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4 de abril de 2021

HISTORIA DEL PUEBLO HEBREO: resumen y desarrollo

 

HISTORIA DEL PUEBLO HEBREO: resumen y desarrollo


Como un estrecho corredor uniendo los dos más grandes imperios de la antigüedad, Egipto y Mesopotamia, se halla un pequeño país —Palestina— habitado por una rama de la vieja raza semita, los hebreos.

Su historia es muy simple: durante 50 años goza de un relativo brillo, aprovechando un periodo de decadencia de sus dos potentes vecinos. Luego se convierte en tributaria de todos los amos de turno del Oriente: Egipto, Asiría, Caldea, Persia, Grecia, termi­nando finalmente por transformarse en una de las tantas provincias del imperio romano.

Y sin embargo, este pequeño país, tiene una importancia clave en la historia de la humanidad. En él se inicia y se mantiene la creencia en el monoteísmo y el culto al Dios único, y su historia se confunde con el Plan de Salvación de Dios para el mundo.

RESUMEN

 Palestina ocupa una posición estratégica en el Cercano Oriente, pero su suelo es pobre y árido, y el único río importante, el Jordán, está totalmente desaprovechado porque corre en el fondo de una hondísima depresión.

Los más antiguos habitantes de este país fueron los cananeos, de origen semita, y los filisteos, de raza aria. Luego, hacia —1400 fue invadido por los hebreos, pueblo semita desarrollado a orillas del Nilo y que recorrían el desierto buscando dónde establecerse. Con ellos, Palestina se convirtió en un reino muy potente, principalmente por obra de sus dos primeros reyes, David y Salomón. Luego sobrevino la decadencia y fue dominada por los asirlos, los babilonios y persas, hasta llegar a formar parte del imperio de Alejandro Magno, y finalmente convertirse en provincia romana.

El mayor aporte que la Humanidad debe agradecer a los hebreos es su Religión: ellos cumplieron la misión de conservar a lo largo de los siglos la idea de un Dios único y la esperanza en un Redentor. La Biblia, resumen de su historia, es también el Libro Sagrado de los judíos y cristianos por contener al mismo tiempo la Revelación Divina.

El arte de los hebreos fue mediocre. Con todo, entre sus obras arquitectónicas se destaca el Templo de Jerusalén, considerado como una de las maravillas del mundo antiguo.

Los hebreos han sido uno de los pueblos claves de la humanidad: Dios los hizo depositarios de su Revelación, y entre ellos se encarnó el Mesías.

DESARROLLO

Contiene:

·         EL PAÍS: Regiones, clima, producciones

·         EL PUEBLO:

·         Patriarcas

·         Monarquía: Moisés

·         Decadencia: David

·         El Mesianismo: Babilonia

·         Cautividad: Jesucristo

·         LA CULTURA:

·         Gobierno: Teocracia

·         Religión: Monoteísmo

·         La Biblia

·         Artes: Arquitectura: el Templo

 

EL PAÍS

Palestina es el pequeño territorio comprendido entre el Mediterráneo y el río Jordán. Confina al norte con Fenicia (el actual Líbano), y por el sur, sus fronteras se confunden con el desierto del Sinaí. Su superficie es muy pequeña: con sus 25.000 kilómetros cuadrados podría estar contenida 110 veces en nuestra República Argentina.

Por su aspecto geográfico, pueden  distinguirse en Palestina tres regiones bien  diferenciadas: al norte se halla  Galilea, formada por pequeñas colinas cubiertas de vegetación, es la zona más rica del país. En el centro se encuentra  Samaria, menos fértil que la anterior, y surcada por numerosos valles perpendiculares al mar. Y al sur,  Judea, planicie montañosa y calcárea, de tierras áridas y poco habitable.

Palestina posee un solo río importante, el Jordán, uno de los ríos más característicos del mundo. Nace en los montes Antilíbano, en Fenicia, y recorre sus 220 kilómetros de longitud en el fondo de un verdadero abismo: la profunda depresión que separa Siria de  Palestina, inmensa fosa de arena, carente totalmente de vegetación. En su recorrido el Jordán forma varios lagos —entre ellos el de Genesaret—, volcándose finalmente en el Mar Muerto a más de 400 metros bajo el nivel del Mediterráneo. Las aguas de este lago, densas y seis veces más saladas que el agua del mar, están saturadas de sustancias alquitranosas y no permiten la vida animal ni vegetal.

