LA MUJER EN LA LITERATURA ARGENTINA DURANTE LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX
Con la irrupción de la mujer en la literatura argentina, llega a su fin un período de sumisión que había denunciado ya en verso doña Mariquita Sánchez de Thompson (1786-1865) en el siglo anterior:
Nosotras sólo sabíamos
ir a oír misa y rezar,
componer nuestros vestidos
y zurcir y remendar.
Una actitud de reserva confiaba a la intimidad familiar las expresiones poéticas de la mujer. Edelina Soto y Calvo (1844-1932), amiga de Guido y Spano y Rafael Obligado, publica recién a los sesenta años su libro de poesías Afectos, París, 1907, veinte años después Emociones, Buenos Aires, 1927 y Parque vetusto, en 1929, con los cuales se sitúa en "un lugar de trascendente significado que le pertenece por derecho de legítima conquista en nuestra poesía femenina", según el testimonio de María Alicia Domínguez, en la biografía que le dedicara.
Dentro de la generación de Alfonsina Storni surge en la Argentina, Delfina Bunge de Cálvez (1881-1952), de quien dijo Juan Agustín García que sería el primer poeta argentino si se resolviera a escribir en español ya que sus libros de versos fueron escritos en francés, así Simplemente (1911), y La nouvelle moisson (1918), con prólogo de José Enrique Rodó. Las imágenes del infinito, ensayos sobre religión (1922), El tesoro del mundo, ensayos (1923), Oro, incienso y mirra, cuentos (1924), hasta Viaje alrededor de mi infancia (1938), son jalones de una trayectoria intelectual brillante.
Parte de Delfina Bunge de Cálvez una modalidad que se prolonga durante las primeras décadas del siglo, a través de las poetisas que escriben sus versos en francés, como María Isabel Biedma, Susana CaIandrelli, cuyo primer libro, de 1922, se titula Carillons dans l’Ombre, o El árbol joven (1924), escrito en francés y castellano por Ofelia Calo Berro, o Toi en moi, de Adela Carcía Salaberry, hasta llegar a la poesía de Gloria Alcorta (La prison de l' enfant, de 1935), incluida por Borges, Silvina Ocampo y Bioy Casares en su Antología de la Poesía argentina (1940).
Una vez abiertas las compuertas de aquella intimidad que Edelina Soto y Calvo reservara a una poesía "que sólo en el silencio deben leer mis padres, mis hermanos, mis amigas", se adviérte con mayor frecuencia y calidad la enorme influencia que tuvo en" la expresión poética femenina el ejemplo de la vida y la obra de Alfonsina Stomi. Así, por ejemplo, Sofía Espínola, autora de varias novelas, obras de teatro y libros de versos como Por el camino (1922), Luces y sombras del camino (1924), Ansias de fuga (1933). María Luisa Carnelli, nacida a principios de este siglo, en La Plata, publica Versos de una mujer (1923), Rama frágil (1925); Beatriz Eguía Muñoz (1899-1927), es autora de un único pero festejado libro, Humo (1924), y sus Obras Completas fueron editadas en 1930.
En el interior del país, la mujer comienza a descubrir el paisaje visto con nuevos ojos y nueva sensiblidad. En Tucumán Teresa Ramos Carrión (1898), autora de Mis violetas (1927) y Granado en flor (1929); en Salta, la conocida intérprete de su paisaje y su región, Emma Solá de Solá El agua que canta (1923) y La madre del viento y otros poemas (1929), El sendero y la estrella (1923); en San Luis, Berta Elena Vidal de Battini (1900) publica Alas (1924), Agua Serrana (1931) y Campo y Soledad (1937); en Catamarca, María Amalia Zamora (1905) es autora de El eco rusticano (1927).
Poesía femenina que surge en las provincias adoptando a veces tonos dialectales, rústicos, dedicados a cantar las bellezas del paisaje, como en Amalia Prebisch de Piossek, Clementina Isabel Azlor, Elena Avellaneda, Isabel Cascallares Gutiérrez.
Poetisas contemporáneas de Alfonsina Storni. Otras mujeres escritoras.
Rosa García Costa (1892) nacida en Saladillo, editó su primer libro, La simple canción, en Barcelona, 1917; La ronda de las horas (1922), Esencia (1926) y Poesías (1928), editados en Buenos Aires, difundieron su nombre dentro y fuera del país, con el apoyo de escritores como Horacio Quiroga y Julieta Carrera. Helena Percas, en su libro La poesía argentina (1810-1950) le dedica un importante capítulo definiendo su poesía como romántica, de sobriedad clásica.
En esta misma línea se encuentra Mary Rega Molina (1910), nacida como su hermano Horacio Rega Molina, en San Nicolás de los Arroyos, y autora de una obra abundante y estimable que se inicia en 1928 con Canto llano, y continúa con Anunciación (1930) y Cantos del desvelo (19471.
En forma especial debe mencionarse a Margarita Abella Caprile (1901-1960), autora de una estimable obra poética: Nieve (1919), Perfiles en la niebla (1923), Sombras en el mar (1930), Sonetos (1931), Lo miré con lágrimas (1950).
En este período encontramos también a Mercedes de Saavedra Zelaya (1893) y a María Raquel Adler (1901) cuya poesía religiosa va desde la juventud a la madurez. Fue elogiada por Menéndez Pidal y Rafael Cansinos Assens. Este último dice: "Modernamente, con Raquel Adler pasa a la lírica americana la sensibilidad pudorosa y casta de la virgen, o simplemente de la mujer honesta, con el natural menoscabo de la intensidad expresiva."
Su abundante obra poética, iniciada con Místicas (1923), y Cánticos de Raquel (1925), ha originado una abundante bibliografía.
María Alicia Domínguez (1908), por su parte, se encuentra situada en el límite entre la poesía de ascendencia posmodernista y las nuevas corrientes de vanguardia. Ha realizado ya una obra extensísima que se inició con La rueca (1925) y Crepúsculo de oro (1926). La biografía novela da, el ensayo, la crítica, el poema escénico y la lírica pura, han sido abordadas por la autora de la celebrada poesía "Al aire de tu vuelo" (1949).
Emilia Bertolé (1898-1949) alternó con Alfonsina Storni en el cenáculo del pintor Emilio Centurión, ocupando un nombre destacado entre las mujeres de mayor sensibilidad artística del grupo posmodernista. Pintora de talento, excelente poetisa, autora de Espejo en sombra (1927), escribió algunas famosas composiciones como "Mis manos ciertas veces", aparecidas en varias antologías.
Otra escritora de la época, Herminia Brumana, constituye el arquetipo de una vida dedicada a la enseñanza y la creación literaria. Escritora y maestra, se inició en 1918 con un libro para niños, Palabritas, hasta culminar con un libro clásico de ensayos históricos, A Buenos Aires le falta una calle, de 1953. Sus obras completas fueron publicadas en 1958.
Figuras como las de Norah Lange, María de Villarino, Nydia Lamarque, María Alex Urrutia Artieda, que comienzan a proyectarse en la década del 1930, avanzan ya con las nuevas corrientes literarias. No fue menos importante la participación de la mujer, como era previsible, en la poesía para niños. Alfonsina Storni, Ida Réboli, María Alicia Domínguez, Virginia Echeverry y otras, así lo atestiguan, y lo mismo sigue ocurriendo más tarde, hasta llegar a figuras como María Hortensia Lacau, María Elena Walsh, Fryda Schultz de Mantovani, Inés Malinow y Emma de Cartosio.
FUENTE: CEAL
HISTORIA DE LA LITERATURA ARGENTINA
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