MENÚ

7 de julio de 2008

Análisis de El juguete rabioso de Roberto Arlt


Análisis -resumen de El juguete rabioso de Roberto Arlt


La obra narrativa de Arlt comprende cuatro novelas, un relato largo y al­rededor de veinticinco cuentos. En este ciclo escueto no caben la varie­dad de visiones del mundo, la mul­tiplicidad de caracteres ni los refi­namientos idiomáticos. Más bien lo preside una concepción obsesiva, uni­formada, que no varía en ninguna de las grandes novelas ni en los mejores cuentos: el hombre es impotente frente a la sociedad burguesa que lo oprime y succiona su individuali­dad, y entonces, solo para demostrar­se que existe, para sentir el vértigo del ser, para detener el tiempo que fluye sin sentido, arroja sus ensueños y delirios contra los otros hombres, generalmente contra individuos tan desposeídos y humillados como él.

Quisiera golpear a los poderosos, pero su puño solo alcanza a los misera­bles; como consecuencia, en lugar de hacerse revolucionario, se convierte, a mitad de camino, en asesino o de­lator de sus compañeros de empresa.
A esta extraña mezcla de romanti­cismo nihilista y existencialismo hay que agregarle una clara connotación social: el hombre de Arlt no tiene una ubicación abstracta, universal, sino que es el individuo de pequeña clase media porteña del primer cuar­to de siglo, azotado por la miseria, marginado socialmente, torturado por los tabúes del sexo.
Desde el punto de vista de la creación de caracteres, los protagonistas de sus novelas (Astier, Erdosain, Balder, Stepens), amasados con abun­dancia de materiales autobiográficos (pero no por ello réplicas del autor), ejemplifican de modo bastante estático ese hombre soñador y humillado de que hablábamos y que por mo­mentos alcanza la categoría de ar­quetipo; en cuanto a los personajes secundarios, si bien unos cuantos de ellos resultan memorables (el Rengo, Ergueta, la Coja, Irene), a poco que se los analice su variedad humana se aminora, y pueden ser clasificados en dos categorías que se oponen y sostienen mutuamente:
a) los que pertenecen al mundo del protagonis­ta, en general esquizofrénicos, delin­cuentes, seres marginales;
b) los aje­nos a ese mundo, casi siempre in­dividuos limpios, pulidos, de buen lenguaje y holgada posición social, y vagamente idealizados.
Los prime­ros poseen existencia objetiva, aun­que se parecen todos entre sí; los segundos son por lo común proyec­ciones de la conciencia insatisfecha del protagonista, creaciones de su subjetividad.
Por último, el idioma de ArIt, tiene la novedad de incorporar a nuestra novelística el lenguaje vivo de Bue­nos Aires, el porteño espeso del alu­vión inmigratorio, y eso con absoluta naturalidad, insertando ese lenguaje en la estructura misma de la obra, lejos del pintoresquismo de los escri­tores dialectales; pero es indudable que este único hecho no basta para particularizar su obra. .

El juguete rabioso. -
De El ju­guete rabioso (1926) se ha dicho que es la novela más autobiográfica de Arlt, como suelen serlo todas las pri­meras novelas, y la afirmación parece cierta, al menos en cuanto a la co­rrespondencia relativamente fiel en­tre los hechos de la ficción y los de la vida del autor. El libro está na­rrado en primera persona y tiene una insólita limpieza de construcción.
El aprendizaje vital del protagonista, Silvio Astier, se desenvuelve en cua­tro episodios independientes entre sí, que se suceden como cuentas hábil­mente engarzadas. En el primero, "Los ladrones", Silvio, influido por la lectura de folletines y, quizás no menos, por su deplorable condición social, funda con otros dos adoles­centes el "Club de los Caballeros de la Media Noche", que se dedica a pequeños robos en el barrio. Luego de un fracaso, el Club paraliza sus actividades.

En el segundo, 'Los tra­bajos y los días", Silvio, luego de mudarse de barrio, consigue trabajo como dependiente de librería y pasa a vivir a la casa de don Gaetano, su patrón. Allí asiste a escenas de te­rrible mezquindad y sufre diversas humíllacíones. Al fin intenta quemar la librería en que trabaja, pero fra­casa y entonces deja el puesto.

En el tercero, "El juguete rabioso", Silvio intenta ingresar en la Escuela de Aviación como aprendiz de mecánico. Primero lo aceptan, incluso sorpren­didos de su bríllantez, pero luego, repentinamente, lo dan de baja, porque no necesitan "personas inteligen­tes, sino brutos para el trabajo". En seguida Silvio vive una extraña aven­tura con un homosexual en una miserable pieza de hotel. A la salida, compra un revólver e intenta suicidarse, pero también fracasa.

En el cuarto, "Judas Iscariote", el protago­nista, algo mayor, ha pasado a ser corredor de papel, oficio que le pa­rece tan vil y humillante como los anteriores que ejerció. Encuentra a uno de sus compañeros del "Club de los Caballeros de la Media No­che", convertido en agente de inves­tigaciones y "regenerado" en la lucha por la vida.

