Análisis de El árbol de María Luisa Bombal
El individuo suele gozar de más prestigio en la prosa chilena que en la prosa argentina, donde han predominado los problemas metafísicos, y que en la prosa de los otros países hispanoamericanos, que ha llegado a caracterizarse por la lucha del hombre anónimo contra la naturaleza y contra la sociedad.
Por eso, no es de extrañar que el surrealismo con su interés en el psicoanálisis les haya servido a los jóvenes chilenos para librar la batalla contra los criollistas.
Las dos novelas de María Luisa Bombal, La última niebla (1935) y La amortajada (1938), anteceden por unos diez años el establecimiento de una “moda” surrealista, cuyo tema predilecto es la penetración en el alma femenina.
En “El árbol”, la vida desgraciada de la protagonista se representa simbólicamente por tres cosas: el árbol, el calendario y la música. Las tres piezas del concierto corresponden a tres épocas en la vida de Brígida.
La música frívola y rococó de Mozart acompaña su niñez despreocupada, que termina inconscientemente con su matrimonio. La música romántica de Beethoven refleja la pasión de la joven esposa, en cuanto la melancólica de Chopin evoca los recuerdos tristes del otoño del matrimonio. La separación definitiva de su marido coincide con el fin del concierto marcado por el estruendo del aplauso y con el hachazo que derriba al gomero.
Además de la música, el agua y los espejos —como en todas las obras surrealistas— contribuyen a estimular los recuerdos. Con Mozart, el agua asume la forma de una fuente; con Beethoven, el mar; y con Chopin, la lluvia y la cascada.
Los espejos se introducen al mismo tiempo que el árbol, los vidrios de la ventana y el río, al cual se despeña la calle estrecha. “Parecía un mundo sumido en un acuario.” Esa visión pesadillesca es una de las pocas veces en que la autora se aventura a sumergirse en el surrealismo. También titubea en el uso surrealista de símiles y metáforas de valor complejo; no hay más que tres dignos de notar: “lirios de hielo”, “collar de pájaros” y “un mar de hojas”.
El punto y el contrapunto del drama personal y el concierto; la fluidez de la conciencia; la nota existencialista en las relaciones tirantes de los esposos denotan ciertos influjos literarios en este cuento, pero no constituyen el secreto de su éxito. La alta calidad de “El árbol” depende aún más de la gran sinceridad con la cual Brígida repasa su historia trágica. La desnudez que ella siente al derribarse el árbol es la misma desnudez que ella ha revelado al lector durante todo el cuento.
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MARÍA LUISA BOMBAL
[1910-1980]
Chilena. Nació en Viña del Mar. Estudió en la Sorbona, donde presentó una tesis sobre Prosper Mérimée. En Santiago, representó en distintos grupos teatrales. Vivió varios años en Buenos Aires, donde publicó sus únicos tres cuentos en la revista Sur: “Las islas nuevas” (1938), “El árbol” (1939) y “María Gricelda” (1946). Su fama depende más de sus dos novelas, La última niebla (1935) y La amortajada (1938). Residió en Nueva York durante muchos años antes de volver a Viña del Mar.
FUENTE:
SEYMOUR MENTON
El Cuento Hispanoamericano
ANTOLOGÍA CRÍTICO-HISTÓRICA-
COLECCIÓN POPULAR
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
MÉXICO