CUENTO POPULAR :La muñeca de brea
Fuente: Ralph Steele Boggs, Ei folklore de los Estados Unidos de Norteamérica, Bs. As., Raigal, 1954, p. 32. Tema ampliamente estudiado por Aurelio Espinosa (Journal of American Folklore, XLIH [1930], 129-209), quien sostiene que su origen es oriental y señala la existencia de más de trescientas versiones en Africa, América, India y otros puntos. Las versiones hispánicas, según el citado autor, estarían relacionadas con la versión indica de Jataka, 55. En sus Cuentos Populares Españoles cfr. "El hombre de pez".La versión de Boggs pertenece al folklore franco-americano de Luisiana.
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Buquí volvió solo a su casa e hizo un pozo. Cava que cava y al fin lo terminó. Ya no le faltaba agua para la casa y para beber. Pero Lapén tenía sed y resolvió visitar el pozo de Buquí. Buquí guardaba sus botas al lado del pozo. Lapén se las ponía, y jugaba y tomaba agua del pozo a la luz de la luna hasta el amanecer. Cuando oía que Buquí venía se escapaba de prisa. Tantas veces encontró Buquí el agua de su pozo sucia y lodosa que una mañana exclamó: "Yo sé quién es el pícaro que juega aquí y toma agua de mi pozo. Es Lapén. ¡El pillo!" Buquí trató muchas veces de cogerlo. Por fin ideó un plan. Preparo una muñeca de brea y la colocó cerca del pozo Aquella noche cuando vino Lapén, vio la muñeca negra de brea y al principio tuvo miedo: "¿Quién está ahí?", preguntó temblando. La muñeca de brea se quedó en silencio. Lapén volvióse más audaz y grité: "¿Quién eres tú?". "Contéstame o te doy una patada" Como no contestó, le dio con la pata derecha delantera, que se pegó en la brea. Gritó: "Suéltame o te doy con la otra". Le dio con la pata izquierda delantera y gritó: "Te digo que me sueltes, si no, te daré patadas por todas partes". Por fin tuvo que darle a la muñeca de brea con todas las patas, y ellas se le quedaron pegadas. Por la mañana vino Buquí y vio a Lapén completamente pegado a la muñeca de brea. Con gran gozo gritó: "¡Ahá! Ahora te tengo, pillito mío. Esta vez te cogí. De modo que bebes el rocío, ¿verdad?". Lapén, viéndose en tal apuro, pensaba cómo escapar sano y salvo. En tono de arrepentido le dijo a Buquí: "Ya comprendo, Buquí, que he errado. Me tienes donde merezco estar, por culpa mía. Haz conmigo lo que tú quieras. Sólo una cosa te ruego que no hagas conmigo". "¿Qué es eso?", preguntó Buquí ansiosamente. "Échame en el fuego, dijo Lapén, échame en el río, quémame vivo, ahógame, pero por favor no me eches en las zarzas. Las zarzas destruirán por completo mi pobre pellejo". "¡Muy bien! Eso es exactamente lo que haré", contestó Buquí, con una sonrisa feliz. "Te echaré en medio de las matas espinosas, del zarzal más grande". Lapén puso una mirada de asustado y volvió a rogarle a Buquí: "Oh, Buquí, yo no te culpo por cualquier cosa que me hagas. Quémame vivo si quieres, ahógame si quieres, pero por Dios no me eches en el zarzal. Así sufriré más. Mi pobre carne quedará echa pedazos. Quiero morir de una vez si tengo que morir". "Tú, pícaro, dijo Buquí, mientras despegaba a Lapén de la muñeca de brea, ya estoy harto de tus engaños. Esta vez me las pagarás todas. Te voy a echar en aquel zarzal grande; allá. Espero que te rasques hasta que dejes pedacitos de la piel en todas partes". Buquí llevó a Lapén al zarzal, lo agarró bien por la cola y le dio varias vueltas en el aire cantando con placer antes de soltarlo Lapén cayó en medie del gran zarzal. Enseguida se paró y le gritó a Buquí "Mil gracias, Buquí. Nací y me crié en un zarzal, y ahí es dónde pertenezco".
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