LOS CANTARES DE GESTA
Con la caída del
Imperio Romano, en el año 476, comienza la Edad Media y la expansión del
cristianismo por Europa. En este período se retomaron antiguas leyendas y
mitos de origen germano y escandinavo en los que aparecían dioses, batallas y
héroes. Estos fueron exaltados en las epopeyas, poemas que narraban las hazañas
de los guerreros más destacados, aquellos que representaban los valores de su
comunidad. Se los conoció como cantares de gesta, poemas en verso de
extensión variable que no se organizaban en estrofas.
Esta poesía épica se
transmitió en forma oral, lo que ha significado la pérdida de poemas completos,
en algunos casos, o la conservación solo de fragmentos, en otros. A veces el
juglar o bardo que los recitaba era su autor; en otros casos, reelaboraba
materiales heredados, recreándolos en cada interpretación. En el lenguaje oral
era habitual la inclusión de fórmulas y epítetos que contribuían a la memorización
de las largas tiradas y, además, permitían improvisar los versos a medida que
se recitaban.
En general, en los
poemas conservados aparecen las figuras del rey y el héroe, y este último, fiel
o rebelde, siempre protege a su señor.
Evolución de los
cantares de gesta
Con el transcurso del
tiempo, los cantares de gesta sufrieron alteraciones y los manuscritos
dedicados a las aventuras de un mismo héroe fueron agrupados. De este modo los
ciclos mostraban una unidad y se alejaban de la difusión oral. A partir de la
segunda mitad del siglo XII, muchos se transformaron en novelas de aventuras y
de caballería en las que las hazañas de los legendarios héroes sobrevivieron
hasta los siglos XV y XVI. En España y Portugal se fragmentaron y pervivieron
aquellos episodios más llamativos para el público convertidos en romances.
Además, por su valor histórico, tanto cronistas como historiadores los usaron
en sus obras.
La gesta de Rodrigo
Díaz de Vivar
Si bien de los cantares
de gesta que poblaron Europa, la epopeya castellana fue cronológicamente la más
tardía, comenzaremos con su análisis privilegiando su cercanía idiomática para
continuar, luego, con otros ciclos que ejercieron influencia sobre su
producción.
La épica española está
constituida por tres ciclos; el de los condes de Castilla, que gira en torno
de los orígenes de Castilla y del cual no se conserva casi ningún poema. El
ciclo francés —del que solo se conserva un fragmento del Poema de Roncesvalles—, que reúne historias
sobre el emperador Carlomagno y su sobrino Roldan, y sus luchas en defensa del
cristianismo en la frontera de los Pirineos. Y el ciclo del Cid, que se centra
en la figura de Rodrigo Díaz de Vivar, nacido hacia 1043 y muerto en 1099, cuya actuación
tuvo como marco histórico la guerra de la Reconquista española.
El Cantar de Mío Cid es el poema más
importante y el más antiguo. Si bien el manuscrito que se conserva es de
mediados del siglo XIV, realizado por alguien que lo firma como Per Abbat, la
obra suele considerarse de fines del siglo XII o principios del XIII, aunque
Ramón Menéndez Pidal, máximo estudioso del poema, sitúa su producción hacia
1140. Este especialista sostiene que la autoría de la obra se debe a dos
juglares: uno, vecino de San Esteban de Gormaz, más cercano a los hechos
narrados, tanto geográfica como históricamente; y otro, el juglar de
Medinacelli, lejano en el tiempo, y que introduce episodios más novelescos. No
obstante, otros investigadores suponen la existencia de un único autor.
La obra está
constituida por tres partes:"El destierro", "Las bodas" y "La
afrenta de Corpes" que se desarrollan a lo largo de 3.730 versos. Al poema
le faltan algunas páginas que se suplen con el relato que, de esos mismos
hechos, se hace en la Crónica de Veinte Reyes.
Contexto histórico de la
obra
Durante siete siglos la
guerra de la Reconquista enfrentó en España a cristianos y moros: desde la
invasión árabe en el año 711 hasta la recuperación de Granada, en 1492, por los
Reyes Católicos.
Con la muerte de
Fernando I, rey de Castilla y de León, y baluarte de la Reconquista cristiana,
en 1065, sus tierras se reparten entre sus hijos: a Sancho le corresponde
Castilla; León es para Alfonso, y Galicia, para García. A sus hijas, doña
Urraca y doña Elvira les corresponden Zamora y Toro, respectivamente. Como
Sancho desea reunificar el reino de su padre, conspira para quedarse con
Galicia, y más tarde, con la ayuda del Cid, con las tierras de Alfonso. Por un
breve período, Sancho logra ser rey de Castilla y León, hasta que es asesinado
en 1072. Alfonso encarcela entonces a su hermano García, quien muere en
prisión en 1090, y recupera el trono, convirtiéndose en el único rey.
