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2 de agosto de 2011

LA POESÍA LÍRICA ROMÁNTICA

LA POESÍA LÍRICA ROMÁNTICA: La poesía lírica tiene en el Romanticismo un magnífico campo de desarrollo. Principales poetas románticos de la literatura europea:

INGLATERRA. — Tres grandes líricos románticos surgen en Inglaterra durante los primeros años del siglo xix. Son Byron, Shelley y Keats: los tres murieron jóvenes y lejos de su patria.

Jorge Gordon, Lord Byron (1788-1824), es la figura más popu­lar del romanticismo inglés. Independiente, rebelde, orgulloso, llevó una vida original y disipada, llena de viajes y aventuras. Al final de su existencia se alistó en el ejército que luchaba por librar a Grecia del poder turco, mu­riendo en Misolonghi. Es famosa su autobiografía Peregrinación de Childe Harold y sus poemas El Corsario y Don Juan.

Percy Bishe Shelley (1792-1822) fue también un rebelde, pero en el terreno filosófico y estético. Los últimos años de su vida los pasó en Italia; murió ahogado en un naufragio. Como poeta oscila entre una deliciosa ternura y una violencia casi salvaje: canta las fuerzas de la naturaleza y del amor.

John Keats (1795-1821), más íntimo y sosegado, menos rebel­de que los poetas anteriores, es el gran poeta del amor y de la melancolía, que goza evocando horizontes de belleza. Murió, tuber­culoso, en Roma, a los veintiséis años de edad.

ALEMANIA. — El Romanticismo surge en Alemania como rebelión de la conciencia nacional germánica contra el clasicismo impuesto a toda Europa por la cultura francesa.

Un grupo de jóvenes poetas y dramaturgos, como Goethe y Schiller (que estudiaremos al hablar del teatro), crean una escuela literaria bajo el título de "Sturm und Drang" (tempestad y empuje), que preconiza la victoria del Romanticismo en la poesía alemana.

Enrique Heine, nacido en Düsseldorf (1797) alcanzó con su famoso Libro de los cánticos la cumbre del romanticismo poético ale­mán, que en sus baladas supo evocar las leyendas misteriosas del Rhin, como la de la maga Lorelei, que hacía perderse a los míos; siendo en otros poemas satírico y cruel.

FRANCIA. — Aun cuando Francia era la sede del clasicismo estético, durante la segunda mitad del siglo xviii va evolucionando en su concepto de la literatura y el arte —lo que le conduce al Romanticismo—. En los primeros años del siglo xix la nueva escuela ofrece ya poetas insignes.

El más brillante de los líricos franceses del siglo xix es Víctor Hugo, que ya ha sido aludido al referirnos a la epopeya romántica.

Víctor Hugo es, a la vez, un poeta íntimo, afectivo, que canta el amor y el hogar, la patria y el paisaje, y un poeta colectivo que canta apasionadamente las luchas políticas y sociales en las cuales él intervenía. Dotado de una imaginación brillantísima y de un verso enérgico y musical, su popularidad fue extraordinaria. Obras líricas principales: Odas y Baladas, Orientales, Las hojas de otoño, Los cantos del crepúsculo, etc.

ITALIA. — El mayor lírico romántico de la literatura italiana es Giacomo Leopardi (1798-1837). Su poesía se caracteriza por un tremendo pesimismo negativo, que le hace proyectar su propio dolor individual (soledad, melanco­lía) hasta convertirlo en un dolor universal que le lleva a dudar y a desesperar de todo.

ESPAÑA. — La poesía romántica tuvo en España extraordinaria acep­tación, ya que, olvidando la artificiosa influencia francesa del neoclasi­cismo, se crea una lírica nacional, vibrante y honda, de acuerdo con el carácter de la literatura patria. Citaremos sólo tres nombres característi­cos: Espronceda, Zorrilla y Bécquer.

José de Espronceda (1808-1842), cuya vida agitada y ardiente está muy de acuerdo con la época y el espíritu del Romanticismo, fue conspi­rador, emigrante, soldado, aventurero y político. Sus temas son siempre sugestivos y pintorescos y se describen con una gran musicalidad. Recuérdense sus famosas Canción del pirata, Al sol, El reo de muerte, A Jarifa en una orgía, La vuelta del Cruzado.

Es muy famoso su poema El Diablo Mundo, de carácter simbó­lico, en el que se incluye el célebre Canto a Teresa y muy conocida la leyenda de El estudiante de Salamanca, en la que un joven liber­tino, D. Félix de Montemar, va siguiendo a una dama cubierta con un velo que, al descubrirse, muestra ser una espantosa calavera.

José Zorrilla gozó también de extraordinaria popularidad a través de una larga vida (1817-1893), llena de andanzas y altibajos. Zorrilla es el más musical de los poetas románticos. Su gran fantasía, su formidable poder de evocación, su profundo sentido católico y español, le abrieron las puertas de la fama, sobre todo en las composiciones narrativas, que por la abundancia de sus descripciones se prestan al lucimiento del poeta (A buen juez, mejor testigo, El capitán Montoya, Margarita la tornera), etc.

Gustavo Adolfo Bécquer es un poeta completamente distinto. Para él la poesía no reside en la música de las palabras, sino en la expresión de sus más íntimos sentimientos. Su vida amargada, pobre y corta (1836-1871), se refleja, con vocablos muy sencillos, en las Rimas, poesías de amor y de melan­colía, en las que el poeta anota, emocionado, sus hondos anhelos y sus terribles desilusiones. Recordemos de dónde extrae Bécquer sus poesías. Bécquer es el lírico más puro, más intenso del Romanticismo espa­ñol; Sus leyendas están llenas de fantasía y de misterio.

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