Actualmente, el gran problema palestinense es la falta de agua. En la antigüedad, en cambio, Palestina gozaba de lluvias más abundantes y regulares que la convertían en una comarca próspera. Sus valles eran particularmente aptos para la cría del ganado, en sus planicies se obtenían abundantes cosechas de cereales, mientras que las laderas de sus montañas estaban cubiertas de espesos bosques de cedros, de viñedos y olivares. Era en verdad, la "Tierra prometida", la "tierra" que manaba leche y miel. . .

 

EL PUEBLO

Esta fértil comarca excitó siempre la codicia de los pueblos semitas que vivían en los desiertos de Siria y Arabia. Sabido es que allí, en las remotas épocas del Paleolítico, abundaban las lluvias y la vegetación convirtiéndolos en zonas muy pobladas; pero luego, al principio del Neolítico, con los grandes trastornos del clima, toda la Arabia se convirtió en un desierto, y sus habitantes, los semitas, se vieron obligados a emigrar en sucesivas oleadas hacia otras comarcas.

Una de sus tribus, los cananeos, fue la primera en llegar hacia el año — 3000 a las zonas del Jordán, que se conocieron desde entonces con el nombre de "Tierras de Canaán".-

Posteriormente, hacia el año — 1500, el país es invadido por uno de los llamados "pueblos del mar" de raza aria: eran los filisteos. Llegados de la isla de Creta y dedicados a la navegación, se establecen en la zona costera, y cambian el nombre al país llamándolo Palestina (de Philistina).

Cien años después, una nueva y más aguerrida tribu semita, los hebreos, se acercará al país y lo conquistarán derrotando a los primitivos habitantes, cananeos y filisteos, y estableciendo un sólido reino.

LOS HEBREOS

Al producirse la dispersión semita desde  Arabia, uno de sus clanes, los descendientes de Heber, llegaron a la Mesopotamia y se establecieron en la ciudad de Ur, al sur de Caldea. Algún tiempo después, hacia el año — 1800, remontaron el Eufrates y fijaron sus tiendas en Harán, al norte de Asiria.

Eran pastores nómadas, adoradores de ídolos, y sometidos a un régimen patriarcal: los jefes —jueces y sacerdotes a la vez— eran los padres de familia. Entre ellos se hallaba uno llamado Abraham. Con él comienza la verdadera historia del pueblo hebreo.

ABRAHAM

Dios eligió a Abraham para hacerlo depositario de una promesa: será padre de un pueblo muy numeroso y por medio de él llegará la salvación al mundo.

Al mismo  tiempo, Dios le impone un mandato: serle fiel, abandonar el culto de los ídolos y dirigirse con solo su familia al país que algún día poseerían sus descendientes. Abraham cree a Dios y obedece: quema sus ídolos, se pone en marcha con su mujer Sara, su sobrino Lot y sus criados (unas 300 personas) y se establece en Canaán. El Señor lo va guiando paso a paso y haciéndole conocer sus designios. Poco después, y a pesar de su vejez, le nace un hijo, Isaac, a quien el Señor renueva la "Promesa". Igual cosa ocurre con Jacob, su nieto, a quien un ángel cambia de nombre llamándolo "Israel" (fuerte con Dios). Desde entonces los hebreos serán también conocidos como los "hijos de Israel".

Cautividad de Egipto

El patriarca Jacob tuvo doce hijos, cada uno de los cuales formó una muy numerosa familia, origen de las tribus en que se ha dividido el pueblo hebreo.

El penúltimo de esos hijos, José, fue vendido por la envidia de sus hermanos a unos mercaderes egipcios. Pero Dios lo protegió en su cautiverio; por sus cualidades proféticas, José logró ocupar un alto cargo en la corte del Faraón.

En esas circunstancias se produjo una gran carestía en toda la comarca de Canaán, por lo que conociendo José la necesidad que padecían su padre y sus hermanos, los hace ir a Egipto, les perdona su crimen y los instala en la fértil región de Gessen. Esto ocurrió hacia el año — 1700, época en la que Egipto era gobernado por los faraones "hicsos", de origen semita, los cuales protegieron mucho a los hebreos. Allí, luego de varios siglos, constituyeron un pueblo numeroso y muy unido.

