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30 de abril de 2017

La literatura gauchesca

La literatura gauchesca

Toda mirada de conjunto sobre la historia de la literatura argentina, concluye por reconocer en la gauchesca un fenómeno de características originales. Esta originalidad no consiste en la elevación al papel protagónico del gaucho, ni en el uso de la lengua popular hablada en la campaña, pues ambos elementos podrían haberse insertado en el cuadro de una literatura regional, similar a la que poseen otras literaturas. Lo  que singulariza a la gauchesca es la adop­ción que de ese personaje y esa lengua realizan autores cultos de las ciudades para expresarse literariamente.



Esta adopción de­be haberse fundado, desde luego, en la ne­cesidad de transmitir al público iletrado aquellos temas que le afectaban directa­mente; pero también parece posible descu­brir en ella la voluntad de diferenciarse de los cánones de la literatura culta, de mar­ginarse deliberadamente de su mundo de representaciones mentales y emocionales. En este aspecto, los cultores de la literatura gauchesca avanzaron con audacia en uno de los frentes abiertos por la revolución polí­tica de 1810: el que buscaba afianzar, junto con la autonomía política, la autonomía cul­tural del país.

 En su vertiente formal, la literatura gauchesca se limitó a incorporar algunos moldes expresivos de la literatura popular española, rezagados en la campaña desde los tiempos de la colonia. La imagen que Concolorcorvo ofrece de los gauchos o "gauderios" de la segunda mitad del siglo XVIII (En El Lazarillo de ciegos caminan­tes, 1773), denuncia una de las etapas de asimilación de aquellos moldes. 
En el sainete El amor de la estanciera, compuesto hacia 1787, se registran ya las caracterís­ticas de un habla rural. Debe presumirse, a partir de estos años, la existencia de una vasta tradición oral, la de los payadores, en la que habría decantado el escaso reper­torio del que vino a servirse la gauchesca.

Hidalgo, hombre de la ciudad, se hace vo­cero de esa tradición en la segunda década del siglo XIX. Inició así el ciclo de la lite­ratura gauchesca, que en poco más de cin­cuenta años alcanza su desarrollo pleno, y también la culminación que cierra sobre sí misma aquel impulso plasmador: el Martín Fierro, 1872-1979.

 Desaparecidas las cau­sas económicas y sociales que hicieron po­sible la existencia del gaucho, y creadas otras que determinaron su extinción como tipo histórico, algunos autores quieren ver, sin embargo, la prolongación de la gau­chesca en los casos de todos aquellos escri­tores cultos que convierten al personaje del gaucho y su mundo en sujetos literarios. Admitido este criterio, la gauchesca abar­caría un amplio radio de obras y de temas que van desde el Santos Vega de Rafael Obligado, al Don Segundo Sombra de Güiraldes. 

Fuente: Prieto, Adolfo: Diccionario básico de literatura argentina; Bs.As., Capítulo, 1968