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8 de enero de 2009

El campo artístico- La cultura popular

El campo artístico- La cultura popular
El sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002) elaboró el concepto de "campo" para referirse al conjunto de relaciones en torno de una actividad determinada. Bourdieu utiliza la metáfora del juego para explicar su noción. Como en los juegos, cada campo tiene una finalidad —aquello que está en juego o por lo que se juega—; hay estrategias o cartas para jugar y hay constante lucha. Así Bourdieu identifica diversos campos: el campo político, el campo religioso, el campo filósofico, el campo ecónomico, entre otros.
En el campo artístico, aquellos que quieren “jugar” dentro de él buscan que su obra —una pintura, una novela, una escultura, una película o cualquier obra de arte— sea considerada “artística” y bella por los criterios y las instituciones académicas que estén acreditados para esa función.
Como se ha analizado, los criterios de belleza, de fealdad y de obra artística han cambiado en función de los acontecimientos históricos, de las relaciones de poder, de las ideas predominantes en las distintas épocas. Así, ciertas obras que no son consideradas artísticas o bellas en un período, sí pueden serlo en otro momento. Seguramente el mingitorio
expuesto como Fuente por Marcel Duchamp no hubiera sido aceptado como parte del campo artístico en otra época, como la Edad Media o el Renacimiento. Las reglas del campo artístico se modifican con criterios arbitrarios.
Quizás sea importante aclarar que, para el artista que “juega”dentro del campo artístico, el objetivo no es ser el más vendido, el más leído o el más visto si se trata de una película. Por el contrario, se suele decir de los libros más leídos considerados best sellers o las películas más vistas consideradas comerciales que no son artísticas, no pertenecen al campo del arte sino al campo de los negocios.

Estética y clase social
En uno de sus primeros libros sociológicos, Los herederos, Bourdieu y el sociólogo Jean Claude Passeron plantearon que la mayoría de los jóvenes que accedían a los estudios universitarios y terciarios formaban parte de las clases sociales media y alta. Los jóvenes más pobres o de clase más popular, cuyos padres eran obreros, no solían ingresar en la universidad. Y, la mayoría de los pocos que ingresaban, registraban bajas calificaciones.
La “inteligencia” y la “brillantez” parecen solamente propias de las clases media y alta. Esto ocurre, porque la mayoría de las veces, cuando los profesores califican olvidan que las clases populares no tienen la misma oportunidad de acceder a los bienes culturales como libros, obras de arte, viajes, museos, instituciones y otras fuentes de conocimiento. Además, desprecian los conocimientos adquiridos por las clases populares, conocimientos que forman parte de su universo cultural.
De esta manera, la universidad y la educación en general, reproducen las diferencias y las injusticias sociales y la desigualdad de oportunidades. Peor aún: la inteligencia y el “buen gusto” de las clases sociales más favorecidas no aparecen acompañadas por el acceso a los bienes culturales antes mencionados y, por lo tanto, no se reconocen como producto de relaciones sociales, sino como dones de la naturaleza. Se dice que “naturalmente” una persona es más inteligente o tiene mejor gusto que otra.

La cultura popular
En el libro La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, el historiador norteamericano Robert Darnton recrea ciertos cuentos infantiles tal como los campesinos franceses se los contaban a sus hijos durante una parte de la Edad Media hasta bien entrado el siglo XVIII.
Así, en las primeras versiones del cuento que posteriormente será llamado Caperucita Roja, el relato terminaba cuando la niña que llevaba pan y leche a su abuela era comida por el lobo. A su vez, la abuela también había sido asesinada y despedazada por el animal.
En la versión campesina del cuento Cenicienta, la heroína se convierte en sirvienta para impedir que su padre la obligue a casarse con él. En otro, la malvada madrastra trata de empujarla al horno, pero por error quema a una de sus propias hijas.
Un marido se come a varias esposas en La bella y la bestia y un ogro degüella por error a sus hijos en Hansel y Gretel. Todos estos relatos que los campesinos les contaban a sus hijos en las noches invernales, revelan la vida que ellos llevaban. Una vida sórdida, miserable y breve. La escena de Hansel y Gretel abandonados por sus padres y teniendo que buscar su sustento en los bosques mostraba la realidad cotidiana de algunos padres que abandonaban a sus hijos porque la extrema pobreza en la que vivían les impedía proveerles alimento. El universo lleno de madrastras de los cuentos infantiles remite a la muerte prematura de las madres campesinas, cuando daban a luz en las condiciones de insalubridad de la época.
El hecho de que no se ocultara a los niños las situaciones de violencia presentes en los cuentos infantiles estaba relacionado con que los niños vivían diariamente en un ambiente sumamente violento y en miserables escenarios. Además, desde muy pequeños, realizaban trabajos tan arduos y pesados como los de los adultos.
A través de esos relatos, los campesinos generaban una cultura propia, relacionada con sus formas de vida y relación con el mundo.
Sin embargo, la cultura burguesa se apropió de estos relatos, les quitó su carga de horror y violencia, les dio un final feliz y un sentido completamente diferente de la connotación original. Generalmente, la cultura popular es silenciada, despreciada o tratada de bárbara por la alta cultura o cultura dominante. Así, como ocurrió durante el siglo XVIII, actualmente son acalladas otras tantas formas de cultura popular.
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Publicación de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires / Argentina- Dirección Provincial de Planeamiento - Programa Provincial Textos Escolares para Todos - ISBN 978-987-1417-04-9 • 1º Edición Julio 2007. Autores: Marcelo Raffin, Cecilia Caputo, Adrián Melo y Andrea Beatriz Pac.

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