DIARIO DEL
EMBALSAMADOR DE EVA PERÓN
Dr. PEDRO ARA
Documento extraído de Tiempo de Historia,
año 1, Nº II, 1974, Madrid, España.
El 17 de noviembre de 1974 llegaba al aeropuerto de Buenos Aires el
cadáver embalsamado de Eva Perón, después de haberse hallado durante una amplia
temporada en Madrid. Parece terminarse así la agitada trayectoria del cuerpo de
quien fuera calificada como "protectora de los descamisados".
Trayectoria que —íntimamente unida a los vaivenes de la política argentina—
comenzase cuando el doctor español don Pedro Ara fue encargado por el general
Perón de embalsamar el cadáver de su esposa. En el libro "El caso Eva
Perón (Apuntes para la Historia)" -que ha publicado Ediciones CVS, a quien agradecemos la
amabilidad de cedernos el texto siguiente—, el doctor Ara narra todo el largo
proceso de su trabajo, incluyendo un apéndice con las notas de su diario
personal. Notas que, salvo algunos párrafos de menor interés, ofrecemos a
continuación.
Desde el 29 de julio al 13 de octubre de
1952
29 de julio: En vista de que no se
me llamaba para cumplir con el deseo expresado al ministro doctor Mendé de
visitar todos los días el cadáver, he llamado al ministro, sin poder
encontrarlo en su despacho. Al fin, a la hora del almuerzo conseguí hablar a su
casa particular y quedar con él en ir a buscarle a las 3,30 de la tarde, lo que
realicé puntualmente. En esa visita me informó de que el cadáver, ajuicio de
ellos, se encontraba en perfecto estado de conservación y me manifestó que el
señor Presidente tenía el borrador de las condiciones propuestas por mí.
Conversamos acerca de diversos aspectos de esta cuestión y le entregué,
primero para su aprobación y luego para transmitírsela al señor Presidente, la
carta en la que ruego a S. E. que ordene la continuación del trabajo con la
mayor rapidez posible y que nombre un representante suyo para acordar conmigo
los detalles de un convenio.
Al ministro Mendé le pareció muy bien el
texto de la carta dirigida al Presidente y no tuvo ninguna adición, supresión
ni reforma que proponer. Me manifestó la conveniencia de que el trabajo se
realice en el edificio de la CGT, aduciendo que allí estaría más seguro que en
ninguna parte. Que podría disponer de todo el espacio y aislamiento que
deseara, y ante mis temores, derivados de ser una organización de lucha y, por
tanto, su sede lugar de reunión de masas, contestó que en ningún caso podría
tener inconvenientes, puesto que la CGT suspendería todas las actividades en
ese edificio mientras fuera depósito del cadáver de la señora. También
trató de desvanecer mis temores de posibles conflictos o disturbios por razones
de competencia gremial o actuación de enemigos políticos o personales de esa
Organización, lo que sería sumamente inconveniente para un trabajo que
requiere seguridad y tranquilidad física y moral.
Quedó en transmitir todo esto a S. E. el Presidente, haciendo siempre
hincapié en que a S. E. le sería muy difícil dar marcha atrás suspendiendo la
exhibición del cadáver de su esposa e impedir que la CGT fuera el lugar de
trabajo. A continuación salimos juntos en mi automóvil, con escolta del coche
oficial del ministro, y nos detuvimos en la Oficina Cultural, en donde el
ministro Mendé contempló el busto del viejo mendigo, conservado por mí al aire
desde hace veinticuatro años, y aceptó la idea de llevarlo al Presidente para
que tenga una noción objetiva de uno de los métodos empleados por mí.
Con esto dimos por terminado nuestro encuentro, ofreciéndome el
ministro arbitrar una solución práctica para que yo pueda visitar el cadáver
en la capilla ardiente con la frecuencia que estime necesaria y sin llamar la
atención del público. Durante todo el resto del día esperé una nueva
comunicación telefónica, que no llegó.
30 de julio :
A
las dos de la tarde llamó a mi casa el doctor Héctor Cámpora, presidente de la
Cámara de Diputados, para comunicarme que tenía orden del Presidente de la
República de mantener una conversación privada conmigo y que estaba a mis
órdenes para el día u hora que yo dispusiera. Acordamos a las 5,30 de la tarde
de hoy. Puntualmente llegó el doctor Cámpora, acompañado de su cuñado, doctor
Héctor Collazo, y de su sobrino político, doctor Héctor Trillo. El doctor
Cámpora —que insistió en presentarse no como presidente, sino como antiguo
alumno mío del curso de 1930- manifestó en seguida que el señor Presidente le
había entregado mi carta de ayer y le había nombrado su representante para
convenir conmigo todo lo que fuera necesario al mejor éxito del trabajo
emprendido, conducente a conservar el cuerpo de la señora de modo que pudiera
permanecer en contacto del aire sin alteración de las formas. Dijo también que
el señor Presidente estaba extraordinariamente impresionado y entusiasmado
con esa idea, alrededor de la cual giraban constantemente sus pensamientos.
Desde luego que, al igual que el ministro de Asuntos Técnicos, doctor Mendé, en
la conversación de ayer, tuvo que expresar la idea de que todo el trabajo se
realizara en la sede de la CGT. Ante esta nueva insinuación opuse el mismo
reparo de ayer, expresado ante el doctor Mendé. Dije textualmente que,
"queramos o no, el edificio de la CGT es un lugar de batalla política o
social que en cualquier momento puede redundar en una batalla propiamente
dicha".
Estas
últimas palabras coincidieron, al parecer, tan exactamente con el pensamiento del
doctor Cámpora, que éste, con una mirada dura y, en mi opinión, como combativa,
contestó textualmente: "De
eso no le quepa la menor duda, doctor", lo que, a mi juicio, quiere decir
que él cree efectivamente en una posible y real batalla en la CGT o contra
ella. Estuvimos muy de acuerdo en prever lo que podría ocurrir si trabajábamos
en la CGT, ante la imposibilidad de conservar ni el secreto ni el aislamiento.
