Análisis de Ulises, de James Joyce
Estructura
El ámbito
temporal en que transcurre
todo el Ulises es el 16 de junio de
1904. El ámbito
espacial es la ciudad de Dublín. Su protagonista es Leopoldo Bloom,
de raza judía, agente de anuncios publicitarios que debe idear una marca de
fábrica para la empresa en que trabajaba.
La trama está dibujada sobre
el tejido estructural de la Odisea; igual que en ésta,
estamos en presencia de la decadencia de una ciudad, Dublín -que hace las
veces de Ítaca. Como en la Odisea, Bloom (Ulises) vuelve al final, por la
noche, a su hogar, en compañía de Esteban Dédalo (Telémaco), en tanto su mujer, Molly (Penélópe),
lo espera en la casa.
Pero las fantásticas
aventuras que vive Ulises en muchos años son aquí reducidas a un solo y estrecho
día de existencia vulgar. La prosaización del héroe narrativo alcanza su
deliberado apogeo. El marco de la epopeya es un fondo irónico sobre el cual
resaltan mejor las apacibles andanzas de Bloom. Cornudo, perteneciente a una
raza perseguida, más bien inestable en su situación económica, Bloom es, sin
embargo, un Ulises tan humano y representativo como el del viejo poema épico.
Tanto uno como otro consiguen expresar la riqueza y la multiplicidad de la
experiencia humana; cada uno es un hombre, todos los hombres.
Los 24 libros de la Odisea son reordenados
por Joyce en 18 episodios fundamentales; la cronología y la
importancia de los episodios no respetan rigurosamente el esquema homérico, pero éste no
sufre otras alteraciones fundamentales.
La primera
parte del Ulises, que corresponde a la
"Telemaquia" clásica, se dedica a
Esteban Dédalo, que vive con un amigo, Buck Mulligan, y que aquella mañana
dará su clase habitual en la escuela privada del señor Deasy. La escena clave
es el recuerdo, por el joven, de la muerte de su madre, y sus propios remordímientos
por no haberse arrodillado cuando su madre se lo pidió, antes de morir.
La segunda
parte de la obra, que indudablemente es
su centro por la extensión y la importancia de sus episodios, está básicamente dedicada a Bloom, Ulises moderno
que es sorprendido
a la mañana, antes de salir de su casa, ofreciéndole el desayuno a su mujer y
comiendo "con fruición órganos internos de bestias y aves". Bloom en un individuo perfectamente mediocre y
antiheroico, pero que no carece de cualidades y rasgos distintivos: sensualidad,
afición por las artes, falta de talento práctico, curiosidad intelectual. Al
mismo tiempo, este Ulises compondrá con su Telémaco una unidad en que
prácticamente estará contenido todo el mito.
En contraste
con el intelectual Telémaco, el sensual Ulises presenta sus funciones
físicas con la misma morosidad que aquél había consagrado a sus remordimientos
y a sus conflictos interiores. Con Bloom hace su entrada también el idioma coloquial
dublinés, que en adelante será usado en forma intermitente.
Ya planteados los respectivos puntos de vista de
Esteban y de Bloom, el autor se lanza resueltamente a una serie progresiva de
experimentaciones con el lenguaje y la composición narrativos, que sumergen a
los personajes en una ronda infernal de procedimientos técnicos y
sinuosidades de estilo, sin que, curiosamente, se pierda nunca el hilo del
relato.
Lo primero
que hace Bloom esa mañana es asistir al entierro de Paddy Dignam; más tarde,
se hace presente en la redacción de un periódico, para gestionar un aviso
publicitario; después, aparece en la taberna de Barney Kiernan, donde toma unas
copas y sufre los embates de un furioso antisemita, convertido en el Cíclope de
la historia. La mediocridad y las sucesivas frustraciones de Bloom, lejos de
reducir su estatura de héroe, insinúan que las únicas hazañas épicas posibles
son, en esta Odisea moderna, los fracasos
cotidianos.
Por un momento, la acción se desplaza a la
Biblioteca Pública, por la que Bloom solo pasa fugazmente, y la atención
vuelve a fijarse en Esteban, que expone una ingeniosa y gratuita teoría sobre
Shakespeare, parodia de uno de los lugares comunes seculares de la
intelectualidad inglesa.
Las peregrinaciones de Ulises por Dublín se
suceden hasta que; al atardecer, en el parque, encuentra a una
jovenzuela, Gerty MeDowell (la Nausícaa homérica), que, a pesar de su
cojera, provoca su imaginación y su sensualidad, llevándolo hasta la
masturbación. Cerca de la noche, finalmente, Bloom y Esteban coinciden en la
maternidad dublinesa, donde Mina Purefoy espera a su hijo.
