Escribir al otro en El matadero de Esteban Echeverría
Cuando la literatura muestra las diferencias...
En filosofía, el otro señala todo aquello que
no es uno mismo o que no es reconocido como semejante. Así, señalamos que la
otredad es lo contrario a la identidad. Las ciencias sociales han utilizado
este concepto para entender a las sociedades y los procesos de exclusión y
subordinación. Cuando hablamos del otro, hablamos de la perspectiva de un grupo y los
mecanismos que utiliza para diferenciarse de aquellos con quienes no se
reconoce como igual.
En el caso de El matadero, hay una construcción
marcada de dos grupos: por un lado, el unitario (con quien el narrador se identifica) y, por el
otro, el grupo de los federales (que se construye con las marcas de la otredad). Según Beatriz Sarlo y
Carlos Altamirano, estos procedimientos de identificación y diferenciación con
el otro se conforman en el
texto a través de dos señalamientos en los que se hace especial énfasis:
El lenguaje: En el texto, el reconocimiento del otro
se produce por estas diferencias visibles y audibles. Entre la lengua
cultísima y enrevesada del unitario y las frases coloquiales gritadas por los
federales, hay una brecha casi intraducibie. Palabras como sayones, más propias de la
escritura que del habla y casi incomprensibles para los trabajadores del
matadero, contrastan con los insultos y nombres de torturas.
La vestimenta: El atuendo ciudadano del unitario y
la falta de divisa lo diferencian del ropaje gaucho de las clases populares, y
son la primera razón por la que el unitario es reconocido en el camino junto al
matadero.
Además de marcar esta
diferenciación, escribir sobre el otro es también adoptar una posición frente a él. En este
caso, en la ficción que Echeverría construye, el lugar es de un enfrentamiento
radical, sin posibilidades de reconciliación. La ignorancia del pueblo es la
condición de su sometimiento al tirano Rosas y, al mismo tiempo, la
reproducción de su propia bestialidad. La única posibilidad en el cruce entre
los bárbaros y los civilizados es la aniquilación de uno de los dos grupos.
Fronteras culturales
El texto, además de marcar una diferencia entre los miembros del
cuerpo social, se encarga de delimitar espacios. El matadero, justamente, está
ubicado en una zona de pasaje entre el campo y la ciudad, y allí se da la
posibilidad de un cruce entre dos zonas culturales antagónicas. Hay un espacio
que es propio de uno de los grupos y que es defendido como tal ante la
intrusión de un otro. Pero ese espacio no es solo geográfico, sino que marca usos y costumbres,
y formas de pensar y de hablar por completo diferentes.
Esta cualidad la
notamos sobre todo en la representación del intruso, el unitario, cuyas formas
llaman la atención. Lo que de un lado es elegancia, del otro es torpeza. La
divisa que para unos es símbolo de respeto, para el otro representa la
esclavitud.
Es debido a esos antagonismos culturales que
Echeverría elige al matadero como el espacio para representar la barbarie del
federalismo. A partir del color de la sangre, la práctica del degüello y la
suciedad aparejada a la muerte el autor logra materializar una alegoría
política sobre la sociedad argentina y los crímenes que avala la masa acrítica.
Las clases populares en la literatura argentina
Difícilmente haya sido uno de los propósitos de
Echeverría al escribir el texto, pero El
matadero marca un hito, que es el ingreso de las clases populares a
la literatura argentina. A diferencia de las narraciones del Romanticismo, independientemente
de si se trata de la novela o la poesía gauchesca, por primera vez el pueblo es
protagonista y habla con su propia voz. Sin embargo, esta aparición de las
clases populares comienza con un signo negativo muy fuerte que condicionará el
desarrollo de este enfrentamiento de grupos diversos a lo largo de nuestra
historia literaria.
Al contrario de lo que puede pensarse, la posición de
Echeverría no era simplemente elitista, es decir, su proyecto de obra no estaba
dirigido solo a las clases dominantes ni ignoraba las necesidades del pueblo.
Su repudio de lo popular en este relato debe ser entendido como una
claudicación. En sus escritos políticos (como "Dogma socialista"),
Echeverría soñaba con guiar a la masa del pueblo mediante el cultivo de una
poesía con un marcado arraigo folclórico y reconcentrada en el paisaje, que
pudiera conmover a los que no eran letrados y acercarlos a los ideales del
progreso y la democracia. En El matadero se puede leer el reconocimiento
de una derrota, la resignación frente al hecho de que el rosismo, con su
retórica brutal y paternalista, pudo seducir al pueblo mucho mejor que las
ideas ilustradas.
FUENTE:
Sampayo Romina, Literatura V (Llaves), Ed. Mandioca, Buenos Aires, 2016.
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