Consideramos unánimemente como seguro que el edificio estarla constantemente
rodeado de multitudes expectantes, curiosas o afectadas, que constituirían un
permanente problema con todos los inconvenientes que de éste se pueden suponer
derivados.
En
cambio, le pareció excelente la idea que le propuse de habilitar un pabellón
en la residencia presidencial de Olivos, pues allí se podría obtener, según él,
todo lo que se quisiera en cuanto a aislamiento y seguridad. Discutimos
igualmente la posibilidad de organizar el centro de trabajo en un policlínico,
en alguno de los nuevos edificios ya terminados o en curso de terminación. Esto
tenía para ellos el inconveniente del gran número de personas que intervienen
en cualquiera de esos centros y la afluencia permanente de gentes.
En
el terreno de la confidencia, dijo también el doctor Cámpora que para él todas
las ceremonias debían terminar el próximo sábado. Yo estuve tan de acuerdo con
esa idea -aunque manifestándome siempre respetuoso con decisiones de orden
político en las que no debo opinar— que la apoyé desde el punto de vista
técnico, insistiendo sobre los argumentos contenidos en mi carta de ayer a S.
E., según los cuales el éxito final del trabajo se hace peligrar con una
espera excesiva. El doctor Cámpora preguntó entonces si yo creía urgente la
reanudación del trabajo de conservación. Contesté que sí y él manifestó ser de
la misma opinión y su intención de comunicarlo inmediatamente así al
Presidente.
Acordamos
igualmente que a las 10 de la noche vendría el doctor Trillo con un coche
oficial para que, sin llamar la atención, pudiera yo examinar, a través del
cristal, el estado del cadáver. Efectivamente, a las 11 de la noche había
realizado yo la visita, encontrándolo en perfecto estado y muy adelantada la
decoloración que, como uno de los tiempos del trabajo, nos hemos propuesto.
31 de julio: A
las 10 de la mañana ha llamado el ministro de Asuntos Técnicos, doctor Mendé,
para comunicarme que, debido a la acción del público visitante, se había
corrido el cristal del ataúd y que la compañía funeraria trataba de cambiarle
la tapa, lo que desearían que se hiciera en mi presencia, y que inmediatamente
iban a enviar un coche para buscarme. Una hora después comunicó el doctor Mendé
que no me molestara en ir, pues ya no se consideraba necesario. No obstante, he
insistido en hacer una nueva visita a la capilla ardiente (...).
A
las 5,30 vinieron a la Oficina Cultural el doctor Cámpora y su secretario,
señor Trillo. El doctor Cámpora dijo que había transmitido al Presidente lo
fundamental de nuestra conversación de ayer. Que el Presidente creía que yo le
había dicho que el cadáver podía permanecer seis meses. Le contesté que se
había hablado de la conservación, que no solamente podía durar seis meses,
sino muchísimo más mientras que el Presidente suponía que se trataba de la
exhibición, quedando desvanecido el error. Manifestó igualmente el doctor
Cámpora que el Presidente imponía el edificio de la CGT como lugar de trabajo
por respetar la decisión de su esposa. El Presidente tampoco era partidario de
ninguna clase de subterfugios para sustraer el cadáver de la atención popular,
sino que diría claramente al pueblo que durante un año no se podía visitarlo
por estar en curso de preparación, con todo lo cual quedé completamente
conforme. Manifestó luego el doctor Cámpora que al día siguiente me acompañarían
a visitar los locales de la CGT para que eligiera el más adecuado al trabajo,
que se adaptaría a las necesidades o conveniencias que yo propusiera y que en
él podría estar con toda libertad y autoridad, y que en los pocos días que
había de durar todavía la exhibición del cadáver se pondría todo en condiciones
para que en muy breve plazo se reanudara el trabajo. Que ese sería el momento
adecuado de redactar la firma de un convenio, como es mi deseo. Preguntó qué
cantidad creía yo necesario proponer como pago simultáneamente con la firma
del convenio, a lo que contesté que calculaba alrededor del equivalente a
unos cien mil dólares, advirtiendo que con mucho gusto me gastaría yo una
fortuna en hacer ese trabajo, si la tuviera, lo que no es el caso actualmente,
sino que, por el contrario, no podría sostener gastos tan considerables como
los del personal y material a emplear en este caso. Además, expuse mi deseo de
actuar en todo con la mayor independencia, tanto en las adquisiciones como en
la contratación del personal, e insistí en la necesidad de dejar firmado un
convenio.
1
de agosto : A las 10 de la mañana
fuimos a buscar al ministro de Obras Públicas, ingeniero Alberto Dupeyron, con
el que hicimos una visita a los locales de la CGT, dándonos cuenta de que la
única parte utilizable para el trabajo era la segunda planta E. N. O., a pesar
de la desagradable orientación, puesto que ha de dar el sol todo el día,
circunstancia inconveniente para esta clase de trabajos. Sobre el terreno fueron
señaladas la apertura de puertas de intercomunicación y algunas otras pequeñas
obras de adaptación de cañerías e instalación de extractores de aire (...).
2
de agosto: Recibo de manos del
señor ministro de Obras Públicas el plano de la segunda planta del edificio de
la CGT. Sobre él, y en una copia que yo hice, preparo los tomacorrientes y
situación de grifos y desagües (...).
3
de agosto: Durante la mañana terminé
de hacer la copia del plano, el estado de su adaptación y los croquis de
algunos muebles. A las 14,30 vino a visitarme el ministro de Obras Públicas y
fuimos juntos a la CGT, modificando sobre el terreno alguna de las órdenes
dadas anteriormente, por constituir una gran complicación el extender las
cañerías de agua caliente y fría y desagües a las dos habitaciones
principales.
4 de agosto (...): A las 12,30 llamó el doctor Trillo por teléfono para decirme
que el señor Presidente le había comunicado al doctor Cámpora que encontraba
el cadáver un poco demacrado y también que S. E. dispuso que, si yo lo
consideraba conveniente, no me limitara a pasar de largo en la fila, sino que
me quedara el tiempo que quisiera en el velatorio y que si era preciso me
diera a conocer e invocara su nombre.
