Análisis de
las obras de Fedor Dostoievski
Crimen
y castigo; El idiota; Los demonios; El adolescente; Los hermanos
Karamazov
La serie de
las cinco grandes obras de Dostoievski, compuestas durante los últimos quince
años de su vida y que hacen de él un maestro indiscutible de la novela moderna,
se inicia en 1866 con Crimen y castigo. Ubicado en la corriente de
la gran literatura rusa, junto a Tolstoi y Turghenev, que alcanzan la más alta
cima del estilo nacional realista, Dostoievski se distingue fundamentalmente
de ellos por su modo de acercarse a los hechos de la realidad
: Dostoievski coloca a sus personajes en situaciones extremas,
frente a elecciones decisivas, desgarradoras, de vida o muerte. Hace de ellos
criminales, por la intención o de hecho, porque dice: "Toda
acción concluye hoy en el delito". Efectivamente, en todas estas novelas
encontramos delitos o, por lo menos, tentativas de delito.
Memorias
del subterráneo
A
modo de preludio, las grandes novelas de Dostoievski son precedidas por
las Memorias del subterráneo, ya aparecida en "La Época" en 1864. Un
nuevo Dostoievski se revela en estas Memorias, explorador del
subsuelo del alma. Con la palabra "subterráneo", Dostoievski entiende
el fango, la "cloaca" que yace en el fondo del alma y cuya existencia
el hombre ignora o no se anima a confesar.
Son
necesarias circunstancias excepcionales para que este fondo surja a la
superficie, por ejemplo, cuando el hombre tiene oportunidad de transformarse
en verdugo, sea en sentido directo (los verdugos de la Casa de los
muertos se anticipan a los de los campos de concentración), sea el
verdugo mental, de sí mismo o de los demás. El héroe de las Memorias es
el primero de los roedores intelectuales" dostoievskianos. Este se aleja
voluntariamente del ambiente que lo circunda para descender a su subsuelo experimentando una
dolorosa voluptuosidad. Se entristece y entristece a
los que están a su lado. No experimenta deseos ni tiene ambiciones fuera de
este juego ignominioso absolutamente gratuito y es en esta
"gratuidad" donde reside la singular fascinación de las Memorias.
En
el plano ideológico, la actitud del personaje tiene un sentido profundo:
es la rebelión del individualismo exasperado contra la aspiración socialista a
la colectividad que a los ojos del nuevo Dostoievski no es más que un
"hormiguero". El sufrimiento y la meditación solitaria, lo han
llevado a reconocer la impotencia del individuo y la vanidad de su reacción
contra el orden constituido. En el lugar de su condena, donde había creído
poder mezclarse con los forzados que en su mayoría eran hombres del pueblo, ha
comprobado que por su propio origen noble y su condición de intelectual,
irremediablemente aparecía a los ojos de aquéllos como algo más que un extraño,
un enemigo. Así, la noción de "pueblo', se hacía para él cada vez más
abstracta, pasando de lo concreto a lo ideológico. Solamente la religión,
pensaba, podría superar este abismo; la salvación debe venir de lo alto, de la
monarquía, inseparable en Rusia de la ortodoxia.
Crimen y
castigo
Crimen y
castigo marca una
nueva etapa en el análisis del individuo. La novela, fruto de largas y crueles
meditaciones, fue concebida en su forma definitiva en Wiesbaden durante el
verano de 1865, mientras —luego de haber perdido todo a la ruleta— el autor
recorría, alterado, los senderos del parque.
Tiene ante
todo un fondo social que va más allá de Pobres gentes y Ofendidos
y humillados. Ya en Siberia se había propuesto tratar el
viejo tema en una novela que titularía Los beodos, cuya
figura central habría sido Isaiev Marmeladov. Pero, a partir de entonces, el
horizonte de Dostoievski se había ampliado inmensamente. Del proyecto inicial
conserva el fondo, la tremenda miseria de la familia Marmeladov que determina
la degradación del hombre, la locura de la mujer y el sacrificio de Sonia, la
hija mayor, que para salvar a los suyos del hambre, se lanza a a la calle sin
perder su fe, su pura y profunda humanidad. Es la "santa
prostituida".
