La crónica
Guillermo García
El género crónica, en tanto forma discursiva fundadora de la literatura hispanoamericana, estuvo destinado a signar el desarrollo de la misma. Tampoco el modernismo escapará a ese destino.
La denominada crónica modernista constituye así una de las novedades del período en lo que a tipos textuales se refiere. Repasemos sus características:
* El hecho sociológico e histórico de la profesionalización del escritor, coincidente con la aparición de los grandes periódicos nacionales en Hispanoamérica, se vincula estrechamente con el nacimiento de esta forma genérica. El escritor modernista hace de la escritura una herramienta de sustento económico y se inclinará a las posibilidades que a tales fines el periodismo le ofrece.
* Sin embargo, esas crónicas no son de mero consumo. Contienen los elementos de estilo y reflexión intelectual indispensables para la conformación de un ‘periodismo literario’ hasta entonces inexistente.
* De todos modos sería un error suponer que la crónica modernista implica un sistema organizado de pensamiento. Antes bien, apunta a la reflexión inmediata de un acontecimiento casi simultáneo.
* Entonces, y en su carácter de retrato del acaecer presente, se configura como un decir típico de la modernidad: su gusto por sintetizar lo nuevo, raro, veloz y mudable así lo prueba.
* No obstante, la impronta individual de quien escribe es una marca irrenunciable. El subjetivismo, sumado a una modalidad estilística reconocible en el manejo de la lengua, convierten a la crónica en un discurso personalísimo, opuesto al anonimato del periodismo a secas.
* Al colindar con el ensayo, la crítica de arte, el relato breve, el apunte descriptivo o el poema en prosa, la crónica se sustrae a toda definición unívoca o bien se define como género híbrido por excelencia.
* Su modo de operar, empero, es más o menos estable: un hecho de actualidad servirá de pretexto y punto de partida para el desarrollo de una gama de meditaciones de índole diversa (filosóficas, morales, religiosas, artísticas... ). La finalidad informativa de base se diluye -o realza- en una segunda instancia donde predomina la doble intención estético-intelectual.
Fueron destacados cronistas del período modernista: Justo Sierra, José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera, Julián del Casal, Luis G. Urbina, Rubén Darío, Amado Nervo, Manuel Díaz Rodriguez (Venezuela, 1871-1927), Juan José Tablada y Enrique Gómez Carrillo (Guatemala, 1873-1927).
Las características arriba apuntadas son fundamentales porque en ellas descansará el desarrollo posterior del género a lo largo del siglo XX.
A este respecto no se puede dejar de nombrar aquí a Roberto Arlt (Argentina, 1900-1942) quien, a partir de 1929 y durante toda la década de 1930, publica en el diario El mundo de Buenos Aires una columna titulada “Aguafuertes porteñas”. Ellas constituyen textos híbridos donde la descripción costumbrista, la opinión, el esbozo narrativo -e incluso dramático- y la reflexión sociológica se amalgaman. Invalorables testimonios de una época de profundos cambios en los modos de vida urbanos, las aguafuertes son además un complemento ineludible de los textos estrictamente literarios de Arlt.
“He sido un ‘enfant terrible’. A los nueve años me habían expulsado de tres escuelas, y ya tenía en mi haber estupendas aventuras que no ocultaré. Estas aventuras pintan mi personalidad política, criminal, donjuanesca y poética de los nueve años, de los preciosos nueve años que ya no volverán”. Roberto arlt
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