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23 de enero de 2013

Resumen y análisis de Todo verdor perecerá de Eduardo Mallea


Resumen y análisis de Todo verdor perecerá de Eduardo Mallea

Calificada como "novela sombría", Todo verdor perecerá se divide en dos partes: en la primera, la acción se concentra en una pareja que vive el drama de la incomunicación. Intervienen muy pocas personas, que resultan suficientes para llenar esta parte de la novela: el doctor Reba, Ágata, su hija, y el marido de ésta, Nicanor Cruz. El relato se centra en torno de la protagonista, única mujer en toda la obra, y sigue el proceso mental que se opera en ella hasta que se vuelve irremisiblemente loca.


Comienza el libro en el cuadragésimo cuarto día de sequía en el campo de Cruz. Esa circunstancia provoca una tensión que va ascendiendo de grado paso a paso. Media entre marido y mujer un abismo de incomprensión. Siempre fueron dos seres imper­meables el uno para el otro; dos corazones cerrados a la ternura, a la simpatía. Drama sordo, traducido en mutismo, taciturnidad, conversaciones apenas monosilábicas, re­sentimientos latentes, rencor que finalmente se convierte en odio. La muerte del hom­bre pone fin a ese calvario. El medio físico coincide con la desolación interior: "Aridez, aridez adentro como afuera; y desesperanza y cansancio".

En la segunda parte de la novela, Ágata, viuda ya, se siente renacer. Un hombre ex­perto en el trato con mujeres, "un profesional de la vida", encuentra en ella campo propicio. Enamorada entrañablemente de ese sujeto, Ágata aprende a sonreír, se ablanda su corazón; vive cansada, pero de "buen cansancio". Su felicidad dura poco. Como era de prever, el conquistador, ave de paso en Bahía Blanca, la abandona de­saprensivamente, dejándole una breve carta de despedida. Para él no ha pasado nada; para ella es la catástrofe, la derrota definitiva, el aflojamiento de todos sus resortes vi­tales. Se siente como antes, cuando malvivía con Nicanor. Se entrega a una deses­peración muda: sin lágrimas ni lamentos; sin rebeldía, sin confesión. De ahí en más, eL descenso hasta convertirse en un desecho humano que deambula por las calles de Ingeniero White —donde nació—, sin que nadie la reconozca. Al final cae deshecha enloquecida, en el umbral del que fue su primer hogar. A pocos metros, en una iglesia está la salvación, pero es incapaz de verla.

La prosa de esta novela, como toda la de Mallea, está penetrada de su pensamiento. Abunda más la reflexión que la acción; y más que la de la protagonista, la del autor. Hay quien la considera demasiado cerebral. En sí es una novela introspectiva, psicológica, que penetra en la conciencia de la protagonista.
Personaje existencialista,  no piensa más que en su existencia terrena, le falta la trascendencia con la que habría encontrado solución a su vida. No rechaza la gracia, pero se opone a ella por su falta de amor, por su aridez, en consonancia con la del paisaje. La influencia del clima es patente. Pero es el mismo clima donde transcurrió la infancia de Mallea, con resultado muy distinto. De donde deducimos que la soledad y el desamparo de Ágata no provienen de afuera, sino de su propio interior, de su propio egoísmo, de ese continuo mirarse a sí misma. Carente de reservas espirituales, todo la aburre y es siempre un extraña entre los demás.
Según Heidegger y Jean Paul Sartre, el existencialismo parte de la existencia humana tomada en su totalidad, y consi­dera al individuo como ligado con el mundo y con la sociedad. Dejando a un lado todo principio universal, esta doctri­na pretende resolver, por la sola consi­deración de la existencia individual, los problemas del origen, de la esencia y de la significación de la vida. El existencia­lismo de Mallea se distingue especial­mente del de Sartre y se aproxima al de Kierkegaard en que tiene fuertes ingre­dientes cristianos.



Mallea murió en 1982. En ese momento se le tributaron homenajes que se le habían escatimado en vida, en esa vida signada por la austeridad y el silencio.
La obra narrativa de Mallea se com­pleta con estos títulos:
• La ciudad ¡unto al rio inmóvil (1936),
• Fiesta en noviembre (1938),
• Las águilas (1943),
• Los enemigos del alma (1950),
• La sala de espera y Chaves (1953),
• El resentimiento (1966),
• La barca de hielo (1967),
• La red (1968),
• La penúltima puerta (1969),
• La mancha en el mármol (1982).


Dice Juan Carlos Ghiano:
 [En Mallea] Desde la lealtad a su condición de vida se van grabando las versiones del territorio patrio: una Bue­nos Aires indefinible por inabarcable, los pueblos, incomunicados por las distancias que los acechan, el campo, asaltado por las variantes temporales. Todo verdor pe­recerá es la novela de un destino trágico, adelantado por la sequía bíblica que ago­ta al campo en sus páginas de apertura.

Dice Mariano Picón Salas:
Libros como Todo verdor perecerá y Los enemigos del alma cuentan entre las más logradas creaciones trágicas de la nueva literatura hispanoamericana.

Fuente: Las letras en la América hispana
AA.VV
Ed.Estrada,Bs.As.,1994


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