EL
FORMALISMO RUSO – Beatriz Sarlo
El informe para este fascículo de CEAL -Capítulo Universal - Literatura Contemporánea Nº 477148, ha sido preparado y escrito por la
profesora Beatriz Sarlo Sabajanes. La redacción final estuvo a cargo del
departamento "Capítulo Universal" del Centro Editor de América
Latina. El profesor Jaime Rest realizó la supervisión técnica. Buenos Aires, 1971.
ÍNDICE
Para una historia del formalismo
Para una historia del
formalismo
Los métodos
formalistas
La
crítica rusa: realismo y naturalismo
Surrealismo
y formalismo
Propp:
las funciones del cuento popular
Ajuste
de cuentas con los formalistas rusos
BIBLIOGRAFÍA
Para una
historia del formalismo
"Hasta hace no mucho
tiempo, la historia del arte, y en particular la historia de la literatura,
era una causerie y seguía todas las
leyes de esta. Se pasaba alegremente de un tema al otro; el flujo lírico de
palabras sobre la elegancia de la forma dejaba su lugar a las anécdotas tomadas
de la vida del artista; los truismos psicológicos alternaban con problemas relativos
al fondo filosófico de la obra y a los del medio social en cuestión. [...] La historia
del arte no conocía la terminología científica y utilizaba las palabras del
lenguaje corriente, sin pasarlas por el tamiz de la crítica, sin limitarlas con
precisión, sin tener en cuenta su polisemia." Así define Román Jakobson la situación de la crítica y la
historia de la literatura en la primera década del siglo XX.
Frente a la necesidad de establecer un lenguaje crítico coherente, de
deslindar el objeto del análisis literario, de elegir los niveles de la obra
en los que radica el sentido, dos grupos de críticos jóvenes, en Moscú y San Petersburgo,
asumen la tarea de una renovación metodológica de la crítica y sus
implicaciones lingüísticas. Hacia 1915 se funda el Círculo
Lingüístico de Moscú. Sus miembros, estudiantes o jóvenes graduados que se
especializaban en lingüística o filología eslava, fueron, en una primera etapa,
Piotr Bogatiriov, luego especialista en folklore, Roman Jakobson (n. 1896) y G. O. Vinokur, ambos
lingüistas. El Círculo abordó problemas de diversa índole: dialectología
eslava, metodología de la investigación, consideración especial de las
peculiaridades del lenguaje poético.
También hacia 1916 se funda en San
Peteresburgo el OPOIAZ (Sociedad para el estudio de la lengua poética). Sus integrantes son los más activos participantes en la formulación
del programa y la práctica crítica del formalismo ruso: Víctor Shklovski (n.
en 1893), B. M. Eijenbaum (1886-1959), B. V. Tomashevski (1890-1957), Iuri Ti-niánov (1894-1943), Osip Brik (1888-1945). Aunque no pertenecieron al grupo, se vinculan a él los trabajos de Vladimir Propp y V. V. Vinogradov, el primero
especialista en folklore y el segundo, uno de los más famosos lingüistas rusos
actuales. Los formalistas desarrollan su actividad en la convulsionada
atmósfera de la Rusia de la segunda década de este siglo. Sus investigaciones,
sin embargo, no parecen ser afectadas por los sucesos de la revolución. Al
respecto sólo es dable mencionar opiniones personales. Están en contacto muy estrecho,
en cambio, con el gran poeta revolucionario futurista, Vladímir Maiakovski.
Desde la revista Lef, Maiakovski define el método de los jóvenes
críticos formalistas como "una llave maestra para el estudio del
arte".
Jakobson, Brik y
Shlovski fueron grandes amigos del poeta; su interés por la lengua poética, su
estructura y recursos, se vio reafirmado por las características especiales
de la poesía futurista que, desde el punto de vista de la creación, también
apuntaba a una revaloración de las posibilidades expresivas del lenguaje.
Entre 1916 y 1919 el OPOIAZ publica sus primeras colecciones de análisis. Los Estudios
sobre la teoría de la lengua poética (1919) del grupo de San Petersburgo,
especialmente los de Brik, Eijenbaum y Shklovski, junte con el trabajo de
Jakobson sobre la Poesía rusa moderna, configuran una definición de la
etapa inicial de los fomalistas. En primer lugar, sorprende la independencia
de estos trabajos respecto de la historia concreta del período revolucionario.
