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3 de noviembre de 2011

Análisis –resumen de La posada de las dos brujas de Joseph Conrad

Análisis –resumen de La posada de las dos brujas de Joseph Conrad
En la imagen: Hasta la muerte, óleo de Francisco de Goya (1812)
La posada de las dos brujas pone en funcionamiento una estrategia narrativa particular. La historia es narrada por un lector. Ese lector dice que, en una librería de usa­dos de Londres, encontró un manuscrito de mediados del siglo XIX, en una caja de libros Viejos y de poco va­lor, y refiere la historia que descubrió en aquellas hojas, el relato de una experiencia vivida por un oficial inglés.
El narrador de La posada de las dos brujas realiza una serie de comentarios en primera persona para lue­go pasar a la tercera y contar los episodios que involucran al inglés. Asimismo, emplea una segunda persona (por ejemplo, "No se imaginen ... ") para dirigirse al lec­tor de su relato y establece con él una relación de com­plicidad, que es posible entre pares (recordemos que él también es un lector). Esa segunda persona se transfor­ma, en algunos casos, en una primera del plural que confirma una relación de igual a igual (por ejemplo, "Hemos avanzado mucho ... ").
Tenemos así una situación en la que un lector (no­sotros) conoce por otro lector (el narrador) una historia que descubrió en una caja y que fue contada por su protagonista. Se produce un efecto de mediatización respecto de los hechos contados: el lector de La posa­da de las dos brujas recibe la historia desde el punto de vista de alguien que conoció los acontecimientos a tra­vés de uno de los protagonistas.
El relato recupera dos puntos de vista, el de Edgar Byrne y el del lector del texto de Byrne. El narrador, al principio, se esfuerza por marcar las diferentes perspecti­vas y las apreciaciones que corresponden al oficial apa­recen con expresiones como "dice Mr. Byrne en su rela­to" o "según lo describe Byrne". Luego, cuando el peli­gro que corre el inglés crece, el narrador abandona la dis­tancia y se aproxima al personaje. En algunas partes del relato, en las que es preciso que el lector se acerque a la historia que se cuenta y a su protagonista, el narrador re­fiere directamente las palabras de Byrne entre comillas.
" [ ... ] El silencio era profundo y yo había llegado a la conclusión, no sin sorpresa, de que al parecer no había perros en la aldea, cuando oí un gruñido sordo, y de un fétido callejón entre dos chozas emergió un feo perro con la cola entre las patas. Se escabulló en silencio mostrándome los dientes mientras corría delante de mí, y desapareció de mo­do tan súbito que podría haber sido la sucia encar­nación del Malo. Hubo algo tan sobrenatural en el modo en que apareció y desapareció, que mi espíri­tu, ya no muy alto, se deprimió más por la visión re­pugnante de esta criatura, como si hubiera sido un presagio de mala suerte."
Nadie como el protagonista podría expresar con ma­yor intensidad lo que sintió al desembarcar en la aldea de­sierta. La identificación del lector con las sensaciones y preocupaciones del personaje se logra con eficacia a tra­vés de una primera persona. En otras partes del relato, se emplea la tercera desde el punto de vista del protagonista y se produce un efecto similar al de la primrera persona:
El corazón empezó a latirle de modo tumultuoso, cargado con la impresión de las soledades que había venido atravesando durante las últimas seis horas, y el sentimiento opresivo de un mundo deshabitado.
Finalmente, es conveniente aclarar que el oficial vi­vió la experiencia a los veintidós años, en 1813; pero la escribió a mediados del siglo XIX, cuando ya tenía se­senta años y su mirada era la de un hombre experimen­tado. Esta narración produce otro distanciamiento que se suma a los mencionados con anterioridad: la aven­tura que lee el narrador no ha sido contada por el jo­ven que la vivió, sino por el adulto que la recuerda.


Los personajes
Los personajes del relato pueden subdividirse en dos grandes grupos, a partir de la relación que el protagonista establece con ellos: los tripulantes de la corbeta, que forman parte del mundo conocido y cotidiano de Byrne, y los habitantes de la costa espa­ñola, integrantes del mundo extraño en el que incursiona el oficial.
Entre los tripulantes, tres son los personajes que participan de la historia narrada: el capitán, Tom Corbin y Byrne. Las presentaciones del capitán y de Cuba Tom están teñidas por la admiración y el afec­to que sentía el inglés por ellos. Ambos forman parte de su mundo.
Entre los habitantes españoles, habría que distinguir, en primer lugar, tres grupos de personajes colectivos: los hombres, las mu­jeres y los niños que habitan la aldea y que se comportan de ma­neras diferentes (los hombres siguen a los recién llegados, las mu­jeres miran desde las puertas de sus casas y los niños aparente­mente se han escondido).
Por otro lado, aparecen el hombrecito de sombrero amarillo, el dueño de la tienda de vinos y las tres mujeres de la posada que obedecen a una presentación particular. Observen la descripción de las dos viejas de la posada:
Eran horribles. Había algo de grotesco en su decrepitud. Sus bo­cas desdentadas, sus narices ganchudas, la delgadez de la activa y las mejillas amarillentas colgantes de la otra (la inmóvil, cuya cabeza temblaba) habrían sido cómicas si la visión de su temible degrada­ción física no hubiera resultado deprimente a la vista, no hubiera apretado el corazón con la inexpresable miseria de la edad, y la horrrenda persistencia de la vida que llegaba a ser, al fin, un objeto de disgusto y temor.
La descripción resalta los rasgos de degradación y los acumula para acen­tuar las impresiones de rechazo y disgusto que generó en Byrne la visión de las dos mujeres. Esas y otras impresiones que experimenta el oficial ante la presencia de los españoles evidencian la actitud despectiva de quien se sien­te superior (por ser un representante de la corona inglesa), y mira con cier­to desprecio a los que cree en situación de inferioridad. Sin embargo, esa re­lación va transformándose: el inglés comienza a sentirse en peligro, los al­deanos se vuelven amenazadores y la soberbia se convierte en terror

