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1 de diciembre de 2013

¿Qué es lo fantástico?

¿Qué es lo fantástico?


Un relato fantástico puede darse en distintos soportes: textos escritos, narraciones orales, películas, representaciones teatrales. Pero ante la pregunta de qué es lo fantástico, qué ca­racterísticas tiene, no es raro titubear; lo fantástico no es algo con lo que convivimos, es algo anormal, extraordinario, que no tiene que ver con lo usual de nuestra realidad.
Podemos decir que los sucesos extraños, irreales, increíbles, extraordinarios, fantásticos no datan de la literatura de nuestro siglo solamente. El término "fantástico" proviene del latín phantaticus y significa 'aquello que se hace quimérico o irreal'. Es una definición demasiado abarcadora y, por lo tanto, fue usada para cualquier tipo de narración que no daba priori­dad a la representación realista: mitos, leyendas, cuentos folclóricos, alegorías utópicas, cuentos de horror, cuentos de hadas y novelas policiales. Según el escritor argentino Adolfo Bioy Casares los primeros especialistas en fantasmas y sueños fueron los chinos; sus novelas y tratados de filosofía están poblados de este tipo de elementos.
En Occidente la sátira menipea es considerada la pre­cursora de la literatura fantástica. Data de la antigua literatura cristiana y bizantina, de los escritos de la Edad Media y de los de la Reforma y el Renacimiento. La sátira menipea se carac­teriza justamente por no ser realista, por no retratar las costum­bres, sino por describir situaciones alucinatorias, de ensueño o extraordinarias, sin atenerse a un tiempo —ya que podían ser narradas en pasado, presente o futuro—, permitiendo dialogar a los muertos o procurando un descenso a los infiernos. De este modo, se rompe la unidad de los personajes, que se vuelven sombras de lo que sería un personaje de "carne y hueso", tal vez, no nos enteremos ni de su historia ni de sus motivaciones. Entre los trabajos más representativos podemos nombrar Satyricon, de Petronio (siglo i. a.C.) o Metamorposis, de Apuleyo (siglo l d.C).
Para poder definir lo fantástico en la narrativa actual podríamos preguntarnos qué es lo convencionalmente posible. Lo convencionalmente posible no debe ser tomado como algo inmutable , ya que es relativo a los cambios históricos, a los parámetros culturales y a la visión de mundo que tiene cada sociedad. Hay sociedades para las que lo desconocido, lo imposible, lo otro es trascendente, distinto de lo humano. La narración fantástica se desarrolla entonces alrededor de tierras prometidas, cielos e infiernos con ángeles y demonios. Para otro tipo de sociedades lo desconocido, lo otro, no se ubica en otra parte, sino que es la proyección de los miedos y deseos del hombre que transforman al mundo a través de una percepción humana; por lo tanto, aquí la narración fantástica se desarrolla alrededor de lo extraño u ominoso.
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, desarrolló en 1919 esta noción de lo extraño u ominoso a partir de ejemplos literarios. Nuestro mundo familiar está compuesto por aquello que es agradable, conocido, amistoso, confiable y una zona desconocida, clandestina que se mantiene oculta. Es esta últi­ma la que coincide con las fantasías de lo demoníaco y horren­do, y se relaciona de manera íntima con la muerte, con cadáveres y con el retorno de los muertos, espíritus y apareci­dos. De alguna manera, lo ominoso es algo que, destinado a permanecer en lo oculto, amenaza con salir a la luz.

El verosímil más allá de lo real

Se entiende lo fantástico como un tipo de percepción que se abre a espacios más extensos. Al traspasar el límite del mundo real, esta mirada extensiva subvierte el conjunto de creencias convencionales que, por un efecto de extrañamiento, parecen perder su solidez de verdad y volverse irracionales.
Esta noción de percepción extraña y distinta está vincula­da con hechos extraordinarios: un hombre se vuelve invisible o inmortal, una persona se transmuta o transforma en otro ser u ocurren hechos fuera de lo común.
Se había señalado ya que cada género fija su propio verosímil. Según Todorov, lo fantástico para ser tal requiere el cumplimiento de tres condiciones:
1.°) El texto debe obligar al lector a considerar el mundo de los personajes como un mundo de personas reales y a va­cilar entre una explicación natural y una explicación sobrena­tural de los acontecimientos.
2.°) Esta vacilación puede ser sentida por un personaje; de este modo, el papel del lector está confiado a él. La va­cilación aquí queda representada y se convierte en uno de los temas de la obra.
3.°) El lector debe adoptar determinada actitud frente al texto: deberá rechazar tanto la interpretación alegórica como la poética y aceptar sus reglas fantásticas. Sobre la alegoría se hablará más adelante.
Con respecto al segundo punto, la visión incierta del pro­tagonista de lo fantástico se extiende al lector a través de una combinación de narrador y héroe. Esta confusión entre un "yo" y un "él" a través de la voz narrativa, tiene como su causa y efecto la incertidumbre en la visión, la resistencia o incapacidad de fijar las cosas como explicables y conocidas. Lo fantástico problematiza la visión (¿es posible confiar en el ojo que ve?) y el lenguaje (¿es posible confiar en el "yo" que habla y registra?).

Lo alegórico vs. lo fantástico

Si nos atenemos al tercer caso de verosimilitud, los acon­tecimientos relatados en un texto literario son acontecimientos ficticios, así como los personajes que forman parte de la estruc­tura interna del texto. Ahora bien, estos acontecimientos y per­sonajes crean un mundo con un sentido propio, que puede o no relacionarse con un referente real. Pero un texto puede tener, también, un sentido figurado, que alude a otra cosa de aquella que menciona. Estos dos sentidos pueden superponerse en un mismo texto. La existencia de, por lo menos, dos sentidos para las mismas palabras convierte a un texto en una alegoría. Este doble sentido debe estar indicado en la obra de manera explíci­ta; no depende de la interpretación —arbitraria o no— de un lec­tor cualquiera. Una alegoría, entonces, es una proposición con un sentido literal y uno figurado al mismo tiempo, por lo que expresa una cosa y significa otra. Los proverbios pueden ser un ejemplo claro: "En boca cerrada no entran moscas", describe una acción, pero alude al hecho de que es peligroso hablar de más. En las fábulas puede encontrarse otro ejemplo: a través de la representación protagonizada por animales se pretende indu­cir a una enseñanza moral; la moraleja es la clave de la inter­pretación alegórica.
La necesidad de un texto alegórico puede estar fundada en la represión: cuando algo no se puede decir, está prohibido, resulta peligroso, etc., los hombres y las sociedades desarrollan la capacidad de aludir.
La diferencia entre lo fantástico y lo alegórico reside en que, en el primero, el lector establece un pacto de lectura tal que acepta creer en lo imposible —por decirlo así— mientras está leyendo; en una alegoría esto no es necesario. En un rela­to fantástico hay que tomar en cuenta el sentido propio del texto, mientras que en un relato alegórico el que prima es el sentido figurado.

Fuente: Colección Del Mirador

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