Pero
un nuevo héroe ocupa la escena: el estudiante Raskolnikov, en pos de una doble
obsesión: pretende establecer la justicia social y al mismo tiempo afirmar su
personalidad. Raskolnikov ha elaborado una teoría que vive intensamente y que
cree poder poner en práctica, matando a un usurero, un ser inmundo, vil y
pernicioso. Se considera lo suficientemente fuerte como para realizar, sin
retroceder, el gesto homicida, se cree "Napoleón": "Todo es permitido
a un verdadero jefe". Esta es la verdadera idea que domina su actitud de
ejecutor de la justicia: "Necesitaba saber —y saber pronto— si yo era un
hombre o un piojo como todo el mundo ... Si era una tímida criatura o si poseía
el derecho . . .".
Raskolnikov
se atribuye el derecho de los fuertes, mata al usurero, resiste con astucia y
firmeza a las insinuaciones del juez Porfiri quien, sin poseer pruebas
formales, adivina por deducción psicológica, al "homicida por
ideología". Pero Raskolnikov no puede resistir a la voz interior que habla
por boca de Sonia. La semejanza de sus destinos acerca al estudiante orgulloso
y a la humilde prostituta. Ésta, que ha aceptado el sufrimiento, conservando,
en el oprobio, un alma pura y ferviente, le grita:
"¡Tú has
cometido un delito . . . contra ti mismo!" Y puesto que ella conoce el "sufrimiento
insaciable", Raskolnikov besa sus pies: "No es a ti, es a todo el
sufrimiento humano a quien saludo".
Raskolnikov
no se arrepiente. Cree tener razón, pero la verdad de Sonia es más fuerte: se
denuncia. Cumplirá su pena, seguido por Sonia; sólo mucho tiempo después, se
abrirán sus ojos y, nuevo Lázaro, su alma renacerá a nueva vida. Pero no
conoceremos este nuevo Raskolnikov. El escritor nos hace solamente presentir su
salvación espiritual; describir los "salvados" no es cuestión suya.
La novedad
de Dostoievski es haber creado un personaje que se alimenta de ideas. "No
comprendo —hace decir a otro de sus personajes— cómo un hombre pueda vivir
nada más que en su pensamiento cuando éste se ha adueñado enteramente de él y
domina su inteligencia y su corazón". En este momento la idea se confunde
con el sentimiento.
El genio del
novelista le ha permitido crear personajes con ideas-sentimientos. Esto
significa que sus personajes en ningún momento son razonadores abstractos,
puesto que su cerebro funciona con la misma intensidad que su corazón. Seres
de pensamiento pero también de carne, nos atraen con una fuerza irresistible,
actuando al mismo tiempo sobre nuestra inteligencia y nuestros sentidos. En
esto consiste el poder mágico que ejercen sobre el lector las novelas de
Dostoievski.
El idiota
El autor ha
tocado el fondo de la noche pero quiere también mostrar lo que el hombre tiene
de sublime. Tal, la idea de El idiota. El trabajo que se
impone es "representar una naturaleza humana absolutamente
hermosa". Sabe que "esto es lo que hay de más difícil en el
mundo" y que pintando "héroes positivos" es fácil deslizarse en
un insípido "angelicalismo" o en un valor romántico que ya no es
admisible. Dostoievski toma como punto de partida las dos figuras más puras de
la humanidad: Cristo y Don Quijote.
Aun haciendo
participar a su héroe del uno y del otro, procura hacer del príncipe Michkin
"un idiota". La acepción del término tiene resonancias
múltiples. Michkin es "idiota" para sus semejantes. No
considera a los hombres y las cosas como todo el mundo, sino en el plano de una
realidad superior; posee la inteligencia más alta, la del corazón. Dotado de
excepcional bondad, pureza, intuición, penetra las almas y sus sufrimientos.
Las personas que se le acercan, comienzan a sentir y a hablar de acuerdo a la
verdad. Pero esta radiante seducción, este equilibrio espiritual lo rebaja con
su deficiencia física. Como el autor, es un epiléptico. Dostoievski trata el
tema en diversas obras, pero en ninguna va tan lejos como en ésta. Sus
descripciones de las crisis de Michkin son clínicas a pesar de admitir la
antigua noción de "mal divino" que proporciona al enfermo
iluminaciones interiores que evidencian así el aspecto divino del
"idiotismo". Salido tardíamente del embrutecimiento de su infancia,
Michkin, oprimido por el peso de acontecimientos insoportables, recae en la
imbecilidad al final de la obra. Entre estos dos estados de
"idiotez", hay un período de lucidez que es amor, piedad, caridad,
conocimiento divino de los hombres.
