Los romances- El romancero español. Transmisión oral -
( resumen )
El romance es una combinación métrica originaria de España que consiste en una serie indefinida de versos, en la cual los pares presentan rima asonante y los impares quedan sueltos. Los versos suelen ser octosílabos, pero pueden llegar a ser hexasílabos o alejandrinos, aunque esto es mucho menos frecuente. Cuando los versos se componen de menos de ocho sílabas, recibe el nombre de romance corto o romancillo. Pueden ser del tipo épico (procedentes de los cantares de gesta) o líricos (de la pastorela provenzal). Están recogidos en pliegos sueltos, libros, cancioneros o romanceros.
El Romancero español es un grupo de poemas origen medieval desgajados de los Cantares de gesta castellanos a partir del siglo XIV y transmitidos de forma oral hasta el XIX, en que, merced al interés que el Romanticismo sintió por la literatura medieval, fueron recopilados en colecciones (Romancero General)
Un romance consta de grupos de versos de ocho sílabas (octosílabos) en los que los pares riman en asonante . Los más antiguos no poseen división estrófica; los más modernos agrupan los versos de cuatro en cuatro. Todos los romances viejos son anónimos y son influidos en gran manera por la religión, la guerra y el amor.
Se diferencian de las baladas europeas en preferir el realismo a lo fantástico y en poseer un carácter dramático más marcado. Su estilo se caracteriza por ciertas repeticiones de sintagmas en función rítmica (Río verde, río verde), por un uso algo libre de los tiempos verbales, por la abundancia de variantes (los textos varían y se contaminan entre sí, se "modernizan" o terminan de distinto modo a causa de su transmisión oral) y por el frecuente corte brusco al final, que en las mejores ocasiones aporta un gran misterio al poema.
Su estructura es variada: algunos cuentan una historia desde el principio hasta el final; otros son sólo la escena más dramática de una historia que consta de varios romances. Entre estos ciclos de romances destacan los consagrados a las historias del Cid y de Bernardo del carpio. Los temas son históricos, legendarios, novelescos, líricos.
La transmisión oral de los romances
A lo largo de los siglos XIV y XV se desarrolla por el occidente medieval una tendencia a incorporar a la poesía culta la tradición lírica popular como nueva forma de expresión poética; en muchos casos se trata de composiciones destinadas al canto, de carácter amoroso, pero en otros casos son narrativas (baladas, romances). Posiblemente son los romances, textos lírico-narrativas, los de mayor vitalidad: en un principio los romances fueron fragmentos desgajados de los poemas épicos, que cobraron vida propia y desarrollaron los aspectos más atractivos para un público que no era ya el de los cantares de gesta; los romances más antiguos conservan la temática y la métrica de la épica: los primitivos versos de 16 sílabas, agrupados en tiradas con la misma rima asonante, se convertirán, así, en poemas de un número indefinido de versos octosílabos con rima en los versos pares, o de dieciséis sílabas monorrimos.
Los romances heredaron también de los cantares de gesta el carácter noticiero y por eso no debe extrañar que, ya desde mediados del siglo XIV, haya romances dedicados a los acontecimientos más notables del momento, como la rebelión del prior de la orden de San Juan (hecho ocurrido el año 1328) o el sitio de Baeza (en 1368); más tarde, la guerra de Granada, con sus numerosas escaramuzas, suministró abundante material para la elaboración de nuevos romances, protagonizados por personajes bien conocidos.
La transmisión oral de los romances posibilitó que se produjeran mezclas entre textos diferentes e incluso que se incorporaran a los romances fragmentos y temas procedentes de la lírica tradicional; la transmisión oral, además, configuró las características esenciales del género: anonimia, inestabilidad textual, sobriedad de recursos superfluos, fragmentarismo, simplificación estructural, comienzo brusco, etc.
Hasta finales del siglo xv no empezaron a recogerse por escrito los romances, ya partir del siglo XVI resultó habitual su compilación y publicación en libros dedicados en su mayor parte, o exclusivamente, a esta nueva forma poética. El Romancero llegó así a todos los estratos culturales: junto a la difusión oral y a las colecciones impresas, se publican romances, también, en hojas sueltas (pliegos sueltos), mucho más asequibles y de más amplia difusión por lo tanto. Los romances viejos son sustituidos o coexisten con otros de nueva creación; en muchas ocasiones resulta difícil saber si los romances impresos en el siglo XVI proceden de la tradición oral o si, por el contrario, han llegado a ella tras su publicación; en cualquier caso, resulta claro que muchos de los romances que se cantaban en las plazas en el Siglo de Oro, o que fueron impresos por entonces, se han podido recoger vivos aún en nuestros días, en España, Portugal, Hispanoamérica y entre los judíos sefardíes, expulsados en 1492.
