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8 de abril de 2014

Análisis de LAS DOS FUNDACIONES de Enrique Larreta

Análisis de LAS DOS FUNDACIONES de Enrique Larreta

Contexto histórico: Buenos Aires fue fundada por primera vez en 1536. El adelantado don Pedro de Mendoza, un gentilhombre de la corte de Carlos V, llegó a estas tierras áridas y despobladas conduciendo una rica expedición. En contraste con el ambiente que lo rodeaba, el breve tiempo que aquí permaneció vivió como en la corte, en su tienda lujosamente adornada. Murió muy enfermo, de regreso a España.

La segunda fundación estuvo a cargo de Juan de Garay en 1580. Buenos Aires crece y se transforma en una típica aldea colonial española, de casas bajas con rejas y amplios patios.
Después de 1880 en que se convierte en capital de la república, la ciudad se moderniza e imita en su arquitectura y en la decoración de sus interiores el estilo francés de la época. El actual Museo Nacional de Arte Decorativo que perteneció a la familia Errázuriz, es un cabal exponente de ese gusto. Después de la primera guerra mundial, comienza a tomar el aspecto de una urbe moderna, cubierta de rascacielos, en continua actividad.

Análisis
El contenido del texto “Las dos fundaciones” de Enrique Larreta  es una evocación literaria de la historia de la ciudad en rápida trayectoria: la primera fundación; la segunda; el paso de la aldea colonial a la ciudad cosmopolita de heterogénea arquitectura. Termina por fin con una visión imaginaria de la futura Buenos Aires, según él la concibe, y represen­tada sobre todo en una imaginaria Plaza de Mayo. Pasado, presente, futuro de la ciudad.
Los hechos suelen enumerarse en forma escueta y generalmente situados en circunstancia de tiempo y de lugar.

El tiempo: el orden cronológico se ve quebrado de cuando en cuando por la intervención del narrador, quien se expresa en interpretaciones, vaticinios.
Opiniones, evocaciones personales, desde su presente ( por ejemplo :"El paraje", ca­pítulo 3: Hemos efectuado nuestra excursión; capítulo 4: Vamos por fin lo­grando lo que buscábamos: Hemos borrado lo actual). También se producen dos retrocesos en el tiempo: cuando Mendoza evoca la muerte de Osorio; cuando el hermano de Teresa recuerda su infancia.

El lugar: se mezclan cuadros del ambiente exterior e interior. El exte­rior, desolado, agresivo, se presenta en dos planos: uno amplio, dilatado, el de la "llanura hirsuta". El otro, más inmediato, más cercano a la choza, el de la "ribera baja anegadiza" con su tristeza indefinible.
El interior muestra los restos maltrechos del lujo, de la opulencia con que soñaron los conquistadores: "lecho dorado", "muchos trajes y joyas".
El choque de estos dos mundos representados en los dos ambientes (el uno la dura realidad, el otro, la ambición de riqueza y gloria) desencadena la tra­gedia de la primera fundación y da carácter dramático a esta primera parte de la obra.

Los personajes: la ciudad asume el papel de protagonista: nace, crece, la destruyen, renace, se transforma, enriquece su personalidad. Tiene un tem­peramento: "desenfado andaluz; cordura vizcaína".
La Plaza de Mayo, su plaza mayor, su plaza histórica revela el carácter de la futura gran capital. 'Plaza amplia, ambiciosa. Tierra de pastores, no de mineros". Los seres hu­manos, los que le dieron vida, los que la habitaron e hicieron su historia no se comportan como personajes. Simbolizan las fuerzas que modelan la histo­ria y la personalidad de Buenos Aires. Mendoza, "el cortesano magnífico", trae el espíritu quijotesco ("Sabor cervantino", "pimienta de ínsula"). Los espejismos de "metales, piedras  y joyas", de "algún opulento imperio", se desvanecerán frente a la dilatada y mísera pampa que los aniquilará con el "flagelo del hambre".
Rodrigo de Cepeda, hermano de Santa Teresa, aportará el fervor religioso en la epopeya: "Halaga pensar que en la fundación de Buenos Aires tomó parte el hermano de Santa Teresa... Esto quiere decir que también ella, en cierto modo".

El  narrador, posición y perspectivas: el narrador es, en general, un narrador observador que desde su presente describe la dramática fundación de Mendoza, la segun­da, más reflexiva, de Garay, y luego la evolución y perspectivas de la ciudad.
Alternan distintos tiempos verbales: el pretérito, el presente y aun el im­perfecto; en pocas ocasiones el potencial simple: "Nunca vino de España expedición más brillante" (pretérito indefinido); "Acompañaban a Mendoza treinta y dos mayorazgos" (pretérito imperfecto); "Esta vez entrarán por el río de la Plata" (potencial); "Llega Juan de Garay" (presente).
Esta variedad de tiempos, que se suceden sin un ritmo preciso, muestran una técnica hábil: acercar, alejar los hechos, desenvolverlos lentamente ante el lector, presentarlos como posibles en el futuro {entrarán, sería, se llegaría, estaría); todo esto da agilidad al relato, pues sugiere un narrador que sigue con interés los acontecimientos, que participa de ellos con la imaginación y con su sentimiento y que influye así, indirectamente, en la participación del lector.

