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8 de octubre de 2011

EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS POLÍTICAS

EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS POLÍTICAS

LAS IDEAS RENACENTISTAS.-EL ENCICLOPEDISMO.- Consecuencias del Enciclopedismo- EL ENCICLOPEDISMO EN ESPAÑA- LA REACCIÓN TRADICIONAL: MENÉNDEZ Y PELAYO- LA GENERACIÓN DEL NOVENTA Y OCHO.-

LAS IDEAS RENACENTISTAS. - Durante el período renacentista existen dos tendencias: la tradicional, que mantiene la idea de una Cris­tiandad unida frente al infiel, y la propiamente renacentista, que puede simbolizarse en la figura de Nicolás Maquiavelo, secretario de la República de Florencia, quien presentó sus ideas en su obra El Príncipe.

Frente a la concepción medieval del Sacro Imperio Romano-Germánico, es decir, de un imperio universal de la Cristiandad bajo el amparo de los Pontífices, Maquiavelo presenta la necesidad de un Estado laico y fuerte, cuyos fines están por encima de los inte­reses y de la moral humana y que, naturalmente, no se considera unido a los demás pueblos europeos; por el contrario, el "Príncipe" debe aprovechar toda ocasión de robustecimiento o amplificación de su poder, incluso por la violencia o por la astucia. Todo se justifica por la Razón de Estado.

EL ENCICLOPEDISMO. - El humanismo y el racionalismo, frutos del Renacimiento, van evolucionando alejándose cada vez más del catoli­cismo, creando finalmente, en el siglo xviii, la filosofía enciclopedista, llamada así por ser profesada por el grupo de redactores de L'Encyclopédie, resumen, en su tiempo, de los acontecimientos de la cultura humana, dirigida por Diderot. De este grupo formaban parte, princi­palmente, Voltaire y Rousseau.

Voltaire convierte el excepticismo y el racionalismo de los filó­sofos citados anteriormente, en un odio sarcástico hacia la Religión, a la que combate filosóficamente y por medio de su sátira demoledora.

Rousseau, de apariencia menos peligrosa, mantiene una ideología análoga, uniéndola a un blando sentimentalismo, que le hace añorar la inocencia del estado salvaje frente a la "pérfida" civilización, así como combate la propiedad y la autoridad. Para él, los sentimientos deben predominar por encima de la razón, y la sociedad sólo puede subsistir mediante pacto o voto de todos sus componentes.

Consecuencias del Enciclopedismo. — Las consecuencias de las ideas de los llamados enciclopedistas fueron muy trascendentales en mu­chos aspectos:

a) Aspecto religioso. — Predominio cada vez mayor del racionalismo sobre la Fe, que quedó muchas veces convertida en una vaga creencia, al margen de la doctrina católica.

b) Aspecto político. — Sustitución de la creencia en la Monarquía de derecho divino, en la que el Rey representaba a la autoridad de Dios, por la doctrina de la voluntad de la mayoría (democracia).

c) Aspecto estético. — Transformación de la estética de la Razón (Cla­sicismo) en la estética del Sentimiento (Romanticismo).

Las ideas de Rousseau y el famoso tratadista político Montesquieu fueron la base de la Revolución Francesa, que llevó al Rey (Luis XVI) a la guillotina. Las doctrinas liberales se difundieron por toda Europa.

EL ENCICLOPEDISMO EN ESPAÑA. - Los enciclopedistas espa­ñoles, sin embargo, no alcanzaron el tono irreligioso de los franceses.

El saber universal y el anhelo científico del ilustre fraile bene­dictino Benito Jerónimo Feijoo, autor de una serie de libros de estudios titulados Teatro Crítico Universal, no le impidió ser un admirable y fervoroso creyente.

La preocupación patriótica. Cadalso. Jovellanos. — Predomi­naba en los escritores de la época el estilo reflexivo, el deseo de conocer bien a su Patria, estudiando sus defectos y proponiendo reformas bene­ficiosas.

Así el Coronel Cadalso, que murió en el sitio de Gibraltar (1782), en su libro Cartas marruecas finge que unos marroquíes visitan España y explican lo que ven, lo que permite a Cadalso reflexionar sobre algunos problemas de la vida española.

Análogamente, Gaspar Melchor de Jovellanos (que murió en As­turias, 1810, huyendo de la invasión francesa) escribió acerca de nuestra agricultura (Informes sobre la Ley Agraria) y sobre las costumbres espa­ñolas (Memoria sobre los espectáculos públicos).

Mariano José de Larra (1809-1837), que firmaba con el seudó­nimo de Fígaro, se educó en Francia con las ideas liberales, que defendió en innumerables artículos.

