La poesía narrativa: los romances
A pesar de que
en el lenguaje cotidiano la palabra romance significa otra cosa, en la
literatura se llama así a una clase de poemas que, en su origen, derivan de los
cantares de gesta. Estos
eran extensos textos en verso que narraban las hazañas de los héroes medievales
y estaban concebidos para ser recitados o cantados ante un auditorio por los juglares, artistas que iban de pueblo en pueblo
recitando en plazas y castillos, casi siempre acompañados por algún instrumento
musical.
Con el
tiempo, los cantares de gesta dieron lugar a la aparición de poemas más breves,
los romances, que
reciben este nombre porque fueron creados en las llamadas lenguas romances, que
son las que derivan del latín, como el castellano, el francés, el portugués
y el italiano.
Los romances son
poemas anónimos, tradicionales y colectivos, es decir que, aunque originalmente puedan
haber sido fruto de la obra de diversos autores, una vez que la comunidad los
adoptaba, pasaban a ser “de todos”, y se incorporaban a la memoria del pueblo
formando parte de su tradición.
Más adelante,
estas composiciones anónimas, destinadas originalmente al canto o la
recitación, dieron paso a poemas concebidos para ser leídos, escritos por
autores reconocidos. A este conjunto de romances se los conoce como romances
nuevos.
En la
actualidad, desde rondas infantiles hasta letras de rock son herederas de esta
antiquísima forma de poesía popular. Como ejemplo podemos citar la canción Penélope, de Joan Manuel Serrat.
Características del romance: los romances son, entonces, poemas narrativos, ya que cuentan una historia que
tiene un marco, una situación inicial, un conflicto y un desenlace. Recordemos que, en una narración :
·
El marco está constituido por el lugar y la época en que ocurren los hechos, así
como por la presentación de los personajes principales.
·
La situación inicial narra los hechos que suceden antes de la aparición
del conflicto.
·
El conflicto es el obstáculo o complicación que los personajes deberán enfrentar.
·
El desenlace es la resolución del conflicto que puede ser positiva o negativa, en
muchos romances, el desenlace que trunco o abierto, es decir, no se sabe con
certeza cuál es el final de la historia.
Otras de las características de esta forma
poética :
Desarrollo de un único evento, con variedad de incidentes.
Desarrollo de un único evento, con variedad de incidentes.
Ø Inclusión de diálogos, que dan dinamismo a la
acción.
Ø Métrica
: Están compuestos en versos de ocho sílabas (octosílabos) y rima asonante en los versos pares.
Actividades
1)
Leer Romance de
la condesita y explicar cuál es la situación inicial, el
conflicto y el desenlace, indicando si éste es abierto o cerrado.
2)
¿Por qué el padre de la condesita le aconseja
que se vuelva a casar?. ¿Por qué ella rechaza esta propuesta?. ¿Qué decide
hacer?.
3)
¿De qué se entera por boca de un vaquero?.
4)
¿Cuándo se da cuenta el conde Flores de que la
supuesta romera es, en realidad, su esposa?. ¿Qué decisión toma entonces?. ¿Por
qué?.
5)
Mencionar cuántos diálogos incluye el romance y
qué personajes intervienen en cada uno de ellos.
6) Copiar
en la carpeta el fragmento que sigue, medir los versos, marcar las sinalefas y
señalar las palabras que riman: La
novia bajó llorando / al ver al conde mortal / y abrazando a la romera / se lo
ha venido a encontrar.
Romance de la condesita
Grandes guerras se publican
en la tierra y en el mar, y al conde Flores le nombran por capitán general. Lloraba la condesita, no se puede consolar; acaban de ser casados, y se tienen que apartar: —¿Cuántos días, cuántos meses, piensas estar por allá? —Deja los meses, condesa, por años debes contar; si a los tres años no vuelvo, viuda te puedes llamar.
Pasan
los tres y los cuatro,
nuevas del conde no hay; ojos de la condesita no cesaban de llorar. Un día estando a la mesa, su padre le empieza a hablar: —Cartas del conde no llegan, nueva vida tomarás; condes y duques te piden, te debes, hija, casar. —Carta en mi corazón tengo que don Flores vivo está. No lo quiera Dios del cielo que yo me vuelva a casar. Dame licencia, mi padre, para ir el Conde a buscar. —La licencia tienes, hija, mi bendición además.
Se
retiró a su aposento
llora que te llorarás; se quitó medias de seda, de lana las fue a calzar; dejó zapatos de raso, los puso de cordobán; un brial de seda verde, que valía una ciudad, y encima del brial puso un hábito de sayal; esportilla de romera sobre el hombro se echó atrás; cogió el bordón en la mano, y se fue a peregrinar.
Anduvo
siete reinados,
morería y cristiandad; anduvo por mar y tierra, no pudo al conde encontrar; que ya no puede andar más. Subió a un puerto, miró al valle, un castillo vio asomar: —Si aquel castillo es de moros, allí me cautivarán; mas si es de buenos cristianos, ellos me han de remediar. Y bajando unos pinares, gran vacada fue a encontrar: —Vaquerito, vaquerito, te quería preguntar ¿de quién llevas tantas vacas todas de un hierro y señal? —Del conde Flores, romera, que en aquel castillo está. —Vaquerito, vaquerito, más te quiero preguntar del conde Flores tu amo, ¿cómo vive por acá? —De la guerra llegó rico; mañana se va a casar, ya están muertas las gallinas y están amasando el pan, muchas gentes convidadas, de lejos llegando van. —Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad, por el camino más corto me has de encaminar allá.
Jornada
de todo un día,
en medio la hubo de andar; llegada frente al castillo, con don Flores fue a encontrar, y arriba vio estar la novia en un alto ventanal.
—Dame
limosna, buen conde,
por Dios y su caridad. —¡Oh, qué ojos de romera en mi vida lo vi tal! —Sí los habrás visto, conde, si en Sevilla estado has. —La romera ¿es de Sevilla? ¿Qué se cuenta por allá? —Del conde Flores, señor, poco bien y mucho mal. Echó la mano al bolsillo, un real de plata la da. —Para tan grande señor, poca limosna es un real. —Pues pida la romerica, que lo que pida tendrá. —Yo pido ese anillo de oro que en tu dedo chico está. Abrióse de arriba abajo el hábito de sayal: —¿No me conoces, buen conde? Mira si conocerás el brial de seda verde que me diste al desposar. Al mirarla en aquel traje cayóse el conde hacia atrás. Ni con agua ni con vino no lo pueden recordar, si no con palabras dulces que la romera le da. La novia bajó llorando al ver al conde mortal; y abrazado a la romera se lo ha venido a encontrar. —Malas mañas sacas, conde, no las podrás olvidar; que en viendo una buena moza, luego la vas a abrazar. Mal haya, la romerica quién te trajo para acá. —No la maldiga ninguno que es mi mujer natural. Con ella vuelvo a mi tierra; adiós, señores, quedad; quédese con Dios la novia, vestidica y sin casar que los amores primeros son muy malos de olvidar. |
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