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17 de octubre de 2011

CUENTO POPULAR: Moisés y las tres acciones reprobables

CUENTO POPULAR: Moisés y las tres acciones reprobables

(Fuente: Corán, XVIII, 58. Versión castellana de A. Her­nández Cata, sobre la traducción de M. Savary. El tema pro­viene de la tradición rabínica).

Moisés dijo a sus servidores: "No cesaré de marchar hasta que haya llegado al punto de con­fluencia de los dos mares, aunque tenga que mar­char ochenta años".

Cuando llegaron al sitio donde los mares fun­dían sus aguas, notaron que habían perdido un pescado que llevaban para alimentarse, y que el pescado se había refugiado en el agua.

Y llegada la hora de la colación Moisés dijo a su servidor: "Sirve nuestra comida que las fatigas del viaje han sido duras".

"¿No habéis reparado –dijo el sirviente– en lo que nos pasó cerca de las rocas? Satán hizo ol­vidar el pescado y lo llevó milagrosamente a las aguas"

Eso es lo que yo deseaba" –dijo Moisés. Y comenzaron a desandar el camino.

y encontraron a un servidor de Dios, colmado de mercedes e iluminado con la ciencia.

Y Moisés le dijo: "Permite que te siga a fin de que me instruyas en la verdad que te ha sido re­velada".

"Tú no sabrás ser tan constante –le respondió el hombre– como es necesario ser para permane­cer conmigo".

"¿Cómo podrás abstenerte de preguntarme acer­ca de los sucesos que no comprendas?"

"Si le place a Dios –respondió Moisés–, ten­dré una constancia y una obediencia absolutas".

"Acompáñame, pero no me interrogues sobre ningún hecho y espera a que yo te hable".

Partieron y habiendo entrado en una barca, el servidor de Dios la rompió en pedazos. "¿Es para hacernos perecer? –le interrogó Moisés–: he aquí una acción extraordinaria".

"¿No te he dicho que no eras bastante paciente para permanecer conmigo?".

"Que el olvido de mi promesa no te irrite –dijo Moisés–. No me impongas una obligación dema­siado difícil".

Se pusieron en camino, y habiendo encontrado a un joven, el servidor de Dios le dio muerte. Moi­sés entonces exclamó: "Acabas de matar a un hombre que no era culpable, acabas de cometer un crimen". "¿No te he dicho que no eras bastante paciente para venir conmigo?".

"Perdóname todavía –añadió Moisés–, pero si a partir de ahora yo te hago una sola pregunta o un solo reproche, no me permitirás acompañarte".

Continuaron su ruta y llegaron a una ciudad donde pidieron hospitalidad a sus habitantes, hospitalidad que les fue negada. Un muro amenazaba ruina y el servidor de Dios le restituyó su solidez. Moisés le dijo: "Tú hubieras podido poner un pre­cio a ese beneficio".

"Aquí nos separaremos –le respondió el servi­dor de Dios–, pero antes es necesario que yo te enseñe el significado de esas acciones ante las que no has podido permanecer silencioso".

"La barca pertenecía a pobres marineros, pero yo la deshice porque estaban perseguidos por un rey que les robaba todos sus navíos".

"El joven había nacido de parientes fieles, pero yo temí que los infestase con los errores de su in­credulidad".

"He querido que Dios les dé hijos menores, más tiernos y más dignos de sus mercedes".

"El muro pertenecía a dos huérfanos, y ocultaba un tesoro. Su padre fue justo y Dios ha querido que ellos lleguen a la edad de la razón antes de que posean las riquezas que su padre amasó hon­radamente. No ha sido mi voluntad la que me ha ordenado hacer estas cosas. He aquí la explica­ción de los hechos que han excitado tu curiosidad".


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