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1 de febrero de 2013

Resumen y análisis de Los herejes de Arturo Uslar Pietri


Resumen y análisis de Los herejes de Arturo Uslar Pietri

TEMA
El tema del cuento es complejo aunque su anécdota es de una gran simplicidad. Se trata de los sentimientos que enardecen a un pueblo entero hasta llevarlo a cometer un bárbaro asesinato en una niña no sólo inocente, sino ajena por completo al hecho que motiva este acto de violencia. El punto de partida es una situación fortuita, casual: la muerte de un niño. En la interpretación que de ese hecho hacen su madre y la población a la cual pertenece se fusionan una serie de sen­timientos y condiciones negativos:
1) la ignorancia;
2) una formación religiosa erróneamente asimilada y mezclada a la más aberrante superstición;
3) una noción de Dios como juez implacable y vengativo. Esta idea de Dios engendra en el pueblo desproporcionados sentimientos de culpa y el temor a un terrible castigo por el hecho nimio e intras­cendente de participar en forma accidental en una ceremonia de otra religión:
4) la necesidad de encontrar, frente a un hecho inexplicable y dolo­roso como la muerte de un niño, un culpable en quien descargar la rabia y la angustia provocadas por la desgracia;
5) los prejuicios ante quienes son "diferentes" a la mayoría (en este caso la diferencia estriba en la religión). De ahí la constante iden­tificación de esas personas con el diablo, vale decir con el mal. Esa conjunción de elementos negativos, entre los cuales cumple un papel primordial la ignorancia, que impide una comprensión racio­nal y adecuada de la realidad y un control de la agresividad y la violencia, y sus funestas y brutales consecuencias, constituye el tema del cuento.
ESTRUCTURA
Por lo general es posible distinguir en la estructura de una narración diversas partes articuladas entre sí. En el caso de Los herejes, en cambio, la estructura es unitaria y consiste en el planteo de una situación inicial (la repentina muerte de un niño interpretada erróneamente por su madre como un castigo divino a causa de su participación en una ceremonia de otra religión), que desencadena una serie de fuerzas (la furia y el odio de Macacha y de todo el pueblo, que buscan irracionalmente un culpable para castigarlo) que se desarrollan duran­te el relato a través de un continuo crescendo, hasta desembocar en la situación límite del desenlace (el asesinato cometido en la persona de la niña).
Este relato es un excelente ejemplo de cuento en el que se narra un hecho único, sin interpolaciones ni episodios laterales, en el que la acción fluye continuamente hasta llegar al final y en el que los tres tiempos de la preceptiva tradicional, exposición, nudo y desenlace, están tan apretados que se reducen prácticamente a uno solo.
La estructura es cerrada: el cuento comienza con la muerte de un niño, fortuita, casual, no provocada y termina con la muerte de una niña, esta vez violenta, provocada. Todos los elementos que se desa­rrollan entre esos dos acontecimientos se encaminan decididamente hacia el desenlace, y en éste se integran sin dejar cabos sueltos o situaciones sin resolver en el universo creado por el relato.

RITMO DEL CUENTO
Desde el punto de vista formal es el elemento más importante en Los herejes. Toda su eficacia y su valor literario radican, precisa­mente, en la maestría con se ha creado un ritmo adecuado y sostenido que expresa en cada momento la intensidad dramática de la situación narrada.
Para lograr ese ritmo, Uslar Pietri conjuga una serie de elementos visuales, dinámicos, auditivos y anímicos, utilizados con una técnica cinematográfica por la continua sucesión de imágenes en movimiento, integrados en un único cuerpo gigantesco: un pueblo entero que avan­za implacable en busca de una absurda represalia y que lleva a cabo su propósito.

