórica de Don Pedro el Cruel.

Don Pedro el Cruel muere a manos de su hermano bastardo Enrique de Trastámara. Un leal servidor de D. Pedro, el capitán Blas Pérez, cree poder salvar a su rey, ofreciendo a D. Enrique devolverle una hija, cuy rastro había perdido. Al saber que D. Pe­dro ha muerto Blas Pérez no vacila en hacer matar a la hija de Don Enrique.

1844: "Don Juan Tenorio" es, sin duda, la obra más popular de Zorrilla. Recoge la figura del Burlador sevillano, creado por Tirso de Mo­lina, y la adapta a su fantasía y espíritu romántico.

Según este espíritu, Don Juan —que en la obra de Tirso se con­dena por sus escandalosas liviandades— se salva, gracias a una mujer, Doña Inés, que vela por su alma. La obra tiene mucho movimiento y una escenografía sorprendente, por lo que se ha hecho muy popular.

EL TEATRO POST-ROMÁNTICO. - Como acontece con todas las escuelas literarias, el Romanticismo conoce también un período de agotamiento y es desplazado por nuevas escuelas. Veamos rápidamente algunas de sus características:

El realismo: a) La alta comedia. — Como reacción contra la fan­tasía y el anhelo de cosas irreales que transparentan los románticos, surge un teatro que refleja la sociedad contemporánea, fustigando sus vicios y defectos. Así en las obras de don Adelardo López de Ayala (1828-1879) se critica el materialismo (en Consuelo y El tanto por ciento) y la maledicencia (en El tejado de vidrio).

Lo mismo podría decirse de las obras de Manuel Tamayo y Baus, como La bola de nieve, contra los celos infundados; Lances de honor, contra los desafíos; Lo positivo, contra el casamiento por conveniencia.

Tamayo ha alcanzado la celebridad por su gran tragedia, de tema romántico, Un drama nuevo (1867) basado en un tema de celos concebido en un ambiente histórico: uno de los personajes de la obra es Shakespeare.

Como representante de la "alta comedia" instigadora de la sociedad de su tiempo, tenemos, finalmente, a José Etchgaray.

Es característico su drama El Gran Galeoto.

Las estúpidas murmuraciones de la gente provocan la destrucción de un hogar.

b) La comedia casera.- El mejor cultivador de la comedia de costumbres burguesas es don Manuel Bretón de los Herreros, estudiante, soldado en la guerra de la Independencia, periodista y, finalmente, Secretario de la Academia Española (1796-1873).

Recordemos entre sus obras Marcela o ¿cuál de los tres?, historia de la coqueta que se queda sin novio, y Muérete y verás, que repre­senta que un hombre, a quien se cree muerto, es olvidado por su novia, mientras la hermana de ésta sigue queriéndole en silencio.

c) El género chico. — A fines del siglo xix se produjo un notable renacimiento del sainete popular de costumbres madrileñas de música alegre y castiza (Bretón, Chapí, Barbieri), que se conoce con el nombre de "género chico".

Son famosos Ricardo de la Vega, autor de La Verbena de la Paloma; Javier de Burgos, que escribió La boda de Luis Alonso; López Silva y Fernández Shaw, creadores de La Revoltosa, etc.

EL TEATRO CONTEMPORÁNEO. - La observación de la reali­dad siguió siendo fuente de inspiración para nuestros dramaturgos. Así Jacinto Benavente que obtuvo el Premio Nobel en 1922, reflejó en sus comedias la vida y costumbres de la aristocracia madrileña, satiri­zándolas con fina ironía.

Esta observación de la alta sociedad de su tiempo la hallamos, por ejemplo, en Lo cursi o en La comida de las fieras. No faltan obras trágicas de carácter rural —como La Malquerida—; fantásticas —como Y va de cuento—; alegóricas —como Los intereses creados—; o infantiles —como El príncipe que todo lo aprendió en los libros.

En su obra Los intereses creados se simbolizan los vicios sociales, singularmente la hipocresía. Leandro, un hombre de pocos escrúpu­los, acompañado de su pícaro amigo Crispín, que finge ser su criado, consiguen enriquecerse mediante la boda de Leandro con una rica heredera.

Veamos ahora otras direcciones del teatro español contemporáneo:

a) Teatro poético. — La tradición del teatro en verso de nuestra edad de Oro fue seguida en los primeros años del siglo xx por Eduardo Marquina quien evoca las hazañas de nuestros tercios (En Flandes se ha puesto el sol) o intenta el drama poético rural (La ermita, la fuente y el río).

Siguen la línea del teatro poético autores como Ramón del Valle Inclán (La marquesa Rosalinda}; José Ma. Pemán (El divino impaciente) y Federico García Lorca (Bodas de sangre, Doña Rosita la soltera).

b) Teatro documental, que intenta recoger el ambiente de nues­tro tiempo. Citemos como ejemplo la obra Historia de una escalera, de Antonio Bueno Vallejo.

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