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26 de diciembre de 2012

Análisis de Las doce figuras del mundo de H.Bustos Domecq


Análisis de Las doce figuras del mundo de H.Bustos Domecq (seudónimo de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares)


Las doce figuras del mundo es una parodia del clásico relato policial y, por lo tanto, aúna a los elementos típicos de éste un eficaz sen­tido del humor.










ESTRUCTURA

En la estructura del relato hay tres partes perfectamente marcadas:

1)                  Introducción
Comprende el comienzo del cuento hasta el relato que Molinari hace a Parodi de los hechos ocurridos. En la introducción se encuentran los siguientes elementos:

a)                  El primer párrafo constituye un típico ejemplo de la técnica del relato policial: se enfrenta de inmediato al lector con una situación concreta y algo misteriosa, en la cual se sugieren cier­tas circunstancias, pero sin aclararlas: un hombre enumera, mientras duerme, los signos del zodíaco; luego duda, compren­de que se ha equivocado y se despierta temblando. El lector es ubicado de entrada ante un elemento bastante insólito, como el zodíaco, en seguida se alude a un error con referencia a éste y el temblor expresa una intensa sensación de miedo. Error y miedo, asociados a algo en apariencia tan alejado de estos dos elementos, como el zodíaco, tienen la virtud de pro­vocar en el lector una expectativa y atraer de inmediato su atención.

b)                  El segundo elemento que crea el clima de suspenso es la pre­sencia del “desconocido” que vigila y sigue a Molinari.

c)                   Presentación del personaje clave del cuento, don Isidro Parodi, acerca del cual se nos proporcionan los siguientes datos:


1.                  Su pasado, con la historia de la injusticia que lo llevó a la cárcel.
2.                  Su presente en la celda 273.
3.                  Su retrato.

d)                  Un diálogo intrascendente entre Aquiles Molinari y don Isidro Parodi, que al desviar momentáneamente la atención del lector logra que la expresión: “Don Isidro, he matado a un hombre.”, dicha repentinamente, cause un impacto mayor.

e)                  Se proporcionan algunos datos muy vagos acerca del aconteci­miento que se relatará extensamente en la segunda parte.

2)                  Narración del hecho

Es la parte central del cuento y relata las dos pruebas a que es sometido el periodista, en el transcurso de las cuales se produce el crimen.

El caso que se relata es extraño, misterioso y en apariencia inexplicable, como corresponde a un relato policial, pero como el tono es de parodia burlesca, a esos rasgos se une el humor, que les da un sabor muy particular: uno de los mayores méritos del cuento es la creación de un clima y un ambiente en el que todos los elemen­tos, la quinta de Abenjaldún, iluminada, con su sala de actos y sus ciento cincuenta drusos velados y con túnicas blancas alrededor de un toro de metal, y el carácter inusual del lugar, de los personajes, de las pruebas y de todo lo que allí se realiza, revisten un carácter insólito y cómico a la vez, que consigue atraer en forma sostenida la atención del lector. El recurso central al que han apelado los autores para obtener el doble efecto, plantear el enigma a resolver, por un lado, y lograr la nota humorística, por el otro, consiste en narrar la anécdota no desde un punto de vista objetivo, sino desde el ángulo subjetivo, crédulo e ingenuo de Molinari. En el relato de lo sucedido hay una serie de pasos, a través de los cuales la broma que se le juega al periodista se va haciendo cada vez más pesada, vale decir que hay un “crescendo” o acentuación del gro­tesco que cubre la figura de aquel;

a)    Los preparativos para la “prueba” a que será sometido (ayu­nar tres días y aprender de memoria y en orden los signos del zodíaco).
b)    La primera prueba: encontrar a los “cuatro maestros”, velados y cubiertos con túnicas, con la sola guía de las figuras aprendidas.
c)     Segunda prueba en la que “se jugará la vida de todos ellos y tal vez la suerte del mundo”: buscar a los maestros con los ojos vendadas y una caña en la mano derecha.

Dentro de esta anécdota, dominada por el certero efecto humorís­tico, se inscribe, desarrolla y culmina el hecho policial, acerca del cual se proporcionan algunos velados indicios, pero bajo la errónea interpretación de Molinari:

Izedín estaba nervioso. Yo descubrí en seguida el porqué: había vuelto a la carga con su literatura. En la mesa había un enorme paquete de libros El doctor, preocupado con mi examen, quería zafarse de Izedín, y le dijo: —Pierda cuidado. Esta noche leeré sus libros.
Todos dijeron que sí, menos Izedín que estaba tan distraído que al irse nos dio la mano a todos, uno por uno, cosa que no hace nunca.

El punto culminante en el relato del periodista es el hallazgo del cuerpo sin vida de Abenjaldún y el incendio de su casa, hechos de los cuales Molinari se considera absurdamente culpable y que lo impulsan a huir del lugar a toda velocidad: las características hilarantes de la fuga y los comentarios que agrega atenúan el aspecto macabro de todo relato policial. Hacia el final de la prime­ra visita a Parodi, aquél comienza a advertir que su credulidad ha sido excesiva:

—¿Que cambie el orden? Usted no me ha entendido, don Isidro, eso no se puede
—¿No? Decí la primera, la última y la penúltima.
Molinari, aterrado, obedeció. Después miró a su alrededor.
—Bueno, ahora que te has sacado de la cabeza esas fantasías, te vas para el diario. No te hagás mala sangre.
Mudo, redimido, aturdido, Molinari salió de la cárcel.