El último episodio de la segunda parte, el de Circe, que relata la visita
de Esteban y de Bloom al barrio de los burdeles de Dublín, es la "noche de
Walpurgis" del Ulises, suerte de "drama"
de la conciencia en que las alegorías operan de acuerdo a las categorías de
los autos medievales, aunque la materia alcanza a menudo una crudeza profana
difícil de igualar. En este largo fragmento, construido según la técnica
dialogada del teatro (aunque, junto a los personajes reales de la historia,
aparezcan otros tan difíciles de resolver escénicamente como Las Campanillas,
El Reloj, Los Discos, Las Hijas de Erín, Los Brutos Machos, Los Circuncisos, La
Vieja Abuela Pasita, La Voz de Todos los Benditos y Los Tejos, aparte de
personajes históricos como Parnell, Eduardo VII y el Arzobispo de Armagh y
prostitutas del burdel de Bella Cohén como Brigi la Podrida y Catita la
Conchuda), «miren cosas tan sorprendentes como la coronación de Bloom como
emperador de Irlanda y su posterior caída vergonzante, como el parto del
propio Bloom —en el que da a luz "ocho niños varones amarillos y
blancos"—, como las alucinantes discusiones sobre el judaismo y el
cristianismo, como la transformación de Bloom en una pupila más del burdel de
Bella.
El propósito del fragmento no es en una vertiginosa sucesión de situaciones y
personajes, las diversas capas de la conciencia y los estratos memoria, sino agotar las
posibilidades combinatorias que brindan los distintos personajes y su contorno en esta
especie de pesadilla dramática.
La última parte del
libro
corresponde al regreso
a Ítaca, es decir, a la vuelta
de Bloom a su hogar, esta vez
acompañado por Esteban, de quien no se ha separado desde su encuentro en el barrio de
los burdeles. Comienza esta parte con
las largas conversaciones y digresiones de los
dos personajes en el refugio del cochero; sigue con la escena de la
cocina de la casa de Bloom, adonde han llegado Esteban y el dueño de casa (y
que es resuelta con una serie de
preguntas y las respuestas correspondientes,
en forma de inventario administrativo).
Por fin, el Ulises concluye con el largo monólogo interior de Molly Bloom que,
tendida en la cama, espera a su marido. Es éste el pasaje más difícil de admitir por las normas de la
moral convencional, y al mismo tiempo, uno de los más audaces desde el punto de vista de la técnica literaria. El monólogo interior cuenta aquí con los auxilios del llamado procedimiento de "la co rriente de la
conciencia", que Joyce de hecho inaugura en la narrativa con temporánea, por más que él mismo hubiera
reconocido su deuda con el francés Edouard Dujardin y aunque, en realidad, esta técnica hubiese
sido parcialmente practicada por escritores del siglo XIX ; lo original de Joyce es su aceptación de
todas las capas de la conciencia, con predominio de las asociaciones referidas a la vida puramente
fisiológica y a la sexualidad. La vibración de la conciencia de Molly Bloom es la palpitación
de una masa de carne femenina que despierta a la evocación de un acto o de una
situación sexual y que, a la manera dé una vigorosa encarnación de la vida en sus elementos más indiferenciados,
está abierta a todas las sensaciones exteriores.
El repaso de los
acontecimientos de la tarde —que incluyen un adulterio perpetrado en su propia casa—se mezcla con las reminiscencias
de otras experiencias sexuales y también de su juventud en Gibraltar, de la historia de su
relación con Bloom y de su vida en común, aparte de infinidad de digresiones que van
rellenando los espacios vacíos de su
personalidad.
El final del libro —si bien mantiene la
correspondencia con el de Penélope en la epopeya homérica —no cierra un ciclo
como ocurre en la Odisea, sino que
representa una suerte de abertura y
fluidez en el tiempo que convierte al
libro en un recorte puramente espacial de vida que no tiene necesariamente principio ni fin.
Para explicar la composición del Ulises, se han propuesto los más variados modelos: aparte del obvio del poema antiguo, se ha apelado a un esquema , que
tiene en cuenta sucesivamente a las diferentes
partes del cuerpo humano (hasta
concluir, con el monólogo final, en el sexo), o que simbólicamente se va refiriendo a los distintos colores, o que
enfrenta gradualmente, las diversas figuras
retóricas; pero
probablemente la construcción más correcta sería aquella que partiese de
la sencilla oposición entre el hombre y la ciudad
(objetividad/subjetividad, Dublín/Bloom,
Dublín/Esteban), para ir desplegando
toda la gama de tensiones que la novela
expresa. En rigor, nada sería más inútil
que buscar en otra parte un principio estructural para una obra cuyo rasgo constitutivo de composición es, precisamente, la variedad composicional.
Fuente: Literatura Contemporánea; CEAL, Bs.As.,1970.
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