A
las 10 de la noche, el doctor Trillo volvió a esta Oficina, con objeto de
acompañarme de nuevo al velatorio. Mientras estuvo aquí conversamos acerca de
la necesidad de que, lo antes posible, se redacte el convenio y se haga
efectiva la cláusula económica. Comprendió perfectamente y llevó el encargo
de comunicar al doctor Cámpora, presidente del Parlamento y representante del
general Perón para este caso, que yo no puedo movilizar un personal que tiene
que abandonar otros trabajos sin la seguridad de que lo voy a poder sostener
económicamente en la medida de la gran importancia de la empresa que acometemos.
A esto contestó el doctor Trillo que no tuviera ninguna preocupación sobre
ese asunto; que no olvidara que el principal interesado es el Presidente de la
República; que todo marchaba bien y que, en su opinión, estaba ya autorizada la
suma de 100.000 dólares.
A
continuación pasamos en el auto oficial al velatorio, deteniéndonos unos
minutos ante el cadáver, que no presentaba alteración alguna digna de mención.
Persiste, no obstante, mi temor de que al abrir el sarcófago para cambiar el
cristal y ser sustituida la atmósfera de gases que en él había por la nueva
entrada del aire, se tenga una probabilidad mas de acelerar la desecación de las partes delicadas, como son los
dedos de las manos, labios, párpados, orejas y punta de la nariz. Por lo demás
no se vislumbra el menor síntoma de que el cadáver pudiera descomponerse por
parte alguna.
5 de agosto :(...)
Me visita Pepe para decirme que el doctor Melchor Costa propalaba entre sus
compañeros los médicos de la Morgue la noticia falsa de que el cristal del
ataúd se había roto por la presión de los gases de la putrefacción y que el
señor Presidente de la República había tenido que limpiar con un algodón los líquidos
que sallan de la boca del cadáver. En contradicción con esa especie, el doctor
Juan P. Ramos me dijo que un sobrino suyo, oficial del Ejército, había estado
de guardia frente al ataúd mientras fue abierto para que el Presidente colocara la insignia peronista al cadáver,
y que solamente sintió olor a medicamentos y oyó decir a los presentes que el
cadáver estaba en perfecto estado (...).
6 de agosto:A
las 10 de la mañana viene el doctor Trillo a buscarme para ir a la casa Lázaro
Costa. Nos recibió el gerente, don Diego de los Santos, quien nos comunicó se
alegraba mucho de nuestra visita porque él andaba buscándome para que le
ayudara a resolver la situación que constantemente le presentaba la
Presidencia de la República. Dijo que todos los días le llaman para
comunicarle que hay que abrir el ataúd porque se condensa en el cristal la
humedad interior, y cuando él llega dispuesto a hacerlo el vidrio se ha desempañado
espontáneamente, pero que en el día de hoy le llamaron por quinta vez para
decirle que era urgente su presencia en el velatorio.
Durante
nuestra visita me hizo ver los ataúdes iguales al que tiene la señora de Perón
y me demostró que es completamente imposible que el cristal se mueva ni se
rompa, ni aun cuando hubiera una enorme presión de gases o de lo que fuera, ni
aunque se coloquen grandes pesos encima. Tampoco puede correrse el cristal de
ningún modo, pues está encajado en una doble pestaña metálica, rellena con
masilla, y se puede hacer cualquier presión sin que ceda. Por primera vez supe
entonces que el corrimiento de cristal de que me informó el ministro señor
Mendé, como motivo para abrir el ataúd y volverlo a cerrar, fue un pretexto,
pues tal movimiento de cristal no había existido nunca y el verdadero motivo de abrir el sarcófago fue el deseo del Presidente
de la República de colocar a su esposa un prendedor de piedras preciosas, con
el escudo peronista, y el
deseo de correr un poco el cadáver hacia abajo para que la cabeza fuera más
fácilmente visible.
El
señor De los Santos se comprometió a tener para el viernes, día 8, un
recipiente metálico reforzado para que pueda resistir bien las presiones
internas de los líquidos, con una pestaña de siete centímetros que permita
apoyar una tapa y sus cierres para trabajos en el vacío o bajo presión.
Pasamos
inmediatamente al velatorio y pudimos comprobar que el empañamiento del
cristal era mínimo y completamente en relación con el cambio de temperatura
del ambiente. A continuación pasamos al salón dorado, en donde el general
Perón, que estaba en el otro extremo del mismo con tres o cuatro personas, se
levantó inmediatamente y vino hacia nosotros, saludándome con gran cordialidad.
Nos invitó al señor De los Santos y a mí a pasar a un saloncito íntimo,
cerrando la puerta una vez dentro. Durante treinta o cuarenta minutos estuvo
conversando conmigo con gran sencillez y muestras repetidas de consideración
y respeto a mi persona y a mi trabajo.
Me confirmó personalmente lo que antes me había relatado el señor De los
Santos, explicándome minuciosamente cómo él mismo, el general Perón, levantó
la tapa del ataúd por su deseo de correr un poco el cadáver para hacer la
cabeza más visible y colocarle el
prendedor con el escudo peronista, joya que dijo era de gran estimación de la
señora. Me relató cómo al levantar la tapa el único olor que sintió fue el
del mismo ingrediente que me había visto colocar en el ataúd antes de cerrar
éste el día del fallecimiento de su esposa; olor -dijo- que no ha olvidado ni
olvidará, como tampoco olvida que me preguntó qué clase de sustancia era y que
yo le contesté que era un "dicloro-benzoetcétera", pues yo mismo no
recuerdo la fórmula exacta. También me dijo el general que él mismo tocó el
cadáver y lo encontró todo él duro como una piedra, extrañándose de que se
pueda conseguir tan rápidamente una conservación tan perfecta. Aproveché esta circunstancia
para contarle cómo algunos interesados propalaban la especie de que el cristal
se rompió por la presión de los gases de la putrefacción y de que al levantar
la tapa salió un olor espantoso y que el señor Presidente de la República tuvo
que limpiar con un algodón lo que salía por la boca del cadáver, relato que
produjo al general Perón una expresión de indignación risueña, reiterando las
seguridades dadas anteriormente acerca del estado del cadáver.
