Análisis
de ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA: Un libro para todos y para
nadie de FRIEDRICH WILHELM NIETZSCHE (1844- 1900)
Fue bajo la influencia de dos visiones,
sobrevenida la primera en Surlei en agosto de 1881, y la segunda en Rapallo en enero
de 1883, como concibió Nietzsche su poema filosófico Zaratustra. El
plan quedó escrito ya desde el 20 de agosto de 1881. Esta doble experiencia
mística fue única en la vida de Nietzsche. En todo caso, tanto la intuición del
Eterno Retorno como la concepción del personaje llamado Zaratustra se
encuentran a la base de la inspiración de esta epopeya filosófica, a través de
la cual pretendía Nietzsche llegar a un público universal, puesto que su libro
había sido escrito, según sus propias palabras, «para todos y para nadie».
Cuatro grandes partes distribuyen una
serie ordenada de parábolas presentadas en forma de símbolos, con un énfasis
digno de los textos sagrados.
Para dar una idea del tono de estas páginas,
es preciso decir que cada parte del Zaratustra fue redactada muy
rápidamente (en una decena de días) en un arrebato de felicidad y vehemencia.
Ciertos comentaristas ven en este texto la obra maestra de un Nietzsche místico: Armand Quinot presenta al Zaratustra
del Prólogo como el profeta presto a descender entre los hombres para comunicarles
un mensaje, tan luminoso como las montañas en cuyas cimas acababa de pasar diez
años de azulada soledad. Sin embargo, Genevieve Bianquis subrayaba, por su
parte, que las impresiones inherentes al poema no procedían del «interior» de
la personalidad, sino más bien de circunstancias puramente exteriores: Ecce homo explicaría la génesis psicológica
y fisiológica del Zaratustra por la referencia a la recuperación de la salud de
un Nietzsche que, momentáneamente, había creído perdida.
La primera parte incluye el
Prólogo que introduce en escena al «último hombre» de los tiempos modernos:
poco ambicioso y mediocre, que aplica toda su inteligencia a su propia
conservación antes que aventurarse en una vida de peligros.
Nietzsche describe a continuación el
descenso de Zaratustra a la ciudad para salvar e iluminar a los hombres. El
discurso que les dirige les habla de cosas inauditas y, ante todo, de las
<<tres metáforas»: del camello, que recibe la herencia; del león, que la
destruye, y del niño, que crea nuevas realidades.
Ya desde aquí, Nietzsche se levanta contra
las «cátedras de la virtud », los <<visionarios del más allá”, los que «desprecian
el cuerpo», los «predicadores de la muerte>, las <<moscas de la plaza
pública ». Pero es con un fracaso como se salda la primera tentativa (e incluso
tentación) de Zaratustra: los hombres no quieren entenderlo. Los discursos críticos abundan en esta primera
parte, que, sin embargo, tampoco escasean en las siguientes.
La parte segunda se abre con la
imagen desfigurada de un Zaratustra incomprendido: decididamente no le es fácil
comunicar su pensamiento. Pero el viaje y la misión son renovados con nuevas polémicas
contra los
llamados «misericordiosos», los pretendidos «virtuosos», «sabios>, «sacerdotes”,
«guerreros», en fin, contra los «metafísicos» de toda suerte, o también la
«canalla>>, a las cuales se añaden, en mitad de la sátira, algunas páginas
de lirismo amenizadas por el <<nocturno », la «canción de la danza», el
«canto sepulcral» y, finalmente, la «hora más silenciosa». Pero en el seno de
este cuadro de rudeza creciente apunta una posibilidad de «redención»: aquella
que asegura una voluntad capaz de abrazar, no solamente el porvenir, sino
también el pasado. Las virtudes nuevas
se imponen, más numerosas que en la primera parte. Y, muy particularmente, allí
donde <todo tiende a superarse sin cesar>.
El Eterno Retomo ocupa toda la parte tercera, que sobresale en
lirismo y en efusiones sagradas, con la “visión y el
enigma», la «gran nostalgia», la «segunda canción de la danza» y los «siete
sellos». Zaratustra puede al fin anunciar la nueva moral («Las antiguas tablas
y las nuevas»).
Finalmente, la cuarta parte nos presenta
la imagen última de un Zaratustra encanecido, envejecido, decepcionado. Sin
embargo, percibe todavía el 'grito de angustia de una categoría de hombres que
él quiere a toda costa socorrer, la
de los hombres superiores: Zararustra retomará a su grande aunque vana misión apostólica: el fin
último de Nietzsche es, pues, el de exaltar y desarrollar la austera
grandeza humana.
Edición: Así
habló Zaratustra (tr. A Sánchez
Pascual), Alianza, 1972.
Estudios: E.
Fink, La filosofía de Nietzsche (tr. A Sánchez
Pascual), Alianza 1994· P. Héber-Suffrin, Le Zarathoustra de' Nietzs:
che, P.U.F., 1992.
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