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22 de enero de 2013

Análisis de Como la huella del pájaro en el aire de Héctor Bianciotti


Análisis de Como la huella del pájaro en el aire de Héctor Bianciotti

Como la huella del pájaro en el aire (2000), la última novela de Héctor Bianciotti, trabaja con materiales auto­biográficos, de modo que es una obra que cabalga entre lo autobiográfico y lo ficcional. Fue originalmente escrita en francés.
La novela narra el regreso del protagonista a su país natal. Vuelve consagrado por el ambiente literario parisiense a reencontrarse con sus hermanos, que no han abandonado su lugar de origen. Este encuentro le permite reflexionar sobre la muerte, sobre la vejez, sobre el destino y sobre el paso inexorable del tiempo.



En  la novela Como la huella del pájaro en el aire, es posible rastrear el modo en que esta trabaja el tema de la identidad nacional y así, des­cifrar si la identidad está concebida como una unidad homogénea o, por el contrario, como la sumatoria de elementos heterogéneos.
El narrador de la novela, identificado con la figura de Bianciotti, vuelve a su casa natal luego de un cuarto de siglo de ausencia. Vuelve consagrado li­terariamente en París. Este regreso plantea, desde el inicio, el problema de la identidad como un tema temporal que también aparece ligado a una cuestión espacial.

 Si se tiene en cuenta que la frase inicial del texto es "Más de un cuarto de siglo había transcurrido sin que regresara al país de mi primer nacimiento", puede pensarse que el narrador afirma que es posible nacer más de una vez a lo largo de la vida.

Su pri­mer nacimiento, su nacimiento como perso­na, se produjo en la Argentina en un deter­minado momento. Después, en otro lugar y en otro tiempo, se dio su segundo nacimien­to, esta vez como escritor. Entre una identi­dad y otra, por lo tanto, media una dis­tancia temporal y espacial. Pero, en el pre­sente, la identidad del narrador está consti­tuida por dos estratos bien diferenciados: el de su pasado argentino y el de su presente francés. De esta forma, el texto retoma, in­vertido, el tema de la inmigración.

 En efecto, la Argentina es un país formado por hijos de inmigrantes europeos. El na­rrador ha realizado el viaje inverso al que, se supone, fue el de sus antepa­sados: desde América, se ha desplazado a Europa. En este sentido, la nove­la pone en escena el tema por excelencia de la identidad: el del origen. Siendo hijo o nieto de inmigrantes, vuelve a sus raíces, es decir, al conti­nente de sus antepasados, y regresa convertido casi en un extraño al país de su primer nacimiento. Allí se encuentra con el estrato de su identidad re­presentado por su familia de origen, por el mundo de sus hermanos, es de­cir, la capa más arcaica de su identidad.


Los tiempos del primero y del segundo nacimientos tienen características diferentes: el del origen es más lento, casi inmutable, mientras que el del se­gundo nacimiento es dinámico. El narrador vuelve al tiempo del origen, pero no puede penetrar ya en él y, a pesar de que es un componente fun­damental de su identidad, lo contempla como algo extraño: "[...] comprendí la necesidad que ellos tenían de conservar las imágenes, las huellas de una comida, de una pequeña fiesta, de un paseo: el ritual permanecía inmutable [...] acompasaba el tiempo, preservaba los momentos dispersos, lo que desaparece o se marchita, las cosas destinadas a perdurar: y esto consolidaba su realidad, los distraía de la an­gustia que les provocaba el porvenir, ciertamente prefijado y como ya acaecido".

El narrador habla de "conservar las imágenes" como un intento de detener o de congelar el tiempo. Además, si el porvenir está "prefijado y como ya acaecido", enton­ces el tiempo transcurre sin sorpresas, lentamente, por un sendero ya trazado que no se puede modificar. Pero, por otra parte, el tiempo del narrador ha sido diná­mico, ya que ha operado en él un cambio: puede mirar desde afuera el mundo de su infancia, porque ha tomado distancia de él, es un ser que se ha con­sagrado y ha renacido en Europa.

La historia del narrador está escindida en dos: hay en ella un tiempo argentino y un tiempo europeo. De esta forma refleja, de manera invertida, el tiempo propio de la historia de la Argenti­na, el país de su primer nacimiento, historia que es común a toda Améri­ca que se formó, primeramente, con un tiempo europeo y, luego, con un tiempo propio.