Michkin libra
tres batallas comparables a la del ángel contra el demonio que quiere arrebatar
tres almas. La primera es Nastasia Filipovna, mujer de encantadora belleza.
Ante su retrato, el príncipe sin conocerla aún, es turbado por la expresión de
orgullo y sufrimiento que advierte en sus rasgos: "Parece feliz —dice—
pero debe haber sufrido terriblemente... Y ¡qué orgullo!, ¡qué abominable
orgullo! ¿Es buena? ¡Ah! si fuese buena, todo podría salvarse".
De
origen noble, Nastasia cayó, aún niña, en manos de un hombre disoluto y refinado
que le dio una educación esmerada para hacer de ella un instrumento de placer
raro y delicado. Nastasia se siente "ofendida", mortalmente herida v
se acusa de haber aceptado esta situación. Michkin pide su mano: "Os
recibo pura", le dice. "¿Yo, pura? "Sois vos quien
me honráis casándoos conmigo. Yo no soy nada, vos habéis sufrido, y de este
infierno habéis salido pura. ¡Qué cosa grande! Estoy seguro de no
equivocarme."
Sí, Michkin
está en lo cierto. Nastasia rechaza la salvación que le ofrece, no se considera
digna. Parte con el traficante Rogozin, un ser tosco, frenético, capaz de todo
por obtener esta mujer y quien —Nastasia lo sabe— la matará. Pero ella quiere
salvar a Michkin, no se atreve a imponerle la contaminación de su presencia.
Nastasia es
la más famosa de las heroínas "condenadas" de Dostoievski. La
cuestión se entabla entre ella y los dos hombres, pero también entre ella y
Aglaé, una jovencita pura. En su desesperación Nastasia quiere que el príncipe
se case con Aglaé, pero su pasión puede más que su voluntad. Experimenta una
amarga voluptuosidad en humillarse, lastimarse, lanzarse a la muerte en manos
de Rogozin. Estos cuatro seres se debaten en una lucha desesperada hecha de
pasión, de deseo y de sublimes renunciamientos. Pero a pesar de su divina
pureza, el príncipe es "idiota" ante el curso fatal de los
acontecimientos y fracasa en su lucha por el alma de Nastasia, por el alma de
Rogozin, por el alma de Aglaé. Y será él mismo arrastrado hacia el abismo.
Esta es la
trama de la novela, una de las más ilustres obras maestras de la literatura
universal. Lo sublime roza lo diabólico y el ser humano aparece en toda su
belleza y en toda su misericordiosa impotencia.
A
partir de El idiota, la obra de Dostoievski
entra en una nueva fase. El problema social ya no es su mayor preocupación;
en El idiota y en las novelas siguientes aparece como fondo.
La miseria humana no es más que uno de los múltiples temas que constituyen la
trama siempre más rica de estas novelas, junto al de los "jóvenes
iracundos", al del papel de la nobleza en la sociedad moderna o al del
dinero. Tampoco falta el análisis psicológico que había alcanzado una hondura
insospechada en la figura de Raskolnikov. Pero la profundidad del pensamiento
del autor, va más allá de lo social y de lo psicológico.
Los demonios
En la época
de El idiota, Dostoievski concibe un proyecto grandioso:
describir un hombre que ha perdido la fe y la enorme perturbación que deriva
de ello. En busca de la verdad, su héroe se acerca a los diversos ambientes e
interroga a católicos, ortodoxos, adeptos a sectas religiosas, para descubrir,
al cabo de largo peregrinaje, "el Cristo y la tierra rusos". Este
proyecto, no cesará de atormentar al escritor. En su primer esbozo, el título
que le parece más adecuado es Ateísmo, pero el tema se alarga y la idea primitiva da paso
a toda una Vida de un gran pecador, que permitiría englobar
los fenómenos más diversos de la vida y el pensamiento modernos. Mas una obra
de tal envergadura, exige mucho tiempo y seguridad material y Dostoievski está
siempre acosado por las necesidades más inmediatas. No podrá nunca realizar
este proyecto; sin embargo, la gestación interior prosigue y las tres novelas
que escribirá aún: Los demonios, El adolescente y Los
hermanos Karamazov, llevan su impronta. Si bien de asuntos disímiles,
estas obras se ubican en una misma perspectiva, la dé la Vida de un
gran pecador. En cada una de ellas, se intercalan fragmentos de aquel
conjunto, en el cual Dostoievski esperaba finalmente "decir todo" y
que no le fue dado escribir.
