Cuando un emisor produce un texto, lo hace con una determinada intención y, al hacerlo, lo adapta a un tipo textual o patrón determinado, compartido y conocido por la comunidad. Ese tipo textual tendrá un modo de organización interno llamado trama.
En todos los textos predominan,
entonces, una función del lenguaje (referencial, emotiva, poética, apelativa,
fática y metalingüística) y una trama, que va a dar cuenta de esa
intencionalidad.
Las tramas textuales son seis y cada
una presenta una serie de elementos o marcas lingüísticas distintivas.
Cuando se relatan hechos en forma
cronológica y siguiendo una relación de causa-consecuencia, se utiliza la trama
narrativa. En ella, los hechos (acciones o eventos finalizados, con verbos en
tiempo pretérito) se organizan en introducción, conflicto y desenlace y
responden a la pregunta ¿qué sucedió? Si bien predomina en los textos
literarios (cuentos, novelas, leyendas), en los que intervienen un narrador y
varios personajes, se utiliza también en géneros no ficcionales, como la
crónica periodística, los relatos históricos, las anécdotas o algunas
publicidades.
Si el emisor desea presentar
características o rasgos distintivos de objetos, lugares, personas, animales o
procesos, utiliza la trama descriptiva, que responde a la pregunta ¿cómo es? Entre
los elementos que la caracterizan se pueden señalar: sustantivos y adjetivos
calificativos, coordinación y yuxtaposición, y ausencia de relaciones causales
y temporales. Esta trama aparece en algunos pasajes de textos con trama
predominantemente narrativa (descripción de personajes y lugares en una novela,
por ejemplo), en los retratos, las publicidades, los avisos clasificados y los
folletos turísticos.
En algunos casos, el emisor tiene la
intención de hacer comprender algo al receptor y, para lograrlo, utiliza la
trama explicativa. Esta responde a la pregunta ¿qué es? y se caracteriza por el
uso de un lenguaje objetivo, un vocabulario especifico, verbos en modo
indicativo y presencia de re cursos explicativos (ejemplos, comparaciones,
relaciones de causa y efecto, definiciones, reformulaciones, etcétera). Se
utiliza en textos de estudio, enciclopedias, artículos tratados científicos o
exposiciones orales.
Para sostener una postura con
respecto a un tema polémico, el emisor utiliza la trama argumentativa. Como su
objetivo es convencer a su interlocutor, expone argumentos que justifican o
fundamentan su tesis. Un texto con trama argumentativa suele responder a la
pregunta ¿qué opina? y se estructura en una introducción (presentación del tema y postura del emisor), un
desarrollo (despliegue de argumentos) y conclusiones (consecuencias o resultados).
Se utilizan recursos tales como subjetivemas, conectores lógicos, primera persona
pronominal, ejemplos, comparaciones y citas de autoridad. Este tipo de trama predomina en los textos de opinión, jurídicos,
críticas, ensayos y avisos publicitarios.
Si el objetivo del emisor es presentar
en el texto la alternancia de voces
entre distintos interlocutores, utiliza la trama dialogal o conversacional.
Esta se estructura como un diálogo: se organiza en en turnos de habla y las
voces se introducen mediante recursos como rayas de diálogo, comillas o "verbos de
decir". En esta trama, es frecuente el uso de pronombres personales.
Responde a la pregunta ¿qué dicen? y se utiliza en las conversaciones
cotidianas, los interrogatorios, las obras de teatro, las entrevistas y los
guiones de cine o televisión.
Cuando el emisor quiere dar una
orden, un consejo o explicar cómo hacer algo, utiliza la trama instruccional.
Esta se caracteriza por el uso de la segunda persona, del modo imperativo y del
infinitivo, y responde a la pregunta ¿cómo se hace? Predomina en manuales de
uso, recetas de cocina, reglamentos, prospectos de medicamentos y
capacitaciones, o actividades que implican el seguimiento de diferentes pasos.
Si bien los discursos suelen
combinar distintas tramas textuales, siempre hay una que es predominante. Por
ejemplo, en una obra de teatro puede haber segmentos narrativos, explicativos o
descriptivos en las acotaciones o los parlamentos de los personajes, pero la
trama predominante es la dialogal.
Los géneros
Los enunciados permiten la
comunicación humana. Así, un mensaje de texto, una receta de cocina, una lista
de compras, una conversación telefónica y una demanda judicial tienen en común,
a pesar de sus diferencias, el hecho de representar las distintas maneras en
que las personas se expresan por medio de la lengua. El uso de uno u otro
enunciado en particular depende del ámbito social en que se producen. Esto
implica que se adaptan a un contexto determinado.
