Nacimiento y evolución de la escena nacional argentina
En 1783 se construyó en
Buenos Aires el Teatro de la Ranchería,
que se incendió en 1792. Allí se estrenaron Siripo de Manuel
José de Lavardén (primera manifestación de la vertiente culta del teatro en la región) y El amor de la
estanciera, anónima (saíne
te que recrea el lenguaje y ambiente propios de
las zonas rurales y que inaugura la corriente
popular de nuestro teatro).
En los primeros veinte años
del siglo XIX, el teatro nacional experimentó un florecimiento, con obras que
trataban el tema de las luchas por la
independencia. Las persecuciones que se iniciaron con el gobierno de Rosas tuvieron como
consecuencia el exilio de muchos
escritores y por lo tanto se representaron mayormente óperas italianas y espectáculos
circenses.
Luego de la caída de Rosas
(1852), se construyeron en Buenos Aires muchos teatros. Hasta 1885, sin embargo, los dramaturgos
locales encontraban aún poco espacio. La mayoría de las representaciones a las que asistía
generalmente una minoría culta, ya
que el resto del público prefería los espectáculos circenses, estaba a cargo
de compañías extranjeras.
El teatro
criollo: del circo al escenario
En 1884, a pedido de los
hermanos Podestá, célebre troupe circense, se puso en escena una
adaptación del folletín Juan Moreira,
de Eduardo Gutiérrez , que significó el origen del teatro nacional. Moreira fue
un personaje real que Gutiérrez había convertido en héroe de la literatura
gauchesca.
La obra resultante fue un
mimodrama: solo en dos momentos los actores abandonaban su mutismo para
interpretar piezas cantadas. La representación tuvo un éxito notable y los Podestá le fueron agregando texto hasta
transformarla en un drama gauchesco. Moreira
se volvió así un prototipo moral y social, representativo de una nacionalidad
en formación.
El teatro nacional se
consolidó definitivamente durante la primera década del siglo xx. Muchos
estudiosos consideran la obra de dos autores como pilares de la escena nacional. Uno de ellos, Florencio Sánchez, compuso dramas que evidencian su preocupación
por las problemáticas sociales de su tiempo. El otro, Gregorio de Laferrére, suele ser considerado como el más importante
comediante de la época.
Florencio
Sánchez nació en
Montevideo, pero desarrolló en Buenos Aires toda su carrera como dramaturgo. Los
conflictos individuales y sociales que experimentan sus personajes
profundamente humanos (acuciados muchas veces por la marginalidad, la pobreza o
las enfermedades) evidencian la influencia del realismo y el naturalismo en
su escritura. Algunas de sus obras más celebradas son Canillita (estrenada
en 1902), M'hijo el dotor (de 1903). La gringa (1904) y Barranca
abajo (1905).
Gregorio de Laferrére inauguró en la Argentina la comedia de costumbres urbana. Sus obras han sido señaladas en
numerosas oportunidades como una suerte de reverso del teatro de Florencio
Sánchez. En ellas suele presentar, de manera
satírica, las costumbres de los sectores urbanos, en especial (aunque no
exclusivamente) de la clase media. No pretende, sin embargo, hacer una crítica
severa o moralista de lo social; su teatro busca el entretenimiento y los
hábitos o creencias ridiculizados suelen observarse con mirada tolerante. Jettatore! (1904), Locos de verano
(1905) y Las de Barranco (1908) son ejemplos de este tipo de comedias.
Algunos críticos señalan que
también fue fundamental, en esa etapa de consolidación, la figura de Roberto J. Payró. El importante
desarrollo que experimentó el teatro durante la primera década del siglo xx en
la Argentina llevó a la profesionalización
de actores y dramaturgos: en 1910 se fundó la Sociedad de Autores
Dramáticos y, en 1919, la Sociedad Argentina de Actores.
Los orígenes
del sainete
En su origen, el término sainete
estuvo ligado a la comida: en España se lo utilizaba para designar 'un
bocadillo delicado y gustoso'. Además, por traslación, indicaba aquello que
realzaba el valor o significado de algo, como por ejemplo un adorno. Con el
correr del tiempo su sentido fue cambiando. En el sigloXVI, designaba ya a los
intermedios representados entre los distintos actos de obras más extensas y,
tiempo después, se lo comenzó a emplear en relación con toda obra cómica breve que mostrara la vida cotidiana de los sectores populares. Así,
entre los actos de obras serias, los sainetes distendían al público con sus
historias sencillas y sus personajes estereotipados.
En el Río de la Plata, los primeros sainetes de los que se tiene noticia
datan del 1800. No son muchos los que llegaron hasta nuestros días, pero eso no
quiere decir que no hayan existido, incluso a gran escala. Al igual que otros
tipos de formas teatrales breves y generalmente cómicas (como los pasos, las
parodias o los disparates), el sainete era considerado un género menor o género chico, y por esa razón no se tuvo cuidado
en conservarlos. Al igual que otras formas de literatura masiva, en la
actualidad solo contamos con algunas de estas breves obras teatrales.
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