Larra, enemigo de la España tradicional, propugnaba la europeización. Para ello atacaba nuestros defectos sociales; la lentitud de la burocracia (Vuelva usted mañana); la falta de finura en el trato (El castellano viejo); la ausencia de comodidades (La fonda nueva); la ignorancia de los actores (Yo quiero ser cómico). Larra es un escritor satírico de primer orden.

Análogo sentido de observación de nuestras clases populares y del ambiente madrileño lo tenemos en Ramón de Mesonero Romanos que no tiene, sin embargo, la amargura de la visión de Fígaro.

LA REACCIÓN TRADICIONAL: MENÉNDEZ Y PELAYO. -Al llegar el siglo xix vemos, pues, dos tendencias en lucha: la tradicional católica y la liberal revolucionaria. Estas dos tendencias aparecen en el pensamiento español. De un lado, tenemos a los espíritus europeizantes o afrancesados, que, desde el siglo xviii, sostienen que la cultura espa­ñola debe saturarse de las novedades ideológicas del extranjero.

Frente a esta tendencia, se sitúa el grupo tradicional y conservador, que tiene oradores tan brillantes y proféticos como Donoso Cortés, polemistas tan agudos como Jaime Balmes y, sobre todo, Menéndez y Pelayo.

Menéndez y Pelayo fue hombre de vastísima cultura. Dotado de una memoria prodigiosa y de una capacidad de trabajo increíble, sus obras demuestran tal cantidad de conocimientos, que no se concibe cómo una inteligencia humana puede abarcar tanto. Conocía a fondo todas las literaturas antiguas y modernas, y estaba en posesión de todas las lenguas cultas. Su cultura filosófica era extraordinaria.

Pues bien: todo este inmenso tesoro de saber fue puesto por Menéndez y Pelayo al servicio de España. Él constituyó, para siempre, la histo­ria espiritual de nuestro pueblo, revalorizando y defendiendo los valores espirituales de la tradición española.

Este espíritu tradicional es, según Menéndez y Pelayo, el único que puede servir de base a nuestra regeneración.

Su obra más famosa es la Historia de los Heterodoxos Españoles, en la que, al analizar precisamente la obra de los que se han apar­tado de la ortodoxia católica, nos hace comprender que el Catolicismo es la base del espíritu español.

LA GENERACIÓN DEL NOVENTA Y OCHO.- Al producirse el Desastre militar de 1898, en guerra con los Estados Unidos —en la que perdimos los últimos restos de nuestros territorios de América y Oceanía —un grupo de escritores llamado de la Generación del Noventa y Ocho inició una campaña contra el espíritu tradicional español, tal como entonces era entendido.

El escritor aragonés Joaquín Costa venía ya propugnando por una nueva política de reconstitución económica, de educación y de abandono de sueños imperialistas, o, como él decía: Despensa, escue­la y siete llaves al sepulcro del Cid.

SUS CARACTERES ESPIRITUALES: a) El pesimismo. - El Desastre militar produjo un gran pesimismo en los escritores de la Generación del Noventa y Ocho, que en vez de cantar aparatosamente la patria, se decidieron a estudiarla para conocerla mejor.

b) El estilo sobrio. — Asimismo rechazaron la manera de escribir enfática o grandilocuente para usar un estilo sobrio, con las palabras ajus­tadas a lo que se quiere decir, perfeccionando de este modo el idioma.

Unamuno. — Miguel de Unamuno ha sido un famoso escritor que fue rector de la Universidad de Salamanca:

a) Sus paisajes. — Nacido en Bilbao, es también un enamorado de Castilla, a la que canta por su severidad y su misticismo. Unamuno nos ha dejado un gran poema religioso con el título de El Cristo de Velázquez.

b) Su estilo. — Gran conocedor del idioma, Unamuno gusta de bus­car la etimología de las palabras para mejor comprenderlas. Enamorado de Cervantes, ha comentado su obra capital en su libro Vida de Don Qui­jote y Sancho.

Baroja. — El pesimismo de la generación del Noventa y Ocho se transparenta en las novelas de Pío Baroja, nacido en San Sebastián, en cuyas primeras obras nos da una visión demasiado agria de la sociedad. Ha escrito las Memorias de un conspirador, cuyo protagonista es Avinareta, en una serie de libros que recuerdan los Episodios Nacionales.

Azorín. — Así José Martínez Ruiz, que ha hecho famoso su seudóni­mo de Azorín.

a) Sus paisajes. — Nacido en Monóvar (Alicante) es un enamorado de los paisajes graves y serenos de la Meseta, que describe en sus libros Castilla y La ruta de Don Quijote.

b) Su estilo. — Azorín conoce muy bien a los clásicos españoles, a los que trata de presentar como si viviesen ahora, como si fuesen amigos nuestros. El estilo de Azorín es muy sobrio y gusta de las frases cortas. Ha escrito Al margen de los clásicos, Rivas y Larra, etc.

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