Se analizarán los diversos elementos que confluyen en la formación del ritmo en cada uno de los tiempos de éste:
a)   la multitud (elemento visual)
b)   su movimiento (elemento dinámico)
c)   su griterío (elemento sonoro)
d)   su violencia (elemento anímico)
Llamaremos a los cuatro tiempos del ritmo:
1)   crescendo (significa que la velocidad aumenta);
2)   momentánea disminución de la velocidad, hasta llegar a un com­pás de espera estático;
3)   nueva aceleración, que culmina en la explosión de la violencia;
4)   estatismo final.
1) Crescendo
Este ritmo cada vez más vertiginoso se da desde el comienzo hasta el instante en que la turba empieza a divisar la capilla de los pro­testantes, vale decir que abarca la casi totalidad del cuento (los otros tres tiempos son brevísimos). Por ello, la tónica del relato es la de un continuo aumento de la tensión dramática, que se re­suelve luego rápidamente.
El crescendo se expresa a través de los elementos antes mencio­nados:
a) la multitud cada vez mayor que acompaña a Macacha:
Ya avanzaba el grupo bajando la cuesta hacia otro rancho. A cada momen­to se le iba agregando más gente! Desde lejos, mujeres, niños y hombres se acercaban. El grupo se había ido engrosando con numerosos hombres. A medida que avanzaba por las calles del pueblo iban añadiéndose más y más personas.
Muchos de los hombres que estaban a la puerta de la pulpería se incor­poraron.
Pequeños grupos de gentes que venían por las veredas que atravesaban el campo se iban incorporando.

b)   su movimiento cada vez más rápido: Primero es Macacha la que avanza:
Así venía de rancho en rancho por toda la cuesta.
En seguida se le va uniendo el pueblo:
Ya avanzaba el grupo bajando la cuesta hacia otro rancho. A ratos, como enloquecida, la mujer     corría un trecho cuesta abajo, hasta topar con otras gentes. Toda la muchedumbre se movía con ella. Macacha marchaba adelante, parándose a trechos y la turba la seguía como un arroyo oscura.
Parecían detenerse menos. Tan rápidos como el murmullo y las oraciones eran los pasos. Se acercaban al pueblo. El paso se iba haciendo cada vez más rápido. Era un tropel revuelto.
Iban más y más de prisa. Se empujaban los unos a los otros. Los mu­chachos atravesaban por entre la masa atropellando a los mayores. Todos iban sintiendo como prisa y como angustia a medida que avan­zaban . . .
El tropel adelantaba cada vez con más prisa.

El narrador no especifica hacia dónde se dirige la turba en su rápida marcha; no obstante, por el contexto creado el lector adivina desde el primer momento cuál es su meta.
c)    su griterío, cada vez más fuerte y estentóreo:
Así venía. . . Rodeada de sus gritos, de sus gemidos, del murmullo cre­ciente de los que la seguían.
—Creo en Dios Padre Todopoderoso —murmuraban las voces.
Eran voces de hombres. Eran voces chillonas de muchachos. Se alzaban
por sobre el rumor de los rezos y por sobre el temblor de las velas.
Las voces se alzaban agudas y estallantes.
Iban envueltos en polvo y voces.
Y a ratos las voces se unían en un grueso coro:
—¡Mueran los herejes!




d) su violencia, cada vez más encarnizada e incontrolable, expre­sada ya por medio de gestos que van denunciando paulatina­mente una actitud más y más agresiva (por ejemplo, proveer­se de piedras, palos, etc.), ya por medio de exclamaciones que denotan con una intensidad creciente el propósito destructivo:
A fuerza de oír repetir, cada vez con nuevos detalles, todos parecían irse unificando en un mismo sentimiento.
—Nadie estará tranquilo mientras esos diablos estén aquí.
¡Mueran los herejes! —¡Mueran los diablos!
Los muchachos recogían piedras.
—Hay que acabar con esa casa del diablo.
¡Mueran los herejes!
—¡A quemar la casa del diablo!
—¡Que los maten!  ¡Que los maten!
—Vamos a acabar con esa plaga.
—¡Mueran los herejes!
Ya todos llevaban palos, machetes, piedras.
—¡Qué trisagio ni qué trisagio! Lo primero es acabar con esos bichos. —¡Hay que pegarle candela como potrero apestado!

