La primera pregunta que puede formularse cuando
se piensa en la génesis del viaje
de Colón es cómo y por qué nació en él la idea del viaje a las Indias navegando
hacia el oeste; en qué ambiente, bajo el impulso de qué acontecimientos, en qué
situación de conjunto se forjaron sus proyectos, y, finalmente, qué conocimientos
científicos y qué medios técnicos hicieron posible estos viajes. Solo respondiendo
a estos interrogantes, todo lo que puede parecer casual -y que, al menos en parte,
fue realmente casual, encuentra una
justificación y un sentido.
Ante todo, no debemos aislar la aventura de Colón del vasto complejo de los anteriores descubrimientos geográficos. Cristóbal
Colón tiene, evidentemente, un papel de primer plano en este movimiento desencadenante;
pero no es el único y, separado del conjunto, no puede servir para explicar
totalmente las causas por las cuales representó uno de los elementos más importantes
de la extraordinaria expansión europea en el mundo. Sólo si se abandona por un momento al protagonista y se analizan
las fuerzas reales que lo encuadran se puede llegar a descubrir la relación dialéctica
que siempre se establece entre el hombre agente (cualquiera sea su dimensión) y el mundo que lo rodea. El de Colón
es un mundo que busca un ordenamiento, que busca nuevas vías para salir definitivamente
de la larga crisis de estructura económicas, sociales e institucionales - que, iniciada
a principios del siglo XIV, se había resuelto en un período de restauración característico de todo el siglo xv.
Pero es preciso advertir que aquí,
crisis no significa golpe mortal, ruptura irreversible, fractura definitiva.
La palabra deberá entenderse más bien en el sentido de oposición
de fuerzas (en primer lugar entre feudalismo, burguesía incipiente y
mundo campesino) que se encuentran en relación de
contradicción interna. El resultado
final de todo esto había sido una gran desestructurización de las clases sociales
existentes, la clausura de viejas vías comerciales, el abandono de tierras cultivables
y ya cultivadas, una reducción de las disponibilidades
alimenticias, un descenso del nivel -ya modesto-
de higiene, que se había convertido en una serie de epidemias (la más famosa de todas ellas fue
la peste negra que duró desde 1348 a 1349) : en síntesis, Europa, en el curso del
siglo XIV había perdido
una gran parte de su población (aproximadamente la mitad) ; los
sobrevivientes, en todos los niveles sociales, estaban apresados por angustias
de todo tipo.
Ya en el curso del siglo xv comienza una profunda
obra de reconstrucción económica, social y política y comienzan a cicatrizar las
heridas inferidas a Europa durante el siglo precedente. Desde el punto de vista interno de la historia europea, el desarrollo de un proceso bisecular había llegado a
su término y, a fines de siglo xv, los tiempos se presentaban
maduros para el salto transatlántico.
Pero existen
también otros elementos. Desde el punto de vista externo, el afirmarse de una potencia
turca en la frontera
oriental de la Europa católica reintroduce, por un lado,
un deseo de
cruzada, reprimido por los estrepitosos éxitos
de los ejércitos musulmanes que, en 1453,
ocupan Constantinopla; por otra parte, la consolidación de este imperio, militarmente
fuerte, rápidamente estructurado desde el punto de vista administrativo, significa
de hecho el fin de
toda idea de expansión de Europa
hacia el este: por lo tanto ya no existe, tanto para las conquistas espirituales
como para las materiales, otro camino que el de la navegación atlántica .
La primera expansión portuguesa representa maravillosamente
cuanto hemos dicho aquí: se podría imaginar,
casi ver a Europa, sufrir los primeros escozores bajo el asalto turco y la
repercusión de este, hasta alcanzar España y más aún Portugal. Extendido a lo largo del Atlántico, este último
país es el que tiene más posibilidades de lanzarse al descubrimiento de nuevos mundos. Por cierto,
todo esto está dicho
de manera quizás demasiado
rápida y merecería ser expuesto y demostrado más claramente. Pero lo innegable es que en Portugal se afirma lo que puede ser llamado sin dudas,
la pre-historia de los grandes des cubrimientos.
Resumiendo , podemos proponer
el siguiente esquema, que será general y aproximativo pero de todas maneras válido: los asaltos sucesivos y repetidos de la potencia turca contra una Europa cristiana ya devastada por problemas internos; repercusiones de estos asaltos por toda
Europa, acompañados del renacer paradojal de una voluntad de cruzada y de la exigencia de encontrar en otros lados un desahogo a sus necesidades y a sus ambiciones
de expansión espiritual y material; el punto extremo en el que repercuten las
ondas de estos asaltos es la costa occidental de la península ibérica :Portugal,
que también atraviesa por graves dificultades internas.
Para ilustrar este esquema
se podrá apelar, entre miles de pruebas, al hecho de la afluencia hacia Portugal
de numerosas casas comerciales genovesas ya establecidas en el Levante y, por
otra parte, ¿no es acaso significativo que el mismo Colón inicie su carrera marina
de largo alcance en el Mediterráneo oriental y pase después a Lisboa?
La insistencia que hemos puesto en este esquema no pretende, por cierto, reducir la importancia de factores "internos",
estrictamente portugueses que actuaron para poner en movimiento y sostener la
expansión lusitana en las costas africanas:
necesidad de oro,
de colorantes, de mano de obra esclava, de zonas de pesca, de zonas para el cultivo
de la caña de azúcar. Pero es indudable que estos factores internos, aunque muy
importantes, fueron impulsados y estimulados justamente por causas externas.
Finalmente, se podría agregar que la tipología
de las conquistas portuguesas traduce las contradicciones internas del país: expansión de la nobleza hacia Marruecos, a la conquista de tierras; expansión burguesa a
lo largo de todas las costas del África. Y, obviamente, es este último continente
el que debe interesamos en ·primer lugar: para no dar aquí un estéril conjunto de datos, recordaremos solamente que el Cabo
Bojador fue alcanzado en 1434, el Cabo Blanco en 1441, el Cabo Verde en 1444,
el Cabo de las Palmas en 1460-61, el Cabo
Catalina en 1474-5. El reconocimiento completo de las costas ·africanas finalizará
en 1488 con Bartolomé Díaz, que doblará el Cabo de Buena Esperanza.
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