LA NOVELA POPULAR
Principales rasgos de la novela popular
A pesar de las difusas apariencias de muchos de sus productos, la novela popular se adapta a un modelo bastante rígido, que ha sido escrupulosamente respetado por los autores y cuyos rasgos más importantes podemos sintetizar de la siguiente manera:
Estructura: El esquema estructural básico de la novela se reduce a un número limitado de funciones y a una combinatoria bastante simple. Un modelo ideal -con ligeras variantes, como veremos, en el caso de la novela de aventuras geográficas- puede ser recompuesto en sus líneas generales como sigue:
1) Exposición reivindicatoria o memorial de la reivindicación: Un rico heredero es despojado de sus prerrogativas por un usurpador (Los misterios de Paris) o un inocente es injustamente condenado (El Conde de Montecristo).
2) La intervención del héroe reivindicador es requerida.
3) El héroe juega: La sucesión de enfrentamientos entre el Héroe y el Malvado constituyen lo esencial de la trama novelesca, según un esquema recurrente:
a) Héroe persigue a Malvado pero cae en su poder o es baleado;
b) Héroe prisionero se libera o es liberado por sus ayudantes; c) Héroe consigue burlar a Malvado, quien a su vez cae prisionero, muere o huye.
4) Reivindicación cumplida.
En este esquema básico encontramos una gran variedad de motivos, que actúan como factores desencadenantes o dinamizadores del relato: la madre traidora (por extensión cualquier miembro del círculo inmediato: hijo, esposa, amigo), las ayudas mágicas (los ayudantes del héroe, los recursos de la tecnología y la ciencia), las pruebas de identidad (retratos, amuletos, cartas, señales corporales), los testigos invisibles (que sorprenden conversaciones comprometedoras o pistas ; indispensables para la empresa de reivindicación), el cautiverio, las fugas, letcétera.
Protagonistas: Los Héroes y Malvados de la novela popular poseen algunas características canónicas, que se reiteran en los distintos ciclos épicos. Entre los rasgos tipificadores del Héroe podemos anotar:
1) Soledad: fiel a su origen romántico el Héroe es casi siempre un solitario segregado del mundo por su nacimiento, por una maldición o por una imposición penitencial ( Rocambole, Dantés, Rodolfo de Gerolstein, el Capitán Nemo). Su empresa tiene como destinatarios a los causantes de su caída, o bien, en un amplio ademán vindicatorio, a la humanidad en su conjunto.
2) Omnipotencia: El Héroe se ve y es 'visto como una encarnación de la Divinidad o de fuerzas sobrenaturales. Rocambole se siente a sí mismo como "el instrumento elegido por Dios", 'y actúa en consecuencia.
3) Mutabilidad: gran parte del éxito del Héroe se apoya en su aptitud para transformarse, para cambiar e inclusive para identificarse con sus oponentes. La mayoría de los Héroes de la novela popular son eximios en el arte del disfraz, la doble identidad y el desdoblamiento.
Los personajes vicarios comparten circunstancialmente estos rasgos con el Héroe. Los Malvados los poseen también, aunque en forma más contingente.
Otros aspectos formales: En este plano debemos distinguir dos rasgos dominantes:
1) Redundancia: El escritor folletinesco ignora habitualmente la economía literaria. El suyo es un producto recargado de información (inclusive de falsa información), en el que se ignoran la elipsis, la atenuación y el matiz sugeridor. Todos los trucos verbales y toda la retórica de la novela decimon6nica aparecen aquí recargados y amplificados por un narrador omnisciente, que parece regodearse con este tipo de composición aditiva, con esta indefinida suma de peripecias.
2) Suspenso: El éxito de los autores se funda en gran medida en su habilidad para manjar el suspenso, la suma de acciones truncas en el momento más critico y la develación del misterio interminablemente postergada, como técnica impuesta por la necesidad de fragmentar el relato en un número determinado de "entregas" y mantener latente el interés de los lectores.
La critica más irónica ha popularizado la clásica imagen de la heroína al borde del abismo y de la mano del héroe, detenida en su trayecto salvador a lo largo de varios capítulos que contienen digresiones más o menos dilucidadoras, inseparable de la convencional fórmula de "el lector nos dispensará el que abandonemos la de nuestras principales heroínas en tan critica situación, de cuyo desenlace volveremos a ocuparnos más adelante."
Esta frecuente apelación al suspenso y a los cortes en el desarrollo de una secuencia lineal (perpetrados, como dijimos, en los momentos más intempestivos) tienen una importancia decisiva desde el punto de vista de la estructura del relato y de las relaciones con el lector, a quien se amenaza constantemente con un ilusorio desenlace imprevisto, ilusorio porque el desdoblamiento de la cadena causal que plantea transitoriamente el suspenso (salvarse o perecer) es un típico recurso de la ficción, y porque la misma sustancia del folletín presupone desde el comienzo la salvaci6n de los inocentes y la punición de los malvados
El corte intempestivo puede servir a los fines del relato: a) como pantalla psicológica al servicio del suspenso, b) como apertura hacia cierto tipo de información indispensable para.
explicar un enigma o un punto oscuro de la narraci6n.
Apoteosis de la casualidad. La novela popular apela con insistencia a la casualidad. Puede afirmarse que con este recurso se pretende apuntalar las derivaciones imprevisibles de la trama, o más bien aquellos puntos en los cuales la interrogación abierta sólo puede ser resuelta por la mediación de un deus ex machina.
Fuente: Literatura contemporánea
CEAL
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