Silvio se hace ami­go del Rengo, individuo marginal, que trabaja como cuidador de carros en la feria de Flores. Cierta intimi­dad, cierto calor humano, parecen florecer entre Silvio y el Rengo. Este cuenta al joven su proyecto de robo en la casa del ingeniero Vitri, patrón de su amante. Silvio acepta partici­par en la empresa. Luego, casi me­cánicamente, se pregunta: "¿Y si lo delatara?" Y, en efecto, va a ver a Vitri, delata al Rengo, éste es arres­tado, y Silvio tiene una conversación final con Vitri, en la que le comunica que desea marcharse al sur del país.

Estamos en presencia, como se ve, de una "novela de la iniciación", no, por cierto, a la manera del Wilhelm Meíster, la conocida novela de Goe­the, sino más bien en una tradición "negra" que no tiene precedentes en nuestra literatura, siguiendo, tal vez no a sabiendas, los pasos del Mar­qués de Sade y del Conde de Lau­tréamont. La estructura de los tres primeros episodios resulta homóloga: un intento de Silvio por afirmarse como individuo (mediante/el acto an­tisocial, en los dos primeros casos; mediante el suicidio, en el último), fracasa lamentablemente. En el cuar­to, este juego de oposiciones e in­terrelaciones se sutiliza y complica al máximo: Silvio parece encontrar una posibilidad de relación humana con El Rengo, y justamente entonces lo delata: esta es la única vez que no fracasa, cuando realiza un acto "socialmente" bueno pero individualmente malo.
Amargamente, el libro se cierra y el lector sospecha que no hay salvación ni para Silvio ni para la sociedad en que vive. Aquí se produce la ruptura con la tradición "negra" de que se hablaba, pues este final sorpresivo, injustamente califi­cado por Zum Felde como "lo peor que tiene este libro", tiene el efecto de un shock para el que lee, remi­tiéndolo, de golpe, a una precisa realidad social.

Noé Jitrik observa que la novedad de la novela estriba "en que los pro­blemas sociales que maneja no están vistos de afuera, como curiosidad o como aberración propia de otros, sino desde adentro, sin renunciar al riesgo que implica examinar una realidad sin desentenderse personalmente de ella".
Ello es particularmente cierto durante el episodio de la librería, donde se asiste a una especie de contagio casi físico por Silvio de la atmósfera viciada, "mala", que lo ro­dea; y en el episodio del homosexual, en el que este problema es asumido, por primera vez en nuestra literatura, sin exagerada intención moralizadora o didáctica, y tampoco a partir de una falsa oposición entre normalidad y anormalidad, sino desde la desnu­da dimensión humana, individual, del conflicto.

Técnicamente, el libro utiliza, casi sin proponérselo, algunos procedi­mientos de la nueva novela. No se explica la situación social, el aspecto ni los pensamientos de los persona­jes: toda la explicación está dada por la acción misma, por el relato de los hechos. En el primer episodio, la ficción se interna en la realidad (de la historia); los folletines de aventu­ras son, al mismo tiempo, materia y motivo de los acontecimientos; la vida de los personajes remeda la vida de los otros personajes, los de la ficción dentro de la ficción. También es mo­derna la presentación psicológica de los personajes: la vida psíquica es presentada con todas sus arbitrarie­dades, despojada de la casualidad, fragmentada en innúmeras vivencias que muchas veces no se relacionan entre sí.

El mismo año de la aparición de El juguete rabioso, 1926, se publicó otra "novela de la iniciación", más famosa que la de Arlt: Don Segundo Som­bra. Diferentes por tantas razones -El juguete es urbana, y encarna una concepción pesimista de la so­ciedad urbana, hecha de derrumbe de valores e inseguridad moral, mien­tras Don Segundo reconcilia tradi­ción y modernidad en su visión del mundo rural, en su nostálgica can­ción de despedida a un mundo de intemporalidad y esencias; El juguete está escrita íntegramente en un len­guaje empastado, áspero, con fideli­dad coloquial, sin música ni lirismo, en tanto que Don Segundo se empeña en trozos de rara calidad poemática, en finas descripciones impresionistas, de manera que una página aislada del libro de Arlt nada dice a la sen­sibilidad del lector, mientras muchas de las de Don Segundo se leen con placer-, tienen en común, aparte de lo obvio de su asunto y de la narra­ción en primera persona, el hecho de asumir las reglas del juego de la narrativa moderna, aunque fuera en diversos ámbitos. Y si Don Segundo Sombra, debido a su perfección y al mundo que representa, no podrá ser imitado y antes bien cerrará una época, El juguete rabioso, con todas sus limitaciones, traerá a nuestra na­rrativa una fuerza germinal que está lejos de haberse agotado.


(En la imagen: Roberto Arlt y Conrado Nalé Roxlo)
Bibliografía: Capítulo:Historia de la literatura argentina,CEAL.