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14 de junio de 2014

COSTA RICA: RESUMEN DE SU HISTORIA Y SU LITERATURA

COSTA RICA: RESUMEN DE SU HISTORIA Y SU LITERATURA

LA HISTORIA
Una independencia sin traumas
El proceso de independencia de Costa Rica acompañó cronológicamente el de las otras repúblicas que conforman el istmo centroamericano'. Sin embargo se resolvió en forma pacífica, al paso de las circunstancias, sin dolorosas experiencias de lucha. A ello contribuyó la conformación de la sociedad costarricense y el hecho de que la propiedad de la tierra se hubiera distribuido en minifundios.
Este esquema comenzó a modificarse a fines del siglo XIX. El desarrollo del cultivo del café llevó a un proceso de concentración de tierras. Al mismo tiempo un grupo de empresas norteamericanas, que luego se fusionaron y formaron la United Fruit Co., introdujeron el cultivo del banano.
Así se perfiló el modelo de país agroexportador, vinculado al capital extranjero, con un grupo terrateniente que asumió el liderazgo interno sin mayores conflictos ni oposición.
La Suiza de América Central
Políticamente, esta Costa Rica liberal se desenvolvió en un marco democrático. El Estado, fortalecido por la estabilidad interna, promovió la modernización del país y puso en práctica un intenso programa edu­cativo tendiente a erradicar el analfabetismo.
Esta excepcional continuidad institucional sólo se quebró entre los años 1917-19 con la  dictadura de Federico Tinoco, tras la cual se restituyó el equilibrio.
La crisis internacional de 1930 también repercutió en Costa Rica. Su economía vinculada a la exportación de productos primarios, resultó profundamente afectada y surgieron conflictos sociales. Sin embargo, la solución se encontró en el respeto a las convenciones laborales.
El término de la Segunda Guerra Mundial marcó el compás de una nueva crisis: en lo externo, el aumento de la influencia norteamericana y en lo interno, el avance de los sectores medios urbanos en demanda de mayor participación política.
En 1948 se produjo el primer y único episodio de violencia en la historia costarricense: el gobierno anuló las elecciones en las que triunfóla oposición, lo que provocó una breve guerra civil que culminó con la victoria de José Figueres Ferrer, fundador del Partido de la Liberación Nacional.
Con su triunfo se instauró la Segunda República que sancionó una nueva constitución en la que se establecieron las pautas institucionales vigentes de la Costa Rica contemporánea, caracterizada, entre otras cosas, por ser uno de los pocos países del mundo y el único de América Latina que no tiene fuerzas armadas. Las funciones de seguridad las cumple la policía de control interno.
Privilegiada en el Caribe por tener un nivel de consumo por habitante superior al promedio del área, Costa Rica posee una tradición cultural importante que le permite mantener editoriales e instituciones prestigio­sas. Pertenece, además, al reducido círculo de países respetuosos del derecho de asilo. En su territorio han encontrado refugio políticos de toda la América. Se identifica, sin embargo, con el resto de los países latinoamericanos, por su endeudamiento externo y por el mantenimiento de una estructura económica dependiente, que la hace vulnerable a las fluctuaciones del mercado internacional.
En 1978, el presidente Rodrigo Carazo Odio aplicó medidas económi­cas inspiradas por el FMI. En 1986, Oscar Arias puso en vigencia programas de ajuste estructural con el apoyo del Banco Mundial, y en 1990, inmediatamente después de haber asumido el gobierno, Rafael Ángel Calderón impuso a la población un tercer ajuste para resolver "la peor crisis fiscal en la historia del país".
En 1989, una comisión parlamentaria denunció en un informe oficial que los principales partidos recibieron dinero del narcotráfico para sus campañas electorales de 1986. Desde entonces, las denuncias de corrup­ción y narcotráfico han ido en aumento.
Precedidas por una agresiva campaña de los candidatos y en un clima de indiferencia de la población, se desarrollaron las elecciones presiden­ciales de 1994 que consagraron triunfador por estrecho margen a José María Figueres.

