La obra y su contexto
Hasta ahora la obra fue descubriéndose como un
conjunto de artificios, concepto que puede ser integrado y superado en el de
estructura o sistema. El sistema de la obra se diferencia del resto de los
sistemas verbales, en primer lugar, por la utilización de ciertos
procedimientos que le son propios y, en segundo lugar, por la relación
interna que establece con el significado: una relación desautomatizadora que
intenta una exposición inédita de los materiales narrativos o poéticos, a
través de los diversos modos de presentación. Ahora bien, cada uno de los
elementos del sistema entra en relación con el resto de los elementos y con el
sistema en su totalidad. Pero, como lo expone Tiniánov hacia 1927 en Sobre
la evolución literaria, los elementos de una obra se vinculan con los elementos
similares de otras obras. Esta relación constituye una serie, la serie de la
literatura.
Tiniánov se pregunta acerca de la posibilidad del
estudio inmanente de la obra que no intente la correlación con el sistema (la
serie) de la literatura. En otras palabras, si es posible, o fructífero,
analizar la expresión particular de un código sin analizar el código mismo,
entendiendo por código el conjunto de las obras y convenciones que
habitualmente denominamos literatura: "La existencia de un hecho como hecho
literario depende de su cualidad diferencial (es decir de su correlación,
sea con la serie literaria, sea con una serie extraliteraria); en otros
términos depende de su función. Lo que es «hecho literario» para una época,
será un fenómeno lingüístico dependiente de la vida social para otra y
viceversa, según el sistema literario con referencia al cual se sitúa este
hecho".
La importancia de la conclusión es evidente. El
formalismo que había comenzado postulando un estudio estrictamente inmanente
de la obra, descubre en la década de 1920, después de recibir las críticas de
publicaciones y teóricos marxistas, la necesidad de la correlación con
sistemas que, aunque la incluyen, trascienden la obra misma.
El problema de las series comienza a ser abordado,
en primera instancia, sólo como serie de la literatura. Para ello, Jakobson y
Tiniánov proponen, en 1928, el estudio de las leyes estructurales específicas
de cada serie como paso previo al establecimiento de una correlación
científica entre la serie literaria y las otras. El análisis de las series
exteriores a la obra, e independientes de su lenguaje, es el único camino para
llegar a conclusiones precisas sobre ciertas cuestiones. Tiniánov se pregunta,
por ejemplo, de qué manera saber si una trama, un metro, un tema, una imagen,
están "gastados" sino a través de la consideración de la serie literaria
en su totalidad, pues ello permite registrar el envejecimiento de los
procedimientos constructivos y los modos de presentación. La función de esos
elementos sólo puede ser descubierta mediante la correlación de series
diversas.
Por su parte, el estudio de los géneros, afirma
Tiniánov, es imposible fuera de las series literarias afines. En este caso, las
series no están solamente determinadas por la historia (la novela en el siglo
XIX, por ejemplo) sino por el sistema que se da en la simultaneidad (la novela
histórica de Tolstoi se relaciona con la prosa que le es contemporánea, en una
serie sincrónica que sitúa a cada una de las obras en sus relaciones reales de
innovación o repetición de modelos).
El concepto de serie implementa también todo estudio
evolutivo de la literatura. El problema más complejo se presenta no en la
consideración de las series literarias sino en el de las extraliterarias. En
1933, Jakobson afirma: "la autonomía de la función estética más que el
separatismo del arte". La segregación es en la práctica de la creación y
de la crítica imposible y, consecuentemente, los formalistas se ven obligados
a repensar las implicaciones de su primer planteo inmanente.
La vinculación que establece Tiniánov entre la vida
social y la literatura se produce en primera instancia a través de la actividad
lingüística: "Para resolver la cuestión de la correlación de las series
literarias con la vida social, debemos preguntar: ¿cómo y en qué la
vida social entra en correlación con la literatura? [...] La vida social entra
en correlación con la literatura ante todo por su aspecto verbal".
Existe una orientación de la obra que se define en su función respecto
de la vida social: la oda se escribe para ser pronunciada en circunstancias y
frente a un público determinado; su textura verbal depende de esta situación;
de la misma manera, la poesía de Maiakovski, ejemplifica Tiniánov, es una
"poesía de mítines" y esa orientación determina sus
características verbales. Esta es sólo una de las funciones sociales de la
serie literaria. El planteo de los formalistas no va más allá de ella. Las
relaciones superestructurales con respecto a la estructura no han sido ni
siquiera abordadas. En este sentido los formalistas ceden el campo a la crítica
marxista contemporánea y posterior. La característica fundamentalmente
morfológica de su metodología explica el fenómeno. Sin embargo el formalismo
reconoce, a través de Tiniánov, que sólo en el marco de "la significación
dominante de los principales factores sociales" puede aclararse la significación dé la obra en su
totalidad. Dentro de ese marco se definen también los conceptos de tradición e
influencia que el siglo XIX había manejado bajo el peso de un mecanicismo
historicista y poco sistemático.