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1 de diciembre de 2011

Análisis de La novia oscura de Laura Restrepo

Análisis de La novia oscura de Laura Restrepo


Para la historia de La  novia oscura, Restrepo trata de construir una visión panorámica de la vi­da en los pueblos de la Colombia explota­da, sacudidos por una violencia perpetua, a la manera del Macondo de García Már­quez. 
La autora elige a una narradora que bien podría ser ella misma: una mujer de clase media, profesora o tal vez periodista, al­guien que se parece mucho más a sus lec­tores que a sus personajes. Desde ese centro, el libro traza la historia de una prosti­tuta legendaria, su legendario amor por un obrero del petróleo, su amistad con otro obrero que quiere redimirla de "la mala vida" y su barrio, el barrio pobre y le­gendario al que bajan los trabajadores de los campos de petróleo a gastar su dinero y poner su corazón cuando la Compañía se los permite.
La mirada de la narradora es cálida y lle­na de comprensión, reflexión y palabras justas pero es una mirada alejada de su objeto. No juzga a nadie pero tampoco se parece a nadie y su lazo esencial con lo que cuenta es el género femenino. Como sus personajes principales. la que cuenta es mujer y tal vez sea ésa la razón por la que las prostitutas que le cuentan lo que pasó con la novia oscura la protegen, la aceptan, la guían y tal vez hasta la respetan como escritora: a ella le piden las palabras finales para el entierro de una de sus compañeras.
Restrepo logra hacer de La novia Oscura una historia profundamente latinoamericana y de los análisis de su narradora una gran pregunta sociopolítica. El foco principal está puesto más sobre las circunstancias, los símbolos y el lugar donde transcurren los hechos que sobre los hechos mismos.
Como en todo melodrama, el nudo de la historia es un triángulo amoroso, el que se va construyendo entre Sayonara, (la  prostituta),  el Payanés (el petrolero del que  está enamorada) y Sacramento, otro representante del oro negro que la ama. El triángulo funciona aquí como el teclado de un órgano: desde allí  la autora explora co­mo en un concierto los dramas de su Co­lombia y así el triángulo mis­mo  se transforma en algo mucho más complejo y fértil que un cliché.
Payanés y Sacramento, los hombres, abren los pasillos de la novela hacia la lu­cha entre los obreros y las grandes corpo­raciones extranjeras, una lucha que en el momento culminante -la huelga del arroz- tiene un tono posmoderno, híbri­do, que mezcla lo épico y lo grotesco (los obreros juegan a la pelota con las bolas de arroz apelmazado que la Compañía pre­tende que coman en el almuerzo). En ese tono doble, alejado de toda pomposidad, La novia oscura examina la ética de la huelga y del trabajo de los sindicatos, el precio de cada hombre, la desesperación
Del  hambre, la crueldad de a represión, las retorcidas razones de la traición y del poder político e incluso un punto que el melodrama suele evitar: los lazos subte­rráneos entre economía y moral (aquí la Compañía apoya la idea tradicional de "fa­milia" y persigue a las prostitutas sólo cuando le conviene económicamente).
Por el lado de Sayonara, el mundo de la novela es todavía más complicado e inson­dable: al fin y al cabo ésta es, como diji­mos, una historia de mujeres y ella es la mujer del triángulo. Lo que pasa en la vida de Sayonara, su madre, sus hermanas y sus compañeras de oficio, amigas y ene­migas, abre otro universo al análisis de la narradora: un mundo si se quiere todavía más alejado del poder que el de los obre­ros, uno con problemas propios.
Por ejemplo, Sayonara es india. Sin em­bargo, cuando entra en la vida de la prosti­tución necesita otra raza. Las razones, por supuesto, son económicas: el pago a las prostitutas es diferente, cuanto más exóti­cas y menos indias, más alto. Por eso, su madrina Todos los Santos -tal vez el per­sonaje más interesante después de la pro­tagonista-la convierte en japonesa. Por un lado, esto permite que la narradora en­tre en el problema de las relaciones com­plejas entre verdad y mentira.
 La prostitución se presta para ese análisis posmoder­no: es un oficio que depende de la menti­ra. Pero además de esta pregunta metalite­raria, el tema de las indias hunde a la his­toria en el drama del racismo, en el de la lucha por la dignidad y en el de las dife­rencias culturales en cuanto a los valores y la moral.
Sin embargo, Sayonara, el personaje, es mucho más que una manera literariamen­te elegante de unir todos estos hilos. En primer lugar, es leyenda, una leyenda necesaria. Una mujer que representa la Rebeldía con mayúscula, como se publica en el diario clandestino que las prostitutas ayudan a mimeografiar y distribuir. Ella es el NO a la injusticia y un símbolo del espíri­tu de los humildes de Colombia y de su infinita capacidad para sobrevivir, a pesar de mucho. Por otra parte, Sayonara es más que símbolo, es también un personaje  complejo psicológicamente,  bien logra­do, capaz de bajezas, amores y heroísmos, toda una mujer con carácter particular (planes y fortaleza para llevarlos a cabo. En varios sentidos, tiene mucho de las heroínas del melodrama del siglo XX: sabe dónde está parada y termina por saber lo que realmente quiere. Su destino está en sus manos y en el medio en el que vive.
La prosa de Restrepo tiene la magia, la pasión y el recato necesarios para manejar todos estos hilos, toda esta emoción des­bordante e impedir que se desborden y se enreden. Las palabras de La novia oscura son tan tensas y seductoras, inteligentes y astutas como los cuerpos de las mujeres de la vida que recorren sus páginas.

Fuente: Suplemento Cultura y Nación
Diario Clarín


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