La segunda parte concluye con el típico recurso que emplea la nove­la o relato policial para mantener el suspenso e incitar al lector a continuar la lectura: terminar cada capítulo con una expresión que abra un interrogante o renueve algún aspecto del enigma propues­to, en este caso reiterar la presencia del desconocido que apareció al principio y acerca de cuyos móviles e intenciones no sabemos nada:

Afuera, estaba esperándolo el otro.

3) Segunda visita a Parodi: desenlace del cuento con la aclaración del enigma.

En esta tercera parte resalta la brevedad en comparación con la longitud de la anterior.
Mediante el ingenioso ardid de las cartas, muy eficaz por su carác­ter concreto, Parodi, que se ha valido tan sólo de una observación detenida de los hechos y de un riguroso razonamiento, expone la solución del problema que concuerda perfectamente con la exposi­ción de Molinari, aunque expresa un punto de vista muy diferente, objetivo y sagaz acerca de los acontecimientos.

Al concluir la lectura se observa que, si bien el enigma se ha ilu­minado, hay dos elementos que permanecen sin aclarar:

a)    La presencia del “desconocido”, que sigue a Molinari en su se­gunda visita a la cárcel, pero cuya función en el relato no se aclara. Esto debe atribuirse al tono paródico del cuento: se incluye un elemento valioso para la creación del suspenso, pero no imprescindible en la trama argumental, como sucede en tantos relatos policiales; por eso los autores, con una mirada irónica, fingen “olvidarlo” al final y hasta insinúan que puede tratarse de la exaltada y fácilmente sugestionable fantasía de Molinari:

Cuando bajó en Palermo, bajó también el desconocido, que había pasado de los anteojos a la barba rubia. . .
Esos puntos suspensivos sugieren muy sutilmente que tal vez el desconocido no existe.

b)    Las apariciones del “señor afable”, con las cuales sucede algo similar: los móviles de sus visitas y sus temas de conversación son ambiguos y pueden entenderse como meras fabulaciones de Molinari o como hechos vinculados realmente con el tema cen­tral. Una vez más se advierte la sonrisa de los autores, que juegan con el lector dejando librada a su arbitrio la interpreta­ción de este elemento.

HUMORISMO

Se encuentran diversos tipos de elementos humorísticos:

A)   Derivados de los caracteres y situaciones que constituyen la anéc­dota. El mecanismo central es el que enfrenta a burladores y burlado cargando las tintas en unos y en otro hasta desembocar en la situa­ción grotesca de trazo grueso. Todo gira en torno del afán de burla de Abenjaldún y los suyos, y de la absoluta credulidad de Molinari: dos fuerzas iguales en intensidad, pero de sentido contrario, que engranan perfectamente entre sí y desencadenan todas las situacio­nes hilarantes que se suceden en el relato. El efecto cómico provie­ne de la absoluta convicción de Molinari acerca de la veracidad de cuanto le propone Abenjaldún: de ello deriva la seriedad y meti­culosidad con que se prepara para las pruebas y con que las afron­ta. Su ayuno, su aprendizaje de los signos zodiacales, su absurdo miedo, su fatiga, su doble búsqueda de los maestros, la segunda vez con los ojos vendados y una caña en la mano, a los tropezones, y, sobre todo, su continuo recitar las figuras en su orden correcto des­pués del crimen por temor a que el universo se caiga y su convic­ción de ser el culpable de la muerte de Abenjaldún, contrariando la lógica y la realidad misma, son todos elementos de una irresisti­ble comicidad. En el contraste entre esta actitud y el derroche de ingenio y picardía que despliegan sus burladores al urdir una bro­ma tan compleja, radica la gran eficacia humorística del cuento.

B)    Derivados del lenguaje de Molinari, que mezcla continuamente giros y formas de marcado carácter popular con expresiones y observaciones típicas de su profesión de periodista:

El archivo es una piecita pegada a la secretaría: es un cuarto interior. Yo siempre digo que un recinto sin una ventana como la gente, a la larga resul­ta insalubre. ¿Usted no comparte mi criterio?
¡Ahí tiene lo que puede significar un cambio en las figuras! De pensarlo, la boca se me puso más seca que lengua de loro. Divisé un agente en la esquina, y di marcha atrás; después me metí en unos andurriales que es una vergüen­za 'que haya todavía en la Capital; yo sufría como argentino, le aseguro, . . en esos barriales del Oeste no hay seguridad para el peatón ni vigilancia de ninguna especie.

Este tipo de comentarios inesperados provocan un efecto humorís­tico por el contraste con el tono general del relato de Molinari.

C)    Derivados de la sátira al tradicional relato policial. Constituyen la tónica de todo el cuento.


