Tiempo
de descripciones
Enseñar
Prácticas del lenguaje implica reflexionar sobre el sistema lingüístico, sus normas
y el uso que hacemos de él. De
acuerdo con los Núcleos de Aprendizaje Prioritarios “…involucra un conjunto de
saberes que tienen como rasgo común el hecho de poner los sonidos, las palabras,
las oraciones, los textos, etc., en el lugar de objeto de conocimiento y
reflexión.”
Hay
instancias necesarias de actividad metalingüística a partir de la exploración
de textos, de la escritura y de la lectura. Éstas acrecientan las posibilidades
de comunicación, de comprensión y producción de mensajes orales y escritos.
Es
habitual que la reflexión sobre algún aspecto particular surja en el momento en
que se está llevando a cabo alguna experiencia ligada con prácticas de
intercambio oral, con la lectura o con la escritura, pero también es necesario
propiciar espacios especiales para trabajar con contenidos de Lengua.
Un
aspecto para tener en cuenta son las descripciones. Aparecen en diferentes
oportunidades, en circunstancias de oralidad y escritura, en textos
descriptivos, narrativos, expositivos, argumentativos...
Nuestras
prácticas del lenguaje están teñidas de valoraciones y de intención de influir
sobre el destinatario, de modo tal que la información que estamos brindando se
ve combinada con aportes expresivos que van más allá de la información propiamente dicha.
Como
primer paso, haremos una distinción de conceptos: connotación y denotación. La
denotación consiste en la comunicación básica o de primer nivel. Los mensajes
se agotan en lo que explícitamente dicen. El lenguaje, en este caso, es neutro.
La
connotación es un mensaje de segundo nivel, “un sobremensaje”, agrega un plus a
la comunicación básica. Los mensajes, entonces, además de denotar, connotan, es
decir: sugieren. Solamente a través de la connotación logramos plasmar
lingüísticamente nuestros intereses.
Connotar
no se trata sólo de nombrar, sino de incorporar vivencias e intencionalidades a
nuestra expresión. Muchas veces el uso de la ironía muestra claramente el poder
de la connotación. Por ejemplo: cuando decimos “qué suerte que te aplazaron”,
en realidad estamos sugiriendo algo totalmente contrario a lo que decimos
textualmente.
Cada
palabra, entonces, posee un significado establecido, fijo, “el que podemos
hallar en un diccionario”, pero para cada persona, además, puede presentar
diversos matices.
Por
ejemplo: “corazón”, si lo buscamos en el diccionario enciclopédico, es el
órgano principal del aparato circulatorio. Es un órgano musculoso y cónico
situado en la cavidad torácica. Funciona como una bomba, impulsando la sangre a
todo el cuerpo. Su tamaño es un poco mayor que el puño de su portador. El
corazón está dividido en cuatro cámaras o cavidades: dos superiores, llamadas
aurícula derecha (atrio derecho) y aurícula izquierda (atrio izquierdo), y dos
inferiores, llamadas ventrículo derecho y ventrículo izquierdo.
Sin
embargo, esta palabra sugiere a cada hablante asociaciones y recuerdos que
tienen que ver con sus experiencias personales, con sus saberes, con su
emotividad. Por eso decimos habitualmente frases como: “tiene un corazón de
oro”, “me parte el corazón”, “su mirada me tocó el corazón” y tantas otras.
Cada
vocablo abre la puerta a otros a través de la imaginación. Decimos en este caso
que connota, porque sugiere, posibilita el ingreso de un nuevo significado en
nuestra imaginación.En una descripción el lenguaje connota a partir de diversos
procedimientos, entre otros:
- Metáforas
- Hipérboles
- Comparaciones
- Imágenes sensoriales
- Imágenes cinéticas
- Reiteraciones
- Prefijos o sufijos
- Exclamaciones
- Diminutivos o aumentativos
- Construcciones sintácticas especiales
- Vocabulario particular
- Utilización de fórmulas fijas