Análisis del poema CASTILLA, de
Manuel Machado
En este poema, Manuel Machado se
propone ensalzar la figura del héroe de Castilla ( el Cid Campeador) apoyándose
en un episodio narrado por el poema del Cid.
La estructura de "Castilla" se organiza con tal propósito: el autor,
narrador-observador, recrea líricamente ese episodio porque siente con
intensidad la austera grandeza del personaje, cuyos rasgos más valiosos se perfilarán
bien en el paisaje y en los hechos relatados.
Sitúa pues, a Rodrigo, al
comienzo y al final del poema en un ámbito abrasador, árido. Es el marco
adecuado para mostrar su carácter, su reciedumbre física y moral, su voluntad
heroica; es también el ámbito desencadenante de los hechos dramáticos.
Sudorosos, exhaustos, los soldados se ven obligados a pedir alojamiento, pero
ante el reclamo de la niña, el Cid ordena la retirada.
Hay dramaticidad, movimiento y
elasticidad, emociones, contrastes, en este segunda parte del poema, el decisivo,
en que el Cid se manifestará más humano.
Y en seguida, implacablemente, Rodrigo Díaz de Vivar sigue cabalgando hacía la
gloria, en medio de la estepa castellana. El título "Castilla" resume el sentido total de la
poesía.
En el poema se narra un nuevo episodio de la gesta de Rodrigo, un
episodio de su destierro, que lo revela también en su
dimensión humana. El rey ha prohibido a sus vasallos que den alojamiento al
Cid, que lo auxilien en su marcha hacia tierras de moros. El contenido se desenvuelve a través de tres momentos
importantes que apuntan hacia un mismo sentido: realzar la personalidad del
héroe.
Primer momento: El
poema comienza con una descripción que destaca la tremenda aridez de la
meseta castellana y que crea el clima apropiado para la primera acción nuclear:
el encuentro con el mesón cerrado y la desesperada solicitud de ayuda
de los guerreros. El ambiente
sofocante, agobiador, está sugerido a
través de:
a.
Impresiones de luz: un
sol ciegamente implacable, encandila y abrasa a los guerreros, reflejándose en
las armaduras de hierro y, aumentando su poder luminoso y calórico al golpear el pecho acorazado de los
fuertes soldados, al irisar las puntas de las lanzas. Los verbos subrayan e intensifican el efecto: estrella (choca e irradia su luz y
su fuego), llaga (el resplandor quemante, hiere hasta el metal); flamea (imagen que muestra la culminación del
efecto: la luz ardiente en movimiento, proyectándose, extendiéndose y
cubriéndolo todo como el paño de una bandera desplegada y sacudida por el
viento).
b.
Sensaciones internas: el
cortejo del Cid sufre el terrible embate del calor abrasador: sed, sudor, fatiga. La descripción, por una
parte, de los personajes rudos, guerreros, agobiados por el cansancio, en la
"terrible" estepa, y por la otra, de la figura del Cid, en un
significativo contraste permiten que el héroe parezca quedar inmune y que no lo
alcanza la agobiante presión de la hora y del lugar. ¿Cómo logra el poeta producir esta impresión?
Mediante un recurso sintáctico: la intercalación de una oración unimembre:
-polvo, sudor, hierro-, entre las expresiones "los suyos", y
"el Cid cabalga"; logra así aislar a éste de sus acompañantes:
Al destierro con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.
El encuentro con el mesón es una falsa esperanza y un
índice más, que acrecienta la angustia. La descripción es breve, pero
intensa. Está cerrado a "piedra y lodo", es decir, tapiado. Y llegamos al núcleo,
el desesperado intento de penetrar en él, de buscar un
resguardo. Y un nuevo índice, al final de la 3ra. estrofa, condensa y expresa
explícitamente lo que sugieren las estrofas anteriores:
Segundo paso. En este paso la
acción nuclear concentra nuestra atención: es el pedido de la niña, que
marca el momento de la mayor tensión dramática donde se yergue la figura del Campeador. El hombre ha pasado a
ser, otra vez, el héroe, pero ahora, enriquecido.