Posteriormente, cuando los egipcios sacudieron el yugo de los hicsos, extendieron también la persecución a sus hermanos de raza, los hebreos; estos fueron esclavizados y ocupados en las grandiosas construcciones realizadas por las dinastías del Nuevo Imperio Tebano. Incluso, ante su asombrosa multiplicación, hacia el año — 1200 se ordena matar en el Nilo a todos los varones recién nacidos.

Ante tal peligro, Dios escucha el clamor de su pueblo y suscita a Moisés, su salvador. Librado casualmente de las aguas por una princesa egipcia, es educado en todas las ciencias y artes de su tiempo, y al llegar a su edad madura recibe del Señor la misión de librar a su pueblo de la opresión. El faraón Ramsés II, según se cree, sólo consiente en esa liberación al producirse, en una noche, la muerte de todos sus primogénitos egipcios. Sólo se salvan de la matanza las casas de los hebreos en las que se había inmolado un cordero, y teñido con su sangre el dintel de sus puertas. Esa noche de liberación fue denominada "Pascua" o Paso del Señor. Con ella comenzó el "Éxodo", o partida de los Hebreos.

LA ALIANZA

Al salir de Egipto camino hacia Palestina, la tierra prometida, los israelitas penetran en la península de Sinaí. Allí la antigua Promesa de Dios a Abraham y a sus hijos se transforma en un solemne Pacto: Jehová tomará a Israel bajo su protección facilitándole la conquista de su nueva patria. El pueblo por su parte se compromete a reconocer en Jehová su único Dios, a rechazar el culto de los ídolos y a cumplir fielmente la Ley sintetizada en el Decálogo. Símbolo de este pacto, será un cofre —el Arca de la Alianza— que acompañará siempre al pueblo.

LA CONQUISTA DE PALESTINA

Los israelitas permanecen 40 años vagando por los oasis del Sinaí en castigo por su falta de confianza en el Señor. Finalmente Moisés los conduce a las fronteras de Palestina, les da la orden de conquistarla y muere. Josué, su sucesor, será el encargado de dirigirlos.

Numerosos combates contra los cananeos y filisteos ponen de manifiesto la evidente protección de Jehová, y pronto casi todo el país queda en poder de los israelitas, los que lo dividen en 12 provincias, de acuerdo al número de sus tribus.

Al establecerse en las ciudades y pueblos conquistados, abandonan sus costumbres nómadas, se transforman en sedentarios y se dedican al cultivo del suelo.

Políticamente, todavía conservan sus costumbres patriarcales sin constituir una nación unida. Sus gobernantes son los jefes de familia y el Consejo de los Ancianos de cada pueblo. En circunstancias extraordinarias, y ante un grave peligro, el Señor suscita un jefe, al que denominan "Juez". Entre ellos cabe recordar a Gedeón, Jefté, Sansón y Samuel. Los primeros descollaron por sus virtudes militares o por su fortaleza física; el último por su prudencia y sabiduría.

LA MONARQUÍA

Deseosos de lograr una mayor unidad y al mismo tiempo organizarse al estilo de los demás pueblos vecinos, los israelitas pidieron a Samuel el nombramiento de un rey. El elegido fue Saúl, hombre robusto y valiente, y que consigue varios éxitos militares contra los filisteos. Con todo, disgustado el Señor por su conducta, le retiró su espíritu. Samuel consagró entonces como rey, por orden de Dios, al joven pastor David, el cual justificó pronto su elección al vencer con un tiro de honda al gigantesco filisteo Goliat, que era el terror de los hebreos.

Poco después Saúl fue derrotado y muerto en el campo de batalla; las tribus reunidas, en el año — 995, reconocen por rey a David. — DAVID es el verdadero fundador de la monarquía hebrea. En una de sus primeras campañas atacó la fortaleza de Sión, último baluarte cananeo que aún permanecía en el interior del país. Se apoderó de la ciudad y la denominó "Jerusalén", constituyéndola en la capital del reino. Igualmente resultó victorioso en una larga campaña contra los filisteos.

Posteriormente emprendió la conquista de los países limítrofes extendiendo las fronteras de Israel desde el Mar Rojo hasta el Éufrates, convirtiéndose así en el monarca más poderoso de su época. En Egipto gobernaban las débiles dinastías saítas, y Asiría se hallaba en una de sus etapas decadentes.