De
acuerdo con el señor De los Santos y conmigo, decidió el general Perón no
volver a autorizar a nadie para que se abriera el sarcófago, tanto si se empaña
el cristal como si no se empaña, pues él mismo comprendió que no eran más que
resultados momentáneos del contraste entre las temperaturas interna y externa
del sarcófago y que la circunstancia que hiciera abrirlo se podría repetir a
los diez minutos de haberlo cerrado (...).
7 de
agosto: A las tres viene Pepe a
la Oficina Cultural, comunicándome que por la mañana oyó en la Morgue que el
doctor Melchor Costa pedía urgentemente que le enviaran la fórmula con la que
fue embalsamado el cadáver que hay en aquel depósito. Le dijeron que no lo
sabían, pero que el doctor Piasentino debía conocer algo de eso, por lo que le
pidió que fuera en seguida a su sanatorio de la calle Arenales. Pepe estaba
alarmado porque creía que eso quería decir que trataban de sustraernos el
asunto. Le di las gracias por el informe, pero le dije que no se preocupara,
porque ninguna de esas cosas tenían importancia (...).
A
las 9,30 de la noche, Ricardo
Finochietto me ha comunicado que vio el cadáver y que le pareció enormemente
bien, con mucha diferencia a favor del estado actual, porque él recuerda muy bien la expresión de la
difunta en el día de la muerte. También me dijo que es la misma la opinión
de todas las personas que lo han visto y han hablado con él, en contradicción
con los innumerables embustes que algunos interesados hacen circular.
A
las 11 vino el doctor Trillo a buscarme y fuimos al velatorio, encontrando todo
en perfectas condiciones y el cadáver sin alteración ninguna. Me dice el
doctor Trillo que el doctor Cámpora
está molesto porque el ex ministro doctor Cereijo fue a pedirle 35.000 pesos al
Presidente de la República para pagar unos muebles que yo había encargado. El
Presidente recordó al doctor Cámpora que le había nombrado representante suyo
para que él, el señor Presidente, no tenga que intervenir en nada. El doctor
Cámpora supone que esos muebles no se los pedí yo por mi cuenta, sino que
fueron ofrecidos, y me ruega, por conducto del doctor Trillo, que siempre que
tenga que pedir alguna cosa, sobre todo si es dinero, que se lo diga
directamente a él y no a ninguna otra persona, porque con eso le hacen quedar mal con el Presidente. Le hice
transmitir la explicación de que al proponer tales muebles yo no he hecho más
que contestar a la pregunta de qué es lo que quería que pusieran, ignorando
por mi parte los trámites internos del asunto (...).
8 de agosto:(...) El señor De los
Santos ofrece enviar una tapa con el depósito de hierro, hecho especialmente
para el cadáver. El embajador me llama para seguir informando del asunto,
puesto que hace tres días que no me ve, y para trasladarme algunas sugestiones
conducentes a la mayor utilización para el servicio de España de mi actual
posible influencia. Además, a las 22,30 viene el
doctor Trillo a presentarme cuatro de los policías de la custodia de la señora,
que el Presidente de la República pone a mis órdenes. El jefe de todos ellos,
sargento primero don Pedro A. Mattes, me entrega la lista de los componentes
de su grupo.
9 de agosto: A
las 15 voy a ver el cadáver al Congreso y se encuentra en perfecto estado, a
pesar de los traqueteos del traslado (...).
10
de agosto :(...) A las nueve de la
noche llama el señor Lión y dice que la camioneta vendrá maña lunes, día 11, a
las tres de la tarde, para trasladar el material. No puede ser antes porque a las 11 hay una Misa en la CGT a la que
asiste el Presidente de la República y supone que hasta las ocho ha de
estar la casa llena de gente. El señor Soler me comunica
que prácticamente no hay en plaza alcohol absoluto, pero que él me ha procurado
un litro y tratará de procurarme más. Llega el doctor Fracassi, de
Córdoba, y está extrañado de que no le haya avisado para el trabajo. Le informo
de que el encargo fue hecho en el último momento, sin tiempo para avisar a
nadie, sino para actuar inmediatamente con los medios que pude improvisar
(...).
11
de agosto: No se puede comenzar el
trabajo porque a las 11 van a decir una Misa en el salón de la CGT.
A las tres de la tarde viene el señor Lión y el Intendente de la
CGT con su camioneta para transportar los bultos de reactivos y otros
utensilios de mi propiedad. A las siete hacen el traslado del cadáver al
laboratorio.
Se
abre el sarcófago ante los empleados de la funeraria, los policías de la
custodia presidencial y el señor Lión, todos los cuales se muestran asombrados
del perfecto estado del cadáver, puesto que aparece completamente duro y sin
más olor que el de los ingredientes empleados.
Mis
temores acerca del estado de la piel de las manos quedan desvanecidos, pues las
arrugas producidas por la desecación lenta se encuentran duras como el cartón.
Le envuelvo los dedos en un algodón con alcohol, glicerina y timol, para
tenerlos durante toda la noche y esperar sin desnudar el cadáver a que el
Presidente decida si ha de venir o no a visitarlo. Le desprendo el rosario y el prendedor del escudo peronista, que
guardo para ponerlo a disposición del Presidente.
Después
de cubrirle ojos, nariz y boca con un algodón húmedo en glicerina, alcohol y
timol, tapamos el ataúd y suspendemos el trabajo hasta mañana, dejando a la
custodia presidencial orden terminante de que nadie puede entrar, ni ellos
tampoco, sino en caso de incendio.
12 de agosto: A
las 11 ha llegado al laboratorio el doctor Cámpora, acompañado de su secretario, doctor Trillo. El espectáculo de
la cabeza de la difunta le ha parecido asombroso. Dijo que estaba perfectamente
conservada. A mis preguntas sobre la redacción del convenio contestó que estaba
ya redactado y que uno de estos días me lo traerían para la firma y me
entregaría una cantidad a cuenta, que él creía de unos 25.000 dólares. Que en
la firma de un convenio tenían tanto interés o más ellos que yo, pues para
ellos era una gran responsabilidad la totalidad del asunto. Que todo está muy
documentado.
Según
dijo, el Presidente de la República les entrega por escrito el cadáver de la
señora. Insistió en que pida todo lo que crea necesario, incluso si quiero
tener un automóvil especialmente mientras dure la operación.
Entregué al doctor Cámpora el prendedor de piedras preciosas con el
escudo peronista, regalo de don Alberto Dodero, y el rosario de nácar y oro
que llevaba el cadáver entre sus manos, después de haber revisado yo todo delante
de él, incluso por detrás del engarce de los brillantes. El
doctor Cámpora quedó en entregárselo inmediatamente al Presidente. Le ofrecí
conservar el cadáver vestido por si durante la mañana deseaba verlo por
última vez el Presidente de la República, puesto que en cuanto lo sumergiera no
se podría ver más.
Pepe
ha desempaquetado todos los utensilios y reactivos y me ha roto dos botellas
de alcohol absoluto (...).
A
las 3,30 de la tarde hemos comenzado la inmersión del cadáver. He preparado
150 litros de líquido con acetato y nitrato. El cadáver tiende a flotar, pero
le hemos sacado el aire de los pulmones y bronquios y puesto almohadillas para
sumergirlo. Le vendé uno por uno todos los dedos de las dos manos e impregné
el vendaje antes de la inmersión con la mezcla de tricloroetileno. Todo el
resto del cuerpo no necesita de ningún cuidado especial como las manos.
A
las 8,30 de la noche hemos dado por terminado el trabajo, poniendo una tapa de
hierro pesada del ataúd viejo para que sujete las almohadillas que impiden la
flotación del cadáver (...).
13 de agosto: Después
de vigilar el baño y asegurarnos de que la cabeza está sumergida, que la nariz
no roza en el cristal y que las manos están igualmente sumergidas, renuevo las
almohadillas y dedico el resto de la mañana a ordenar los reactivos y los
instrumentos; a hacer que Pepe ponga en orden el ataúd lujoso, quite todas
las huellas de los ingredientes en polvo y en terrones que puse en él el día
del fallecimiento y que pliegue los vestidos y las banderas.
Por
la tarde continúo la vigilancia del cadáver y llamo al doctor Trillo, a quien
doy una nota para que consulte al
presidente Cámpora sobre el destino que se ha de dar al ataúd, a los vestidos y
a las banderas, una vez que ellos conozcan la opinión del general Perón.
Mando
cerrar una ventana estrecha que habían dejado entre el local del despacho y el
primer laboratorio, por donde entraban al escritorio los gases desprendidos por
los ingredientes.
El
doctor Trillo me pregunta si estoy confortablemente instalado para el trabajo
y le digo que sí, pero que en ese lugar no voy a hacer ningún trabajo más que
el principal, pues para conservar otros dos cadáveres, del obrero y el soldado,
no es sitio a propósito como lo hubiera sido de haber habilitado un laboratorio
bien instalado en la residencia de Olivos o en un policlínico nuevo (...).
14 de agosto: Revisión
y movimiento del cadáver. Todo está en orden. Llamo al doctor Trillo para que
me diga qué hacemos del sarcófago, de los vestidos y de las banderas.
Al
volver al laboratorio, después del mediodía, en el cruce de Leandro Alem con
Retiro esperábamos que se restableciera el tráfico, cortado en ese momento.
Oímos una sirena como de Policía o de ambulancia y aparece, a toda velocidad,
un coche De Soto, muy lujoso, que, sin hacer caso de las señales de tráfico,
cruza Retiro por la contramano. El
agente Salgado, que me acompaña, me informa de que en ese auto va el señor
Espejo, secretario general de la CGT, y afirma que no tiene ningún derecho a
usar la sirena ni autorización para burlar las señales del tráfico. El uso
de la sirena, según él, está limitado a la Policía y aun eso solamente por
orden especial que da el jefe cuando el caso tiene importancia; en todos los
demás, ni la Policía debe hacer uso de la misma para andar por la ciudad. Como opinión particular expresa el agente
que toda esa "prepotencia" de los miembros de la CGT acabará mal y
tal vez pronto, puesto que al señor Espejo no le quieren los mismos obreros,
que ven mal que un hombre que vendía pastillas en la estación esté ahora
disfrutando de una fortuna y de automóviles lujosos.
Después
de haber consultado al doctor Cámpora y éste al Presidente de la República,
viene el doctor Trillo con la contestación, pero no le dejan entrar. El
secretario de la CGT, señor Espejo, había dispuesto que no entrase a mis pisos
absolutamente nadie más que el doctor Cámpora. El jefe de la custodia presidencial,
señor Mattes, me dice que ni bajando él personalmente a buscarlo y acompañarlo
por orden mía lo dejan pasar y que, por tanto, ha tenido que ir a presentarse
al señor Espejo. Por el teléfono interno comunico al despacho de éste que el
doctor Trillo debe venir a mi laboratorio lo antes posible. Después de largo
tiempo aparece el doctor Trillo acompañado
del comandante Mattes y me muestra una credencial que le ha extendido el señor
Espejo, con varios sellos, permitiéndole la entrada a los pisos primero y
segundo "a petición del doctor Ara". Al mismo tiempo me da a entender la gran discrepancia que
existe entre la CGT y todos los demás del Gobierno y que incluso la guardia
presidencial tiene que estar siempre de punta con la Confederación General
del Trabajo y que algún día eso tendrá que reventar por un sitio u otro.
Respecto al destino del sarcófago, el Presidente
ha ordenado que se incaute de él la casa Lázaro Costa. En cambio, para los
vestidos y banderas ha dispuesto que se haga una cajita y que los guardemos
nosotros en ella.
15
de agosto: (...) Descubro el cadáver, le saco las almohadillas y no tiene ninguna
zona sin fijar. La cara y las manos están mejor, más decoloradas. Renuevo el
líquido que las cubre (...).
