Esta novela de Antonio Di Benedetto parte de una coincidencia: el narrador
protagonista es un periodista cuyo padre se suicidó a los treinta y tres años, edad que él
está próximo a cumplir. El jefe
de redacción del diario donde trabaja, después
de mostrarle tres fotos de suicidas, espera
de él alguna observación sagaz, la cual por fin llega: ''Miran como si miraran para adentro, pero con horror. Están espantados, tienen
el espanto en los ojos, y sin
embargo, en la boca se les ha formado una mueca de placer sombrío".
Esta
respuesta es el embrión de una serie
de notas sobre el suicidio y los suicidas,
pero es también la apertura de una investigación: averiguar quiénes son los
suicidas, conocer su historia y, más allá aún, delinear el perfil
antropológico del acto suicida; entonces, le asignan una compañera de trabajo, Marcela,
quien junto con los demás
integrantes del periódico formarán la cohorte que desplegará la tarea
encomendada: Bibi, la traductora de la agencia, poseedora de una memoria indeleble, irá proporcionando diversos testimonios;
Julia, con quien mantiene una relación amorosa,
aportará como colaboración las redacciones de sus alumnos con sus figuraciones
de la muerte y el suicidio; Blanca, policía científica, es una más de los que integran el
equipo.
La novela coordina dos historias casi paralelas: la de la investigación de los
casos de suicidio y la de la relación
del narrador-protagonista con Marcela. La primera se basa en cuatro casos de suicidios: el de los estudiantes de la colina, el padre de uno de los cuales
consiente en ayudar a Marcela; el del joven que se quiere arrojar desde el
sostén de un cartel monumental; el de Adriana Pizarro, la maestra, y el de Juan Tifus, cuya foto estremecedora conmueve por la mirada de
espanto y la sombría mueca de placer
en las que nadie reparó. Los dos últimos casos son los de mayor importancia para
el desarrollo narrativo.
Para reconstruir el caso de Adriana Pizarro entrevistan
a su hermana, María Pizarro, y a su hermano Eduardo. Como las versiones que
proporcionan los hermanos difieren, el relato alcanza un matiz netamente policial al intentar desentrañar la verdadera. Emilia, la sobrina de Adriana, es quien por fin los ayuda a armarla.
El suicidio de Juan Tiflis ofrece otras dificultades; solamente cuentan con el testimonio
de la señora Tiflis, la esposa, quien va rememorando las actividades de su marido, y entre ellas su
afiliación a una institución secreta, de corte espiritualista, que sostenía antiguos
cultos y alimentaba ritos conjuratorios de la muerte. Juan Tiflis había transgredido los principios de la cofradía con su suicidio: el castigo al
répobro será la mutilación de una mano al cadáver. La investigación generada por este suceso delínea el perfil policíaco de la novela, pero con la diferencia
de que el descubrimiento de la verdad no constituye un fin en sí mismo ya que no se trata de un crimen
sino de un suicidio. En realidad, ese matiz policial se centra en la investigación,
en la búsqueda de un culpable de algo relacionado con una muerte, hasta allí llegan
sus alcances. Inmediatamente , al sesgo policíaco se le superpone uno que podría
calificarse de filosófico ya que, al plantear el problema del
suicidio, interroga sobre la autonomía
del hombre y su derecho a disponer de su vida y de su muerte, cuestión que la
narrativa de Di Benedetto acostumbra a abordar aunque sea ésta la primera vez
que gira en torno al suicidio, tema que despertó siempre polémicas
institucionales, religiosas, etcétera.
La segunda historia, entretejida
minuciosamente con la primera, relata la experiencia amorosa del
narrador-protagonista con Marcela, quienes hacia el final hacen un pacto suicida, pero un día, al
levantarse, el protagonista comprueba que Marcela llevó a cabo su propósito y como última
voluntad le pide que él no lo haga.
En resumen, el texto
propone y superpone dos lecturas a partir de dos elementos
que se intersectan: el primero se delinea en torno a las fotografías, momentos
en los que se abren los procesos
de investigación que sostienen el
relato. Una copia da la realidad
por medio de la imagen, es decir, las fotos, ofician como generador narrativo, como lo que desencadena el relato y sustentan la investigación;
el discurso generado es la interpretación
y adecuación, mediante el lenguaje a esa copia de un fragmento de la realidad carporizado
en las fotos. Es en este punto donde se ponen en contacto en contacto literatura y periodismo, o
sea, en la necesidad de dotar a la imagen de un relato que la haga inteligible,
contacto entre dos códigos resuelto magistralmente
en Los suicidas. El segundo elemento son los discursos que sustentan
o
invalidan la cuestión del suicidio , tajeando el relato. Se destacan aquéllos que emanados de
la historia, la religión, de la
filosofía o de la ciencia, apoyaron o
impugnaron el suicidio (se cita a Kant,
San Agustín, los Evangelios, etc.); estos discursos ofician, además, de sustento teórico a la propuesta final afirmando, por un lado, la universalidad del suicidio sin carácter coyuntural
y, por otro lado, instando a su
abstención. Tal juego dual permite equilibrar los instintos
de vida y de muerte que el desenlace de la novela balancea.
La novela Los suicidas recibió la primera mención en el Concurso de novela Primera Plana -
Editorial Sudamericana, por unanimidad del jurado que integraron Gabriel García Márquez, Augusto
Roa Bastos y Leopoldo Marechal. Según declaraciones del mismo Di Benedetto, su historia personal
le otorgó la materia narrativa
básica de esta novela: "En la rama paterna imperaba el drama. Suicidios repetidos en todas las etapas. Lo he dicho con
mucha claridad en Los suicidas, donde
la historia de mi abuelo Antonio está contada, en parte, como personaje que allí se trata de un modo real. Uno de
los hermanos de mi padre se
suicidó luego de un largo periodo de pérdida de la razón. Las graves
hostilidades familiares eran
motivadas, casi siempre, por asuntos pasionales.
Rivalidades que llegaban hasta el extremo de la muerte. O de grandes silencios". (Crisis, número 20, Buenos Aires, 1974).
Fuente: Prof. Ana María Zubieta- Prologo a Los suicidas, CEAL, Bs.As.,1992
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