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8 de junio de 2022

LOS CÓDICES PREHISPÁNICOS

 

LOS CÓDICES PREHISPÁNICOS

Aunque hoy día no es posible precisar con exactitud cuántos códices prehispánicos han quedado, existen unos veinticinco originarios de Mesoamérica en perfectas condiciones de conservación.

Varios fueron rescatados de las llamas por algunos frailes que vislumbraron el significativo valor que tendrían; algunos han sido guardados durante generaciones (hubo aborígenes que los escondieron para salvarlos de la destrucción) y otros obsequiados como regalos "exóticos" a diversas personalidades europeas en distintos momentos de la Historia. Probablemente por ello, la mayoría de los que se conservan están actualmente en Europa: El Códice Nurral, por ejemplo, en el Museo Británico; y el Bodley, en la Biblioteca de la Universidad de Oxford. lncluso, todavía muchos se nombran por su locación actual: el Desdrensis (en Dresde), el Borbonicus (en el Palais Bourbon) o el Vaticanus (en el Vaticano). También hay códices gue llevan el nombre de su primer propietario (el Codex Borgia, rescatado de las llamas por el cardenal homónimo), o de su descubridor (Codex Tudela); o del sitio donde fue exhibido por primera vez (Grolier, que toma su nombre del club de Nueva York donde se expuso el manuscrito en 1971).

Son pocos los que se nombran por su lugar de supuesta

procedencia (uno de esos casos es el Códice de Taclecoco) y, por este motivo, gran parte de la comunidad académica actual se muestra interesada en renominar aquellos cuyos nombres no guardan relación con su temática ni con su origen ni con su contenido sociocultural o político.

Los códices precolombinos que han podido someterse a estudio hasta el momento son bastante distintos en su forma a los que circularon por el mundo romano cuando dejó de utilizarse el rollo de pergamino. En primer lugar, el material es otro: una larga tira de papel de venado o, en su defecto, hecho con fibras vegetales (por lo general se usaba la madera del amad y del maguey para estos fines). Por otro lado, a diferencia de los códices romanos y de los libros de nuestros días, la mayoría de los precolombinos se confeccionaban en forma de biombo (la tira se doblaba plegada y la encuadernación terminaba en dos tablas de madera).

Los códices precolombinos se leían de formas muy variadas. Algunos investigadores coinciden en que la lectura debía hacerse de forma horizontal -de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, según el caso-, pero existen algunos, como los de Oaxaca, que por la disposición de sus ideogramas en algunas partes exigían ser leídos de arriba hacia abajo o al revés.

Se sostiene también que algunos códices se desplegaban completamente sobre el suelo para que el tlacuiio (palabra náhuad que significa "el que labra la piedra" y que podría traducirse como "aquel que escribe") leyera en voz alta al auditorio que se disponía alrededor para seguir la lectura. Los tlacuilos eran, en última instancia, quienes decidían cómo debía leerse el manuscrito.

Además de los códices en forma de biombo, se conservan  también algunos manuscritos pintados sobre una larga tira de papel de amate, que puede doblarse o enrollarse: tales son los casos de la Tira de la Peregrinación y el Rollo Seldem. También están los lienzos, que son trozos de tela de algodón o fibra de maguey, como el Lienzo Totomixdahuacan.

Y con seguridad muchos otros irán apareciendo en los próximos años, porque el tesoro no se ha perdido del todo. Los nuevos hallazgos y los avances en la investigación posibilitan que el mundo actual pueda acercarse -cada vez más- a aquellos pueblos originarios que alguna vez poblaron, en su totalidad, el continente americano. A través de esta documentación valiosa, de todo lo que falta descifrar e incluso descubrir, será posible recuperar cada vez más y mejor sus creencias, ritos, ceremonias, nociones geográficas, historias y genealogías. Reconstruir aquella identidad que se intentó -y no se pudo- arrebatar.

 

Fuente: Mitos clasificados 4; Ed. Cántaro; Buenos Aires, 2012

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