Los
PERSONAJES. Son tres: el Cid, la escuadra
y la niña. La figura del Cid está señalada sobriamente en tres trazos:
1, ... el Cid cabalga.
2, y una voz inflexible grita: ¡En
marcha!
3, .. , el Cid cabalga.
A través de cada una de estas menciones se va
destacando un rasgo de la personalidad del héroe:
1, el Cid, endurecido,
insensible a la atmósfera.
2, el Cid, enérgico, decidido y humano.
3, el Cid, implacable en la
marcha hacia su destino.
En cambio, se describe minuciosamente la figura de la niña,
sus gestos y sus reacciones, como también se detallan más los movimientos de la
hueste y los efectos que sobre ella producen el ámbito, primero, y la
implorante petición de la niña, después. El yo lírico, pues, se vuelve más
parco en las referencias al héroe, que ganan así, por contraste, intensidad,
fuerza dramática.
El poeta cuenta el episodio en 3ª persona y en
presente del Indicativo, es decir, que el tiempo de lo
narrado coincide con el tiempo del narrador, con lo cual el episodio adquiere
mayor dramaticidad. Pero como se trata de una narración lírica, la emoción del yo
poético se proyecta, como hemos visto, en los modos de describir y en la
técnica del relato.
Machado pretende exaltar al Cid
como un ser humano, no sólo como un guerrero endurecido, y esto lo logra líricamente
a través de la presentación de la atmósfera, de las figuras, de las acciones y
reacciones de los personajes. Todo ello refleja una actitud afectiva, su
simpatía y admiración por un héroe épico y humano a la vez.
El poema está construido en tres pasos básicos:
1-en el primero predomina la
descripción
2-En el segundo predominan las
acciones
3. El tercero culmina con una
descripción.
El segundo paso es el más dilatado: catorce versos, porque es el que cargará con la
tensión del relato.
La distribución acompaña al
esquema y refuerza así la estructura de la obra.
l.
Primer paso: tres
unidades de versos endecasílabos, salvo el primero.
2.
Segundo paso: una
unidad de catorce versos en la que se mezclan endecasílabos y heptasílabos. El
acento endecasílabo fluctúa entre
cuarta, octava y sexta sílaba.
3.
Tercer paso: cuatro
unidades de versos endecasílabos (salvo el verso nº 29). El acento
recae siempre en a sexta sílaba.
En el último cuadro descriptivo, la figura del
Cid surge fortalecida, después de la decisión tomada. Es el heroísmo del
renunciamiento, de la compasión, del gesto humano y comprensivo. Nada ha
cambiado: la estepa castellana le sigue ofreciendo aridez, desolación, fatigas.
Pero el Cid y sus soldados parecen recobrar fuerzas y emprender otra vez el
camino elegido.
La repetición de los versos iniciales tiene ese
sentido: mostrar que las circunstancias no han variado; pero tampoco el ideal del héroe, hacia el cual
marcha sin vacilaciones. Hay un diálogo aparente: la niña pide a la hueste; el
Cid no contesta, directamente, ordena a los suyos. La niña habla, ruega. La
respuesta no son palabras, que podrían traducir la confusa emoción de los duros
guerreros. Por eso sólo se oye "un sollozo infantil". El Cid no le
contesta. El Cid sólo ordena a los suyos.
Este recurso, diálogo
aparente que realza de nuevo al héroe, lo separa de los demás y lo enfoca
aisladamente, como un ser singular.
a. Metáforas que
realzan imaginativamente las notas del ambiente. Se refieren a los efectos de
los rayos solares: se estrellan, llagan, golpean, flamean, como si fuera
sucesivamente:
un objeto duro y quebradizo
un objeto quemante
una bandera de luz.
Resplandecen y arden así, las
armas de los caballeros, gracias al lenguaje metafórico. El ardor del ambiente
se concentra en un foco; un puñado de soldados que lo recoge y proyecta
intensificándolo, como un espejo.
