MENÚ

25 de noviembre de 2011

El caso de los hermanos González Tuñón y de Olivari

El caso de los hermanos González Tuñón y de Olivari

Raúl González Tuñón formo parte  del grupo de Florida y sin embargo la temática social de su poesía,  como más pronto su ideología revolucionaria, lo vincula estrechamente con los boedistas. De ahí que pueda ubicárselo en ambas corrientes, o en ninguna. Por sus versos desfilan bares, puertos, circos, vagabundos, gente solitaria, vencida y miserable, marineros, prostitutas, camareras y orquestas de señoritas, músicos ambulantes, borrachos, tísicos, viciosos, las calles solitarias y pobres de la gran ciudad, los bodegones pobrísimos y los sórdidos conventillos; los desposeídos y los canallas son los protagonistas de su poesía, también los andariegos y los trasnochadores. Pero en esta poesía está ausente la intención moralizadora y la verbosidad discursiva que lastra e inutiliza a la poesía de Álvaro Yunque, por ejemplo. Hay aquí una especial comprensión humana, una ternura irónica que no juzga, una simpatía esencial por ese mundo marginal que es al mismo tiempo el' mundo de la libertad antiburguesa. Raramente González Tuñón cae en la cursilería sentimental que los poetas de Boedo heredaron de Carriego.
Su poesía tiene muchas veces el optimismo y la nostalgia del libre vagabundeo. La libertad expresiva que comparte con los martinfierristas, unida a su cariñoso descubrimiento y mostración de la realidad ciudadana (no como algo pintoresco y ajeno, sino como algo propio y de lo que se participa), posibilitan estas afortunadas realizaciones "de un nuevo realismo inserto en la cultura contemporánea".
En Raúl González Tuñón parece solucionarse lo que Adolfo Prieto describe como "el desencuentro entre una actitud política y la inexorable elección de los medios expresivos adecuados".  Publicó: El violín del diablo, M. Gleizer, 1926; Miércoles de ceniza, M. Gleizer, 1928; y uno de sus mejores libros: La calle del agujero en la media, M. Gleizer, 1930. 
Lo dicho sobre Raúl González Tuñón es aplicable, también, aunque en menor medida, a la prosa de su hermano Enrique, que publica en 1926 Tangos, en 1927 El alma de las cosas inanimadas, y en 1928 La rueda del molino mal pintado
Los cuentos, las glosas, las páginas casi siempre breves de este escritor, poseen un característico humor donde se amalgaman la ironía y lo melancólico; y que no es sino la especial forma de su amor por el mundo, por las cosas y por el hombre.
Nicolás Olivari fue uno de los fundadores del grupo de Boedo y uno de los primeros en abandonarlo para pasarse al de Florida. Barletta todavía lo critica enconadamente en 1930, negándole toda calidad poética; a pesar de que el propio Olivari declaró en 1929 que era un "adversario decidido de la poesía de vanguardia" porque no la entendía.
Sin embargo, su "feísmo" es producto de una clara voluntad formal influenciada por cierto tipo de literatura francesa (Jules Laforgue, por ejemplo) y ello lo vincula con las búsquedas estilísticas vanguardistas, así como su temática porteña lo acerca a los González Tuñón y a los boedistas.
Olivari insiste en mostrarse como espectador pasivo, aburrido y cínico de fa realidad, pero es al mismo tiempo un sentimiento rabioso. Esta doble vertiente de su poesía se resuelve en un realismo cercano a lo grotesco que, no obstante, nada tiene que ver con ciertas torpezas de la poesía boedista y sí resulta, en cambio, efectivo para transmitir la experiencia angustiosa de la gran ciudad opresiva e injusta, vulgar e indiferente.
En la década del 20, publicó La amada infiel, Modesto H. Álvarez, 1924; La musa de la mala pata, M. Gleizer, 1926; El gato escaldado, M. Gleizer, 1929.

Fuente-Historia de la Literatura argentina
CEAL


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario.