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12 de octubre de 2019

MODERNIDAD Y VANGUARDIAS


MODERNIDAD Y VANGUARDIAS

El término vanguardia es un vocablo militar que designa la parte del ejér­cito que va adelante y que ingresó en el arte para nombrar movimientos que atacan las convencionales estéticas dominantes que surgieron en las primeras décadas del siglo xx en un clima marcado por la aceleración.
 La Revolución Industrial modificó la vida y produjo los cambios siguientes:
• La iluminación eléctrica en las calles trastocó la dinámica de las ciudades que empezaron a estar despiertas las 24 horas del día.
• La experiencia de la velocidad del tren y del automóvil transformó las relaciones entre espacio y tiempo y generó nuevas formas de mirar.
• El avión volvió al mundo un lugar más pequeño, y las facilidades a la hora de viajar generaron que los cruces e intercambios culturales se potenciaran.
• La fotografía y el cinematógrafo liberaron al arte de la necesidad de reflejar la vida tal cual se presentaba frente a los ojos del espectador.
Estos cambios impactaron en la experiencia subjetiva, por lo tanto los artistas buscaron nuevas formas fundadas en la experimentación para criticar y modificar el mundo. También se vivieron cambios en el mapa político, tales como:
• La aceptación de la clase obrera como sector social por la burguesía.
• El surgimiento de partidos políticos con postulados marxistas
• La Primera Guerra Mundial, que puso en crisis el ideal de progreso, el optimismo liberal burgués y su fe en la ciencia y en la técnica.
Surgió la idea de revolución en lo político y en lo artístico. Estos movimientos fueron una versión radicalizada de la modernidad, cuyos postulados básicos tomaron para defender o cuestionar: el progreso, la confianza en la tecnología, la autonomía de las esferas de conocimiento, entre otros. Las vanguardias se desarrollaron en Europa, los Estados Unidos y América latina.
El extrañamiento
El formalismo ruso, escuela crítica de principios del siglo XX, fue la fundadora de la teoría literaria como campo de inves­tigación específico. El objetivo de esta escuela era el análisis de lo singular del hecho literario. El teórico Víctor Shklovski fue uno de sus representantes. Según él, la lengua cotidiana está automatizada, llena de luga­res comunes. Hablar es como mover la mano para tomar un objeto: de tanto hacerlo se vuel­ve un acto casi inconsciente. En cambio, la literatura es capaz de producir formas nuevas de decir y, al hacerlo, nos permite desautomatizar nuestra percep­ción, ver un objeto como si fuera la primera vez, o de una forma nueva. Este procedimiento esencial de la literatura se denominó ostranenie, palabra rusa que significa extrañamien­to. El fin del arte desde esta perspectiva es ofrecer una sen­sación del objeto como visión y no como reconocimiento.
Los jóvenes artistas se autodenominaron vanguardistas por su actitud de militancia inconformista, su crítica radical al pasado y sus utopías revolucio­narias: era necesario romper y destruir para, a partir de allí, poder construir un arte y una sociedad nuevos.
En este sentido, las vanguardias plantearon como principal objetivo la ruptura con la tradición y establecieron lo nuevo como valor absoluto. No apuntaron a derrotar un movimiento específico o un procedimiento concre­to, sino al arte entero como institución portadora de los valores burgueses. El arte, afirmaron, está desconectado, «separado de la vida».
Para los vanguardistas era prioritario reconectar el arte con la experien­cia vital. Había que sacudir al burgués que vivía en un mundo dominado por la racionalidad y liberar al arte que estaba congelado en operaciones y procedimientos obsoletos como la mimesis aristotélica y la perspectiva renacentista. Un mundo nuevo necesitaba un arte nuevo: la imaginación no debía respetar límites ni mandatos ancestrales.
Si bien cada uno de los movimientos de vanguardia produjo sus propias innovaciones y propuestas estéticas, todas las vanguardias sostuvieron postulados compartidos:
Producción de manifiestos. Se trata de textos que describen su progra­ma estético y sus objetivos como movimiento.
Ruptura de las reglas tradicionales del arte. Se produce un quiebre en la perspectiva, en el tiempo lineal, en la imitación de la realidad, etcétera. Los elementos tradicionales en la pintura y la literatura se ven atravesados por la violencia creativa de los movimientos vanguardistas, cuyo objetivo es innovar con sus propuestas el mundo fosilizado del arte y de la cultura.
Procedimientos de extrañamiento. Operaciones que tienden a volver la realidad extraña, con la idea de desautomatizar las reacciones del público. Las obras se realizaban en las calles o en las plazas para conectar el arte con la vida cotidiana.
Nuevo vínculo con el público. El receptor de la obra pasa de ser pasivo a ser activo: puede intervenir en la obra, alterarla. En este sentido, las vanguar­dias pretenden romper con la distancia clásica entre el espectador/lector y la obra. Para ello, se busca producir un shock en el auditorio: demos­trarle que puede interactuar de diversos modos con las obras y hacerle perder el respeto y la solemnidad frente al arte.
Predominio de la forma sobre el contenido. Las palabras son usadas por su potencial visual y sonoro y no por su significado o por su referencia.
Actitud irreverente. El lenguaje busca escanda­lizar, provocar y agredir, a la vez que propone relacio­nes lúdicas y trabaja con el humor.
Simultaneidad y yuxtaposición de imágenes poéticas. La ruptura de la estrofa, la puntuación y la métrica del verso, como así también el uso signi­ficativo del espacio en blanco, y del caligrama (poe­ma escrito de modo tal que forma imágenes).
Si bien los movimientos de vanguardia europeos tuvieron características compartidas, también consolidaron un perfil propio y propuestas estéticas diferenciadas. Algunos de los más representativos fueron:
El Futurismo italiano. En 1909. Filippo Tommasso Marinetti publicó el Manifiesto futurista, en el que exaltaba la belleza de las nuevas máquinas, la fascinación de la velocidad y una visión entusiasta del futuro. Proponía la liberación de la palabra a través de la destrucción de la sintaxis, el uso de onomatopeyas y la introducción de innovaciones tipográficas (juegos con los colores, la dirección de las líneas y los tipos de letra). El canto a la tecnología y los últimos adelantos urbanos fueron dos de los temas principales presen­tados por esta vanguardia obsesionada con la modernización.
El Dadaísmo. Surgió en Zurich (Suiza) en 1916 y su líder fue el poeta Tristán Tzara. Se ha afirmado que el término dada imita el balbuceo infan­til, pero también es posible que provenga del significado de dada en alemán: ‘nada'. El dadaísmo fue rebeldía pura: contra la lógica, contra las convencio­nes estéticas o sociales, contra el sentido común. Condenó la racionalidad que llevó al hombre al absurdo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918): por eso, estos artistas apostaron por la irracionalidad. En el campo del arte, Marcel Duchamp provocó un escándalo al firmar un urinal y colocarlo en un museo. Con esta acción, criticó el circuito tradicional de recepción y distribución de las obras de arte —básicamente, atacando a los museos y a los críticos de arte— y cuestionó las visiones que conciben al artista como un genio. El ready-made, un objeto sacado fuera de su contexto y presentado como arte, fue una de las propuestas más polémicas y discutidas de este movimiento.
El Surrealismo. En 1924, el poeta francés André Bretón publicó el Primer Manifiesto Surrealista, en el que retomó postulados del dadaísmo y los asoció a las teorías psicoanalíticas de Sigmund Freud y a las teorías políticas de Karl Marx. Esta vanguardia propuso transformar la vida con una revolución integral liberadora de la imaginación. Bretón desarrolló la “escritura auto­mática" mediante las asociaciones libres de la lógica racional y la incorpo­ración de la materia de los sueños para que la poesía fuera la expresión del inconsciente humano.
El Ultraísmo. Surgió en España en 1918 en oposición al modernismo que había dominado la poesía en español desde fines del sigloXIX. En Madrid, la revista Ultra, creada por Rafael Cansinos Assens, defendió el predominio de la metáfora, la experimentación con la tipografía, el uso de neologis­mos y tecnicismos, y la eliminación de la rima. El escritor argentino Jorge Luis Borges, en Europa entre 1918 y 1921, formó parte de este movimiento y lo trajo a la Argentina, donde fundó el movimiento ultraísta argentino en 1922 con la aparición de la revista Proa.
En otros países europeos también se vivieron expe­riencias vanguardistas muy fuertes e innovadoras. En Alemania, el expresionismo renovó —con su apuesta de exploración subjetiva— no solo la literatura y las ar­tes plásticas, sino también la danza, el teatro y el cine. A partir de 1917, en la Unión Soviética, el constructivis­mo innovó en el arte, el diseño y la arquitectura.
Los proyectos de vanguardia europeos impactaron en los artistas e inte­lectuales de América latina que viajaban y regresaban de Europa, trayendo las últimas novedades estéticas y políticas.
La fuerza renovadora y rupturista invadió el continente y comenzaron a desarrollarse los movimientos latinoamericanos de vanguardia. Se suele afirmar que estos se iniciaron en 1914 con la publicación del manifiesto "Non Serviam" de Vicente Huidobro (Chile) y culminaron en 1931 con el movimien­to de vanguardia en Nicaragua.
En estos movimientos latinoamericanos de vanguardia se da un proceso de apropiación de los postulados de los artistas europeos (el culto a lo nuevo y la experimentación formal) para vincularlos con la preocupación por afirmar la identidad continental y las identidades nacionales, en un gesto que intenta romper definitivamente con el pasado colonial. Para esto, los vanguardistas latinoamericanos:
·         Defendieron las variedades americanas del español y del portugués.
·         Recuperaron las formas típicas de la oralidad de cada región americana.
·         Propusieron numerosas reformas ortográficas que intentaban reponer elementos de la fonética indígena que habían sido borrados por la conquista.
·         Debatieron sobre la articulación entre cosmopolitismo y nacionalismo.
ALGUNOS MOVIMIENTOS ARTÍSTICOS LATINOAMERICANOS
Entre los múltiples movimientos de vanguardia que se extendieron por toda América latina, se destacan por su intensidad, su propuesta y su pro­ducción los siguientes:
El creacionismo. Este movimiento se inauguró en 1914 con el manifiesto “Non Serviam", escrito en Chile por el poeta Vicente Huidobro. El creacio­nismo defendió la autonomía del arte y rechazó los mandatos del realismo literario. Por esta razón, propuso la libertad creativa absoluta y una poe­sía desligada de lo anecdótico y lo descriptivo. Para Huidobro, el poeta era un «pequeño dios», creador de mundos poéticos. El juego con la sonoridad de las palabras y frases es uno de los elementos destacados de esta van­guardia. Además, el creacionismo, así como muchos de los movimientos de vanguardia que tuvieron lugar en América latina, funcionó como reacción contra la influencia simbolista y decadentista de Rubén Darío, una poesía que presentaba métrica y figuras de la tradición literaria.
El movimiento antropofágico. Brasil cuestionó los preceptos europeos y su predominio cultural, al mismo tiempo que desarrolló una identidad propia a partir de sus m¡tos y tradiciones. En 1922, en ocasión del centenario de la Independencia, numerosos artistas e intelectuales que se habían formado en Europa se reunieron en San Pablo para llevar a cabo la Semana del Arte Moderno. En este evento se propusieron renovar el campo artístico brasi­leño. Así se dio inicio al movimiento Pau-Brasil, primer gesto de vanguar­dia de Oswald de Andrade. En 1928, la artista plástica Tarsila do Amaral, su esposa, pintó un cuadro que resultaría emblemático para las vanguardias latinoamericanas llamado Abaporu (que significa 'hombre que come’). De esta obra surgió el "Manifiesto antropofágico", publicado por de Andrade ese mismo año en la revista homónima. Este manifiesto sostenía que los artistas debían devorar las influencias europeas, digerirlas y convertirlas en una nueva estética brasileña.
FUENTE: LITERATURA VI, Ed. Mandioca, Buenos Aires, 2012

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