Las sucesivas metáforas
acrecientan los efectos de la luz.
b. Las oraciones
unimembres y los giros intercalados
destacan en apretada síntesis las trágicas consecuencias del lugar, de la
hora, de la marcha sin tregua.
El ciego sol,
la sed, la fatiga.
Polvo, sudor,
hierro.
c. La adjetivación. Es
poco abundante pero significativa.
1) señala
contrastes: terribles golpes, eco ronco, feroces guerreros frente
a voz pura, niña muy débil, muy blanca, oro pálido del
cabello; los guerreros enfrentados a la niña.
2,)caracteriza
al ambiente: ciego, dura, terrible, insistiendo en las mismas notas.
d. La sintaxis. En
los encabalgamientos, las unidades sintácticas no coinciden con las
unidades rítmicas (los versos). Hay aquí varios ejemplos:
A los terribles
golpes de eco ronco.
Hay una niña
muy débil.
Es toda ojos
azules.
El modificador o el núcleo no
están en el mismo renglón. Aparece este procedimiento en el segundo paso, el
que tiene más movimiento dramático. En los cuadros descriptivos, en cambio, hay
una martilleante repetición de los mismos recursos: igual acento, igual número
de versos, unidades rítmicas que coinciden con unidades sintácticas, reiteración
de las mismas construcciones o funciones.
Tres verbos núcleos:El sol: se estrella; llaga; flamea.
Tres construcciones sustantivas: El ciego sol ; La
sed ; La
fatiga
Tres sustantivos: Polvo ; Sudor ; Hierro
Para finalizar,
recordemos el marco
histórico en el que se encuadra el poema:
Sancho, rey de Castilla, en
tiempos del Cid, es asesinado. Nunca pudo saberse quién había ordenado su
muerte. ¿Tuvieron algo que ver sus hermanos, doña Urraca y Alfonso, este
último, ahora heredero del trono? Los nobles castellanos desconfían y antes de que Alfonso llegue al poder le exigen un juramento: que
asegure su inocencia en el criminal atentado. Nadie se atreve a tomarle ese
juramento. Sólo el Cid decide asumir la responsabilidad. El romancero cuenta el
dramático episodio. Las crónicas, a su vez, comentan que el rey negó su
participación y juró tres veces, pero las tres ... palideció, Sea por esta
actitud de Rodrigo, sea por las murmuraciones envidiosas de la corte, que
acusan al Cid de haberse quedado con parte de los tributos cobrados a los
moros, Alfonso ordena el destierro del héroe. El Cid, vasallo leal, obedece. Y
el destierro significa finalmente la marcha hacia la gloria. El Cid ofrece a su
rey los sucesivos triunfos y logra para la España cristiana nuevos territorios y
una ciudad: Valencia.
Breve biografía de Manuel Machado (1874-1947)
Nació en Sevilla. Era hermano de
Antonio Machado, el gran lírico español. Fue poeta, autor teatral y crítico.
Son temas centrales de su obra, el amor, lo andaluz y lo histórico
artístico. En su estilo predominan el toque pictórico y las impresiones
sensoriales, elaboradas; la musicalidad y una cuidada selección de vocablos.
Perteneció al movimiento
modernista, aunque mantiene aún el énfasis del sentimiento que prevalecía en
los románticos. Son muy conocidos sus sonetos inspirados en cuadros (Felipe IV, Un hidalgo), y las poesías con el tema de Andalucía, a veces superficiales. En
colaboración con su hermano escribió obras dramáticas (La Lola se va a los
puertos).
El ciego sol
se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal responde... Hay un niña
muy débil y muy blanca,
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
“¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El Cielo os colme de venturas...
En nuestro mal ¡oh Cid! No ganáis nada.”
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: “¡En marcha!”
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal responde... Hay un niña
muy débil y muy blanca,
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
“¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El Cielo os colme de venturas...
En nuestro mal ¡oh Cid! No ganáis nada.”
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: “¡En marcha!”
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.
Castilla
MANUEL MACHADO
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