PERSONAJES
Tal como corresponde a la índole del relato, los personajes están per­filados con pocos y gruesos trazos, a veces cercanos a la caricatura, sin entrar en detalles inoportunos ni caracterizaciones psicológicas que estorbarían el curso de la acción.

1) Don Isidro Parodi
Es una versión muy singular del detective tradicional, pues tiene la particularidad de estar inmovilizado en su celda 273. Por ello, contrariamente a los métodos del clásico investigador, que concu­rre al lugar del hecho, examina a la víctima, formula muchas preguntas y trata de recoger indicios por medio de los más diversos conductos, Parodi se limita, por imposición de su encarcelamiento, a apoyar su investigación en los datos que le proporcionan la cró­nica periodística y el relato de Molinari. Debido a esta circunstan­cia, su método consiste únicamente en el razonamiento y en la deducción; se omiten y simplifican muchos pasos del procedimien­to habitual. Los largos interrogatorios, por ejemplo, quedan redu­cidos a unas pocas preguntas que tienen por objeto aclarar aspectos no implícitos en el relato de los acontecimientos:

—. . ese archivo no lo conozco. Descríbame un poco el lugar.
—..Descríbame la secretaría.
— ...¿Está seguro de que mientras usted daba sus vueltas nadie salió de la secretaría?

La semblanza de don Isidro se completa con su retrato, sintético y expresivo:

. .. hoy era un hombre cuarentón, sentencioso, obeso, con la cabeza afeitada y ojos singularmente sabios.

y con unos pocos rasgos temperamentales: Lento y eficaz
...sabía que era inútil querer apresurar a Isidro Parodi;
Recordó que Parodi mantenía su agilidad espiritual y, gracias a su viveza y a la generosa distracción del subcomisario Grondona, sometía a lúcido exa­men los diarios de la tarde.

2) Aqujles Molinari
Es el personaje en quien se acentúan los tintes caricaturescos y, por lo tanto, resulta esquemático y grueso por imposición de su función en el relato. Es la exageración de cierto tipo humano que se considera muy avanzado:

Créame, yo soy un muchacho moderno, un hombre de mi época; he vivido, pero también me gusta meditar.

que siempre trata de obtener ventajas de cualquier situación:
Hace tiempo que el doctor Abenjaldún quería que me iniciaran; yo no podía negarme, me convenía estar bien con el viejo y no sólo de pan vive el hombre.

pero que en realidad es incauto y crédulo, y por lo mismo fácil objeto de engaños y burlas.

3) Abenjaldún y sus amigos
Están plasmados globalmente como un tipo muy particular de colec­tividad extranjera cerrada, que encuentra en Aquiles Molinari al criollo incauto ideal para hacerlo objeto de sus bromas. Izedín, el asesino, aparece en un desdibujado segundo plano, y esto acentúa el tono de parodia del relato, ya que por lo común este personaje es mucho más notorio e importante en el género policial.



IV) ESTILO

El rasgo de estilo más notable en el cuento es la utilización de un nivel de habla popular, típicamente porteño, en las intervenciones directas de Molinari y Parodi. Se reproducen vocablos, giros y formas idiomáticas como el voseo, que comunican al relato color local y autenticidad. Este tipo de lengua es empleado por cada personaje según su idiosincrasia, de modo que es un valioso ele­mento de definición de los diferentes tipos humanos que aparecen: en Molinari los giros populares se mezclan a formas rebuscadas y pretendidamente cultas, en parte por su deformación profesional y en parte porque su temperamento petulante lo lleva a querer aparentar un nivel cultural que está lejos de poseer:

Salí con mi cañita, yo, un muchacho joven, pictórico de vida, caminando como inválido, como un ciego, si usted me interpreta; agarré en seguida para la izquierda porque el cuñado del gangoso tiene mucho savoir faire

En contraposición con la verborragia grandilocuente y redundante de Molinari, el lenguaje de Parodi es de índole popular también, pero simple, espontáneo y parco, sin ampulosidades y dotado de gracia y donaire:
Hace catorce años que estoy archivado —observó dulcemente don Isidro—. Pero- ese archivo no lo conozco.
—No me hable. Desde que me establecí en el Norte me tienen cansado los recintos.
—Pare el carro, amigo —dijo Parodi—. ¿Está seguro?

Frente al nivel lingüístico de los dos protagonistas se encuentra el de Abenjaldún, quien, como extranjero culto, se expresa en un castellano correcto, fluido y rico en vocablos.

De lo dicho en el punto anterior se desprende la importancia del diálogo, que permite que cada personaje se dé a conocer y se defina a través de su modalidad lingüística. La mayor parte de la narración es un extenso diálogo entre Molinari y Parodi, en el que corresponden a aquél las réplicas extensas y a éste las breves répli­cas circunstanciales o motivadas por la investigación. Dada la estructura del relato hay, dentro del mencionado diálogo, otros, como el que sostienen Abenjaldún y Molinari antes de las pruebas y que tienen por objeto hacer más vivida, colorida y convincente la exposición de éste y más ágil su estilo.

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