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17 de diciembre de 2011

LA LITERATURA DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS AMERICANOS


LA LITERATURA DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS AMERICANOS

Los primeros libros

En ciertas ocasiones,  suele cuestionarse el concepto de "literatura"  en re­lación con los pueblos indígenas americanos. La literatura cum­plió dentro de estas sociedades funciones religiosas, históricas, organizativas, proféticas y ceremoniales, que se entremezclaron y predominaron sobre las finalidades puramente estéticas.
ESCRITURA JEROGLÍFICA MAYA
Solamen­te el pueblo maya poseyó una escritura jeroglífica, de carácter ideo­gráfico, que hasta la fecha no ha podido ser descifrada en su tota­lidad.
Los únicos que podían escribir, leer e interpretar eran los in­tegrantes de la clase sacerdotal y algunos representantes de la no­bleza. Los textos que compusieron fueron esculpidos en piedra, modelados en estucos o pintados en murales, cerámicas o "libros" (formados por tiras plegadas de papel hecho a partir de la corteza interior de un árbol). Muchos de estos valiosos códices se perdie­ron al ser destruidos o quemados, en el siglo XVI. Los pocos que llegaron al siglo xx han pasado por el tamiz de la cultura europea, como ocurrió con el Popol- Vuh, el libro sagrado de los mayas.

El nombre de los autores de los primeros textos se ha perdido, con una sola excepción: el príncipe-poeta de los aztecas, Neza­hualcóyotl (1402-1472).

Más difundida que la transmisión escrita fue la transmisión o­ral. El anciano sacerdote que poseía la sabiduría de la tribu trans­mitía a su pueblo relatos que fueron memorizados y repetidos con pocos cambios hasta nuestros días.

Rigoberta Menchú
La india maya Rigoberta Men­chú (premio Nobel de la Paz en 1992) cuenta en su autobiografía cómo los niños de su pueblo aprenden de los mayores los relatos míticos sobre los orígenes de la humanidad. Entre los aztecas, la memorización y la repetición fue facilitada por papeles pintados que representaban las escenas fundamentales de lo que se quería contar. En un primer momento de la conquista se destruyeron es­tos documentos o se prohibieron las repeticiones orales. A fin de conservados, los indígenas enterraron códices y dibujos y se preo­cuparon por la memorización.
Luego, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, los misione­ros comprendieron la importancia de conocer los mitos que debía enfrentar la fe cristiana. Entonces se escribieron los textos indíge­nas en la lengua original pero con caracteres latinos. Más tarde, se los tradujo al castellano. En relación con estos hechos, se destaca la labor desarrollada por los mestizos bilingües y por algunos sa­cerdotes, como el padre Jiménez (traductor del Popol- Vuh, a co­mienzos del siglo XVIll).

A pesar de las diferencias entre las distintas culturas, se pueden señalar algunos contenidos en común:

  • ·Relato de las sucesivas creaciones y destrucciones del mundo y del hombre, realizadas por los dioses.
  • ·Descripción de una "edad de oro" llena de perfecciones, a la que se opone una vida presente precaria y dificultosa.
  • ·Descripción de los atributos y vestimentas de los dioses y narra­ción de las aventuras protagonizadas por los principales héroes.
  • ·Cantos de alabanza a los dioses; oraciones en las que se pide por las buenas cosechas y la victoria en la guerra.
  • ·El tiempo es concebido como repetición y no como una línea continua; por lo tanto, el futuro no reserva sorpresas y puede ser predicho. De allí la importancia de las profecías y los presagios.
  • ·Normas para la organización de la vida comunitaria (épocas de siembra, guerras, matrimonios, etc.) y para la realización de ce­remonias religiosas.
  • ·Expresión de sentimientos ante la brevedad de la vida humana, frente al destino del hombre después de la muerte.
  • ·El individuo no vale como tal sino como integrante de la comu­nidad y en sus relaciones con la naturaleza.


Los investigadores y los creadores del siglo xx se sintieron a­traídos por las culturas de nuestros antepasados indios. Han queri­do, por lo tanto, poner en circulación nuevamente valiosos textos desconocidos u olvidados por el hombre blanco. Importantes es­critores se inspiraron en ellos para la creación de sus obras, como por ejemplo Pablo Neruda en Canto general, Miguel  Ángel As­turias en Hombres de maíz y Ernesto Cardenal en Homenaje a los indios americanos.

Los indios que actualmente habitan  América (y que conservan sus lenguas y tradiciones) también se han convertido en motivo de inspiración de obras latinoamerica­nas, como sucede en Maira, de Darcy Ribeyro y en El hablador, de Mario Vargas Llosa. Estos pocos ejemplos prueban que las culturas indígenas no son pasado muerto sino presencia viva en la literatura de nuestros días.

Al hombre europeo le costó mucho entender estas sociedades  que no poseían una escritura silábica. La admiración ante el esplendor de lo "diferente" fue seguida, en la mayoría de los casos, por la desvalorización de lo considerado "inferior". Al imponer su lengua, su escritura y su manera de contar la historia, el europeo 'censuró" la de los pueblos conquistados. "Las claves se perdie­ron o se inundaron de silencio", dice Pablo Neruda en el Canto general.



Además de la cultura de los mayas, los aztecas y los incas, a la llegada del hombre europeo a América existían otros pueblos cu­yas lenguas, tradiciones, rituales y mitos  han perdurado hasta el siglo xx.
Los taínos habitaron la región de las Antillas. Los españoles encontraron tribus caribes en las pequeñas Antillas.
De los taínos (a los que Colón describió como mansos, genero­sos, de formas armónicas, inocentes ... ) sobrevivió un importante caudal léxico que enriqueció la lengua española en el siglo XVI. Su imagen impresionó a los intelectuales europeos del Renaci­miento, quienes creyeron ver en ellos la felicidad de una vida sin pecados, en medio de una naturaleza paradisíaca. A los pocos a­ños de su encuentro con los españoles, según el testimonio del pa­dre Bartolomé de las Casas, no quedaba ninguno de ellos vivo en las islas de las Antillas. Pablo Neruda resumiría poéticamente es­tos hechos: "Los hijos de la arcilla vieron rota/ su sonrisa, golpea­da/ su frágil estatura de venados/ y aun en la muerte no entendí­an." (Canto general.)
Tampoco pudieron sobrevivir a la conquista los belicosos cari­bes. Su recuerdo quedó unido a una imagen de animalidad y an­tropofagia. "Caribe" significa "caníbal". En su tragedia La tem­pestad (1612), Shakespeare, basándose tal vez sobre los comenta­rios hechos por el ensayista francés Montaigne acerca de los caní­bales, creó e inmortalizó al personaje de Calibán (anagrama de ca­níbal). Este personaje le dice a su "civilizador", Próspero: "Me en­señaste el lenguaje y de ello obtengo/ el saber maldecir. ¡La roja plaga/ caiga en ti, por habérmelo enseñado!". Los pensadores y creadores latinoamericanos del siglo XX han asignado a Calibán distintos valores simbólicos.
Pequeñas comunidades, descendientes de lo que fue la cultura guaraní, conservan cantos y mitos de sus antepasados, que han so­brevivido gracias a la tradición oral. Augusto Roa Bastos las de­fine como "culturas condenadas", que están en un proceso de de­sintegración provocado por la marginalización y explotación a las que están sometidas. Lo mismo puede decirse de las culturas de o­tras comunidades indias que en la actualidad sufren un idéntico proceso. En todos estos casos, la conservación de la propia lengua y de las tradiciones constituye el arma más importante para man­tener su identidad.




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