El tema de Los
demonios (1870) se inspira en un detonante hecho de crónica: el
proceso de Netchaev, asesino de un estudiante, ocurrido en Moscú el año
anterior. El asesinato tenía un carácter netamente político. Netchaev se hacía
pasar, lo que de algún modo era cierto, por un emisario de Bakuntn, el famoso
anarquista emigrado, residente en el extranjero. Éste le habría encargado
preparar la revolución en Rusia organizando una red de células secretas que en
el momento oportuno entrarían en acción. Por temor a que lo denunciara, Netchaev
había dado muerte al estudiante. Dostoievski se apodera del episodio y reproduce,
en la escena del delito, numerosos detalles.
Sobre
Netchaev moldea su héroe, Piotr Verkhovenski, "parásito de la revolución"
quien se rodea de cómplices alucinados o fantásticos, como el teórico Sigalev
que declara: "Me he confundido con mis propios datos y la conclusión está
en contradicción directa con mi idea primitiva: partiendo de la libertad
ilimitada, llegué a un ilimitado despotismo . .. Añado todavía, que fuera de
esta fórmula ninguna solución social es posible". Por muy lejos que vaya
Dostoievski en la caricatura del espíritu revolucionario, hay que reconocer que
la necesidad de una coacción totalitaria, con el propósito de imponer a la
sociedad estructuras sociales ideales, suena como una funesta profecía. . . A
estos seudos revolucionarios que Dostoievski confunde a sabiendas con la generación
"radical" del 1860 en Rusia, opone los idealistas de 1840,
personificados por el viejo Verkhovenski padre, ingenuo, ridículo y conmovedor. Los
materialistas se presentan al autor como los demonios de h parábola
evangélica: se habían apoderado de un hombre, de ahí el título de la novela.
Abandonaron ese hombre por orden de Jesús, para entrar en una piara de cerdos
que, cayendo por la pendiente, se ahogó en el mar.
Este violento
panfleto, atacado por la izquierda, puesto por las nubes por la derecha,
provocó vivas controversias. Pero para el autor Los demonios tenían
otro alcance, aún más profundo. El verdadero héroe es Stavroghin (inspirado
en el petrascheviano Spesnev) hombre extraño, enigmático, con un pasado
revolucionario en efecto, pero consciente de la iuutilidad de una perturbación
obtenida por la violencia. Bajo su aspecto de joven noble, rico, bello y
seductor, se oculta un espíritu insaciable, demoníaco. Siente dentro de sí una
fuerza inmensa que no sabe a qué aplicar y empujado por el aburrimiento,
esa "pereza" que es pecado mortal, realiza experiencias sobre sí
mismo:
Hasta
dónde podrá llegar en el mal y en el envilecimiento? Stavroghin se casa con
una demente, viola una niña, se deja abofetear sin reaccionar, con un inmenso
esfuerzo sobre sí mismo, seduce fríamente a una joven enamorada de él y
permite que se consuman delitos que ha previsto. Por fin, se confieza en
brazos de Tikhon, un extraordinario obispo "luminoso", que le impone
el supremo castigo —"un esfuerzo ortodoxo"— el retiro en un convento,
meditación sincera y humildad. El orgullo de Stavroghin no puede resignarse a
ello y se ahorca. ¿Es por autocastigo?
Dostoievski
llamó a su héroe Stavroghin, derivando el nombre del griego
"stauros", la cruz. Es un personaje crucificado, desmembrado sobre
los cuatro brazos de la cruz.