16
de agosto: Llamo al doctor Trillo y le entrego el borrador modificado en algunas
de sus cláusulas. El doctor Cámpora le ha encargado comunicarme que le parece
bien el entregarme la segunda cuota a los tres meses en lugar de a los seis y
que cualquier condición les parece bien, puesto que lo principal en este caso
es, según el doctor Cámpora, la confianza sin límites que el Presidente y la
Comisión tienen en mí. A mi petición, me ofrece traerme el lunes el Boletín
Oficial donde se halla el Decreto constituyendo la Comisión con la cual he de
tratar, pues yo quiero conocer las atribuciones que el Parlamento otorgó a la
mencionada Comisión (...).
17
de agosto: A las 10 he ido a buscar a José
María Beltrán, quien, provisto de sus propias máquinas fotográficas y rollos
de película en color, también suyos, ha tomado varias vistas del exterior del
edificio de la CGT, con las coronas y ramos de flores que lo envuelven. Por
haberse nublado el sol suspendemos la toma de las vistas hasta las 2,30 de la tarde, en que volví a buscarle y tomó
la fachada Oeste, ya completamente soleada a esa hora, y numerosas escenas del
público que rodeaba el edificio y que rezaba ante la gran cruz de flores que
han instalado en la calle; todo ello en colores.
18 de agosto: Revisión del trabajo por la mañana, por la tarde y
por la noche. Por la mañana se presenta
el señor Lión, delegado de la CGT, para decirme que ha hablado con el Dr. Cámpora para rogarle que
no devolvieran el sarcófago, sino que se lo dejaran depositar en el salón como
un símbolo, sin necesidad de engañar a la gente haciéndole creer que dentro
está el cadáver, puesto que ni a ese salón ni a ese piso entra absolutamente
nadie; no obstante, lo cual él cree que resulta un poco desairado el salón con las columnas de
sostenimiento del sarcófago y sin éste. También me dice que para el caso de
que confirmen la orden de llevar el sarcófago a la casa Lázaro Costa, será
conveniente hacer el traslado por la mañana temprano, a las 5, entrando un
furgón en el garaje de la CGT, para que el público no vea en ningún caso sacar
el sarcófago, porque entonces correría la voz de que se habían llevado el
cadáver, fomentando así la hipótesis de
que se le está sustituyendo por otro artificial (...).
20
de agosto: Revisión del cadáver mañaña, tarde y noche. Por la tarde ponen el hilo
directo al teléfono 30-7909. El comandante Mattes me pide que les haga poner
otra línea para la custodia presidencial, porque
está seguro de que los de la CGT controlan todas sus llamadas.
21 y 22 de
agosto: Revisión y movimiento del cadáver mañana,
tarde y noche (...).
23
de agosto: (...) Misa por doña Eva en San Agustín, organizada por el embajador de
España.
26 de agosto: Revisión mañana y tarde. Por la noche presenciamos la marcha de las
antorchas.
4 de
septiembre :A las 12,30, acompañado, por el doctor
Trillo, acudimos al Ministerio de Trabajo y Previsión, en donde se encuentra
reunida la Comisión del Monumento a Eva Perón.
Fuimos recibidos por la Comisión en pleno, con
excepción del señor Espejo, que había salido poco antes. Nos hacen sentar alrededor
de la mesa. El doctor Cámpora me entrega
un ejemplar del convenio y lee simultáneamente el original. A continuación me
entrega la suma de 25.000 dólares en billetes (...). Seguidamente se establece
un cambio de impresiones afectuosas y les muestro el busto del viejo
parafinado, como ejemplo del método que voy a seguir con el cadáver de la señora.
Todos parecen quedar muy conformes. De todo esto daré cuenta al embajador por
comunicación confidencial y reservada.
7 de octubre: Por la mañana sacamos el cadáver y lo fricciono con
la mezcla decolorante. Luego le dejo
sobre la cara un algodón empapado en la misma mezcla, que desprende inmediatamente
mucho oxígeno. Me alarma un poco el sentir que la reacción, sea por las sales
disueltas en el líquido, sea por lo que sea, produce calor que se concentra en la masa e algodón impregnado en el
líquido que cubre la cabeza. Esto me induce a volver a levantar todo y diluir
removiendo el líquido decolorante, por miedo a que durante mi ausencia se
acumule demasiado oxígeno y se produzca algún ataque al metal o excesivo
calor de reacción que ludiera perjudicar la cara o a cabeza del cadáver. Esa
preocupación me hace regresar por la tarde a dar un rápido vistazo,
encontrándolo todo bien.
A las 9 de
la noche me encuentro en la Oficina una nota de que han llamado el jefe de la
custodia y el ayudante Pepe. Al hablarles por teléfono me dicen que me buscaron porque les había alarmado la
presencia de gases irritantes que les nacían llorar, como los que ellos ponen a
los manifestantes. Aunque ya me figuré que era una falsa alarma, fui a las
11 de la noche y comprobé que había sido debida a un cambio del viento, que,
soplando del Norte a través de la ventana abierta, había empujado las
emanaciones del líquido conservador por debajo de la puerta hacia el pasillo de
la guardia. Poniendo en marcha el extractor de aire se eliminó todo el olor y
les recomendé que hicieran lo mismo si estas circunstancias se repitieran, más
ahora que comienza el calor. Por lo demás, no había ni la más mínima
filtración ni pérdida de líquido en ninguna parte. Por última vez en el día he
revisado el cadáver, encontrándolo todo en perfecto orden.
8 de octubre: Esteban Covarrubias ha ido a la Construmetal a
entregar las mariposas y llaves para la caldera (...). Ha traído también la muestra de parafina, que parece buena,
aunque sucia. El cadáver
sigue en el mismo estado, con la cara bajo el decolorante.
9 de octubre:
A las 11 he visitado al doctor Trillo en
la Presidencia del Congreso y le he mostrado la minuta de lo que quería tratar
con la Comisión del Monumento. En primer lugar me dijo que le entregue dos
retratos y los números de la cédula de identidad de cada uno de ios ayudantes.