Para coronar todos sus triunfos trasladó solemnemente el Arca de la Alianza a Jerusalén, organizó el culto religioso y compuso la mayoría de los himnos llamados "Salmos", de incomparable belleza. — SALOMÓN sucedió en el trono a su padre David, en el año — 975. Su reinado señala el apogeo de la época más gloriosa del reino hebreo. Salomón fue un monarca pacífico, y un excelente administrador, constructor y comerciante.

A él se debe la definitiva organización del gobierno y de la hacienda pública. Su alianza con Fenicia lo convirtió en dueño de las rutas comerciales del Oriente, llevando sus caravanas por todo el mundo conocido. Mandó construir nuevas ciudades, como Palmira, cuyas ruinas aún hoy se admiran; rodeó otras ciudades de murallas, y edificó numerosos palacios en los que introdujo el esplendor de las monarquías orientales. Pero sobre todo, su nombre quedará siempre vinculado a la construcción del Templo de Jerusalén, una de las maravillas de la antigüedad.

LA DECADENCIA

No tardó en sobrevenir pocos años después de la muerte de Salomón. Su hijo y sucesor, Roboam, adoptando procedimientos despóticos, oprimió al pueblo con nuevos y mayores tributos. Por otra parte, las fronteras se veían amenazadas, pues los poderosos vecinos, Asiría y Egipto, habían fortalecido sus imperios y buscaban el desquite de las victorias de David. Ante estas dificultades, en el año — 932, diez tribus se rebelan y eligiendo rey a Jeroboam, fundan el Reino de Israel.

Las dos tribus restantes, Judá y Benjamín, permanecen fieles al hijo  de Salomón-Roboam-y constituyen el Reino de Judá. Este cisma acentuó la decadencia de la monarquía hebrea.

En el Reino de Israel se suceden 19 reyes pertenecientes a 10 familias distintas y algunos de ellos ocupan el trono mediante el asesinato. Al mismo tiempo que el cisma político se produce la desunión religiosa.

Los israelitas se mezclan con las poblaciones cananeas existentes en sus fronteras y adoptan su culto idolátrico y sus costumbres depravadas; pronto se levantan dos templos en los que se adoran a becerros de piedra, similares al Buey Apis egipcio, o al Baal sirio. En vano los profetas Elías y Eliseo claman por la conversión del pueblo y la fidelidad a la Alianza. Jezabel, reina de origen fenicio, Atalia, Jehú, Joram y muchos otros reyes multiplican las iniquidades y crímenes. Él rey Omri funda la ciudad de Samaria y la establece capital del reino. Jeroboam II logra alcanzar para Israel algunos años de esplendor, pero luego sucede lo inevitable: los asirios se constituyen amos del Oriente y exigen cada vez mayores contribuciones. Finalmente el rey Oseas se une al faraón de Egipto en una alianza contra Salmanasar V. Su hijo Sargón II, en el año — 722, sitia a Samaria, y la arrasa deportando a Nínive a las clases dirigentes. Así concluye el reino de Israel.

En el Reino de Judá, por el contrario, se suceden 20 monarcas, todos descendientes de David. Varios de entre ellos, principalmente Ezequías y Josías, permanecen fieles a la Alianza con Jehová; la mayoría, en cambio, traicionan el "Pacto", y aceptan los cultos idolátricos. Por ello, en el plan de Dios, figuraba el total sojuzgamiento de su pueblo.

LA CAUTIVIDAD

Creyendo muy pesados los tributos exigidos por los caldeos, sucesores de los asirios, los judíos forman nuevas coaliciones con Egipto en contra de los flamantes amos del Oriente.

Nabucodonosor, rey todopoderoso de Babilonia, invade por dos veces el reino de Judá, y en ambas ocasiones se apodera de Jerusalén; como escarmiento en la segunda vez, en el año — 587, destruye sus fortificaciones, incendia el Templo, su orgullo nacional, y deporta cautivos a Babilonia a todos los jefes y a gran número de sus habitantes.

Los profetas Isaías y Jeremías son los nuevos hombres suscitados por Dios para despertar la fe y el arrepentimiento del pueblo. Y con ellos se abre un nuevo capítulo en el desenvolvimiento de la Alianza. No habiendo cumplido el pueblo con las obligaciones del Pacto han sido castigados con la derrota y la cautividad. Pero Dios se compadecerá de ellos y en su infinita bondad los perdonará gratuitamente, y les enviará un Salvador: el Mesías.