El Romancero español es un grupo de poemas origen medieval desgajados de los Cantares de gesta castellanos a partir del siglo XIV y transmitidos de forma oral hasta el XIX, en que, merced al interés que el Romanticismo sintió por la literatura medieval, fueron recopilados en colecciones (Romancero General)
Un romance consta de grupos de versos de ocho sílabas (octosílabos) en los que los pares riman en asonante . Los más antiguos no poseen división estrófica; los más modernos agrupan los versos de cuatro en cuatro. Todos los romances viejos son anónimos y son influidos en gran manera por la religión, la guerra y el amor.
Se diferencian de las baladas europeas en preferir el realismo a lo fantástico y en poseer un carácter dramático más marcado. Su estilo se caracteriza por ciertas repeticiones de sintagmas en función rítmica (Río verde, río verde), por un uso algo libre de los tiempos verbales, por la abundancia de variantes (los textos varían y se contaminan entre sí, se "modernizan" o terminan de distinto modo a causa de su transmisión oral) y por el frecuente corte brusco al final, que en las mejores ocasiones aporta un gran misterio al poema.
Su estructura es variada: algunos cuentan una historia desde el principio hasta el final; otros son sólo la escena más dramática de una historia que consta de varios romances. Entre estos ciclos de romances destacan los consagrados a las historias del Cid y de Bernardo del carpio. Los temas son históricos, legendarios, novelescos, líricos.
La transmisión oral de los romances
A lo largo de los siglos XIV y XV se desarrolla por el occidente medieval una tendencia a incorporar a la poesía culta la tradición lírica popular como nueva forma de expresión poética; en muchos casos se trata de composiciones destinadas al canto, de carácter amoroso, pero en otros casos son narrativas (baladas, romances). Posiblemente son los romances, textos lírico-narrativas, los de mayor vitalidad: en un principio los romances fueron fragmentos desgajados de los poemas épicos, que cobraron vida propia y desarrollaron los aspectos más atractivos para un público que no era ya el de los cantares de gesta; los romances más antiguos conservan la temática y la métrica de la épica: los primitivos versos de 16 sílabas, agrupados en tiradas con la misma rima asonante, se convertirán, así, en poemas de un número indefinido de versos octosílabos con rima en los versos pares, o de dieciséis sílabas monorrimos.
Los romances heredaron también de los cantares de gesta el carácter noticiero y por eso no debe extrañar que, ya desde mediados del siglo XIV, haya romances dedicados a los acontecimientos más notables del momento, como la rebelión del prior de la orden de San Juan (hecho ocurrido el año 1328) o el sitio de Baeza (en 1368); más tarde, la guerra de Granada, con sus numerosas escaramuzas, suministró abundante material para la elaboración de nuevos romances, protagonizados por personajes bien conocidos.
La transmisión oral de los romances posibilitó que se produjeran mezclas entre textos diferentes e incluso que se incorporaran a los romances fragmentos y temas procedentes de la lírica tradicional; la transmisión oral, además, configuró las características esenciales del género: anonimia, inestabilidad textual, sobriedad de recursos superfluos, fragmentarismo, simplificación estructural, comienzo brusco, etc.
Hasta finales del siglo xv no empezaron a recogerse por escrito los romances, ya partir del siglo XVI resultó habitual su compilación y publicación en libros dedicados en su mayor parte, o exclusivamente, a esta nueva forma poética. El Romancero llegó así a todos los estratos culturales: junto a la difusión oral y a las colecciones impresas, se publican romances, también, en hojas sueltas (pliegos sueltos), mucho más asequibles y de más amplia difusión por lo tanto. Los romances viejos son sustituidos o coexisten con otros de nueva creación; en muchas ocasiones resulta difícil saber si los romances impresos en el siglo XVI proceden de la tradición oral o si, por el contrario, han llegado a ella tras su publicación; en cualquier caso, resulta claro que muchos de los romances que se cantaban en las plazas en el Siglo de Oro, o que fueron impresos por entonces, se han podido recoger vivos aún en nuestros días, en España, Portugal, Hispanoamérica y entre los judíos sefardíes, expulsados en 1492.
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