El
adolescente
El
adolescente pone de manifiesto las difíciles relaciones entre
las generaciones de la caótica sociedad rusa, en plena formación. (el título
inicial de la obra era: El desorden.) Arkadi, el narrador, es
el vástago de una "familia casual". Hijo ilegítimo de Versilov, un
noble, y de una sierva, ha sido adoptado por Makar, siervo liberto, a quien
Versilov obliga a casarse con la madre del niño. Versilov es una pálida
representación de Stravoghin, orgulloso de su estirpe aristocrática y
simpatizante, a la vez, de la Comuna de París. Arrogante y cruel, siente sin
embargo, profundo respeto por Makar. Éste, expresión del pueblo ruso
"teóforo", es un "strannik", uno de esos hombres mitad vagabundos, mitad peregrinos, que recorren a
pie la inmensa Rusia, en pos de la verdad y llevando la buena nueva. Sin
participar de ninguna idea socialista, Makar, de la secta de los viejos
creyentes, disidente de la iglesia ortodoxa establecida, profesa la fe
comunista del cristianismo primitivo.
Arkadi
se siente igualmente inclinado hacia Versilov, cuyo misterio procura
desentrañar, como hacia la pureza de Makar. Él también intenta desquitarse y
superar su desdoblamiento mediante una "gran idea": acumular una
enorme fortuna, "llegar a ser un Rotschild". No es ávido de riquezas
ni avaro, pero sabe que en la sociedad moderna lo único que cuenta es el
dinero.
El adolescente retoma y desarrolla la idea del
desgarramiento: Versilov se divide entre el Occidente y la "Santa
Rusia", entre su amor-pasión por la orgullosa aristócrata Akamakova y su
amor-veneración por su humilde siervo. Desdoblados, divididos, son los jóvenes
que el autor presenta, también son alegres, aprovechados, revolucionarios o
individualistas fanáticos. Este caos ideológico y social, este desmembramiento
del hombre ruso a fines del siglo XIX, culmina en la escena en que Versilov
rompe en dos pedazos el antiguo icono de Makar.
Los hermanos
Karamazov
El
adolescente es otro fragmento de la Vida de un gran
pecador, en el que los temas eternos se mezclan con insistencia a los
de la vida moderna. Reaparecerán también y con singular relieve en la última y
más célebre obra de Dostoievski, Los hermanos Karamazov.
Esta novela,
que tiene un mágico poder de evocación, es todo un mundo, tan múltiples son
sus temas, tan variados los ambientes y los personajes que representa, tan
incisivos los problemas que atormentan a sus héroes. En primer plano, la
familia Karamazov: el padre, Fedor Pavlovitch, viejo disoluto y cínico, y sus
cuatro hijos, nacidos de tres mujeres. A los cuatro, el padre, "insecto
libidinoso", ha trasmitido, bajo formas diferentes, su herencia de lujuria.
Pero lo que
el viejo tiene de más abyecto, se ha encarnado en su bastardo, el innoble
epiléptico Smerdiakov, que ha engendrado abusando de una demente —Li-saveta
Smerdiachtcha— cuyo nombre dio al hijo, al cual hizo su servidor. De la primera
esposa, Karamazov tuvo a Dmitri, violento, indómito pero de gran rectitud y
capaz de gran entusiasmo. Su segunda mujer, joven huérfana, por él pervertida,
le ha dejado a Iván y Aliocha. Iván, poeta y filósofo, vive atormentado por el
problema del mal que envilece al mundo. ¿Cómo pueden coexistir Dios y el mal-
—"¡Acepto a Dios, simple y directamente —exclama—,pero no puedo aceptar el mundo que ha creado!"
El oprobio
de los hombres y el mal hecho a los niños, último extremo de gratuita crueldad,
lo lastiman. En una célebre escena de alucinación, Iván entra en explicaciones
con el diablo y su vehemente requisitoria se transforma en blasfemia.
Dostoievski creyó poder hacer Ha refutación en los capítulos siguientes,
presentando un ser "luminoso" que personifica la gracia divina, pero
le aconteció como a Dante: su "paraíso no pudo alcanzar la fuerza del
infierno".
En otro
pasaje culminante de la novela, Iván abre su corazón a Aliocha y le lee su
poema, El gran
inquisidor, una de las cumbres de la literatura universal.