LA RESTAURACIÓN: EL MESIANISMO

La esclavitud en Babilonia dura 50 años. Ciro, gran rey de los persas, derrota a los caldeos, se apodera de su capital, y concede a los hebreos, así como a los otros pueblos sojuzgados, una cierta libertad, incorporándolos a una satrapía irania. Además, les autoriza a reconstruir sus murallas y a reedificar su Templo.

Ya el pueblo ha reaccionado en el orden religioso y es objeto de una Nueva Alianza que le predican los grandes profetas Ezequiel y Daniel. El nuevo Reino de Dios que establecerá el Mesías, no estará fundado sobre el temor, sino sobre la virtud y la sinceridad de corazón. No se limitará a los hebreos, sino que todas las tribus y pueblos conocerán a su Dios; Jehová no será más el "Dios de Israel" sino el Dios universal.

La Nueva Alianza, extendida a todos los pueblos, imponía una unificación mundial. Esta unificación estuvo a cargo de los romanos.

En efecto, a la vuelta de la Cautividad, los hebreos pasaron por las mismas vicisitudes comunes a todos los pueblos del Oriente: integraron el Imperio Iranio hasta el año — 330, en que pasaron a formar parte del Imperio macedonio de Alejandro Magno. A la muerte de este príncipe integraron las monarquías griegas de los Ptolomeos de Egipto, o de los Lagidas de Siria. Finalmente, tras la conquista del general Pompeyo, de Oriente, en el año — 60, se convirtieron en provincia del Imperio Romano.

LA DIÁSPORA

No todos los hebreos volvieron de la cautividad. Si bien muchos se reintegraron a los pueblos de sus antepasados, rehicieron sus casas y reanudaron sus tradicionales ocupaciones, otros en cambio prefirieron permanecer en la Mesopotamia, al amparo de los persas, sus nuevos amos, y los hubo que tomaron nuevos rumbos estableciéndose en Egipto, Siria o Asia Menor.

Esta dispersión del pueblo hebreo se llama "Diáspora" y adquirió mayores proporciones cuando los romanos conquistaron todo el Oriente; entonces se fundaron colonias hebreas en Roma, en Grecia, y, en general, en toda la cuenca del Mediterráneo.

Aunque separadas, estas colonias conservaron fielmente el idioma, sus usos y costumbres, y principalmente su religión. De esta manera, el nombre de Jehová y los Libros Sagrados fueron conocidos en todo el mundo, facilitándose así la difusión posterior del cristianismo.

LA CULTURA

Los hebreos se destacaron en un solo aspecto cultural: su grande y única vocación residió en el campo religioso, convirtiéndolos en el pueblo clave de la humanidad. En los demás aspectos carecen de originalidad, y sólo asimilaron los usos y costumbres de los pueblos vecinos.

Gobierno

Los hebreos pasaron por todas las etapas políticas comunes a todos Los pueblos semitas. Así, en los comienzos, en Arabia, Mesopotamia y Egipto, constituyeron tribus nómadas de régimen patriarcal. Una vez establecidos en Palestina se transformaron en sedentarios, consolidándose el régimen político en una gerontocracia o gobierno de los ancianos.

Finalmente, el crecimiento de la nación los llevó a adoptar el régimen monárquico que, con David, conserva un carácter militarista y conquistador, para convertirse con el rey Salomón en una monarquía absoluta y despótica, de tipo netamente oriental.

Arte

El arte hebreo carece de interés. Como la Biblia prohibía la representación de figuras humanas y de animales, por el peligro de caer en la idolatría, no cultivaron ni la escultura ni la pintura.

En arquitectura fueron imitadores de los fenicios, los cuales inclusive les edificaron su Templo con materiales del Líbano, según planos trazados por arquitectos de Tiro y de acuerdo al modelo de los templos egipcios.

El Templo comprendía un gran patio exterior que rodeaba al edificio central. El Santuario estaba dividido en dos salas: el "Santo", lugar de solo acceso a los sacerdotes, y el "Santo de los Santos" donde se hallaba el Arca de la Alianza y sólo accesible al Sumo Pontífice.

Las dimensiones del Templo, propiamente dicho, no eran extraordinarias: 30 metros de largo, por 10 de ancho y 15 de alto. Pero lo que causaba la admiración general y lo convertía en el orgullo nacional de los hebreos, era que se hallaba totalmente revestido de planchas de madera preciosa, recubiertas de adornos de oro y plata como en ningún lugar se había visto  hasta entonces.