El narrador se incorpora en la obra para juzgar, interpretar, augurar. Usa tanto la primera persona del singular como la del plural y a veces la tercera de contenido impersonal ("cuando se mira").  Lo realiza en los siguientes planos temporales:
-    Narra desde su presente el pasado histórico.
-    Se sitúa en el pasado inmediato, el de su niñez y adolescencia.
-    Se proyecta en el futuro.
Además adopta estos dos puntos de vista:
-    narrador que sabe todo lo que piensan sus criaturas ("No hay día que Rodrigo no se acuerde de su hermana Teresa");
-    narrador que sólo sabe lo que puede captar externamente.
Todos los recursos expresivos tienden a hacer participar al lector en la aventura que el autor propone: una emocionada evocación de su ciudad, a través de distintos planos temporales.

Estructura:
La obra está organizada en una serie de prosas breves, a modo de estampas, que evocan poéticamente hechos y lugares. No hay uni­dad ni continuidad orgánica; un cuadro o un episodio no es motivación de otro; no hay subordinación de acciones (principal y secundaria). El tenue hilo que enlaza las estampas está constituido por una sucesión cronológica, en líneas generales, con pequeñas quiebras internas como se ha dicho; y también por la presencia del narrador en sus acotaciones personales, en los cortes temporales, en el interés afectivo con que recrea la vida pasada, presente y futura de su ciudad.
El diseño de la narración puede esbozarse así:
-              Las dos fundaciones.
    Primera fundación: epopeya trágica y grandiosa.
    Segunda fundación: belleza del orden, del sosiego.
-              La evolución de la ciudad.
    La aldea colonial: sencillez y poesía.
    La ciudad cosmopolita: lo heterogéneo, el vértigo de la ve­locidad.
    La ciudad imaginaria: la elegancia arquitectónica de una nue­va plaza de Mayo.
Estos esbozos, en sus líneas más salientes, señalan una búsqueda ansiosa; la del alma de la ciudad, en su pasado, presente y futuro; en sus comienzos dramáticos, en su lento discurrir provinciano, en los cambios que ocasionó el impacto inmigratorio, en su esperanza.

La narración y la descripción:
La narración y la descripción que se entrelazan para crear un clima de ansiedad dolorosa, de tensión dramática. Siempre se presentan choques, enfrentamientos: ilusión y realidad de la conquista; audacia, tragedia en la pri­mera fundación, y cordura en la segunda (pág. 85); el pasado inmediato casi colonial y el Buenos Aires cosmopolita de ritmo vertiginoso (págs. 87 a 95); arquitectura armoniosa y mal gusto heterogéneo (págs. 97-98); la plaza de Mayo ayer y hoy (págs. 99 a 105); la plaza de Mayo hoy y mañana (págs. 106-112).
Los cuadros descriptivos a veces en detalles nimios subrayan los contrastes. La interpelación de una carta auténtica, la de Isabel de Guevara, da un sabor histórico a la evocación. También maneja el autor recursos dramáticos: hay un esbozo de obra teatral, un esquema dramático en la presentación de situa­ciones logrado por:
a. Indicaciones al modo de las acotaciones escénicas (Año 1536; Fines de otoño; Las tres de la tarde; Hacia un rincón, sobre el piso de tierra; un lecho suntuoso),
b. Oraciones unimembres y de predicado nominal, tal como apare­cen en los textos teatrales. Los personajes se caracterizan por gestos, ademanes, tonos de voz, como si estuvieran representando (Rodrigo menea la cabeza aprobando: grita con voz ronca y frenética),
c. Diálogos, monólogos y apartes de factura teatral ( por ejemplo el soliloquio dramático en el que Mendoza evoca a Osorio. Las observaciones del narrador  son verdaderas acotaciones escénicas).
Este tratamiento teatral se pone en evidencia en la primera fundación, don­de la oposición realidad-ilusión surge con más fuerza.

El lenguaje traduce una actitud vivamente expresiva frente a la histo­ria de la ciudad, que se manifiesta en:
-    el vocabulario literario, de lengua elaborada {dehesa, quijotescas, cer­vantino; harto, púrpuras): los arcaísmos que salpican la lengua actual para teñirla de un clima evocador o que aparecen en los diálogos de recreación artística. 

La  narración parte  de una circunstancia: la de la ciudad y su historia, evocada literariamente, y se aborda así dos temas permanentes en la obra de Larreta:
a.     encuentro dramático de lo real y lo ilusorio;
b.     permanencia de lo español, en España o en América.
Por esto,  la parte primera, la dedicada a la ciudad de Mendoza,  es la más extensa. Entonces se plasma el espíritu hispano de la ciudad que aflora luego hasta en detalles de su arquitectura: "Nacieron (las viviendas) castizas, na­cieron andaluzas" ...

La organización de los contenidos, la distribución externa, los modos lite­rarios, van dibujando y desarrollando esas líneas temáticas. Las perspectivas del narrador, la apelación indirecta al lector, los recursos del lenguaje, sugieren también el interés afectivo, el goce estético que experimenta en la recreación de su amada ciudad.

Fuente: Lacau y Rosetti: Antología 2, Kapelusz, Bs.As., 1971.