Años más tarde, en
1080, Rodrigo Díaz de Vivar, que servía a los reyes musulmanes de Sevilla y
Zaragoza, va a Sevilla a cobrar las parias, tributo que un rey pagaba a otro en
reconocimiento de superioridad. El noble García Ordóñez organiza un ataque
contra el rey de Sevilla, pero el Cid lo vence y esto genera su odio y el de la
familia de Carrión. El noble acusa a Ruy Díaz ante el rey Alfonso de retener
parte del botín de Sevilla que debía entregarle. El rey cree la mentira y
destierra al Cid.
Las grandes gestas
europeas
A partir del siglo X los
pueblos que constituían el Imperio Romano hablaban lenguas distintas,
germánicas o románicas, que dan origen a las literaturas nacionales.
Los poemas épicos se
desarrollaron en dos grandes zonas: la germánica, al norte, que incluye la
obra anglosajona Beowulf; la islandesa, que narra
las hazañas de las divinidades Odín y Thor y de los héroes Sugurd, Gudrún y
Atila; y la alemana, cuyo ciclo más famoso es el de los nibelungos.
En el sur, la zona
románica, con los ciclos de Francia dedicados a las hazañas de Carlomagno y
sus caballeros —cuyo poema más famoso es la Chanson de Roland o el Cantar de Roldan—;
y el ciclo español con el Poema del Cid.
Muchos estudiosos
entienden que esas narraciones, basadas en hechos históricos pero ricas en
proezas fantásticas, surgieron por la necesidad de los pueblos de pelear por un
mundo mejor, más ordenado, donde se destacasen grandes líderes. Además de las
razones políticas, se estima que estos poemas respondían también a la necesidad
de encontrar códigos morales, regidos por leyes éticas, espirituales y
religiosas.
Como consecuencia
nacieron historias tan poderosas que no se perdieron con el paso del tiempo, a
tal punto que siguen presentes en libros, películas, óperas, series de
televisión, dibujos animados, y se mantienen vivas en la cultura tradicional
colectiva y anónima, en los relatos populares y los cuentos de hadas.
La epopeya germánica: Beowulf
Beowulf es un poema épico
compuesto en inglés antiguo, que la crítica ha ubicado entre los siglos VIII y
XII. Conservado en el códice Nowel o
Cotton Vitellius, en la Biblioteca Británica, el poema narra las hazañas del
héroe Beowulf que lucha contra el ogro Gréndel y su madre para defender a los
daneses, y cincuenta años más tarde, contra un feroz dragón que ataca su reino.
Como obra de la Edad
Media, el poema narra hazañas que se produjeron durante las invasiones
bárbaras en Inglaterra, entre los siglos V y VI. Los estudiosos reconocen la
influencia del folclore en las leyendas acerca del héroe Beowulf, rescatadas
por uno o dos copistas cristianos que se basaron en poemas existentes.
La obra consta de 3.182
versos, en los que abunda la aliteración, es decir, la repetición
interna de sonidos. Este recurso estructura el verso, a diferencia de la rima
al final de cada línea, que cumple ese papel en la tradición ligada a las
lenguas romances y en la poesía moderna. Este tipo de verso, llamado
germánico, se divide en dos hemistiquios separados por una cesura, y cada una
de estas mitades tiene dos sílabas fuertemente acentuadas. El poeta germánico
también contaba con una serie de recursos, como los epítetos o fórmulas
poéticas, para reforzar la aliteración.
Muchos expertos han
interpretado la obra no solo como una recopilación de antiguos cantares, sino
básicamente como una alegoría cristiana, en la que el héroe es el paladín de
la luz enfrentado a la maldad, representada esta última no por enemigos humanos
sino por monstruos, como ogros y dragones. En este sentido, se pierde el
carácter trágico de la muerte de Beowulf, en la medida en que, a costa de su
propia vida, es capaz de salvar a sus semejantes.
El mester de juglaría
Durante el Medioevo, en
una sociedad casi por completo iletrada y donde la oralidad era dominante, la
figura del juglar adquirió una enorme importancia para la actividad literaria y
la conservación del patrimonio cultural.
La palabra mester significa
"oficio", "arte", y en este caso hace referencia a la profesión
de los juglares. Estos componían o reelaboraban los poemas épicos que recitaban
ante el público que se congregaba para escucharlos. Además, tenían dotes
actorales: dominaban la gestualidad y el espacio escénico y, en ocasiones, se
acompañaban con instrumentos musicales.
La literatura juglaresca reunía las siguientes características:
Oral: como la gran mayoría de la población
era analfabeta, la literatura fue compuesta para ser escuchada, mediante la
recitación o la lectura en voz alta.
Popular: dirigida al pueblo en general, sin
distinción de clases sociales.
Tradicional: el héroe encarnaba los
valores de una comunidad —la valentía, la fidelidad al rey, el amor paterno,
entre otros— que, transmitidos oralmente, perduraban a través de las
generaciones.
Anónima: no es posible atribuir
la autoría a un juglar determinado y solo hay registro de algún copista que no
fue, necesariamente, el autor.
Fuente: AA. VV, Literatura ES 4, Ed. Tinta Fresca, Buenos Ares, 2011
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