Religión

En toda la historia de las religiones no se da otro caso semejante al de los hebreos: forman un pequeño pueblo rodeado de poblaciones adoradoras de ídolos, y sin embargo mantiene un MONOTEÍSMO tan absoluto que se convierte en su característica nacional.

El Dios de los hebreos es un Dios espiritual, al que no se puede representar bajo ninguna forma o imagen. Es al mismo tiempo un Dios providente: conoce a su pueblo y cuida de él como un padre, prodigándole promesas, recompensas y aún castigos. Es también un Dios revelador: manifiesta a los hombres su existencia y sus planes. Esta Revelación o comunicación la realiza paso a paso y por etapas:

Un primer paso consistió en la Promesa hecha por Jehová a Abraham y a sus hijos de llegar a constituir un pueblo numeroso y privilegiado.

En segundo lugar, luego de la cautividad de Egipto, cuando la Promesa de la multiplicación se hubo cumplido, Jehová establece una Alianza con su pueblo sobre la base de la fidelidad al Monoteísmo.

En tercer lugar, ante el incumplimiento de la Alianza por parte del pueblo, sobreviene el Castigo: la destrucción del reino por los asirios y caldeos.

Finalmente, ante el arrepentimiento general, se establece una Nueva Alianza: por mediación de su Hijo, el Mesías, Dios perdonará gratuitamente a su pueblo y a todos los pueblos.

Así, la religión hebrea tiene su culminación en el CRISTIANISMO.

LA BIBLIA

Toda esta historia del Plan de Dios sobre la Humanidad se halla relatada en las páginas de la Biblia: la creación del mundo y del hombre; la primera derrota moral y sus consecuencias, y la marcha de la humanidad hacia la Redención.

En otras palabras, la Biblia es la narración de cómo Dios guió al mundo desde su cuna hasta su salvación, desde Adán hasta Cristo: es la historia de la pedagogía divina para con la Humanidad.

Formalmente, la Biblia es un conjunto de 72 Libros -de muy desigual extensión— agrupados en dos grandes partes: Él Antiguo y el Nuevo Testamento. La segunda parte, complemento y coronación de la primera, está constituida por los 27 libros referentes a la Revelación Cristiana, es decir, los Evangelios, las Epístolas Apostólicas y el Apocalipsis.

El ANTIGUO TESTAMENTO —único conocido por los hebreos— está formado por 45 Libros agrupados en tres secciones:

- LA LEY O "Torah": son los cinco libros escritos por Moisés y denominados en conjunto "Pentateuco": Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Relatan los primeros tiempos de la humanidad y en particular la historia del pueblo hebreo. El Levítico y el Deuteronomio contienen además numerosas prescripciones religiosas.

Los PROFETAS: Comprende los libros escritos por los personajes suscitados por Dios para mantener a su pueblo en el cumplimiento de la Alianza y en la esperanza del Redentor. Entre ellos se destacan los libros de los Profetas Mayores: Amos, Isaías, Jeremías, Ezequiel  y  Daniel.

 Los ESCRITOS O "Hagiógrafos": Contiene el resto de los libros. Entre ellos se señalan:

      Los históricos: Crónicas, los Reyes, Josué, los Macabeos y otros.

      Los morales:   Proverbios y Eclesiastés, y los escritos por Salomón: la Sabiduría y el Eclesiástico.

— Los poéticos: El Cantar de los Cantares, escrito también por Salomón, y los Salmos, compuestos en su mayor parte por el rey David. Los libros de la Biblia escritos por inspiración divina por diversos autores y en diversas épocas, constituyen al mismo tiempo el mayor lumento literario-religioso que nos ha legado la antigüedad. La Biblia, al mismo tiempo que Libro Sagrado, fue para los hebreos:

CÓDIGO CIVIL: establece todo lo referente a la familia, a la distribución de las riquezas, a los contratos y obligaciones.

 CÓDIGO PENAL: adaptado a la modalidad del pueblo al que regía, en esta parte, la  Biblia aceptó la Ley del Talión, poniendo así freno a la venganza personal e indiscriminada. La caridad y el perdón de las ofensas constituirán la "perfección de la ley" predicada por el Cristianismo.

 

FUENTE: Alfredo Drago; Historia Antigua y Medieval, Ed. Stella, Buenos Aires, 1965.

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