Otro elemento que contribuye al extraordinario dinamismo de este primer tiempo es la alternancia del diálogo con las partes narradas en tercera persona. Al principio las intervenciones de Macacha son más largas porque relata lo que le ha ocurrido, pero a medida que la multitud se acerca a su meta las expresio­nes en primera persona se van haciendo más breves, más cor­tantes, más violentas y ello configura un clima de máxima tensión.
2) Momentánea disminución de la velocidad hasta llegar a un compás de espera
Este instante de quietud y pasividad es un excelente recurso, pues aumenta, por contraste con el dinamismo anterior, el clima de suspenso y expectativa y permite presagiar la explosión que sobre­vendrá de inmediato.
Observemos en este segundo tiempo los elementos que emplea el autor para la creación del ritmo:
a)   la multitud ya no crece, y en cambio contrasta con la soledad que rodea la casa de los protestantes:
No se veía a nadie en los alrededores.
b)   su movimiento se aminora hasta llegar a detenerse:
Al irse acercando hubo como un refrenamiento. Avanzaban cada vez más lentamente.
Seguían avanzando, aun cuando muy lentamente. Muy lentamente. Como a veinte pasos de la puerta se detuvieron.
c) su griterío también disminuye hasta llegar al silencio:
Eran ya más los que se persignaban que los que gritaban.
En ausencia de los gritos y del apresuramiento el rumor de los rezos
parecía crecer.
Hubo un breve y gran silencio.
d) su violencia: no hay ninguna expresión que señale que hay una disminución de la violencia, porque ésta permanece con toda su fuerza, pero agazapándose como una fiera en acecho. Ésta es la impresión que transmite la expresión:
Los muchachos apretaban con fuerza los pedruscos en las manos hasta sentir dolor.
Otro elemento que contribuye a la creación de este ritmo más lento y decreciente es la intercalación de las únicas descripcio­nes de todo el relato: la capilla de los protestantes y el cielo plomizo que presagia tormenta.
3) Nueva aceleración del ritmo, que culmina en la explosión de la violencia
El ritmo es aquí más vertiginoso que nunca. Veamos cómo se con­jugan los diversos elementos:
a)  la multitud: hay una gradación en la intervención primero indi­vidual, luego colectiva:
l9) alguien, un integrante no individualizado de la turba, arro­ja una piedra;
2°) Macacha toma la iniciativa al ver a la niña;
) toda la masa se precipita;

b)   su movimiento: aquí también hay una gradación:
 l9) el lanzamiento de la piedra;
29) los sucesivos movimientos de Macacha:
Se agacha. Suelta el cadáver.
Toma la piedra y salta hacia la niña.
) toda la turba:
Como una marejada la masa se precipita deshecha.
c)   su griterío: en lo sonoro, la gradación va desde la fuerte deto­nación de la pedrada hasta el griterío colectivo, más alto que nunca:
Pero de pronto sonó como una detonación. Como el estallido de un dis­paro que a todos sobresaltó. Pero de repente. .   Macacha brama: —¿Qué queremos?  ¿Qué queremos?  ¿Qué queremos?
Han estallado de nuevo todos los gritos. Más terribles y altos que nunca. Retumban las piedras contra la puerta y el techo.   La grita se alza encendida como fuego.




d) su violencia: luego de la pedrada, que es el elemento desencadenante, la violencia se desata ya incontrolable en el punto máximo de su intensidad, y esto se expresa con una acertada comparación:
Pero de repente, como quien corta una arteria y salta la sangre, Macacha brama .
vuelven las expresiones:
—¡Mueran los herejes! ¡Mueran!
y tras el ataque a la casa:
Retumban las piedras contra la puerta y el techo.
la violencia culmina con la lapidación de la niña:
Casi al alcanzarla le descarga sobre la cabeza la piedra.Los que vie­nen detrás la apedrean.
4) Estatismo final
En el instante final el ritmo cae bruscamente, pues la tensión ha cesado: los elementos que se conjugaron para crear el ritmo verti­ginoso que constituye la esencia misma del relato, se han reducido a su mínima expresión: sabemos que la multitud está allí sólo por los pesados pedruscos que siguen cayendo sobre la víctima; el movimiento anterior contrasta con la quietud inerte del cuerpo de la niña; los gritos han cesado y el único elemento sonoro es el ruido sordo de los pedruscos al caer; la violencia, se ha descargado por fin y esto se expresa a través de la actitud floja, ausente, ago­tada, de Macacha:
ya tendida en el suelo. Ya quieta. Ya tan quieta como Macacha, que mira floja, ausente, agotada. Tan floja como el sonido de los pesados pedruscos sobre la carne floja e inerte, blanca y manchada de sangre.

