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22 de diciembre de 2011

La novela en el Romanticismo

Panorama literario en Hispanoamérica: la novela en el Romanticismo

Contenido de este artículo: Las mujeres y la producción literaria-La novela en el siglo XIX- Clasificación de las novelas en el siglo XIX- La novela histórica-El folletín y el público lector- Los autores de folletines- Principales características

Las mujeres y la producción literaria
              
Durante el siglo XIX, en Hispanoamérica, entrelazadas con la cultura letrada y la literatura gauchesca, se alzaron otras voces más suaves, que no se ocuparon de la lucha, de la acción, de lo político ni de lo público. Sus temas eran el mundo doméstico, lo privado, lo femenino, los sentimientos. Los géneros en los que se manifestaron fueron principalmente la novela sentimental y el fo­lletín.
La valorización de las emociones coincidió con la aparición y consolidación de un nuevo público: algunas mujeres cercanas a la clase dirigente accedieron al mundo de la cultura letrada como ávidas lectoras o como escritoras. En este siglo surgieron las pri­meras novelistas hispanoamericanas, entre las que se destacan Juana Manuela Gorriti, Clorinda Matto de Turner, Gertrudis Gó­mez de Avellaneda, Soledad Acosta de Samper.
En el siglo XIX, José Joaquín Fernández de Lizardi fue el inicia­dor del género en Hispanoamérica, con sus novelas elaboradas en­tre 1815 y 1820. En ellas se incorporan los primeros personajes femeninos en roles protagónicos, los mecanismos del folletín y la preocupación por la mujer como público lector. Una de sus obras, La Quijotita y su prima, lleva como título el nombre de una de las protagonistas, rasgo éste que se convertirá en un lugar común de la novela del siglo XIX.

CLASIFICACIÓN DE LAS NOVELAS DEL SIGLO XIX
Las novelas de este período se pueden clasificar en "históri­cas", "sentimentales" y "costumbristas". De los tres tipos, el más importante para Hispanoamérica fue la novela sentimental, aun­que los rasgos de todas se conjugaron para la creación de un pro­ducto híbrido, típico de nuestro romanticismo.
Estas novelas evocaban las épocas de la conquista y de la colo­nia. Sobre un fondo histórico, aparecían personajes y situaciones de ficción relacionados con las problemáticas del hombre románticos.

LA NOVELA SENTIMENTAL
Los modelos seguidos por los hispanoamericanos fueron, sobre todo, Atala, de Chateaubriand, y Pablo y Virginia, de Bernardine de saint Piene. Este subgénero se define por una serie de conven­ciones:
Los temas: amor puro e imposible entre adolescentes, conflictos entre el amor y el deber.
El marco: la naturaleza, que actúa como amiga y protectora de los enamorados.
Los sentimientos: desborde afectivo que se expresa a través del llanto de los personajes.
Los lectores: se incorpora el público femenino.
Los aspectos formales: la novela adopta la forma de diario, de libro de memorias, de relato oral de hechos autobiográficos, de cartas que intercambian los personajes.
El narrador: generalmente en primera persona.
Los propósitos del narrador: conmover y emocionar a su pú­blico.
Los títulos: aluden casi siempre a las protagonistas femeninas.

LA NOVELA COSTUMBRISTA

Este tipo de novela se caracteriza por una sucesión de escenas populares y domésticas sobre cuyo fondo se desarrolla la trama del relato. Predomina en ellas una intencionalidad realista, mani­fiesta a través del detallismo descriptivo y de formas lingüísticas regionales y coloquiales. Dentro de este subgénero se destaca el autor chileno Alberto Blest Gana, con su novela Martín Rivas.
La temática permite distinguir dos subgrupos:
Novelas indianistas: el personaje es el indio, visto como un ser ideal, con todas las características del sufriente héroe romántico.
Novelas abolicionistas: los personajes son los esclavos negros de los ingenios azucareros. Aquí el esclavo también aparece idealizado como la víctima noble que sufre el atropello de los malvados.

LOS TEMAS DE LA NOVELA HISTÓRICA

Los temas más importantes de las novelas históricas hispano-ame­RIcanas son:
las luchas de los indios contra los españoles (Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván);
los procesos inquisitoriales (El inquisidor mayor, de Manuel Bilbao);
las aventuras de los piratas (La novia del hereje, de Vicente Fidel López).

EL FOLLETÍN Y EL PÚBLICO LECTOR

A comienzos del siglo XIX, una masa de nuevos lectores se in­corporó al circuito literario, por las siguientes causas:
a) transfor­maciones socioeconómicas que acompañaron el ascenso de la bur­guesía;
b) difusión de la lectura y de la escritura a sectores cada vez más numerosos;
c) nuevas máquinas que agilizaban y abarata­ban la impresión de periódicos;
d) creciente popularización de la literatura, a través del periodismo.
Estos hechos, que tuvieron lu­gar primero en Europa y luego en las principales ciudades de His­panoamérica, explican  la aparición y el éxito del folletín entre pú­blicos hasta entonces marginados de la literatura.

LOS AUTORES DE FOLLETINES

Los autores no aspiraron a la perfección estética, sino a la venta del "producto" elaborado. Fueron artesanos que manejaron dies­tramente los recursos de la narración tradicional. Sus nombres muchas veces permanecieron desconocidos o se opacaron detrás de los personajes que habían creado. Sin embargo, el folletín fue utilizado también por autores pertenecientes a la "cultura del li­bro", difundieron así sus posiciones políticas y sus creaciones.
Sarmiento y Mármol, por ejemplo, publicaron "por entregas" Fa­cundo y Amalia, respectivamente, en periódicos de la época. En el siglo XIX, las novelas publicadas en forma de libro y los folletines se influyeron mutuamente.

Principales características
Los argumentos de los folletines presentan:
·            un "Malvado", que usurpa derechos que no le corresponden, "Víctimas", que sufren todo tipo de desgracias,
·            un "Héroe Redentor" que junto a sus aliados lucha contra el "Malvado" hasta vencerlo.

Los personajes se dividen en: perversos e inocentes, pero mu­chas veces sus identidades están encubiertas y sólo son reveladas en el final.

 El relato se fragmentaba en sucesivas entregas, y esto mantenía el interés del público para adquirir el número siguiente. Los hechos esperados no se concretaban; en cambio, se los poster­gaba con persecuciones, duelos o relatos secundarios. Puesto que el público manifestaba preferencia por el reencontrarse con lo co­nocido, se enfatizaron, se ampliaron, se acumularon situaciones similares. El efecto final del conjunto no importaba tanto como el hecho de que el fragmento resultara atractivo y, por lo tanto, ven­dible.

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