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4 de febrero de 2013

Análisis-resumen de Hierba del cielo de Marco Denevi


Análisis-resumen  de Hierba del cielo de Marco Denevi

De acuerdo con su temática, este cuento se inscribe en la tradición de la infancia perdida. Como en Demian, de Hermán Hesse, o El Gran Meaulnes, de Alain Fournier, sus personajes son niños y adolescentes en el momento de transición hacia la vida adulta. En el mundo maravilloso de la imaginación, el grupo familiar formado por Fernando de la Medalla Milagrosa (14 años), las mellizas Matilde y Geni, El Santos Amores y Aguedita (la menor) forman una comunidad que se rige por sus propias leyes frente a la figura de la madre y el padre, quienes pertenecen al otro bando: "Nos pareció que se había pasado al bando de las personas adultas".

Los niños consienten en la transformación de lo vulgar en extraordinario y la aparición en la casa paterna de la tía Alexia y Dulcina les permite iniciar un juego en el cual todos participan:
Cuando llegó a casa en carruaje desde el Trópico (en realidad vino en mateo desde la estación del ferrocarril y en tren desde Posadas, Misiones, pero a nosotros nos gustaba ima­ginar que había viajado en aquel coche a través de selvas, ríos y montañas).

En "aquel tiempo" según la perspectiva de lejanía del relato, ambos per­sonajes (la tía Alexia y Dulcina) tienen dos retratos confrontados: el de la ilu­sión y el de la realidad. En esos espejos de la imaginación los seres y las cosas se transforman:
Carruaje -----------ferrocarril
Trópico-------------Misiones
Tía Alexia----------------bruja
Dulcina-------------------herborista maga
(estas dos últimas hierba del cielo con hadas y seres invisibles)


LA ESTRUCTURA

El cuento está estructurado sobre la base del consentimiento de la ilusión o su rechazo. En el primer plano comienza la historia con la llegada de Dulcina y la muerte de Aguedita. En el segundo plano, con la pérdida de la ilusión en el tiempo.

Ese eje estructural -el tiempo- está recorrido desde el pasado (mágico) al presente (vulgar) por uno de los protagonistas que, oculto detrás de un narra­dor en tercera persona del pural, fluctúa entre los cinco niños y nos da perspec­tivas móviles con un enigma indescifrable sobre su verdadero nombre.

El narrador y su punto de vista estructuran el cuento. Desde el presente rechaza y niega la ilusión y la magia: "excentricidades de las que hoy nos reímos". En el pasado le ha otorgado su consentimiento: "nos sobrecogían como conjuros mágicos".

En el primer plano el narrador plural participa con gravedad dentro de la historia. En el segundo plano se ha proyectado hacia afuera del mundo de la in­fancia y descree de la veracidad de esa historia que no tiene nada de extraordi­nario. Esta vacilación se encuentra en el principio y en la parte final del cuento:

Teníamos mucha imaginación, pero ella la estimulaba con excentricidades de las que hoy nos reímos y que en aquel entonces nos sobrecogían como conjuros mágicos.
Y con esto pongo punto final a mi historia. De golpe me doy cuenta de que, si exclui­mos a Dulcina, es un historia vulgar y nada extraordinario sucede en ella. Pero, ¿qué voy a hacerle si nada extraordinario nos sucedió nunca?

El eje temporal tiene unidades menores (un verano, un otoño, un carnaval) en cuyo transcurso los protagonistas, Fernando en primer lugar, luego Matilde y Geni, y por último El Santos Amores, pasan a través de etapas (escuela primaria, colegio nacional) al mundo de los adultos.
En ambos planos el centro lo ocupa "esa niñita que no era una niñita", Dul­cina, reveladora o maestra en "el mundo secreto de la infancia" y al final ídolo que, desterrado del mundo de los mayores, queda solitaria "en el limbo de la infancia".
La muerte de Aguedita es el último acontecimiento que señala el tránsito de un plano al otro. Ahora los niños ya saben "que la hierba del cielo no era un filtro para el amor... ni para la belleza".

EL ESPACIO CERRADO DE LA CASA

El tiempo pasa por la casa, espacio cerrado en donde se producen todos los milagros, y por afuera. El carnaval y el colegio son focos de acción externa en la cual participan los niños. Dulcina y la tía Alexia "jamás salieron a la calle, jamás", según una información suministrada por el narrador.
Mediante este dato se puede inferir que la casa es el límite de un tiempo cerrado, en el cual queda suspendido el eje estructural. El balcón es para Dulcina el límite entre el mundo de afuera (dinámico) y el de adentro (estático). Es en ese ámbito espacio-temporal estático en el cual quedan:

 1) la infancia;
2) Aguedita muerta;
3) Dul­cina- "la criaturita que medía un metro de estatura"- persiguiendo a sus antiguos compañeros de juegos y de amores que la habían abandonado. Al salir de la casa los niños ingresan a la vida y al tiempo. Encerrada en ella, Dulcina habita un tiempo muerto o detenido. Es decir, en un tiempo estático perdido en la memoria del pasado.

Desde Rosaura a la diez (1955) el éxito ha acompañado a Marco Denevi (Buenos Aires, Argentina, 1922) en la medida en que ha logrado un arte de contar, provisto de originalidad, sorpresa y calidad narrativa sabiamente combinadas con técnicas que deslumhran al lector. En 1960 obtuvo el premio internacional de la revista "Life" con un cuento largo titulado Ceremonia Secreta, sobre el cual dijo uno de los jurados (el escritor venezolano Arturo Uslar Pietri): "Denevi, en este cuento de extraordinaria habilidad técnica, utilizando unos métodos realistas y aparentemente directos, logra crear un clima poético en torno al misterio del cambio de personalidad"
Entre sus últimos libros figuran la novela Los asesinos de los días de fiesta (1972) y una serie de cuentos, Hierba del cielo (1973).



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