Sin embargo, tanto Brik como Shklovski tenían vinculaciones con el Partido
Comunista y no permanecían totalmente al margen del proceso. Tal vez su
limitación residiera, en cambio, en considerar el proceso independientemente de
sus preocupaciones literarias y teóricas. Jakobson, en una actitud diferente,
abandona la Unión Soviética hacia 1920.
Esta primera etapa
(1916-1920) se caracteriza por la reacción de los formalistas contra las
diversas corrientes críticas anteriores, desde el dogmatismo naturalista de la
escuela de Písarev, hasta el eclecticismo académico y las teorizaciones
simbolistas (a las cuales, no obstante, algo debe la teoría de la poesía
propuesta por el OPOIAZ). Paralelamente, reaccionan contra el psicologismo
ingenuo que, desafiando a la lógica por el camino de la falacia, considera la
obra como un reflejo de los "sentimientos" de su autor, o de sus
pormenores biográficos.
También durante esos
años, los formalistas adjudican una importancia fundamental al estudio de la lengua poética en su
nivel fónico. Por este camino, a la vez que consiguen superar la noción
tradicional de fondo y forma, crean o perfeccionan una serie de operaciones
analíticas para desmontar los procedimientos fónicos, rítmicos y,
posteriormente, sintácticos de la poesía. Al respecto, son importantes los
trabajos de Osip Brik sobre ritmo y sintaxis, y las dos obras de Jakobson, La poesía rusa y Sobre el verso checo; Eijenbaum,
en "La melodía del verso lírico ruso" estudia la entonación como
principio constructivo del verso, y J. Tiniánov analiza la relación entre
ritmo y semántica en "El problema de la lengua poética".
Hacia 1922,
el punto de vista estrictamente interesado en los problemas constructivos se
amplía: los formalistas comienzan a vincular los niveles fónico y rítmico con
el semántico y llegan a la conclusión de que el discurso poético es una unidad
de sonido y sentido; habían sido ya superadas las propuestas de los que, como
el poeta Jlébnikov, proponían una lengua poética transracional, es decir,
situada más allá de la significación.
Los nuevos planteos y análisis concretos de los
formalistas no encontraron resistencia académica en el ámbito universitario.
Hacia 1920, Víctor Zhirmunski, que simpatiza con el movimiento, incorpora al
Instituto de Historia del Arte de San Petersburgo a Eijenbaum, Shklovski,
Tiniánov y Tomashevski. A partir de 1921, las publicaciones del grupo se
realizarán a través del Instituto, bajo cuyo auspicio comenzará a editarse la
serie de artículos Problemas de la
poética, que reúne los más importantes trabajos del período.
Hacia 1921, junto con la nueva consideración de la
lengua poética como unidad fónica y semántica, Shklovski comienza a estructurar
los análisis más inteligentes que el formalismo realizara del discurso
en prosa y de la obra narrativa; su análisis de Tristram Shandy es de 1921, lo mismo que su estudio sobre los
recursos de la trama. Por esa época también elabora su definición del arte como
artificio (o procedimiento).
Eijenbaum reconoce, en 1925, que los trabajos de
Shklovski sobre Sterne, Tolstoi y Cervantes fueron de particular importancia
para la posterior evolución del formalismo. También los análisis de Tiniánov
plantean problemas relevan-tés: las series vida, literatura, realidad y
lenguaje son el objeto de un artículo, publicado en la revista Lef, sobre "El hecho
literario".
Si los más fecundos años de los formalistas
transcurren hasta 1925, nuevas preocupaciones teóricas, especialmente a
través de Shklovski y Tiniánov, descubren la necesidad de una síntesis de las
técnicas formalistas y la consideración histórica y social de la literatura.