Lo racional y lo sobrenatural
 Un mundo verosímil con elementos misteriosos. La historia del inglés comienza a desarrollarse en un marco verosímil. El contexto histórico, las coordenadas geográficas, las razones del viaje, las particularidades de la tripulación construyen un universo semejante al del lector, a principios del siglo XIX.
Poco a poco, y a pesar del mundo verosímil, el mis­terio comienza a cubrirlo todo: domina los espacios, ti­ñe las acciones y las actitudes, rodea a los personajes y sus palabras. En un principio, lo misterioso parece es­tar ligado a la mirada del extranjero que desconoce la tierra y, por lo tanto, se siente extrañado: los ingleses desembarcan en una aldea cuyos habitantes, según la perspectiva de los recién llegados, tienen aspectos po­co usuales y se comportan de manera enigmática. Al avanzar la narración, los elementos extraños se acumulan, dejan de tener una clara explicación y preparan el terreno para que sucedan hechos extraordinarios:
• Bernardino, el vinero, se comporta de forma tal que reconocemos que oculta algo;
• el hombrecito de capa y sombrero habla de mane­ra ambigua: emplea refranes cuyos significados con­trapuestos no pueden establecerse con exactitud;
• aparecen personajes con aspectos poco familiares y con actitudes fuera de lo común;
• la oscuridad domina los espacios y las situacio­nes: la posada, por ejemplo, no puede distinguirse con claridad por la falta de visibilidad en el exterior y en el interior;
• el clima tormentoso crea el ambiente ideal para los acontecimientos inexplicables.

Los hechos extraños y sus explicaciones 
En medio de este contexto misterioso, el protagonista intenta en­contrar al marinero que partió solo y que tal vez corra peligro. Suceden acontecimientos inexplicables: no hay rastros de Cuba Tom; aparentemente el tripulante ha desaparecido; posteriormente, su cuerpo es descubier­to en un ropero, pero no hay huellas que indiquen la causa de su muerte. Esta sucesión de hechos extraños producen enigmas que, lejos de resolverse, se multipli­can: ¿Dónde está Cuba Tom? ¿Está a salvo? ¿Desapare­ció? ¿Cómo murió? ¿Qué fuerza extraña lo mató?
El personaje se desespera por contestar las pregun­tas, y las respuestas que se le ocurren están cada vez más cerca de lo sobrenatural: cree que una fuerza mis­teriosa y sobrehumana terminó con el marinero y, probablemente, acabe con él mismo. El relato, al reprodu­cir el punto de vista de Byrne, sigue las oscilaciones de la mente del personaje, que alterna entre las explicacio­nes racionales y las sobrenaturales:
Por momentos, el protagonista está seguro de que Tom ha pasado por la posada y ya ha llegado a des­tino; por otros, cree que el marinero ha desaparecido.
Las mujeres aparecen ante la mirada del huésped como seres inofensivos y como brujas.
El oficial ha oído la voz de Corbin que le adver­tía y duda respecto del origen de esa experiencia: ¿el marinero le habló o lo que escuchó fue produc­to de la sugestión?
Ante el cuerpo muerto de Tom, Byrne intenta pensar causas lógicas, pero no las encuentra: todo orienta hacia la acción de un poder maligno.
El lector también vacila entre las posibles explica­ciones y procura descubrir el misterio. El narrador no elimina las dudas, sino que las favorece absteniéndose de explicar las verdaderas causas de los acontecimien­tos hasta el final. El texto se construye como un relato fantástico hasta las últimas páginas en que se confirma que existe una justificación racional de los hechos. En un mundo verosímil, ocurren sucesos extraordinarios que el lector no puede interpretar con certeza ni natu­ral ni sobrenaturalmente. Sin embargo, la narración cie­rra con una explicación que elimina la duda y que ad­judica los acontecimientos a la acción de un grupo de ladrones ayudados por cierta tecnología: el relato desa­rrollado como fantástico culmina en clave realista.
Un claro interés por indagar la mente humana pue­de verificarse en este texto, donde lo fantástico, lo te­rrorífico, lo sobrenatural y también lo lógico y racional son producto de la imaginación y del pensamiento de un hombre en una situación particular.
La situación de peligro genera una narración domi­nada por el suspenso: desde la primera descripción de la costa española, el relato ofrece una serie de anticipa­ciones que prenuncian acontecimientos fatales. Suma­do a esto, el acercamiento del narrador al punto de vis­ta de Byrne elimina la distancia de los hechos y el lec­tor sigue de cerca las apreciaciones y los avatares de la experiencia del protagonista. El interés de quien lee es­tá puesto, en este caso, en lo que sucederá en el futu­ro de la historia: aquello terrible que se prenuncia, aun­que no pueda definirse con precisión.

Fuente: Lengua y Literatura II
Ed.Estrada-Bs.as


2 comentarios:

  1. Muy BUENO ME SIRVIO DE MUCHA AYUDA LA VERDAD EXELENTE MIY BUENA PAGINA Y ESPERO QUE SIGA CRECIENDO 💓

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