EL EJE CENTRAL

El eje central en este caso es el miedo irracional al castigo divi­no, que se reitera constantemente a lo largo del relato:
—¡Ay. comadre! Yo sabía que algo malo me tenía que pasar. Yo, lo sabía. Pero a mi muchachito, comadre. ¡Eso nunca! Yo lo sabía. Dios castiga sin palo y sin piedra.
(Aquí la idea del castigo está expresada en términos generales.)
Vamos a ver. Es Macacha, la del zanjón. Se le murió el tripón. La castigó Dios.
(Aquí ya se expresa como un hecho cierto y ocurrido.)
—'¿Pero de qué se le murió, Macacha, el muchacho?. ..
—¿De qué va a ser, Nicanor? Castigo de Dios. Si yo lo dejé bueno y sano por la mañana cuando salí a hacer la tarea.
—Castigo de Dios, Macacha. Ave María —decía el hombre descubriéndose.
(El castigo es ya algo definitivamente sentado y sobre lo cual no se abrigan dudas.)
—¡Ay! No se les ocurra acercarse a esa casa. El castigo es seguro.
(Cada vez se expresa con mayor énfasis la certeza del castigo.)
 Dios nos debe castigar porque hemos dejado entrar al diablo.
(Se da un paso adelante y se buscan las causas del castigo.)
—A una mujer del pueblo Dios la castigó matándole a su muchachito.
(Se alude a la naturaleza brutal del castigo.)
—Todo el que se haya acercado se ha condenado. Se le morirán los hijos. Y su alma irá a dar a la última paila del infierno.
(Se observa el carácter terminante y definitivo de la afirmación y la acumulación de monstruosos castigos.)
PERSONAJES
1) Macacha
Es la protagonista porque a ella le sucede el hecho que desencade­na la acción del relato (la muerte del niño), pero es una más entre los integrantes del pueblo, de los cuales no se diferencia en abso­luto. No está individualizada ni caracterizada psicológicamente. Es tan sólo el factor que con su historia particular reiterada ante la puerta de cada rancho desata los sentimientos que están en todos. El narrador nos la presenta en una situación límite, el enfrentamiento con la repentina muerte de su hijo, y su reacción frente a ésta es la desesperación que, unida a su ignorancia y a su superstición, la lleva a interpretar equivocadamente los hechos (la muerte del niño, la desaparición del real, la vela apagada son para ella seña­les de la vinculación de los protestantes con el diablo y del castigo divino) y a buscar una represalia absurda: matar a una niña inocente.

El estilo en que se expresa Macacha es reiterativo, entrecortado, jadeante, lleno de exclamaciones e interrogaciones, pues expresa un estado de ánimo convulso, agitado por la angustia y el dolor.
2)  El pueblo
El pueblo es el gran personaje del cuento. El autor pone un acento especial en mostrarnos a la multitud como un ser solidario, unifi­cado en sus sentimientos y reacciones:
Todas lloraban a impulsos parejos.
. . pero todos los que la volvían a oír abrían grandes ojos de asombro, se persignaban y apretaban las manos sudorosas. Toda la muchedumbre se movía con ella.
A fuerza de oír repetir, cada vez con nuevos detalles, todos parecían irse unificando en un mismo sentimiento.
Sus mismas palabras iban reencendiéndose a pedazos en muchas bocas.    Pero éste es un aviso. A todos les puede pasar Era un tropel revuelto.
Ya todos llevaban palos, machetes, piedras. Iban como en un ruido de tropel de ganado.
A cada momento entre el abigarrado montón volaba una mano persignándose. Todos iban sintiendo como prisa y como angustia El tropel adelantaba cada vez con más prisa.
En tres oportunidades el narrador reitera el sustantivo "tropel" para designar a la masa y de esta manera expresa su furia irracional, animal.
3)   La niña
Es la víctima inocente e indefensa, ajena a todo lo ocurrido. Es "la extranjera", "la diferente"; su piel blanca, descolorida, sus trenzas amarinas, su voz rara, su vestido, hasta su manera de hablar y, sobre todo, su religión, la hacen el objeto propicio para descargar en ella la furia ancestral de los prejuicios.