Pero su historia también se divide en relación con lo lingüístico. La lengua que utiliza este escritor argentino en un país extranjero es aquella que el pro­pio Sarmiento consideraba como la lengua del pensamiento y de la cultura, y que utilizó para escribir en una piedra rumbo a Chile la frase: "Bárbaros, las ideas no se matan". Los "bárbaros" (los que hablan una lengua extraña, los extranjeros) son, para Sarmiento, sus propios compatriotas que no comprenden el modo de pensamiento y el idioma de la cultura que admira.
En este sentido, el texto de Bianciotti parece realizar un sueño que es el de los forjadores de la Argentina: acercarse a Europa, específicamente a Fran­cia, que durante muchos años fue considerada como el epicentro de la cul­tura. Pero lo que en Sarmiento es un proyecto político, en Bianciotti es un proyecto literario, ya que elige el francés para contar los recuerdos del lu­gar de su primer nacimiento.

En resumen, la identidad no parece ser para Bianciotti una unidad, sino, por el contrario, una contradicción, una distancia y un desgarro.
En efecto, para hallar la propia identidad, escribe literatura argentina en francés y, desgarrado de su lugar de origen, vive en Francia.
Por otra parte, la contradicción temporal y espacial -que es característica de esta identidad y que está marcada por el momento y el lugar del primero y del segundo nacimientos- tiene una instancia superadora dada por la len­gua francesa que, pasando por alto las contingencias del tiempo y del espa­cio, se presenta como la lengua eterna de la cultura.
Finalmente, la cuestión política de la identidad que caracterizó la histo­ria argentina se resuelve en el texto de Bianciotti en una cuestión íntima: la historia propia del país marca el destino de un hombre y determina su vida privada.

La narrativa de Héctor Bianciotti ( 1930-2012) resulta particularmente inte­resante para rastrear en ella el conflictivo concepto de identidad. En efecto, se trata de un escritor argentino que, sin embargo, tres décadas después de su exilio en 1955, adopta la lengua francesa en su escritura al publicar Sans la Miséricorde du Christ (Sin la misericordia de Cristo). Sin embargo, sigue siendo considerado un escritor argentino debido no sólo a su lugar de naci­miento, sino a los materiales que conforman su obra.
El crítico literario Ángel Rama utilizó el nombre "Generación Perdida" para aludir a un grupo de escritores que pertenecen al período que se extiende entre las dos primeras guerras mundiales y que consideraron a París un epicentro cultural. Estos autores redefinen el concepto de lite­ratura nacional, situándolo más allá del Estado. Para la mayor parte de ellos, la única patria que conservan es la lengua. Algunos escritores de esta gene­ración son Antonio Di Benedetto (1922-1986), Daniel Moyano (1930-1992) y Osvaldo Lamborghini (1940-1985).
Héctor Bianciotti, también ubicado en los límites de este grupo, ha per­dido, sin embargo, algo más que el suelo: ha perdido el idioma y, en su reemplazo, ha adoptado otro.

Puntos de contacto entre la narrativa de Héctor Bianciotti y Marcel Proust

Bianciotti es admirador de uno de los más grandes escritores franceses, Marcel Proust (1871-1922), autor de En busca del tiempo perdido y, de alguna manera, le rinde tributo en su obra. Por esta razón, es comparado con él y, entre las producciones de ambos, hay varios puntos de contacto:
• el material con que Bianciotti construye sus ficciones está referido, co­mo el de Proust, al mundo de la infancia y de la juventud. La vuelta al pa­sado demuestra la incidencia de esas etapas en el presente. El recuer­do, para ambos autores, es la fuente de la que surge la escritura;
• el uso particular de materiales autobiográficos que convierten a las no­velas en una suerte de memorias ficcionales y que llevan al lector a identifi­car la primera persona del narrador con la primera persona del autor. De es­te modo, se borra la línea que divide ficción de realidad, y se construye lo que Bianciotti llama "autoficción";
• las descripciones minuciosas a través de las cuales ambos autores traen el pasado al presente;
• el gusto por el detalle, que esconde grandes extensiones de recuerdos y sensaciones;
• el carácter de testigo que tiene el narrador en primera persona, co­mo si su vida fuera un espectáculo que, en cierta medida, le es ajeno y del que no participa sino como espectador;
• la morosidad de la prosa que utiliza frases largas para adaptarse al tiempo lento y circular, que es propio del recuerdo.
Por haberse apartado de la lengua materna y por haber adoptado el fran­cés, Bianciotti es considerado heredero de una tradición cosmopolita que cuenta, entre sus máximos exponentes, a la escritora argentina Victoria Ocampo (1890-1979), quien desarrolló un profuso intercambio cultural con intelectuales extranjeros, especialmente franceses.

Fuente: Literatura argentina y latinoamericana
Ed. Puerto de Palos
Bs.As, 2001

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