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19 de febrero de 2012

Las expresiones literarias de América pre-colombina


Las expresiones literarias de América pre-colombina


El estudio de los textos literarios precolombinos conservados demuestra el alto nivel cultural alcanzado por algunos pueblos ingenas y enseña a valorar la plasticidad expresiva de los distintos idiomas en que fueran redactados.
Contexto histórico:
A fines del siglo XV exisan, en América, culturas en muy diversos grados de de­sarrollo: desde las más rudimentarias, como las que habitaban las mesetas patagóni­cas, hasta las muy adelantadas de Méjico y Pe.
La extensión del continente albergaba miles de pueblos que -según los estudiosos más modernos- pueden agruparse en ciento veintitrés familias lingüísticas, de las cuales sólo tres correspondieron a grupos étnicos de alta cultura:
·   la azteca o náhuatl, que ocupaba el centro y el sur de la actual República de Méjico;
·   la maya-quiché, que se extendía por parte de los actuales jico, Guatemala, Honduras y El Salvador;
·   la inca o quechua, que comprendía los territorios de los modernos estados de Perú, Ecuador y Bolivia.
No todas estas culturas estaban en su mayor esplendor a la llegada de los espa­ñoles. Tampoco puede afirmarse que fueran originales. Sin embargo, el común deno­minador que las hermana, a pesar de sus notables diferencias, es la existencia cierta de una literatura peculiar, algunas de cuyas manifestaciones, preservadas por los mismos conquistadores europeos, han llegado hasta nosotros como prueba del alto desarrollo cultural alcanzado por esos pueblos.
Casi todos los cronistas nos hablan de la existencia, entre los indios, de libros y escribas dedicados a fijar sus mitos, historias y tradiciones. Así lo afirma Bernal Díaz del Castillo en su célebre Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, al referirse a las casas donde se guardaban "muchos libros de papel, cogidos a dobleces, como a manera de paños de Castilla". Estos libros de papel, hechos de la corteza del amato, servían en los centros educativos llamados "calmécac" (hileras de casas) y "telpuchcalli" (casas de jóvenes) para difundir la historia y las costumbres ingenas.
La escritura precolombina: sus formas
En las altas civilizaciones que habitaron Méjico y América Central se dieron tres formas sucesivas de escritura: la pictográfica, la ideográfica y la parcialmente fonética.
La pictográfica es la más elemental. Consiste en la representación de hechos y seres mediante el dibujo o la pintura.
La ideográfica constituye un avance, ya que se compone de un sistema de glifos, es decir, de figuras que simbolizan ideas. En general, los glifos pueden clasificarse en tres grupos: los de carácter numeral, los calendáricos y los representativos de ideas abs­tractas o metasicas, como la divinidad, la vida, el movimiento.
Este sistema de glifos se complementaba en las culturas del Anáhuac con el uso de colores simbólicos. Así el amarillo identificaba al sexo femenino; el morado indicaba la condición real del "tlaotami" o jefe; el negro y el rojo, la sabiduría, que incluía el dominio de la escritura.
La forma parcialmente fonética para consignar por escrito el pensamiento, es decir, la representación de los sonidos o fonemas mediante signos gráficos, no alcanzó su total desarrollo en la América precolombina.
Tanto mayas y quichés, como nahuas (aztecas, tezcocanos, tlaxcaltecas, etc.) no crearon sus propios sistemas de escritura, sino que los heredaron.
El sistema ideográfico maya, basado en glifos, aún no ha sido descifrado en su totalidad, lo que dificulta la comprensión de los textos literarios conservados.
Los nahuas, en cambio, usaban la pictografía, y con ella compusieron los "grandes y hermosos libros" de los que habla el misionero fray Diego Durán.
Cómo se preservaron algunas expresiones literarias precolombinas