Las publicaciones marxistas habían comenzado a condenar la clausura
metodológica del movimiento formalista. Ya en 1923, Maiakovski les reprocha que
su método de análisis poético pareciera moverse en el vacío. En 1924
Lunacharski, en "Formalismo en el estudio del arte", vinculaba la
práctica crítica de los formalistas con el arte de la burguesía, confundiendo
el objeto con la metodología. Considera al formalismo como el "último refugio
de una intelligentsia que
furtivamente mira hacia la Europa burguesa".
Los formalistas no supieron estructurar una
respuesta firme a estos ataques y sus afirmaciones al respecto no son
demasiado útiles desde el punto de vista teórico. Es evidente también que los
ataques de los marxistas carecían de un aceptable nivel de análisis y crítica,
con excepción del trabajo que Trotski dedica a los formalistas en Literatura y revolución, sin duda
el estudio más comprensivo de la tendencia, en ese período.
El hecho de que formalistas como Shklovski y
Tiniánov no hayan podido superar las carencias de su método e integrarlo en un
planteo histórico e ideológico, se debe tanto a la reflexión formalista, débil
en ese sentido, como a la limitación del planteo marxista sobre la cultura en
ese momento.
Hacia 1927 el
formalismo entra en crisis. Sus representantes más lúcidos son conscientes de
los peligros que los amenaza. Shklovski, en particular, trata de rescatar la
actividad crítica del vacío social en la que se mueve. En 1929, arrecian las
críticas del Partido Comunista que definía al formalismo como desviación
burguesa, con lo que ello significaba en el período stalinista. Sin embargo,
sería un error atribuir la desaparición del formalismo como grupo a razones
políticas exclusivamente. Estas razones sólo coincidían con un agotamiento
general de la teoría. En adelante, cada uno de los formalistas llevará a cabo
prácticas independientes. Por otra parte, la influencia del movimiento ya
había llegado a otros países de Europa y era recogida por teóricos de la literatura
y lingüistas.
El formalismo ruso cumplió su renovación teórica
dentro de ciertas pautas fundamentales. La crítica de sus adherentes sufrió
diversos cambios de sentido y objetivos; a primera vista parece difícil
definir una «teoría» global de los formalistas. En primer lugar, la
definición de una «teoría» no formó parte de sus proyectos; partieron más bien
de una posición neoempirista que les hacía afirmar la necesidad de
liberarse de los preconceptos filosóficos acerca del arte. Insistían en la
independencia de la investigación respecto de la teoría: "En nuestra
tarea apreciamos la teoría sólo como hipótesis de trabajo", concluye
Eijenbaum. Esto es evidentemente ilusorio; detrás del formalismo existen, por
lo menos, los elementos de una reacción antihistoricista, junto con una
afirmación de la existencia del objeto literario como entidad específica y la
posibilidad de su conocimiento.
También rechazaron la denominación de formalistas
con la cual procuraban no identificarse, puesto que se refería a una dicotomía
de la obra que ellos consideraban superada. Prefirieron que su método se
identificara como morfológico y no como formal. Luego se verá por qué. Lo que
es importante destacar es que los formalistas insistieron sobre el análisis
inmanente de la obra y sus partes. Categorizaron ciertas clases jerárquicas
dentro de la obra, clases que constituidas en niveles interdependientes la
convertían en sistema. Distinguieron entre forma y función, así como la nueva
lingüística saussuriana distinguía entre significante y significado. Abordaron
el problema de la historia literaria superando los hasta ese momento
inevitables enfoques psicologistas; crearon un concepto operativo, el de la
serie, que integraba elementos análogos: la serie de la lengua, la de la
literatura, la de la vida. Utilizaron estos nuevos conceptos en la
implementación de enfoques inéditos acerca de la evolución literaria y de los
géneros. Definieron el estudio de la literatura no como investigación de
particularidades sino como tendencia a la formulación de leyes generales, de
modelos, que contribuyeran a la caracterización del hecho literario. Eligieron
moverse en dos planos: el de los análisis concretos e inmediatos y el de la
abstracción de rasgos que pudieran ser definidos como constantes. Frente a la
consideración de la literatura como producto no específico, típica del siglo
XIX, los formalistas opusieron la definición de la literatura como "serie
específica de hechos". Mantener esta, posición implicaba contradicciones
y polémicas que los formalistas protagonizaron durante casi quince años.