ESTILO
1)   Diálogo
Los herejes presenta un excelente ejemplo de diálogo narrativo bien utilizado, pues se intercala muy oportunamente con la narra­ción en tercera persona, es un factor muy importante en la crea­ción del ritmo y a través de él conocemos la vivencia que tiene Macacha y el pueblo entero del hecho ocurrido, con toda su carga subjetiva y emocional que deforma la realidad. También se expre­sa por medio del particular lenguaje del diálogo el nivel cultural y social de los personajes.
2)  Reiteraciones
Es el recurso más utilizado en este cuento y a través de él se expre­sa que el propósito de los personajes, destruir a los presuntos cul­pables, se va naciendo cada vez más obsesivo e intenso. Se reiteran el relato y las expresiones de Macacha, las exclamaciones del pue­blo, las invocaciones a Dios, a la Virgen y á los santos pidiendo ayu­da, los gestos de la muchedumbre, la certeza del castigo divino.
En los momentos finales del cuento, la pregunta de Macacha ante la niña: "¿Qué queremos?", cinco veces repetida a medida que eje­cuta rápidamente los gestos que precipitarán el desenlace (aga­charse, soltar el cadáver de su hijo, tomar la piedra), expresa con gran elocuencia la intensidad emocional de ese momento.
3)   El ritmo de la prosa es entrecortado, jadeante, como corresponde a la acción que se narra. Esto se logra con períodos oracionales breves, con frecuentes interrogaciones retóricas y exclamaciones, y con el predominio de los verbos, utilizados en diversos tiempos, que configuran un estilo sumamente dinámico.
4)   La adjetivación no es muy abundante, pero cuando el autor nece­sita un adjetivo sabe encontrar el que más conviene a lo que desea expresar; por lo común emplea dos o tres para señalar matices diversos o gradaciones, o pintar con pocas pinceladas el aspecto de una persona:
indiecito menudo, cabezón, verdoso de muerte ancho mulato vestido de ropa limpia, blanca, brillante las voces. . . agwdas y estallantes la masa compacta, rumorosa
aquella casa tan extraña, tan cerca, tan sola      amenazante, grande, como
llena de un temor de muerte
breve y gran silencio
niña grande . .. alta, flaca, descolorida . . .
voz rara, ida, difícil
ya tendida en el suelo ya quieta. Ya tan quieta como Macacha, que mira floja, ausente, agotada. Tan floja como el sonido de los pesados pedruscos sobre la carne floja e inerte, blanca y manchada de sangre.
5)    Comparaciones: es un recurso que emplea con gran eficacia:
... la turba la seguía como un arroyo oscuro.
Tan rápidos como el murmullo y las oraciones eran los pasos.
Iban como en un ruido de tropel de ganado.
—¡Hay que pegarle candela a esa casa como potrero apestado!
Amenazante, grande, como llena de un temor de muerte.
De pronto sonó como una detonación. Como el estallido de un disparo que
a todos sobresaltó.
Pero de repente, como quien corta una arteria y salta la sangre, Macacha brama. ..
Como una marejada, la masa se precipita deshecha.
Tan floja como el sonido de los pesados pedruscos sobre la carne floja
6)   Descripciones: la acción fluye continuamente y las alusiones al medio son escasas y breves, pero hay dos momentos en los que el autor se detiene en una concisa descripción, primero de la casa y luego de una tormenta que se avecina:
Era una casa blanca, de zócalo azul y puertas verdes, con techo gris de zinc.
Es la única nota de color en todo el relato, y ello contrasta con la multitud caracterizada como un arroyo oscuro, en consonancia con sus sombríos sentimientos.
La casa se destacaba nítida, impresionantemente sola en medio del campo.

Su aislamiento le da un carácter indefenso frente a la multitud enfurecida.

Anchas y abultadas nubes grises hacían fondo en el cielo. Parecía como si fuera a llover. Un viento húmedo cortaba los cuerpos.
La tormenta inminente tiene el significado de un presagio de lo que va a ocurrir más tarde y expresa la tormenta que se agita en el interior de las almas de la multitud, al par que aumenta el clima de sombría tensión.
La oportuna intercalación de estas descripciones con respecto al ritmo del relato fue analizada en el punto correspondiente.