En segundo lugar examinó el extracto de
mi protesta ante el embajador por el telegrama difundido por la agencia Efe,
manifestándome que esto, mejor que hablarlo con la Comisión, deberla
tratarlo con el señor Apold, subsecretario de Informaciones de la Presidencia,
para que él a su vez lo tratara con el Presidente de la República. Le llamo
por teléfono y Apold dice que vayamos inmediatamente, que nos espera (...). Le
doy cuenta del asunto y él me dice que en quién pienso yo como autor o
inspirador de esa información de la agencia Efe. Contesto que seguramente
tendría yo en quién sospechar, dadas las palabras que caracterizan el
telegrama. El, mirándome muy fijo, dijo: "Ramos". Yo le contesté que, efectivamente, creía que esa
era su manera. Siguió: "No puede ser
otro, porque es un ser repugnante que me produce alergia. No hago más que oír
el nombre de Ramos y se me revuelve el estómago. No lo recibo nunca, aunque en
público, siempre que viene con tono adulador a decir que tiene que hablarme, yo
le digo que venga cuando quiera; pero no le recibo ni le pienso recibir".
Y repitió dos o tres veces lo mismo: "Tengo
alergia de Ramos". Dijo también que no comprende cómo desfilan los
embajadores y todos le siguen sosteniendo en la Embajada. Añade que deje de su
cuenta el aclarar ese asunto y que si ha sido él lo mandará salir. Advertí al
señor Apold que aunque él haya dado la noticia, difícilmente podrán probarle
nada, porque siempre actúa por medios indirectos. Le entrego también el
borrador que podría servir para dar un comunicado oficial, si el Presidente
quiere, advirtiéndole yo que personalmente no tengo ningún interés en que
se haga publicidad ninguna y
que solamente se hará si el Presidente así lo desea.
Por otra parte, el señor Apold me prometió buscar recortes de todo
lo que sobre ese asunto se haya publicado en los diarios
extranjeros, especialmente en los Estados Unidos, e igualmente me ofreció
enviarme una colección de todos los retratos de la señora hechos durante el
período de su enfermedad hasta la muerte y que incluso me prestará uno que sólo
él tiene, porque hizo revelar la placa en su presencia y se quedó con ella, no
permitiendo su publicación, porque el aspecto de la señora era en extremo
lamentable. Dijo que me envidiaba el trabajo que estoy haciendo; que él quería
tanto a la señora que cuando supo lo que yo iba a hacer, constantemente se decía:
"¡Quién estuviera en la piel del doctor Ara para hacer ese trabajo que le
permitirá estar viendo siempre a la señora".
Finalmente dejamos al doctor Trillo nuevamente en el
Congreso y me voy al laboratorio, donde descubrimos el cadáver, damos salida a
las burbujas de oxígeno y lo volvemos a dejar en perfecto estado.
10, 11 y 13 de octubre:
Preparamos líquidos para reinyectar. El S. C. H.
disuelve todos los cristales de timol que queramos poner y sería una gran
modificación si no fuera porque he comprobado que una pequeña cantidad de agua
que se mezcle con el liquido precipita al tricloro y a los cristales de timol
en forma casi microscópica, pero que probablemente obstruirían, formando
grumos, los capilares o las arterías pequeñas. Como al inyectar el líquido en
las arterias del cadáver forzosamente se ha de encontrar con agua de los
tejidos, renuncio a emplear esa mezcla a pesar de que la encuentro teóricamente
útil en grado sumo y servirá para otros casos.
NOTA DE LA
REDACCION DE "TIEMPO DE HISTORIA"
(1) Aquí termina la primera parte del diario del
doctor Ara. Como testimonio de la finalización del trabajo encomendado -y resumen
de los diversos pasos dados hasta llegar a ello—, incluimos la nota que el 20
de julio de 1953 envió el doctor Ara a la Comisión Nacional Monumento a Eva
Perón. Dice así:
"Tengo el honor de comunicar a esa Comisión
que el trabajo que me fue encomendado en las condiciones establecidas por el
convenio fechado en 26 de julio de 1962 ha sido terminado. De acuerdo a la
cláusula séptima, el cadáver de la excelentísima señora doña María Eva Duarte
de Perón, impregnado de sustancias solidificables, puede estar permanentemente en contacto del aire, sin más precauciones
que las de protegerlo contra los agentes perturbadores mecánicos, químicos
o térmicos, tanto artificiales como de origen atmosférico. No fue abierta ninguna cavidad del cuerpo. Conserva, por tanto, todos
sus órganos internos, sanos o enfermos, excepto los que le fueran extirpados en
vida por actos quirúrgicos. De todos ellos podría hacerse en cualquier
tiempo un análisis microscópico con técnica adecuada al caso. No le ha sido extirpada ni la menor
partícula de piel ni de ningún otro tejido orgánico: todo se hizo sin más
mutilación que dos pequeñas incisiones superficiales ahora ocultas por las sustancias
de impregnación. Para dar cumplimiento a la cláusula novena del convenio,
ruego a la honorable Comisión que, si lo tiene a bien, solicite el
correspondiente dictamen de la Junta de profesores en ella mencionada. Los
elementales cuidados que en lo sucesivo deben prodigarse son, entre otros
obvios, los siguientes:
Primero:
Evitar que en el local donde sea depositado suba la temperatura a más de
25" C. Segundo: Mantener fuera de la acción de los rayos solares la
vitrina que contiene el cuerpo. Tercero: No permitir que bajo motivo ni pretexto
alguno sea abierta la vitrina ni tocado el cadáver en ausencia nuestra. A ese
fin, me permito proponer que la llave quede en mi poder, si he de continuar la
observación de los resultados durante algunos meses, o permanentemente, según
se acuerde como de mayor conveniencia..."
LUEGO DE LA CAÍDA DE JUAN DOMINGO PERÓN EN SEPTIEMBRE DE 1955
1 al 28 de noviembre de 1955
Día 1: 9,30, visita a Bizzocero. Reconoce el trabajo en la radiografía (...).
Fustinoni dice que la impresión digital salió bien (...).
Día 3
A las 10, con doctor Rojas. Muéstrame fotos
impresionantes dedo medio. Vemos fotos de
orejas (...). Voy con Triana a la CGT y ve el dedo cortado. Entran guardias y
obreros, que no lo ven.
