¿Qué es lo fantástico?
Un relato fantástico puede darse en
distintos soportes: textos escritos, narraciones orales, películas,
representaciones teatrales. Pero ante la pregunta de qué es lo fantástico, qué
características tiene, no es raro titubear; lo fantástico no es algo con lo
que convivimos, es algo anormal, extraordinario, que no tiene que ver con lo
usual de nuestra realidad.
Podemos decir que los sucesos extraños, irreales, increíbles,
extraordinarios, fantásticos no datan de la literatura de nuestro siglo
solamente. El término "fantástico" proviene del latín phantaticus y significa 'aquello
que se hace quimérico o irreal'. Es una definición demasiado abarcadora y, por
lo tanto, fue usada para cualquier tipo de narración que no daba prioridad a
la representación realista: mitos, leyendas, cuentos folclóricos, alegorías
utópicas, cuentos de horror, cuentos de hadas y novelas policiales. Según el
escritor argentino Adolfo Bioy Casares los primeros especialistas en fantasmas
y sueños fueron los chinos; sus novelas y tratados de filosofía están poblados
de este tipo de elementos.
En Occidente la sátira menipea es considerada la precursora
de la literatura fantástica. Data de la antigua literatura cristiana y
bizantina, de los escritos de la Edad Media y de los de la Reforma y el
Renacimiento. La sátira menipea se caracteriza justamente por no ser realista,
por no retratar las costumbres, sino por describir situaciones alucinatorias,
de ensueño o extraordinarias, sin atenerse a un tiempo —ya que podían ser
narradas en pasado, presente o futuro—, permitiendo dialogar a los muertos o
procurando un descenso a los infiernos. De este modo, se rompe la unidad de los
personajes, que se vuelven sombras de lo que sería un personaje de "carne
y hueso", tal vez, no nos enteremos ni de su historia ni de sus
motivaciones. Entre los trabajos más representativos podemos nombrar Satyricon, de Petronio (siglo i.
a.C.) o Metamorposis, de Apuleyo (siglo l d.C).
Para poder definir lo
fantástico en la narrativa actual podríamos preguntarnos qué es lo convencionalmente
posible. Lo convencionalmente posible no debe ser tomado como algo inmutable ,
ya que es relativo a los cambios históricos, a los parámetros culturales y a la
visión de mundo que tiene cada sociedad. Hay sociedades para las que lo
desconocido, lo imposible, lo otro es trascendente, distinto de lo humano. La
narración fantástica se desarrolla entonces alrededor de tierras prometidas,
cielos e infiernos con ángeles y demonios. Para otro tipo de sociedades lo
desconocido, lo otro, no se ubica en otra parte, sino que es la proyección de los miedos y
deseos del hombre que transforman al mundo a través de una percepción humana;
por lo tanto, aquí la narración fantástica se desarrolla alrededor de lo
extraño u ominoso.
Sigmund
Freud, el padre del psicoanálisis, desarrolló en 1919 esta noción de lo extraño
u ominoso a partir de ejemplos literarios. Nuestro mundo familiar está
compuesto por aquello que es agradable, conocido, amistoso, confiable y una
zona desconocida, clandestina que se mantiene oculta. Es esta última la que
coincide con las fantasías de lo demoníaco y horrendo, y se relaciona de
manera íntima con la muerte, con cadáveres y con el retorno de los muertos,
espíritus y aparecidos. De alguna manera, lo ominoso es algo que,
destinado a permanecer en lo oculto, amenaza con salir a la luz.
El verosímil más allá de lo real
Se entiende lo fantástico como un tipo de percepción que
se abre a espacios más extensos. Al traspasar el límite del mundo real, esta
mirada extensiva subvierte el conjunto de creencias convencionales que, por un
efecto de extrañamiento, parecen perder su solidez de verdad y volverse
irracionales.
Esta noción de percepción extraña y distinta está vinculada con
hechos extraordinarios: un hombre se vuelve invisible o inmortal, una persona
se transmuta o transforma en otro ser u ocurren hechos fuera de lo común.
Se había señalado ya que cada género fija su propio verosímil. Según
Todorov, lo fantástico para ser tal requiere el cumplimiento de tres
condiciones:
1.°) El texto debe obligar al lector a considerar el mundo de los
personajes como un mundo de personas reales y a vacilar entre una
explicación natural y una explicación sobrenatural de los acontecimientos.
2.°) Esta vacilación puede ser sentida por un personaje; de este modo,
el papel del lector está confiado a él. La vacilación aquí queda representada
y se convierte en uno de los temas de la obra.
3.°) El lector debe adoptar determinada actitud frente al texto: deberá
rechazar tanto la interpretación alegórica como la poética y
aceptar sus reglas fantásticas. Sobre la alegoría se hablará más adelante.
Con
respecto al segundo punto, la visión incierta del protagonista de lo
fantástico se extiende al lector a través de una combinación de narrador y
héroe. Esta confusión entre un "yo" y un "él" a través de
la voz narrativa, tiene como su causa y efecto la incertidumbre en la visión,
la resistencia o incapacidad de fijar las cosas como explicables y conocidas.
Lo fantástico problematiza la visión (¿es posible confiar en el ojo que ve?) y
el lenguaje (¿es posible confiar en el "yo" que habla y registra?).
Lo alegórico vs. lo fantástico
Si nos atenemos al tercer caso de verosimilitud, los acontecimientos
relatados en un texto literario son acontecimientos ficticios, así como los
personajes que forman parte de la estructura interna del texto. Ahora bien,
estos acontecimientos y personajes crean un mundo con un sentido propio, que
puede o no relacionarse con un referente real. Pero un texto puede tener,
también, un sentido figurado, que alude a otra cosa de aquella que
menciona. Estos dos sentidos pueden superponerse en un mismo texto. La
existencia de, por lo menos, dos sentidos para las mismas palabras convierte a
un texto en una alegoría. Este doble sentido debe estar indicado
en la obra de manera explícita; no depende de la interpretación —arbitraria o
no— de un lector cualquiera. Una alegoría, entonces, es una proposición con un
sentido literal y uno figurado al mismo tiempo, por lo que expresa una cosa y
significa otra. Los proverbios pueden ser un ejemplo claro: "En boca
cerrada no entran moscas", describe una acción, pero alude al hecho de que
es peligroso hablar de más. En las fábulas puede encontrarse otro ejemplo: a
través de la representación protagonizada por animales se pretende inducir a
una enseñanza moral; la moraleja es la clave de la interpretación alegórica.
La necesidad de un texto alegórico puede estar fundada en la
represión: cuando algo no se puede decir, está prohibido, resulta peligroso,
etc., los hombres y las sociedades desarrollan la capacidad de aludir.
La diferencia entre lo fantástico y lo alegórico reside en que, en el
primero, el lector establece un pacto de lectura tal que acepta creer en lo
imposible —por decirlo así— mientras está leyendo; en una alegoría esto no es
necesario. En un relato fantástico hay que tomar en cuenta el sentido propio
del texto, mientras que en un relato alegórico el que prima es el sentido
figurado.
Fuente: Colección Del Mirador
Corregidor - Cántaro editores
-2003 -Bs.As. Argentina
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