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23 de junio de 2008

Análisis El hombre muerto de Horacio Quiroga: ocho consideraciones


Análisis -resumen de El hombre muerto de Horacio Quiroga



El argumento del cuento se reduce a un solo hecho y es extremadamente simple: la agonía de un hombre que ha resbalado al cruzar un alambrado cayendo sobre su machete y enterrándoselo en las entrañas. 

En los dos primeros elementos que se mencionan en el cuento, el narrador nos presenta ya a los protago­nistas del drama que va a desarrollarse ante el lector: el hombre y el machete y lo hace con la mayor economía de medios expresivos, a través de la sim­ple mención descarnada de ambos. Sólo en el primer párrafo describe una situación absolutamente normal y hasta placentera:

El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los ar­bustos rozados, y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla.

Pero de inmediato se desencadena la tragedia a través de una situación que no es narrada de manera objetiva sino sugerida por medio de una impresión subjetiva del protagonista:


Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en el suelo.

Todo lo que sigue es su proceso de agonía que culminará en la muerte final. A partir de ese instante el narrador crea la sensación de un irreparable destino que se cumplirá inexorablemente.

El hombre tiene la certeza de que inexorablemente va a morir, pero no obstante trata desde el comienzo de negar esa eviden­cia. Para ello fija su atención en la realidad familiar que lo rodea, pues en ésta nada ha cambiado. El sol de fuego, el aire caldeado, el bananal, el alambrado, el caballo malacara, el muchacho que pasa silbando siempre a la misma hora, su familia que vendrá a buscarlo, son los elementos coti­dianos que expresan la continuidad de la vida, y a ellos se aferra el hom­bre. Recuerda toda su vida anterior y los pequeños hechos que integran su rutina, en el afán desesperado de vivir todo ese pasado de normalidad como un presente, y de proyectarse hacia el futuro en el cumplimiento de pequeños actos:
el alambrado de postes muy gruesos y altos que pronto tendrá que cambiar.
El mango de su machete (pronto deberá cambiarlo por otro; tiene poco vuelo)...
Todo lo dicho se ejemplifica y sintetiza en el siguiente párrafo:
Está solamente muy cansado del trabajo de esa mañana y descansa un rato como de costumbre.

El narrador señala de manera muy reiterada la inmutabilidad e indife­rencia de la naturaleza ante la tragedia individual:
Nada, nada ha cambiado. Sólo él es distinto.

Eje del relato:
En este caso es la muerte, una muerte sorpresiva y repentina. Se anuncia desde los primeros momentos del cuento y es la meta hacia la cual fluye todo el relato.

EL TIEMPO
Pueden distinguirse en el cuento el tiempo exterior y el tiempo interior.
Tiempo exterior: es aquel en el cual transcurren los acontecimientos narra­dos. Todo el proceso se da en unos pocos minutos y el autor insiste en hacernos conocer minuciosamente el lapso que media entre la catástrofe y el desenlace:
"No han pasado dos segundos: el sol está exactamente a la misma altura; las sombras no han avanzado un milímetro."
"Es la calma del mediodía; pronto deben ser las doce."
        "Ya es la hora. Oye efectivamente la voz de su hijo."

        En el final del cuento también conocemos la hora exacta, las doce menos cuarto, por la proximidad de las voces familiares, pero ese tiempo ya no cuenta para el hombre, sino para el caballo, que es el único que puede escucharlas.

La insistente marcación del tiempo tiene por objeto señalar el enor­me contraste que existe entre el breve lapso transcurrido y la magnitud de la tragedia.

Tiempo interior: esta magnitud puede medirse a través del tiempo interior del protagonista, mucho más largo que el exterior por la intensidad de la vivencia de ese momento de agonía. El tiempo interior es el ritmo de an­gustia que constituye la casi totalidad del relato, excepto las primeras líneas.

EL PERSONAJE.
El único personaje es el hombre, del cual sólo conocemos su ruda tarea en el bosque, su machete de monte, del cual caerá víctima, y su condición de padre de familia. Es un hombre común, pero el autor nos lo presenta en una situación límite: su agonía, su enfrentamiento repen­tino e inesperado con la muerte. El personaje no posea nombre ni historia previa.


LAS DESCRIPCIONES DEL AMBIENTE
Hay dos tipos de descripciones:

Descripciones que corresponden a la realidad exterior: es la del primer párrafo, en el cual se describe muy brevemente el paisaje para situar la acción.

El otro tipo de descripción que se reitera a lo largo de todo al relato no tiene un valor puramente ornamental, sino que está en función del proceso narrado: se describen el paisaje y los elementos que integran el mareo habitual de la vida del protagonista a través de las imágenes que éste aún alcanza a ver y de aquellas que evoca en sus recuerdos, en su afán de aferrarse a la rutina para negar la muerte: el bananal, el mon­te, la capuera de canelas, el Paraná, el puente, la gramilla corta, su casa de techo rojo, el alambrado, el potrero, el sol, el aire, el silencio.



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Biblioteca El hombre muerto de Horacio Quiroga (1)