Cristo ha vuelto a la tierra, pero ante la opresión o la iniquidad, no puede
menos que alterar el orden establecido por el Estado y consagrado por la
Iglesia. El gran inquisidor encarcela al divino perturbador que ama demasiado a
los hombres y pone en ellos excesiva confianza. Secretamente, por la noche,
abre la puerta de la cárcel y dice a Cristo: "Vete y no vuelvas más. .
.".
Aliocha, el
cuarto hijo de Karamazov, ha salido apenas de la adolescencia. Irradia luz,
"su alma, precozmente enamorada de cío humano", aspira, 'desde las
tinieblas crueles de este mundo a la luz del amor". Sin embargo, es el
puro Aliocha quien, en la continuación de la obra que el autor no tendrá ya
tiempo de escribir, debía convertirse en el gran pecador, porque lleva una doble marca: la pureza de la madre y la
'"lujuria karamazoviana" del padre.
Para
salvar su alma quiere encerrarse en un convento. Allí lo fascina la radiante
figura del staretz Zossima, gran autoridad moral, al margen de
la iglesia. Aliocha le dedica la primera pasión de su "corazón inextinguible".
El camino recorrido por Zossima, gran pecador arrepentido, es semejante al
suyo. A las puertas de la muerte, Zossima ordena a Aliocha que abandone el
convento. "Tu lugar no es éste. Yo te bendigo a fin de que hagas tu
noviciado en el mundo. Ambularás. Te casarás. Lo habrás probado todo antes de
volver aquí. Tu misión es inmensa. Te envío porque no dudo de ti. Cristo
está contigo.
Si
el príncipe Michkin había sido la encarnación misma de Cristo,
Aliocha, destinado a la santidad, vive a su sombra. Y, como Cristo y Michkin,
se aproxima a los niños. Es por eso que ellos tienen un papel tan importante
en la novela. Los hijos y el padre se debaten en las redes del dinero y la
lujuria. Admirables figuras de mujeres, torturadoras y víctimas, al mismo
tiempo, recorren la novela. Una noche, el viejo es muerto. Caen las sospechas
sobre Dmitri, rival del padre ante la voluptuosa Grouchenka y, luego de un
proceso descrito con todos sus detalles, es condenado como parricida. Se
trata, sin embargo, de un error judicial: el delito físico lo ha cometido
Smerdiakov, pero todos los hijos son culpables; puesto que todos han deseado
la muerte del padre, todos son asesinos por el pensamiento.
Los
personajes de Los hermanos Karamazov, están
"separados", "escindidos", "divididos" entre el
bien supremo y la vileza más repudiable, entre la "Virgen y Sodoma",
en una lucha permanente contra sí mismos. El título de una parte de la
obra Pro y contra, podría ser el título del libro
entero y aun de toda la obra de Dostoievski. Durante sus últimos años el
escritor, finalmente, pudo trabajar en paz en su retiro de los alrededores de
Novgorod. Sin embargo, la tempestad se alojaba en su pecho. Como había escrito El
idiota entre los tormentos de una vida errante, pero con "deleite
y angustia", así ahora, en su tranquilo retiro, decía en una carta a
propósito de Los hermanos Karamazov: "¡No es posible
imaginar hasta qué punto estoy poseído, día y noche, como un condenado!
Trabajo siempre, nerviosamente, con afán y con dolor. Escribo un capítulo, lo rechazo y lo escribo de nuevo, una y
otra vez. Solamente los pasajes inspirados brotan de inmediato, lo demás exige
ardua labor".
Los hermanos
Karamazov alcanzaron enorme resonancia. Ese mismo año, en junio de
1880, Dostoievski conoció, en vida, una verdadera apoteosis. Invitado a Moscú
para la inauguración del monumento a Puskin, pronunció sobre el poeta nacional
un, discurso que se hizo célebre, en el que predicaba al pueblo ruso la virtud
suprema de la resignación. Sólo después de su publicación el discurso fue
efectivamente entendido. En el momento de pronunciarlo, el magnetismo de la
personalidad del autor actuó con tal poder que aun los enemigos declarados de
esta doctrina de renunciamiento a la lucha revolucionaria, lo aclamaron
frenéticamente.
Fuente: Nina
Gourfinkel en Los hombres de la historia, CEAL, Buenos Aires, 1968
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