Día 4
A las 11, con Rojas. Ve fotos de orejas con
pendientes y sin ellos. Me devuelve el borrador con discretas correcciones (...). A la tarde
le mando el original y copia y perfil sin pendiente izquierdo, a devolver
(...). Reimúndez se santigua, reza,
llora, besa el crucifijo del rosario del Papa y dice: "iPobrecital".
A solas, le enseño el dedo cortado: "¡Arréglelo pronto!". Se ve que
no saben qué hacer con el cadáver.
Día 5
(...) A las 18 llamo a la CGT. El cabo Toledo me
informa que Reimúndez ha ordenado que nadie pase sino en su compañía, ni el
profesor (...).
Día 8
(...) Con Reimúndez me expreso duramente (...).
¿Qué hubiera dicho el teniente coronel si va a mi casa y una sirvienta le dice
que espere en la escalera, pues el doctor ha dispuesto que no entre nadie si no
es acompañado por él? Yo también tengo uniforme y espada. Visitamos los tres
el cadáver. Dalton, emocionado. Les
parece bien que pase a un depósito ignorado del cementerio. Volveré el
jueves a arreglar el dedo.
Día 10
A las 9,30, en CGT. Antes de ir me hago leer la
orden de que puedo entrar al laboratorio (...). Empiezo la difícil tarea de
arreglar el dedo (...).
Día 11
Embajador no quiere ir con Toranzo a ver Evita.
Día 12
(...) Fustinioni me entrega copia del informe,
radiografías de Gotta y micrófitos histología Lascano. "¡Ahora me lo
creo!". Viturro, entusiasmado con el arma que me entregan los argentinos.
Coincidimos en que parece una prueba de inexperiencia de Fust, tal prueba
excesiva de confianza y amistad por lo expresivo del informe. Voy en seguida a
sacar fotocopias (...).
Día 13
A las nueve recojo a Torr., vamos a CGT y pegamos
el dedo, muy imperfecto (...). Cayó
Lonardi. Subió Aramburu.
Día 14
Nuevo ministro de Salud Pública: Argibay Molina. ¿Conocido o amigo? Moreno,
de Gendarmería, me pide 2.000 dólares para irse de Buenos Aires, porque lo acusan
en falso de haber torturado presos
en CGT. Se los doy (...). A las 22, a CGT, pero no entro; todos me saludan al
pasar.
Día 15
Oficina preparo nota al Presidente. Viturro me aconseja
acertadas correcciones. Le regalo foto Eva y yo. CGT no contesta llamadas en
todo el día. Voy a las 21; Policía me dice que está clausurada y que sólo yo
puedo entrar. No entro. La huelga fracasó, según me dicen.
Día 16
(...) Pongo en limpio la nota al Presidente con
fecha de mañana. A Alfaro no le parece bien que vaya por Relaciones
Exteriores.
Día 17
(...) González, intendente de CGT, dice que cree
que abrieron el laboratorio y fotografiaron el cajón viejo. No sabe lo que
hicieron. Amenazaron con derruir el edificio (...). Capitán de navío Patrón
Laplacette ordenó: "Prohibido el paso aunque sea el Presidente de la República"
(...) El cabo me telefonea que la
puerta sigue forzada, que el cadáver parece cubierto; no sabe si pasó algo
dentro; no puede hablar más porque hay un soldado cerca de él (...).
Día 18
(...) Visita al doctor Argibay Molina, nuevo
ministro de Salud Pública. Ha visto el informe de los doctores y hace elogios. "¿Cómo se podrían devolver al
cadáver las condiciones naturales? Nos ha creado un problema y debe ayudarnos a
resolverlo" Si como me contrataron para hacerlo imputrescible
me hubiesen contratado para lo contrario hubiera sabido cómo solucionar el
problema técnico revirtiendo los tiempos. Yo hablo de la posibilidad técnica,
pero temo que el ministro haya entendido que lo haré si me lo mandan ellos. Le
doy, firmada, copia de la nota al Presidente. Creo que está malhumorado y
que querría imponerse, pero hago como que no me doy cuenta. El embajador
aprueba la nota. Aún no tengo juicio formado sobre Alfaro. Parece como trabajado
en contra por los reptiles. Vuelve a telefonear el cabo: "Sigue la puerta
algo forzada".
Día 22
(...) Al
bajar por la escalera veo la puerta forzada por abajo; parece rota de un culatazo
o de una patada (...).
Día 23
A las 9 llama Moori Koenig. A las 11, con él en el Servicio de Información
del Ejército, Viamonte y Callao. Me dice que está autorizado para rematar el
asunto. Dice que me darán un documento declarándome libre de compromisos y
responsabilidad, pero nada de actas notariales que pasan a la Historia (...). A
las 18, en CGT con Moori, Patrón y Arandía. Bajamos todos juntos al segundo
piso. La puerta está saltada por abajo,
falta una astilla. La bandera nacional ha desaparecido. La túnica, desordenada.
Queda la bandera peronista y el rosario (...). Sorpresa: mi llave sirve
para la puerta de escape de Perón. Traen el ataúd. Lo suben al segundo piso.
Arreglo el vestido. Los obreros que ayudan a meter el cadáver en el ataúd.
Moori K., hábil, aprovecha la presencia de obreros para que vean que se trata
bien el cadáver y que se mete la bandera peronista y las cintas de las
coronas. Que mañana soldaremos. Protesto. Tampoco se puede echar llave al
cajón; cerradura obstruida (...). Moori
Koenig se incautó de la joya y se guardó el recibo para dármelo firmado mañana,
pues no sabe si lo firma él o el Presidente.
Día 25
(...) Con Moori en Viamonte. Que hasta el lunes o
el martes no seguiremos con el asunto Eva. Le entrego borrador de documento de mi seguridad y recibo con foto
de la joya (...).
Día 27
(...) Moori: "No haremos nada esta
semana". Lázaro Costa me dice que no hay llave para el féretro, ni vale
la cerradura por tener dentro un pico de llave rota.
Día 28
Moori sigue negándose.
Prof. Pedro Ara
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