EN LA IMAGEN: MAESTRO DE LA ENEIDA: EL CABALLO DE TROYA (esmalte pintado, 22,5 x 19,5 cm.)
Caballo de Troya, en la mitología griega, caballo de madera grande y hueco empleado por los griegos para conseguir entrar en la ciudad que asediaban, Troya, y así terminar con la guerra de Troya. Incapaces de capturar la ciudad después de diez años de asedio, los griegos recurrieron a una estratagema. Construyeron el caballo, metieron dentro guerreros armados y lo abandonaron en la playa antes de zarpar en sus barcos. Sinón, un espía griego, convenció a los troyanos para que metieran el caballo, diciéndoles que era un regalo de Poseidón. Por la noche, Sinón dejó salir a los soldados griegos armados, que mataron a los guardianes y abrieron las puertas a su ejército, capturando e incendiando la ciudad. El ardid del caballo fue una astucia del héroe Odiseo.
EN LA IMAGEN: MAESTRO DE LA ENEIDA: EL CABALLO DE TROYA
(esmalte pintado, 22,5 x 19,5 cm.), hacia 1510. París, Louvre.-
EN LA IMAGEN: MAESTRO DE LA ENEIDA: EL CABALLO DE TROYA
(esmalte pintado, 22,5 x 19,5 cm.), hacia 1510. París, Louvre.-
El primer nombre que encontramos en la pintura francesa de comienzos del siglo XVI es el de
Jean Bourdichon (1457·1521 aprox.), que fue retratista oficial de la Corte, pero del que sólo se
conservan hoy miniaturas (las Horas de Francois de Vendóme y
la Grandes Horas de Anna de Bretagne). Se trata de un artista que todavía debe bastante a
Jean Fouquet, pero que pronto se diferencia de él por cierta languidez,
en la que se inspirará la escuela miniaturista de Ruán que, bajo la influencia también de
los italianos, acabará por desembocar en el manierismo y prestará su contribución a la
gran escuela de Fontainebleau.
Ni en Bourdichon ni en otro seguidor de Fouquet, Jean Colombe, posible hermano de Michel,
el gran escultor,, se aprecian huellas de la in· fluencia italiana, sino más bien la continuación de una tradición nacional que se afirma vigorosamente durante la primera mitad del siglo XVI en obras de pintores sobre esmalte adscritos generalmente a la célebre escuela de Limoges.
Presentamos aquí la obra del anónimo Maestro de la Eneida, así llamado
por haber ejecutado una serie de esmaltes sobre episodios del poema de Virgilio.
Aparece claro todavía en el grafismo de la factura un recuerdo medieval, pero la
elección de un tema clásico, como la Eneida, nos habla ya de los nuevos ideales.
Desde el punto de vista técnico, nótese que los esmaltistas abandonan ya el
procedimiento de "cloisonné»; utiliza soportes de cobre y superponen los colores
como haría un pintor, aunque con la diferencia fundamental de que se cuece primero
cada capa de color antes de aplicar la capa siguiente. Puesto que el color se modifica
tras la cocción, esta técnica exige una habilidad y una experiencia fuera de lo común,
sobre todo cuando se emplea el claroscuro o gradación cromática de los tonos.
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