Los tipos relativamente estables de
enunciados asociados a una esfera de la actividad humana se denominan géneros
discursivos. Cada uno tiene funciones comunicativas específicas y juntos
establecen una base común sobre la que los hablantes pueden producir,
interpretar y comprender enunciados, agilizando los intercambios entre ellos.
Los géneros discursivos son
heterogéneos (dado que cada tipo tiene sus características específicas),
infinitos (porque responden a las innumerables actividades humanas) y perduran
a través del tiempo (ya que son medianamente estables). Cada uno cuenta tanto
con una temática, un estilo y una estructura similares, como con la presunción
de un tipo de destinatario y un objetivo determinado. También responde a una
necesidad social en particular. Las personas interiorizan las particularidades
de cada género y producen discursos que se adecúan a las diferentes situaciones
comunicativas.
Géneros primarios y secundarios
El lingüista ruso Míjail Bajtín (1895-1975) clasificó
a los géneros discursivos en dos grupos: simples, o primarios, y complejos, o
secundarios. En el caso de los géneros discursivos primarios, son los que se producen
en la comunicación cotidiana y, por lo tanto, son más o menos informales,
espontáneos y orales (o con elementos de la oralidad) ya que suponen una
relación más cercana entre los participantes y el contexto. Los diálogos, los
chats, los chistes, las cartas y los mensajes de texto son ejemplos de géneros
primarios.
Los géneros discursivos secundarios,
en cambio, son los que se producen en situaciones comunicativas previamente
pautadas y requieren cierta elaboración. Se transmiten, en general, en forma
escrita. Por ejemplo, los textos académicos, periodísticos, literarios,
administrativos, legislativos y jurídicos son géneros secundarios o complejos.
Existen, entonces, ciertos rasgos
que permiten identificar los distintos géneros discursivos y, a la vez,
diferenciarlos de otros discursos. En todos, existe una estrecha relación entre
el contexto en que se produce la situación comunicativa, la intención de
quienes participan en ella, el tema y la forma que adopta el discurso en cada
caso. Los géneros funcionan como moldes que estructuran los enunciados
siguiendo reglas específicas, que posibilitan su interpretación y producción.
Los géneros en uso
Para tratar un tema determinado, el
emisor opta por el género que mejor se adapte a él. Por ejemplo, si se quiere
vender un producto, se elegirá el discurso publicitario y no el literario. También
hay que tener en cuenta que los géneros
discursivos dialogan permanentemente entre sí: se usan unos a otros y aparecen
unos dentro de otros. Tal es el caso de un escrito judicial en el que se
incluye el texto de un chat como evidencia.
Sin embargo, existen situaciones en las
que se mezclan y confunden los géneros
discursivos y se desarticula la configuración del discurso establecida en un
contexto determinado. Por ejemplo, cuando se incorpora el discurso
conversacional en el discurso político, como una manera de acercamiento a los
ciudadanos, se introduce un tono informal, o perteneciente a un género simple,
en otro más complejo.
El caso más claro de interrelación
de géneros se observa en las obras literarias, en las que es permanente el
diálogo del género literario con otros géneros, tanto primarios como
secundarios. Dentro de una novela, un cuento o una obra de teatro, se pueden
encontrar cartas, informes, avisos fúnebres, recetas de cocina, declaraciones
policiales, noticias periodísticas, poemas, etcétera.
Los medios de comunicación
televisivos, radiales y periodísticos ofrecen, a su vez, distintos productos
para informar o entretener. El reality show,
el noticiero, los programas de cocina, los de preguntas y respuestas, y las
telenovelas son ejemplos de géneros mediáticos. Estos se estructuran de un modo
previsible, de acuerdo con el tipo de relación que pretenden establecer con el
público y, si bien son una transposición de géneros pertenecientes a otros
ámbitos, están relacionados con la oralidad y, por lo tanto, son más
inestables.
Existen también los denominados
géneros de la subjetividad instantánea. Estos surgen a medida que avanzan las
nuevas tecnologías y, si bien tienen formatos más o menos fijos, son inestables
y efímeros. Algunos ejemplos de estos géneros son las publicaciones en las
redes sociales.
FUENTE: Prácticas del lenguaje III-
Serie Huellas, Ed Estrada, Buenos Aires, 2017-
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