La literatura gauchesca
Toda mirada de conjunto sobre la historia de la literatura
argentina, concluye por reconocer en la gauchesca un fenómeno de características
originales. Esta originalidad no consiste en la elevación al papel protagónico
del gaucho, ni en el uso de la lengua popular hablada en la campaña, pues ambos
elementos podrían haberse insertado en el cuadro de una literatura regional, similar
a la que poseen otras literaturas. Lo que
singulariza a la gauchesca es la adopción que de ese personaje y esa lengua realizan
autores cultos de las ciudades para expresarse literariamente.
Esta adopción debe haberse fundado, desde luego, en la necesidad
de transmitir al público iletrado aquellos temas
que le afectaban directamente; pero también parece posible descubrir en ella
la voluntad de diferenciarse de los cánones de la literatura culta, de marginarse
deliberadamente de su mundo de representaciones mentales y emocionales. En este
aspecto, los cultores de la literatura gauchesca avanzaron con audacia en uno
de los frentes abiertos por la revolución política de 1810: el que buscaba
afianzar, junto con la autonomía política, la autonomía cultural del país.
En
su vertiente formal, la literatura gauchesca se limitó a incorporar algunos
moldes expresivos de la literatura popular española, rezagados en la campaña
desde los tiempos de la colonia. La imagen que Concolorcorvo ofrece de los
gauchos o "gauderios" de la segunda mitad del siglo XVIII (En El
Lazarillo de ciegos caminantes, 1773), denuncia una de las etapas de
asimilación de aquellos moldes.
En el sainete El amor de la estanciera, compuesto
hacia 1787, se registran ya las características de un habla rural. Debe
presumirse, a partir de estos años, la existencia de una vasta tradición oral,
la de los payadores, en la que habría decantado el escaso repertorio del que
vino a servirse la gauchesca.
Hidalgo,
hombre de la ciudad, se hace vocero de esa tradición en la segunda década del
siglo XIX. Inició así el ciclo de la literatura gauchesca, que en poco más de
cincuenta años alcanza su desarrollo pleno, y también la culminación que
cierra sobre sí misma aquel impulso plasmador: el Martín Fierro, 1872-1979.
Desaparecidas las causas económicas y sociales que hicieron posible la
existencia del gaucho, y creadas otras que determinaron su extinción como tipo
histórico, algunos autores quieren ver, sin embargo, la prolongación de la gauchesca
en los casos de todos aquellos escritores cultos que convierten al personaje
del gaucho y su mundo en sujetos literarios. Admitido este criterio, la
gauchesca abarcaría un amplio radio de obras y de temas que van desde el Santos
Vega de Rafael Obligado, al Don Segundo Sombra de Güiraldes.
Fuente: Prieto,
Adolfo: Diccionario básico de literatura argentina; Bs.As., Capítulo, 1968