LA LITERATURA DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS AMERICANOS
Los primeros libros
En
ciertas ocasiones, suele cuestionarse el
concepto de "literatura" en relación
con los pueblos indígenas americanos. La literatura cumplió dentro de estas sociedades
funciones religiosas, históricas, organizativas, proféticas y ceremoniales, que
se entremezclaron y predominaron sobre las finalidades puramente estéticas.
ESCRITURA JEROGLÍFICA MAYA |
Solamente
el pueblo maya poseyó una escritura jeroglífica, de carácter ideográfico, que
hasta la fecha no ha podido ser descifrada en su totalidad.
Los
únicos que podían escribir, leer e interpretar eran los integrantes de la clase
sacerdotal y algunos representantes de la nobleza. Los textos que compusieron
fueron esculpidos en piedra, modelados en estucos o pintados en murales,
cerámicas o "libros" (formados por tiras plegadas de papel hecho a
partir de la corteza interior de un árbol). Muchos de estos valiosos códices
se perdieron al ser destruidos o quemados, en el siglo XVI. Los pocos que
llegaron al siglo xx han pasado por el tamiz de la cultura europea, como ocurrió
con el Popol- Vuh, el libro sagrado de los mayas.
El
nombre de los autores de los primeros textos se ha perdido, con una sola excepción:
el príncipe-poeta de los aztecas, Nezahualcóyotl (1402-1472).
Más difundida que la transmisión escrita fue la transmisión oral. El anciano sacerdote que poseía
la sabiduría de la tribu transmitía a su pueblo relatos que fueron memorizados
y repetidos con pocos cambios hasta nuestros días.
Rigoberta Menchú |
La india maya Rigoberta Menchú (premio Nobel de la Paz en 1992) cuenta en su
autobiografía cómo los niños de su pueblo aprenden de los mayores los relatos míticos
sobre los orígenes de la humanidad. Entre los aztecas, la memorización y la repetición fue facilitada por papeles pintados
que representaban las escenas fundamentales de lo que se quería contar. En un
primer momento de la conquista se destruyeron estos documentos o se prohibieron
las repeticiones orales. A fin de conservados, los indígenas enterraron códices
y dibujos y se preocuparon por la memorización.
Luego,
a partir de la segunda mitad del siglo XVI, los misioneros comprendieron la importancia
de conocer los mitos que debía enfrentar la fe cristiana. Entonces se escribieron
los textos indígenas en la lengua original pero con caracteres latinos. Más tarde,
se los tradujo al castellano. En relación con estos hechos, se destaca la labor
desarrollada por los mestizos bilingües y por algunos sacerdotes, como el padre Jiménez (traductor del Popol- Vuh, a
comienzos del siglo XVIll).
A pesar de las diferencias entre las distintas
culturas, se pueden señalar algunos contenidos en común:
- ·Relato de las sucesivas creaciones y destrucciones del mundo y del hombre, realizadas por los dioses.
- ·Descripción de una "edad de oro" llena de perfecciones, a la que se opone una vida presente precaria y dificultosa.
- ·Descripción de los atributos y vestimentas de los dioses y narración de las aventuras protagonizadas por los principales héroes.
- ·Cantos de alabanza a los dioses; oraciones en las que se pide por las buenas cosechas y la victoria en la guerra.
- ·El tiempo es concebido como repetición y no como una línea continua; por lo tanto, el futuro no reserva sorpresas y puede ser predicho. De allí la importancia de las profecías y los presagios.
- ·Normas para la organización de la vida comunitaria (épocas de siembra, guerras, matrimonios, etc.) y para la realización de ceremonias religiosas.
- ·Expresión de sentimientos ante la brevedad de la vida humana, frente al destino del hombre después de la muerte.
- ·El individuo no vale como tal sino como integrante de la comunidad y en sus relaciones con la naturaleza.
Los investigadores y los creadores
del siglo xx se sintieron atraídos por las culturas de nuestros antepasados indios.
Han querido, por lo tanto, poner en circulación nuevamente valiosos textos desconocidos
u olvidados por el hombre blanco. Importantes escritores se inspiraron en ellos para
la creación de sus obras, como por ejemplo Pablo Neruda en Canto general,
Miguel Ángel Asturias en Hombres
de maíz y Ernesto Cardenal en Homenaje a los indios americanos.
Los indios que actualmente habitan
América (y que conservan sus lenguas y
tradiciones) también se han convertido en motivo de inspiración de obras latinoamericanas,
como sucede en Maira, de Darcy Ribeyro y en El hablador, de
Mario Vargas Llosa. Estos pocos ejemplos prueban que las culturas indígenas
no son pasado muerto sino presencia viva en la literatura de nuestros días.
Al hombre europeo le costó mucho
entender estas sociedades que no poseían
una escritura silábica. La admiración ante el esplendor de lo "diferente"
fue seguida, en la mayoría de los casos, por la desvalorización de lo considerado
"inferior". Al imponer su lengua, su escritura y su manera de contar
la historia, el europeo 'censuró" la de los pueblos conquistados.
"Las claves se perdieron o se inundaron de silencio", dice Pablo Neruda
en el Canto general.
Además
de la cultura de los mayas, los aztecas y los incas, a la llegada del hombre
europeo a América existían otros pueblos cuyas lenguas, tradiciones, rituales
y mitos han perdurado hasta el siglo xx.
Los taínos habitaron la
región de las Antillas. Los españoles encontraron tribus caribes en las
pequeñas Antillas.
De
los taínos (a los que Colón describió como mansos, generosos, de formas
armónicas, inocentes ... ) sobrevivió un importante caudal léxico que
enriqueció la lengua española en el siglo XVI. Su imagen impresionó a los
intelectuales europeos del Renacimiento, quienes creyeron ver en ellos la
felicidad de una vida sin pecados, en medio de una naturaleza paradisíaca. A
los pocos años de su encuentro con los españoles, según el testimonio del padre
Bartolomé de las Casas, no quedaba ninguno de ellos vivo en las islas de las
Antillas. Pablo Neruda resumiría poéticamente estos hechos: "Los hijos de
la arcilla vieron rota/ su sonrisa, golpeada/ su frágil estatura de venados/ y
aun en la muerte no entendían." (Canto general.)
Tampoco
pudieron sobrevivir a la conquista los belicosos caribes. Su recuerdo quedó
unido a una imagen de animalidad y antropofagia. "Caribe" significa
"caníbal". En su tragedia La tempestad (1612), Shakespeare,
basándose tal vez sobre los comentarios hechos por el ensayista francés
Montaigne acerca de los caníbales, creó e inmortalizó al personaje de Calibán
(anagrama de caníbal). Este personaje le dice a su "civilizador",
Próspero: "Me enseñaste el lenguaje y de ello obtengo/ el saber maldecir.
¡La roja plaga/ caiga en ti, por habérmelo enseñado!". Los pensadores y
creadores latinoamericanos del siglo XX han asignado a Calibán distintos
valores simbólicos.
Pequeñas
comunidades, descendientes de lo que fue la cultura guaraní, conservan cantos y
mitos de sus antepasados, que han sobrevivido gracias a la tradición oral. Augusto
Roa Bastos las define como "culturas condenadas", que están en
un proceso de desintegración provocado por la marginalización y explotación a
las que están sometidas. Lo mismo puede decirse de las culturas de otras
comunidades indias que en la actualidad sufren un idéntico proceso. En todos
estos casos, la conservación de la propia lengua y de las tradiciones
constituye el arma más importante para mantener su identidad.
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