LA LITERATURA
Costa Rica: "Sabrosura imaginativa"
Casi la mayor parte del siglo XIX es en Costa Rica un calmo vacío: en 1830 llegó la primera imprenta. Sin embargo, el interés por una cultura propia permanece atisbante, hasta que aparecen las primeras gestaciones en intentos costumbristas, como los de Joaquín Arguello Mora (1834-1902) quien se vuelca especialmente a lo anecdótico familiar. Los costarricenses, que a fines del siglo se preguntaban cómo escribir, son estremecidos por las vibraciones del modernismo; nace también el
interés por la literatura europea, sobre todo la francesa. Ricardo Fernández Guardia, deslumbrado por el exotismo, publica Hojarasca. En respuesta, cuatro años más tarde (1894) Carlos Gagini escribe Chamarasca, libro intencionalmente enraizado en lo nacional pero sin hondura artística ni conocimiento verdadero de lo local. Fernández Guardia se vuelca a los lemas de su país: Cuentos Ticos (1901) limitado por el rigor de una prosa purista, siempre culta y correcta. Surgió entonces una intensa y extensa polémica (pues encontró eco en guatemaltecos y hondureños) sobre las posibilidades del habla vernácula como lengua literaria. Es decir el uso de lo popular y regional sin comillas. A pesar de que Costa Rica encontró cierta síntesis de las dos posiciones en la obra de Joaquín García Monge los descendientes de aquellos polemistas continuaron la discusión por largo tiempo y en toda Latinoamérica. García Monge es conocido no solamente como escritor sino como director de una revista famosa: el Repertorio Americano, que según Henríquez Ureña fue no sólo pu­blicación literaria sino tribuna de problemas sociales y políticos de toda América.
Un costumbrista que coexiste con nuevas corrientes es Manuel González Zeledón (Magon) autor de bocetos sobre el campesino cos­tarricense (el concho). Pero ya las secuelas del realismo y naturalismo gravitaban en las nuevas promociones, en algunos directamente, en otros con una estilización, en la mayoría con intención de protesta social. Carmen Lyra, Salazar Herrera, Marín Cañas, Herrera García, Yolanda Oreamuno, Fabián Dobles son los escritores más importantes, que con diferencia cronológica empiezan a escribir a partir de la década del treinta hasta la del sesenta. Quizá el más destacado de los escritores de estos años sea el dirigente obrero Carlos Luis Fallas, cuya novela Mamita Yunai se leyó dentro y fuera de su patria. Su cuento largo Barreteros, muestra una ética inseparable de la justicia social. Autobiográfico en la medida en que ubica el plano narrativo en lugares y trabajos que conoce por experiencia, no llega a lo subjetivo y personal. En cambio Marín Cañas en Los bigardos del ron apela sentimentalmente al lector con fórmulas trasnochadas (las novelas son más vigorosas).
A partir de 1960 los viejos temas de la tierra se visten de técnicas inéditas pero también se plantean las angustias y soledades urbanas, los conflictos femeninos (Si se oyera el silencio, de Julieta Pinto) la docu­mentación de la burocracia ansiosa y enajenada en Los perros no ladraron, de Carmen Naranjo*; la irrealidad y la fantasía en Cuentos de misterio, magia y horror de Alfredo Cardona Peña; los problemas de la población negra en los relatos de El pozo y una carta, analizados con objetividad por un escritor negro, Quince Duncan. En la década siguiente se repiten algunos de estos nombres con nuevas obras, y surgen otros creadores. En Los parques, Gerardo César Hurtado, gran lector del "román nouveau" refleja las inquietudes de una generación juvenil, que deambula por una gran ciudad, ciudad que es también protagonista.
En 1973 la Editorial Costa Rica que siempre había convocado al "premio anual de la novela" lo destinó esta vez al cuento, ganado por Carmen Naranjo con Hoy es un largo día. Alberto Cañas publica La exterminación de los pobres y otros pienses, cuentos con humor y manejo del idioma que según Alfonso Chase tiene "sabrosura imaginativa" y "rescatan la tradicional forma de expresión del alma nacional, esa manera nuestra de reírnos de todo, con franca risa pero con cierta reverencia"'.
El crítico Alfonso Chase, con su libro de narraciones Mirar con inocencia, demuestra el tono urbano que ha ido tomando la literatura costarricense, concentrándose sobre todo en la capital, San José de Costa Rica, en su vida y en su lenguaje.
El panorama es más vasto, con escritores nuevos, y novísimos pero preferimos siguiendo a Chase sintetizar el camino del cuento costa­rricense, desde el cuadro de costumbres a la literatura de denuncia social, de ahí al experimentalismo.

Los temas oscilan de lo agrario a lo ciudadano. Camino, por otra parte, frecuente en América. Chase considera con visión algo pesimista, que en Costa Rica no hay generaciones sino promociones, pues el artista de su país vive solo, sin cenáculos o grupos literarios. 

Fuente: Antología de cuentistas latinoamericanos
Ed.Colihue, Bs.As., 1999