La avidez de conocimiento que caracterizó al hombre renacentista, despertó su interés por cuanto de nuevo ofrecían estas tierras. Así, fueron los hombres de armas en algún caso -Cortés, por ejemplo--, los misioneros en otros, quienes se encargaron de preservar el legado literario indígena.
Aprendidas las lenguas nativas, la misma tarea evangelizadora les permitió conocer las manifestaciones literarias autóctonas y preservarlas. En general, los misioneros se valieron' de los indios, a quienes ya habían enseñado nuestro idioma y su escritura para fijar la literatura conservada hasta entonces por transmisión oral. Estos amanuenses la volcaron en caracteres latinos, pero mantuvieron la lengua original.  Formaron así riquísimos códices, que incluyen composiciones líricas, cantos épicos también, textos narrativas y aun fragmentos dramáticos.
El náhuatl, idioma rico en vocabulario y de expresión elegante, aparece como vehículo apropiado para transmitir ideas abstractas o difíciles.
Conscientes del valor de palabra, los nahuas cultivaban el arte del buen decir. Quienes lo dominaban o "tiquetzqui", es decir, "aquel que al hablar hace ponerse de pie a las cosas", eran los creadores o poetas, de cuyos labios brotaban las "flores" (las metáforas) sobre los grandes temas líricos y épicos de todos los tiempos y de todas las latitudes: la divinidad y sus enigmas, el placer de la amistad, la muerte, el amor, los hijos, las hazañas guerreras, etcétera. Usaban formas estróficas irregulares, basadas, generalmente, en pies rítmicos, en las que abundan paralelismos, estribillos, antítesis y difrasismos.
La lírica mejicana precolombina presenta coincidencias con la del Renacimiento europeo: como ésta, exalta el culto de la amistad y considera a la poesía don divino.
También yo he venido, aquí estoy de pie:
de pronto cantos vaya forjar,
haré un tallo florido con cantos,
 ¡oh vosotros amigos!
Dios me envía como un mensajero,
 a mí transformado en poema,
a Temilotzin.
También yo he venido
a hacer amigos aquí.
Temilotzin, "Poema" (siglo XVI).
También, como los poetas renacentistas, los nahuas y los mayas se preguntaron sobre la muerte, discurrieron acerca de la fragilidad de las cosas terrenas y confiaron en alcanzar la "vida de la fama" -según la feliz expresión manriqueña- a través de sus poemas:
¿He de irme como las flores que perecieron?
¿Nada quedará de mi nombre?
¿Nada de mi fama aquí en la tierra?
¡Al menos mis flores, al menos mis cantos!
Aquí en la tierra es la región del momento fugaz.
Ayocuan, "Poema" (siglo XV).
Manifestaciones dramáticas de los antiguos mejicanos: el "Rabinal Achí"
En general, el teatro precolombino de esta región fue marcadamente religioso. León Portilla lo llama "teatro perpetuo", ya que las representaciones abarcaban los veinte meses que, para ellos, tenía el año. Incluía cantos, bailes y parlamentos, interpretados estos últimos por los sacerdotes y el elegido para encarnar al dios, en cuyo honor lo realizaban.
Pero, paralelamente a este teatro religioso, se desarrolló una dramaturgia profana, de  la cual conservamos la obra titulada Rabinal Achí o Señor de Rabínal. Su texto ha recogido hacia 1856 por el estudioso Brasseur de Bourbourg, de los labios del indio Bartolo Díaz.
La obra narra las proezas de un guerrero quiché que, prisionero del señor de Rabi­nal, trata de obtener su libertad y prefiere la muerte antes de rendir vasallaje a su enemigo.
La pieza combina pasajes trágicos con otros hondamente líricos. Entre estos últimos, merecen citarse aquellos que describen los sentimientos del guerrero quiché ya con­denado: pide se le permita volver a su patria para despedirse de sus valles y montañas, antes de morir.
Por su tema y desarrollo, la obra revela un origen prehispánico; lo corroboran, tambn, ciertos rasgos de estilo, como la abundancia de fórmulas de cortesía ingena, el difrasismo y las metáforas y simbolismo propios de la lengua de esa época.