Dante Alighieri- Güelfos y Gibelinos

Dante se apasionó por Beatriz a los nueve años y nunca más la olvidó. En la Comedia, su gran musa aparece como guía por los caminos del Paraíso. (Grabado del siglo XIX)

La Florencia de Dante, un mural de la época.No hay espacios vacíos. Las casas, construidas desordenadamente, parecen comprimidas por la muralla que rodea la ciudad.

De tanto en tanto) en las oscuras y sinuosas callejuelas de Florencia) surge el edificio de una Iglesia. Esta, frente a la Torre de Castagna, es la de San Martín Obispo. Tal la parroquia de los Alighieri: Dante y Gemma se casaron en ella.

Italia en general y, en particular Toscana -región donde Florencia es­tá enclavada-, son escenario de un tiempo de violencia signada por la lucha entre dos grandes partidos ale­manes (la Italia del Norte pertenece al Sacro Imperio Germánico): los güel­fos y los gibelinos. Entre los gibelinos se cuenta la vieja nobleza feudal, en tanto los güelfos representan a la bur­guesía. Los primeros ven en el empe­rador germánico la fuente de su poder; los segundos procuran aliarse a los je­rarcas de la Iglesia. Esta división bá­sica no es válida para todas las situa­ciones, que varían de acuerdo con las viejas rivalidades locales, manifestán­dose en luchas que, en su mayor parte, poco o nada tienen que ver con la Iglesia o el Imperio. En Toscana son gibelinas las ciudades de Pisa, Siena y Arezzo, mientras que Luca y Flo­rencia son güelfas.

En el verano de 1289 se produce la primera experiencia militar de Dante, con su participación en dos episodios de guerra: la batalla de Campaldino, contra los gibelinos de Arezzo y la to­ma del castillo de Caprona, ocupado por las milicias de Pisa.

En Florencia, los güelfos detentan el poder; para los gibelinos, el reme­dio es dejar la ciudad (como antes había sucedido con los güelfos). La fa­milia de Dante, aunque de origen no­ble, es de tradición güelfa; empero, no participó del exilio ni de la reconquis­ta del poder. Señal de que los Alighie­ri no son importantes: nadie se tomó el trabajo de incluirlos en la lista de exiliados en la época de la expulsión de los güelfos; como tampoco los lla­man a participar del poder, ahora que su partido ha vuelto.

Por esa época, las instituciones eco­nómicas básicas de las ciudades son las corporaciones, reuniendo cada una de ellas hombres de las mismas pro­fesiones. Existen los gremios ele los co­merciantes, de los artesanos, de los mé­dicos y farmacéuticos, de los notarios, y así sucesivamente. Tienen asegurado para sí el mercado de las ciudades donde están instaladas, impidiendo la competencia de extraños. Al mismo tiempo funcionan como sociedades de beneficencia para sus miembros.

Entre las corporaciones existen pro­fundas diferencias. Así, en Florencia, las llamadas Artes Mayores reúnen so­bre todo a banqueros y comerciantes exportadores, mientras las Artes Meno­res congregan a los trabajadores ma­nuales. Dominando la vida económica ele la ciudad, las Artes Mayores (siete en total), logran a partir de 1282 la participación en el gobierno en la per­sona de sus líderes (los priores) que tienen voz activa junto al podestá de la ciudad (siempre forastero para ga­rantizar; al menos formalmente, imparcialidad; como siempre acontece con los árbitros, también los podestás son permanentemente acusados de ve­nalidad. A veces, tales acusaciones son justas ... ). En 1293 ciertas ordenanzas de justicia -especie de ley- admiten el priorato y por tanto, indirectamen­te, sólo a los inscriptos en las Artes. Para adaptarse a esa norma, Dante se inscribe en la de los médicos y farma­céuticos, en 1295. Terminan los turbulentos tiempos de su juventud. Ya es un hombre hecho, intelectual de pres­tigio, político de cierto peso, unido por matrimonio a una gran familia, padre de cuatro hijos. De no ser por el insistente y amargo recuerdo de Beatriz -que se casó en 1289, y murió al año siguiente-, Dante sería un hombre totalmente feliz. El futuro parece sonreírle en esta etapa de su vida.